De la casa del miedo a la última morada en el cementerio viejo

El pequeño Francisco de Asís Mingo Fernández descansa en paz en un nicho del camposanto de San Eufrasio de la capital jiennense
Día de difuntos, domingo de leyendas, becquerianas y también jaeneras, que tienen en el romántico camposanto del camino de las Cruces la más local y fúnebre referencia.
Inaccesible por tanta valla como puebla ya la hermosa y decadente necrópolis que abrió sus puertas en 1829 y sobrevive a la desaparición a duras penas, en un nicho alto frente a la sección tercera del segundo patio descansan en paz los restos mortales de Francisco de Asís Mingo Fernández.
¿Que qué tiene que ver una cosa con la otra? Pues nada más y nada menos que la criatura en cuestión no es otra que aquella que como el bebé de la canción de Víctor Manuel, "como un pez se le escapó" no a su padre, sino a la doncella. Ya conocen la historia, que tiene su amplia cuota de leyenda, popularmente conocida en Jaén como la de la casa del miedo.
Todo ocurrió en un hermoso predio promovido (allá por 1862) por un prohombre llamado Felipe Mingo García-Izquierdo (ingeniero de Caminos, presidente de Diputación, gobernador civil, senador...), casi frente a la bellísima iglesia que alberga al Cristo de la Expiración, en el actual número 1 de la Plaza de San Bartolomé, que conserva prácticamente intacta su fachada tras el repaso que le dio a todo el edificio la excavadora, en 1988.
Ese año hicieron mixtos, para siempre, los mármoles negros que (como una enlutada profecía de piedra) decoraban el zaguán de la mansión; los mismos que tanto contribuyeron a la leyenda negra del caserón, Pero eso no era nada con lo que de verdad esperaba a sus propietarios, el citado Mingo y su esposa, Matilde Fernández Cano.
Unos cuentan que el pequeño Francisco de Asís era el primogénito y otros, que hubo un segundo vástago con ese nombre, nacido tras la muerte de la primera hija y fallecido también a corta edad. Sea como fuere, lo que sí es demostrable con papeles es que el cadáver del actual nicho 123 de San Eufrasio yace este infante cuyo óbito terminó de acuñar lo de la casa del miedo.
¿Que por qué? Recuerden lo de los mármoles negros y su apariencia de tanatorio, tengan en cuenta que (según una simpática versión) por allí rondó un fantasma de los de sábana blanca, al parecer para, vestido de tal guisa, disimular sus escarceos amorosos con una vecina de la zona. Junten todo eso y únanle lo que viene ahora...
Corría 1873 y solo ocho meses tenía Paquito (consientan la confianza) cuando, desde los brazos de su nodriza (una nurse de ayer y una canguro de hoy), cayó desde un vano interior al patio de luces del caserón, muriendo enseguida.
La tragedia marcó a la familia hasta el punto de sumir a los Mingo Fernández en un estado de abatimiento que nunca abandonarían y que los llevó a poner mucha tierra de por medio entre su palacete y sus pies. Episodio este (el de la distancia) posiblemente vinculado a la muerte del pequeño, si bien consta en los archivos del Senado que entre 1874 y 1875 (o sea, casi inmediatamente después del accidente mortal) lo que lo condujo fuera de Jaén fue un traslado a Toledo, como presidente de su Diputación y gobernador civil.
Hablando de traslados: el recordado investigador Miguel Moreno Jara desbarataba esta apasionante y tristísima narración al situar la muerte del nene en Madrid, y además varios años antes. ¿Será el Francisco de Asís Mingo Fernández del cementerio viejo el primogénito, el segundo o el tercer hijo del matrimonio? Acunado por la muerte, ahí sigue, sobreviviendo al olvido completo, entre la historia y la leyenda.

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