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La sevillana que cambió el mar de peces por el de olivos

Por Javier Cano - Septiembre 28, 2025
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La sevillana que cambió el mar de peces por el de olivos
La sevillana mengibareña, delante de la patrona. Foto cedida por Mari Paz Medel.

Mari Paz Medel Amieva llegó a Mengíbar en 1970 para una estancia de tres meses que al final se han convertido en 55 años, y lo que quede

De aquel mar de peces del que escribió Rafael Duyos al mar de olivos de Jaén (que también bautizó el poeta —tan entendido de las cosas del corazón que se hizo cardiólogo—) llegó Mari Paz Medel Amieva (Sevilla, por casualidad, 1964) a Mengíbar.

Una estancia prevista para tres meses que, andando el tiempo, se convirtieron en los cincuenta y cinco años que lleva afincada en la Ciudad de la Torre: o sea, prácticamente toda su vida. 

"Nací en Sevilla porque el barco tocó puerto allí y mi madre se tuvo que bajar porque quedaban días para el parto. E inmediatamente al barco otra vez, no tengo más que algunas fotos en el Parque de María Luisa, aprendí a andar y a nadar en el barco", explica. 

¿Que en qué barco? Pues en el que se pasó la infancia y la adolescencia, hija de marina mercante como era, de puerto a puerto, como cantaban las hermanas Huerta pero con menos tristeza: con ninguna tristeza.

"Teníamos nuestro camarote, que era como nuestro apartamento", recuerda. Una aventura vital de esas que no todo el mundo puede contar y que le duró hasta la edad en la que muchas chicas andaban preparándose para su presentación en sociedad; a ella, sin embargo, la esperaba el Santo Reino:

"Ya éramos cinco en casa, así que mi padre decidió cambiar de trabajo; le ofrecieron el mismo empleo, revisando montajes en empresas donde se instalaran calderas de barcos, y como por estaban abriendo la 'papelera' de Mengíbar, nos vinimos. Al pasar los primeros tres meses de montaje nos quedamos, porque buscaban personal cualificado; mi padre era muy bueno y le ofrecieron ser jefe de la central térmica".

 En una imagen de juventud, con su marido. Foto cedida por Mari Paz Medel.
En una imagen de juventud, con su marido. Foto cedida por Mari Paz Medel.

Así empezó el larguísimo capítulo jiennense de la protagonista de estas páginas digitales, que en Mengíbar encontró además el amor, le nació uno de sus dos hijos (la mayor vio la luz primera en tierras alicantinas, donde el matrimonio vivió varios años) y pudo poner el mejor cauce a su caudal de devoción, otra de sus señas de identidad. 

"Nos integramos muy bien en la sociedad local, muy distinta a la de ahora. Mis padres eran muy cristianos, se empezaban a formar los cursillos de cristiandad de aquel entonces y ellos participaban", recuerda. 

Otro colectivo al que su madre se vinculó con intensidad fue la Asociación de Amas de Casa, todo un hito en plena década de los 70. Y ese fragor asociativo "se refundó también la cofradía de la patrona, Santa María Magdalena", en la que sus padres y la propia Mari Paz acabaron ocupando puestos de responsabilidad: "Mi madre me arrastró a mí y como ella estaba en la directiva, entré yo como vicepresidenta". Casi nada para empezar, la segunda de a bordo. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.

Ahora, lectores, agárrense que vienen curvas: ¿Saben cuántos años lleva Medel al frente de la hermandad de la Malena? ¡¡¡Veinte!!!, sí, han leído bien. "Oficialmente, desde junio de este año, cuando el Obispado lo oficializó", aclara y, al respecto, apostilla: "Este mandato de tres años lo voy a dedicar a que los jóvenes innoven y que la cofradía no se pierda, no quiero gente de folclores, quiero gente de Iglesia".

"LA SANTA HACE MUCHOS MILAGROS"

Cuenta Medel Amieva (impulsada por su devoción a la mujer que no se separó de Cristo ni una chispa) que la Magdalena "es muy milagrosa", y lo dice con conocimiento de causa.

No es que tenga para contar una letanía de prodigios obrados por la patrona a su favor, aunque lo que cuenta impresiona. ¿Que no? Lean, lean...

"Me han pasado muchas cosas con la santa, la más significativa es que el 22 de julio de 2017, en su fiesta, terminé de arreglar el exorno floral y a la hora falleció mi madre, de pronto. Aquello fue un choque, una convulsión interna muy grande. Yo tenía un no sé qué que no quería santa, estaba un poco enfadada porque hubiera pasado eso con mi madre, y sin embargo la más pequeña de sus nietos, mi sobrina, en el tanatorio nos escribió una carta a todos".

Unas líneas que les calaron, pero de verdad: "Nos decía que nosotros que tanto habíamos querido a Santa María Magdalena, y la abuelaque tanto había luchado por ella, lo que teníamos es que estar contentos, porque la santa (que estaba bajada del altar mayor) se había llevado a la abuela de la mano".

Mari Paz prosigue: "¿Cómo es posible que una niña de diez años nos mentalizara de que las cosas no eran como las veíamos en un principio?". A eso se refería Paulo Coelho cuando escribió aquello de que 'un niño siempre puede enseñar tres cosas a un adulto, entre ellas a ponerse contento".

Otro de esos sucesos que achaca a la intervención de la patrona de Mengíbar tiene que ver con un hermano suyo (de Medel, no de Santa María Magdalena); en sus propias palabras, mientras se encontraban limpiando la ermita, llegó una pareja joven acompañada "de una muchacha" de fuera, y hablando hablando descubrieron que la joven había sido la primera novia del hermano de Mari Paz. Un hombre cuya vida familiar se había derrumbado pero que al siguiente 22 de diciembre (ya saben, el día de la lotería) contraía matrimonio con su antigua amada. "Eso también fue cosa de la santa", sentencia la presidenta de su hermandad. 

Así está de orgullosa de que toda su familia forme parte de este colectivo cofrade, incluso el nieto que espera para estos días. Y así es aquella sevillana del barrio torero de la Alfalfa que, a estas alturas de la película, no lo duda ni un segundo: "Soy mengibareña por los cuatro costados". 'Ahí queó', diría un capataz hispalense.  

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