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El sonido de la lluvia

Por Mari Carmen Arenas - Septiembre 04, 2023
El sonido de la lluvia
Imagen de Lupión. Foto: Mari Carmen Arenas.

Son las 23:50 horas y estoy unos días de visita en casa de mi madre. Estoy tumbada en la cama, escuchando el sonido de la lluvia, ansiada lluvia, golpear las chapas del patio de los vecinos. Es una gozada sentir ese sonido en la calma de la noche, junto con el espectáculo visual de la luz de los relámpagos colándose por la ventana. Es una gozada y, además, roza lo milagroso en este nuestro precioso mar verde y sediento.

La verdad es que en Lupión, este pequeño pueblo de La Loma, las conversaciones en los últimos días y sobre todo en las últimas horas han girado en torno a la lluvia. La cosecha depende de ella. El futuro próximo de familias enteras depende de ella. No es baladí estar mirando al cielo para darle las gracias. Sonrío mientras escribo esto, porque la última frase que he escuchado esta noche de un paisano, mientras caminaba de vuelta, ha sido: “¡Qué va a llover, ni llover! ¡Estamos condenados!”

Y sigo riéndome porque, el mismo sonido que aquí me parece celestial, me resulta agobiante en el lugar en el que vivo actualmente. En el norte de Navarra los paisajes son verdes y no falta agua en los arroyos ni en los ríos. El peaje a pagar es ver el cielo encapotado día sí y día también. Y para los que somos de secano más de cuatro días de lluvia son un tormento, y nunca mejor dicho. He llegado a vivir quince días de lluvia seguidos. Miraba por la ventana y echaba de menos el sol de Jaén y los increíbles atardeceres de Lupión en los que las colinas se tiñen de rojo y el cielo parece fundirse con ellas.

Los seres humanos somos así de incongruentes. Nos encanta el verano pero nos quejamos si hace demasiado calor. Nos encanta taparnos con una mantita en enero y ver una película una tarde de domingo al fuego de una chimenea pero, al mismo tiempo, estamos deseando que acabe porque estamos cansados de llevar más capas de ropa que una cebolla.

Es irónico y, también, bello. La belleza que tiene esa dualidad da sentido a nuestra existencia. En Jaén amo la lluvia. En Navarra extraño el Sol. No cambiaría absolutamente nada de ninguna las dos.

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