La magia de la Subida al Quiebrajano une deporte, desafío y solidaridad

Con el imponente pantano del Quiebrajano en la meta, la prueba volvió a poner a prueba la resistencia de más de 500 corredores bajo un intenso calor

El sol apenas comenzaba a 'picar' cuando más de 500 corredores, con ilusión en la mirada y zapatillas listas para el desafío, se daban cita este domingo para vivir una experiencia que va mucho más allá de una simple carrera. La XXI Subida al Pantano del Quiebrajano, con sus 13,6 kilómetros de recorrido y más de 450 metros de desnivel positivo, volvió a convertirse en una fiesta del atletismo y en una exigente prueba de resistencia que cada año atrae a corredores y aficionados de toda la provincia.

Desde el olivar de Jaén hasta el pinar de Valdepeñas, con el imponente paisaje del pantano del Quiebrajano en la recepción a cada corredor en la meta, la carrera ofrece un recorrido único en el que la naturaleza es tan protagonista como los propios atletas. Este año, el intenso calor puso a prueba la fortaleza de todos, lo que reforzó la fama de dureza que acompaña a esta cita deportiva.

Por primera vez, el Patronato Municipal de Deportes ha unido fuerzas con el Club Atletismo Quiebrajano para dar forma a este evento, que crece en prestigio año tras año. La concejal de Deportes, Beatriz López, no quiso perderse ni la salida ni la entrega de premios, acompañada por otros miembros del equipo de Gobierno. Incluso el edil Luis García Millán decidió enfundarse las zapatillas y poner a prueba sus piernas.

En lo puramente deportivo, Andrés Estepa y Silvia Lara se alzaron con la victoria. Él, con un tiempo de 00:47:48, revalidó su triunfo del año pasado. Ella, con 00:58:45, conquistó la categoría femenina. Junto a ellos, Alberto Casas y Jesús Alguacil, así como Eva María León y Laura Luna, completaron unos podios que demostraron el gran nivel de la prueba.

Pero la Subida al Quiebrajano es más que competición. Es solidaridad, con parte de la recaudación destinada a la Asociación Jiennense de Esclerosis Múltiple (Ajdem). Es esfuerzo y superación, con premios en metálico para los siete primeros clasificados y trofeos para los corredores con discapacidad. Y es, sobre todo, raíces y tradición, con ese aceite de oliva virgen extra –15 litros para el ganador local, 10 para el segundo y 5 para los siguientes– que conecta deporte y tierra de una forma única.