Televisión y fe
Los reportajes sobre curanderos y figuras espirituales conectan con el público: alientan la fe sin importar demasiado si hay verdad o ficción
Cuarto Milenio rescató la historia del Padre Rejas, y comprobamos de nuevo —también en el tráfico de este diario— el poder de convocatoria que aún tienen las historias con mística. Esta vez fue Jamilena y su predicador más conocido, pero hubo otros programas en otros canales donde se habló del curandero Ángel Custodio o de un ermitaño de blanco que lo idolatra en Hoya del Salobral medio siglo después de su muerte. La religión no tiene mucho espacio en la tele. Podemos se quejó recientemente de que La 2 dedicase apenas una hora de programación para retransmitir misa en directo. Podemos, como el PP, quiere intervenir en todo, también en la parrilla. El caso es que la apatía que despiertan los temas religiosos se transforman en una curiosidad notable cuando en lugar de ideas genéricas (Dios, el hombre, la vida) se apuesta por protagonistas capaces de todo. A quién no le llama la atención un señor que es capaz de estar en dos sitios al mismo tiempo. Otro que consigue que un parapléjico eche a andar. Cuarto Milenio funciona no sólo porque Íker Jiménez es muy buen narrador, sino porque una y otra vez hay gente especial que da vuelo a los relatos de misterio. Desde niño he escuchado fragmentos de la vida y obra del Santo Custodio (Noalejo, Frailes) y uno nota que el interés hacia su figura funciona igual que cuando lees una novela o sigues una serie atraído por un personaje magnético. Alguien especial. Qué más me da si lo que cuentan de él es verdad o está rebozado de ficción, como las biografías maquilladas. Enfrente de la pantalla hay gente que acepta el trato, el pacto novelesco: miénteme si quieres, pero cuéntalo bien.
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