Testigos de líneas en deshielo
Hoy quiero hablarme de líneas y compartirlas con vosotros. Posibles líneas, reales o imaginarias. Naturales, intuidas y necesarias o artificiales, descaradas y obstructoras, destructoras del fluir natural de las cosas, de personas, de corazones que discurren. ¿Por qué de quién son las líneas? ¿De quién es el lugar donde están dibujadas? ¿Quién las dibujó, cuándo y por qué, con qué intención? Pero hay otro factor a tener en consideración y es la visión de quién las percibe y cómo las siente. Por tanto, una vez situados en esta disyuntiva, yo creo que solo hay dos planteamientos apreciables. Líneas que separan o líneas que unen.
Líneas que sobresalen para realzar y llenar de matices la belleza que atesora la Madre de madres. Líneas cercanas y alejadas, rectas y laberínticas, cargadas de sobresaltos. Porque las líneas se tuercen y pueden adoptar formas mágicas. Líneas suaves y abruptas, peligrosas y amigables, cortas o largas, pero siempre líneas para hacer nacer emociones. Líneas que en mi caso siempre serán para unir lugares y acoger corazones. Esos corazones que a veces se sienten extranjeros. Líneas para conectar caminos, para hacer amigos, para crear senderos y compartir el amor que desprenden entre todos los viajeros.
Jaén o Granada, Andalucía o España, Europa o África… ¿Qué más me da? ¿De dónde soy?
Si desde la ventana de la guarida, mientras escribo esto, puedo contemplar el pico Veleta allá en la lejanía. Si casi todo lo que puedo vislumbrar es línea de horizonte granadina. Si la extensa Jaén está a mis espaldas. Sé que nos enseñaron a ser, e incluso a cómo sentir todo (a su manera claro). Pero también sé que se puede reaprender todo lo que uno quiera y sentir libremente todo lo que me apetezca una y otra vez. Para que nadie me diga de dónde tengo que ser, a qué líneas tengo que hacer caso, a quién mirar o cómo y cuánto querer. Yo soy de donde estoy, así lo siento, sin más ni menos.
Por eso en esta ocasión toca salirse de las líneas provinciales y recordar precisamente esa escapada a una Sierra Nevada en deshielo que hice el domingo 7 de abril del año presente.
Un poco tardé, pero volví. Aprovechando la inercia de mi mirada para ir desde estos renglones en la Lacontradejaen a la impetuosa arista del Pico Veleta con sus 3.398 metros sobre el nivel del mar. Que convierten esta ola rocosa en la cuarta cumbre más elevada entre las supuestas marcadas lineal perimetrales de España.
Amigo y vecino cuando te siento desde tierra hermana. Granadino ese día que te recorrí desde el valle del Genil. Ascendiendo lento, pero con pisada confiada por el barranco San Juan. Acompañado de arroyos de agua fresca y transparente, de tonos verdosos cálidos de suelo vegetal, de neveros en proceso de disolución. Volviendo la mirada de vez en cuando para observar el despliegue de formas y colores que propones a mi retaguardia. A dónde voy, de dónde vengo, desde el valle a la cima para luego ir a la inversa, para avanzar en equilibrio. Para contemplar las conjunciones entre líneas montañosas de cimasyvalles desde uno de los puntos más elevados de la península.
Desde lo más alto del pico Veleta es de agradecer el balcón panorámico que se abre ante nuestra presencia. Oteando al sureste encontramos cómo el delicado pero empinado Cerro de los Machos precede a la Alcazaba, con el Mulhacén a su derecha procurando el abrazo del cielo, el mismo que se fusionaba con el mar Mediterraneo al llevar mi mirada al sur en este abierto día primaveral. Haciendo gala y exhibición de líneas, imponentes y majestuosas estas montañas que en escasos meses volverán a teñirse de blanco. Una Sierra Nevada que quiere ser de todos los que la sientan como suya. Que se deja explorar y escalar por sus senderos y paredes. Que ni siquiera entiende de nombres sino más bien de luz y vibraciones.
De todos y para todos quieren ser las montañas y casi siempre parecen servir de buena excusa para cortar la corteza de una misma piel. Están ahí arriba observando cómo obramos, esperando a que reaccionemos, que las tratemos como nos deberíamos tratar entre humanos. Diferentes y diversos pero iguales, como ellas, todas nacidas de una misma tierra que seguramente nos agradecería mas amor y consideración.
No sé si quizás ellas, las cabras que atentas me dieron la bienvenida al inicio de la ruta, asisten atónitas con cierto grado de esperpento. A este triste y desdibujado espectáculo que entre todos hemos contribuido a guionizar. Me gustaría preguntarles y entender su respuesta. Seguro que aportaría clarividencia ante semejante alucinación. Un ser humano imbuido en ese llamativo proceso de apego a la posesión, a semillas de contaminación y terrenos amurallados que crean escisión.
Que las Líneas sean Orientación y no Límite, que sean cooperación y no frontera. Que las Líneas sean amparo y no abandono o desasosiego. Que las Líneas unan el amor por el planeta y que poco a poco dejen de separar el odio de unos contra otros. Por un Mundo en el que todos seamos respetados y bienvenidos entrelineas. Porque solo hay un territorio del que todos debemos cuidar. Y se llama Mamá Tierra.
Porque soy de aquí y de allá. Soy de donde tú quieras, porque no te voy a quitar la razón. Pero, también soy de donde yo quiera, porque no me vas a quitar el corazón. Porque como ellas, montañas, plantas y animales, elijo ser testigo de líneas en deshielo.
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