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La madre de un menor con autismo: "Mi hijo necesita matricularse cerca de su colegio"

Por Fran Cano - Mayo 28, 2025
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La madre de un menor con autismo: "Mi hijo necesita matricularse cerca de su colegio"
Imagen creada con Inteligencia Artificial para proteger la intimidad del menor.

Silvia Frías tacha de injusticia que en la baremación para escolarizar a un niño la discapacidad sólo aporte 3 puntos y dé 14 a tener un hermano en el centro de destino

Silvia Frías es de madre de Leo, un menor con autismo de Alcalá la Real nacido en 2013. Ambos están decepcionados por un motivo, el niño no podrá escolarizarse el curso que viene en el instituto que está justo al lado de su colegio; tendrá que estrenar la Secundaria en otro más lejos del actual centro. "Se lo ha tomado muy mal, porque para él los cambios son superdifíciles. Es una injusticia que la baremación dé 14 puntos al hecho de tener un hermano en el centro de destino y sólo tres a quien tiene una discapacidad", lamenta la madre.

Frías recalca que no es una cuestión estética. O sí, pero en un sentido literal. "El complejo donde está el colegio de Leo es muy parecido estéticamente adonde queremos que vaya y para orientarse es clave. Él apenas tiene autonomía y a veces se pierde incluso en mi casa", expresa la progenitora.

Seguir en el mismo entorno geográfico aminoraría el impacto del cambio para el niño, que tiene una discapacidad reconocida del 33% y al que le diagnosticaron con autismo poco antes de cumplir los dos años.

"Que el centro sea prácticamente igual, con las clases parecidas, era importantísimo para Leo. Llevamos mucho batallado", cuenta entre lágrimas Silvia Frías, quien ha sentido como un mazazo más la publicación de las listas escolares para el curso 2025/2026.

La reacción de Leo al saber su centro de destino a partir de septiembre ha sido exactamente como temía la madre. "Ha reaccionado muy mal, y para nosotros es duro, porque sufrimos un cansancio acumulado", abunda.

"ESTOY MUY AGRADECIDA A LAS DOS TUTORAS QUE TUVO"

A la madre no le ha quedado más remedio que condensar en una carta —está disponible al término de esta información, más abajo— cómo es la vida de Leo, un niño al que le cuesta relacionarse y que normalmente está solo en los recreos. "Si le gusta un tema, lo exprime hasta el final y no es consciente de que carga", ejemplifica acerca de obstáculos derivados del espectro autista. La rigidez mental —la intolerancia a los cambios— es otro.

Silvia Frías sí destaca y agradece el trabajo que hicieron las dos tutoras que tuvo su hijo en las etapas de Infantil y de Primaria. "Se portaron muy bien con él y mejoró mucho", recuerda.

¿Alberga esperanzas la madre de un cambio por parte de Educación en la baremación? "Cuando lo hable con padres de compañeros Leo se llevan las manos a la cabeza. Es indignante que el sistema nos penalice en ver de ayudarnos. Necesitamos que nos escuchen", concluye.

La carta de Silvia Frías:

Leo tiene 11 años. Es alegre, cariñoso y también es autista. Y cada día, el colegio lo rompe un poco más.

Al volver a casa, Leo se derrumba. Llora, tiembla, a veces le cuesta respirar. Su cuerpo se bloquea. Tiene ataques de ansiedad tan intensos que no sabemos cómo consolarlo. Para él, ir al colegio es como ir a un campo de batalla: sabe que saldrá herido, pero no tiene opción.

Cada mañana sin falta, al despertarse, muchas veces después de una mala noche a causa de las pesadillas, pregunta si será capaz de superar el colegio ese día. Se te parte el corazón solo de escucharlo.

En el colegio, Leo no encuentra refugio. Encuentra ruido, confusión, cambios inesperados, miradas que no lo entienden. Le cuesta seguir el ritmo si no le explican de forma visual y clara. No capta las bromas, no comprende en muchas ocasiones las reglas sociales implícitas.
Cuando se siente saturado o ansioso, se bloquea y puede quedarse paralizado, esconderse bajo el pupitre y desconectarse, el autismo no es una condición lineal inalterable, un autismo de nivel 1, pasa a ser de nivel 2 e incluso 3 en la misma persona dependiendo del entorno y de las circunstancias que esté viviendo en cada momento.
No es desobediencia. Es desbordamiento. Y nadie lo ve.

Hemos pedido apoyos, entregado informes, suplicado comprensión. Pero el sistema responde con silencio o con soluciones parciales. Mientras tanto, Leo se va rompiendo por dentro. Un poco más cada día.

Y lo más doloroso es saber que esto no debería estar pasando.

En España, sobre el papel, la ley protege a niños como Leo:

La LOMLOE (Ley Orgánica 3/2020) reconoce su derecho a una educación inclusiva, personalizada y de calidad.

El Real Decreto Legislativo 1/2013, que regula los derechos de las personas con discapacidad, exige a los centros educativos realizar ajustes razonables y garantizar la accesibilidad universal.

Y la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, ratificada por España, establece que "ningún niño debe ser excluido del sistema general de educación por motivo de discapacidad".

Entonces, ¿por qué Leo sufre? ¿Por qué tantos niños como él terminan odiando el colegio?

Porque la inclusión, aunque reconocida en las leyes, no se cumple en las aulas. Porque seguimos esperando que los niños se adapten al sistema, en vez de adaptar el sistema a ellos.

Leo no necesita ser “normal”. Necesita ser comprendido. Necesita un aula donde se respeten sus tiempos, donde se utilicen apoyos visuales, donde los docentes estén formados y sus compañeros educados en empatía. Necesita sentirse seguro, escuchado, valorado.

Leo no está roto. Lo que está roto es el sistema, y prueba de ello es que hace unos días, el sistema volvió a castigarlo. Esta vez, por no tener hermanos.

Leo tiene una discapacidad reconocida del 33%. Este año termina primaria y pasará a secundaria. En nuestro pueblo hay dos colegios públicos y dos institutos públicos. Ambos colegios están adscritos a los dos institutos.

Uno de esos institutos se encuentra en las instalaciones del que ha sido su colegio durante la primaria. Esa fue la razón principal por la que lo elegimos como primera opción para su etapa de secundaria. Para un niño autista, enfrentarse a un nuevo entorno físico puede ser una experiencia angustiosa. Aunque el cambio de curso y de profesorado ya es un gran reto, creímos que al menos podíamos evitar un cambio de espacio.

El instituto elegido es prácticamente idéntico al colegio actual: estéticamente igual, formaba parte del mismo recinto escolar hace unos años. Esa continuidad le habría facilitado enormemente la adaptación.

Pero Leo no ha obtenido plaza en ese centro. La demanda ha superado la oferta. Y aquí es donde el sistema vuelve a mostrarse injusto.

El actual sistema de escolarización penaliza a muchos niños con discapacidad. Muchos de ellos son hijos únicos, como Leo, porque criar a un niño con grandes necesidades sin una red de apoyo hace difícil plantearse tener más hijos.

Sin embargo, el baremo escolar otorga 14 puntos por tener un hermano en edad escolar y solo 3 puntos por discapacidad. ¿Cómo puede ser que tener un hermano te dé 14 puntos y tener una discapacidad solo 3?

La inclusión no va de encender luces azules el 2 de abril, en caso del autismo. No va de campañas vacías. Va de derribar las barreras reales que sufren niños como Leo. Barreras administrativas, educativas, emocionales, legales. Barreras que hoy lo dejan fuera del lugar que más lo ayudaría.

La ansiedad de Leo no es el problema. Es la consecuencia.
La verdadera discapacidad está en una escuela que aún no sabe mirar.

Es hora de actuar.
Por Leo.
Y por todos los niños que vuelven a casa con el corazón hecho pedazos

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