"Hablo de relatos universales marcados por lo local"
La jiennense Cristina Amate (Jaén, 1988) se buscó primero como persona en Alemania, donde reside, y de paso encontró su mirada como narradora de historias. Acaba de lanzar una campaña de financiación para continuar con Tiempo, un documental que empezó hace casi una década. La autora explica el resurgir de aquellas historias universales marcadas por un universo más pequeño. El de lo local.
—¿Cómo nace la idea?
—Fue en medio de un año sabático que me tomé antes de hacer las pruebas de La Escuela de Cinematografía y Audiovisual de Madrid (ECAM). Me encontraba en un punto de inflexión profundo en mi vida y necesitaba plantearme las mismas preguntas de una manera que no me diesen tanto miedo. Así que decidí hacerlo a través de los siete personajes, que son personas muy cercanas a mí. Entonces tenía 19 años y estaba segura de que quería ser directora de cine. A través del rodaje de ese primer tercio del film tuve la oportunidad de descubrir mi pasión por la dirección de fotografía. Ese mismo año pasé las pruebas de la escuela y comencé a estudiar dirección de fotografía.
—¿Qué mensaje querías trasladar entonces con Tiempo?
—Al principio del film mi intención era únicamente llegar a comprender las razones por las que los seres humanos, independientemente de nuestro bagaje cultural o generacional, vivimos con dos constantes.
La primera es la necesidad de hacer trascender algo de nosotros mismos a lo largo del tiempo. Yo me he centrado en las formas constructivas de trascender: maternidad, paternidad, creación artística, creación de colectivos y comunidades, entre otros temas. Y la segunda constante es la "creación" como medio de búsqueda una nueva idea del "yo". Es decir, realizar una reflexión profunda sobre la enorme capacidad de cambiar que caracteriza al ser humano y le permite evolucionar, sobrevivir y finalmente trascender.
—Hay siete protagonistas envueltos en tramas diferentes. ¿Qué les une?
—Conceptualmente les une que todos se encuentran en un momento de cambios muy convulsos. En un punto de inflexión, cada cual por sus razones, tanto psicológicas como físicas, o ambas. Todos tienden a la búsqueda de la trascendencia a través de lo que hacen en su vida. Lo que les une a nivel formal o narrativo en el film es que cada uno de ellos, debido a que tienen diferentes rangos de edad, representan una etapa vital dentro de la vida de cualquier ser humano.
Todos juntos son una metáfora del "Ser humano universal". Mi pretensión con el documental no es que los personajes tengan una clara conexión narrativa, sino mas bien que todas la historias puedan convertirse en un espejo para cualquier espectador o espectadora, independientemente de su edad, su sexo o su nacionalidad. Las historias tienen un enorme carácter universal; ahí esta la gran belleza de las mismas, aun siendo historias marcadamente locales.
—¿Pensó entonces que continuaría con el proyecto casi diez años después?
—La verdad es que no. En su momento sentí que no podía encontrar las respuestas a las preguntas que me estaba haciendo, y lo abandoné por casi seis años. No fui capaz de llegar al punto al que quería llegar. Era demasiado joven para entender que lo más valioso del proyecto no son las respuestas sino las preguntas por sí mismas.
—¿En qué consiste el experimento narrativo de su documental? Recuerda a Boyhood.
—Cierto, Boyhood es muy buena referencia, aunque funcionaría de manera inversa, ya que es una ficción influida por ser un experimento a nivel humano, más acorde a los factores que hacen al cine documental.
Sin embargo, Tiempo es un documental que ha evolucionado a nivel narrativo tendiendo a convertir la ficción —el mundo onírico y los sueños tienen un gran peso en esta segunda fase del rodaje— en realidad documental. En estos diez años lo que ha evolucionado no es solo los puntos de vista de los personajes, sino el concepto que les mueve a vivir. E ir a descubrir como esos sentimientos tan abstractos hace diez años se han convertido en una filosofía vital mucho más laxa que la utilizada en etapas anteriores me parece una aventura de por sí fascinante. El experimento está en conectar los deseos subconscientes de los personajes con el espacio-tiempo, ya sea en el pasado, en el presente o en los sueños o proyecciones futuras de sí mismos.
Mis referencias documentales a nivel estético son algunos documentales performativos maravillosos producidos recientemente en España como La Jungla interior, de Juan Barrero, o La plaga, de Neus Ballus. Mis referencias en ficción para el mundo onírico de los sueños es la teoría del pintor Rene Magritte The betrayal of images y el movimiento expresionista alemán. Y en concreto, el trabajo de Murnau en El último.
—¿Por qué se ha decidido por la campaña de financianción colectiva?
—Es una forma de dar rienda suelta al espíritu creador. Cuando un director o un artista se aproxima una obra audiovisual conceptualmente lo hace sintiéndose totalmente libre para expresarse. Sin embargo, cuando has de bajar esa idea al mundo terrenal, si deseas llevarla a cabo tal y como la imaginas, te enfrentas a entidades oficiales y editores jefe en medios de comunicación. En definitiva, agentes que tienen sus propios intereses o su propia visión del potencial de tu obra como "producto". Eso significa que para hacer un trato legal, donde un medio funciona como inversor o co-productor de tu película, tienes que adaptar en muchas ocasiones tu idea a sus necesidades. Y no tiene sentido, pero para un proyecto de esta clase resulta muy contraproductivo.
Sin un medio de comunicación como inversor, es muy complicado acceder a subvenciones publicas. Por lo tanto, nos hemos decantado por hacer crowdfunding porque nos reservamos el derecho de contar la historia íntegramente como es, y no como pueda ser interesante para el target de audiencia de un medio. Lo irónico y hermoso del crowdfunding es que en muchas ocasiones es más fácil convencer a mucha gente de la valía de tu idea que a un solo experto o editor jefe.
—Si ya es complejo hacer cine, optar por la vía independiente debe de ser aún más difícil, ¿no?
—Lo más complejo en la realización de cine independiente es que la implicación a nivel emocional es mucho más intensa mientras se produce. Y es por eso que es capaz de dejar entrever mas aristas y puntos de vista sobre un concepto. No creo que el cine independiente lo marque el budget de la película, sino la sensibilidad de sus creadores. Y digo creadores, porque no creo que la autoría de un film pertenezca al director o la directora, sino a todos los jefes de equipo.
Se tiende a pensar que el cine independiente es un cine hecho con presupuestos muy pequeños. Es una creencia errónea. Puede haber cine hecho con presupuesto ínfimos, pero es totalmente mainstream. Y películas hechas con presupuestos infinitos que yo considero cine independiente. De cualquier modo, creo que es difícil en cualquiera de los casos. Ambas opciones te otorgan ventajas e inconvenientes, que dependiendo de como manejes, harán de tu película una obra maestra o algo mediocre. About de Souffle tuvo un presupuesto mínimo y es magistral. Holy Motors tuvo un presupuesto enorme y también es magistral. La comedia más mainstream que conozco es la que hizo Charles Chaplin, y es magistral.
—¿Qué le gustaría contar tras Tiempo?
—Tengo dos proyectos más en el candelero. El primero es una serie documental sobre migración forzada, rodada desde el punto de vista de niños envueltos en conflictos armados. Queremos rodar en Turquía, Líbano, Grecia, Alemania y Colombia. Este proyecto se llama Roots y también esta en fase de fundraising.
Y el segundo proyecto es un largo de ficción. Una comedia futurista ambientada en Berlín, dirigida por Manu Escorihuela. Yo hago la dirección de fotografía. El titulo del film es Mathius Marvellous Shop. El rodaje esta programado para otoño de 2018.
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