"Dejemos de confiar en traficantes"
Ha trabajado veinte años en la Federación Provincial de Asociaciones de Personas con Discapacidad Física y Orgánica de Jaén. Tiene discurso y experiencia en el movimiento vecinal. Lola Contreras Izquierdo (Jaén, 1965) es la presidenta de la Asociación Andaluza de Barrios Ignorados. Crítica con el individualismo, con el modelo político andaluz y con la apatía ciudadana, entiende que la solución para las zonas de exclusión social, como Antonio Díaz, pasa por una actuación que implique a todos los actores sociales y a las administraciones. Ella está convencida: dice que es facilísimo.
IGNORADOS, PERO REALES
—¿Qué es una zona de transformación social?
—Es una definición de la Junta de Andalucía. Se trata de saber cuáles son las zonas territoriales de Andalucía, tanto de barrios de ciudades como de pueblos, que tienen indicadores más bajos que el resto. Me refiero a nivel de paro, fracaso escolar y absentismo.
—¿Le parece el término más apropiado?
—Bueno, nunca lo he pensado. Se supone que la Junta cataloga así estas zonas porque pretende tener una mira más concreta, dado que hay más problemas.
—¿Cómo se involucró en la Asociación Andaluza de Barrios Ignorados?
—Siempre he estado ligada al movimiento vecinal del Polígono de El Valle, también a la asociación de vecinos. Vengo de la parroquia, porque soy cristiana y pertenezco a la hermandad obrera de acción católica. Desde el año 2009 diferentes personas de barrios andaluces —Granada, Córdoba y Las 3000 viviendas de Sevilla— constatamos que teníamos problemas parecidos. La solución pasaba no sólo por una vía local, del ámbito de los ayuntamientos, sino por una una vía regional que implicara al Parlamento de Andalucía. Era preciso coordinarnos entre todos. La iniciamos en 2009. Desde este año hasta 2012 creamos una coordinadora, y así nace la asociación. Está formada por personas a título particular que acumulan tiempo en el movimiento vecinal y por colectivos, como 'Passo'.
—Está al tanto de cuáles son los barrios con más necesidades. ¿En qué zonas urge actuar en la capital y en la provincia?
—La AABI es algo voluntario. Aquí la zona que precisa actuación urgente es Antonio Díaz. Está más deteriorada que el Polígono de El Valle.
—¿Alguna más aparte de las que menciona?
—En Peñamefécit hay muchísimo paro. También en la zona de La Glorieta. Todas las que circundan al centro de las ciudades.
LA VÍA DE APOYO: SUBSIDIO VERSUS EMPLEO
—En las últimas jornadas del colectivo celebradas en Córdoba usted puso el acento en la forma de intervenir. Remarcó la necesidad de cambiar el modelo con la ayuda de las administraciones y de los actores sociales de cada barrio. ¿Cómo se articula? No parece sencillo.
—(Se ríe). Es lo más fácil del mundo. Tú cuentas esta cuestión y todo el mundo la entiende. Te dicen que por qué no se ha hecho antes. Bueno, nosotros hemos hecho un análisis de lo que pasa en los barrios. Hablamos de las familias que están en exclusión social. Nos damos cuenta de que no tienen sólo un problema, sino muchos. Atajar uno no es la solución, sino todos a la vez. Ahora no se trabaja. Hay familias en las que el padre está parado; el joven ha abandonado los estudios porque no le motiva estudiar; los niños pequeños en el cole tienen fracaso escolar; en esa familia sin recursos no se paga la hipoteca y pierden la vivienda; esa familia acude a Cáritas para poder comer, porque no hay ingresos fijos mensuales, sino que dependemos del salario social... Son este tipo de familias. Si no nos sentamos con las familias, no solucionamos nada. Por ejemplo, las ayudas del alquiler que saca la Junta no sirven para nada porque precisan contrato. Y las familias que no pueden afrontarlo, quedan descartadas. Además viven de la economía sumergida.
—Habla de fracaso escolar.
—Sí, nos encontramos que se produce en primero o segundo de la ESO. Y voy a decir algo muy fuerte, pero real: no importa que haya niños que abandonen el sistema educativo, porque como son los jóvenes más problemáticos nos quitamos un problema de encima (alude a la administración regional). En estos barrios debe haber trabajadores motivados. Cualquier profesor no está preparado. Son personas que tienen que querer formarse para trabajar con estos colectivos. De lo contrario, nos revestimos de los prejuicios de que las familias no quieren trabajar, y así nadie actúa. Hace falta una actuación integral y conjunta con la familia y las administraciones, tanto con el Ayuntamiento como con la Junta, y de esta deben implicarse las delegaciones de Empleo, Salud y Asuntos Sociales.
—Incide en el binomio 'ayuda integral'. ¿Es fácil propiciarla?
—Es facilísimo, porque la administración está descentralizada. La Junta en el polígono de El Valle está presente en los distintos centros escolares. Tenemos tres colegios y cuatro institutos. ¿Por qué no fijamos que sea desde Educación donde se detecten los problemas de las familias? Los detectamos en el colegio porque los menores están 13 años en un centro escolar, y que en este tiempo no abordemos la dificultad de las familias, que sólo nos dediquemos a dar clase, es muy fuerte. Hace falta que en el colegio se incorpore un grupo de trabajo para ver los problemas y las potencialidades. Nadie habla de las potencialidades de las personas. Queremos ponerlas a trabajar, pero si nadie nos da la oportunidad, no hay arreglo.
—¿Cómo se puede empezar?
—Hay que hacer un censo de las familias para ver qué necesidades tienen y qué potencialidades aportan. Después nos juntamos todas las entidades y los agentes sociales del barrio junto con el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía. Y desde ahí planteamos cuáles son las necesidades del barrio en lo humano y en lo urbano. No conocemos los recursos que necesitamos para que las familias salgan de la exclusión.
LA DESCONFIANZA EN LOS GOBERNANTES
—¿Y los políticos sí los conocen?
—Cuando nos juntamos con los parlamentarios andaluces les decimos que nos gustaría estar en las reuniones de octubre cuando deciden los presupuestos de Andalucía. No sabemos cómo presupuestan. Si no conocen las necesidades que hay en los barrios, en base a qué hacen los presupuestos. Sería más fácil si se identifican las necesidades de infraestructuras y las de las personas. No decimos que esto se pueda cambiar en dos años, pero sí podemos hacer un plan integral con vistas a una década.
—¿Qué experiencias tienen?
—En Las 3000 viviendas de Sevilla lograron concretar un plan de acción integral que sentó a las administraciones local, andaluza y estatal. Ahora, en 2017, los promotores se siguen movilizando, porque no se ha cumplido por parte de las administraciones todo lo que se habló. Éstas son incapaces de ponerse de acuerdo y de dotar de presupuesto lo que han acordado. Tampoco consienten que participemos los vecinos. Suponen que carecemos de conocimientos para ser parte de la solución. Estamos en 2017 y aún reivindicamos que ser ciudadanos en democracia implica algo más que votar cada cuatro años; queremos hacer los planes de nuestros barrios y que nos dejen participar. Los políticos vienen al barrio cada cuatro años a buscar los votos, y después se largan.
—El perfil de la persona en exclusión es, claro está, alguien sin trabajo. ¿Hay un denominador común en el aspecto psicológico?
—El mundo de la exclusión social es otro. Quiere decir que estás excluido de la sociedad. Cómo pretender que una persona en exclusión se rija por las mismas reglas que las personas que sí lo están. En el primer caso hablamos de personas que no confían en las instituciones y que no suelen estar apuntadas al desempleo, porque para qué: si no van cobrar el subsidio. Eso genera hábitos de vida paralelos a los que hay en el resto de la ciudad. Porque son personas que tienen que alimentar a su familia. Nosotros nos hemos dado cuenta de que este tipo de familias emplean mucho más tiempo en buscar trabajo que el resto. Buscan recursos al margen de todo.
—¿Aprecia patronos psicológicamente?
—Muchas familias están ligadas a salud mental. La Asociación de Derechos Humanos de Andalucía publicó un informe este año que plantea que la pobreza mata. La esperanza de vida de las familias de los barrios ignorados es más baja que la del resto de las ciudades. Parecen cuestiones de otro siglo, pero no. Y quien quiera enterarse, que venga a estos barrios para saber cómo vive la gente. Si no quieres, pues te das una vuelta por el centro de Jaén y parece que no pasa nada.
—¿Existe una manera más efectiva de evitar la exclusión social que con puestos de trabajo? ¿El mejor remedio es el pleno empleo?
—Efectivamente, el mejor remedio es el pleno empleo, y estamos convencidos de que se puede conseguir.
—¿Cree que la política económica de la Junta y del Gobierno propicia más empleo?
—No. Hay una cuestión. Y es que no pensamos las cosas. Tenemos unas leyes, la Constitución española y el estatuto de Andalucía. Hoy nadie entendería que un joven se quedara sin plaza para matricularse en un centro escolar. Lo garantiza la Constitución, claro. Como ocurre con la sanidad. Si esto está tan consolidado, ¿por qué no entendemos que el empleo es algo que debe garantizar el Estado? Y si no el empleo, al menos unos recursos mínimos para poder vivir. Ya hay propuestas sociales para plantear una renta mínima o un trabajo garantizado. ¿Por qué no hay eso para todos?
—Si la respuesta a la anterior pregunta es 'no', ¿votaría a partidos que promulgan más intervención política?
—Lo que yo entiendo, y es mi opinión, es que hay que votar a partidos que propicien más empleo. Pero nadie viene aquí a salvar a nadie. Una de las falacias de la democracia es que los políticos nos digan: 'Tú me votas, me dejas aquí cuatro años y ya está'. No, perdona, yo no le doy un cheque en blanco a nadie. Cuando voto hago un seguimiento de mi voto. Debemos hacerlo. Quien no se lee un programa electoral no debería tener derecho a votar. Y el partido que no pone en marcha su programa político debe ser sancionado; los fiscales tendrían que meter en la cárcel a quienes no lo cumplen. Los políticos se presentan con un contrato con la ciudadanía, que es lo más sagrado. ¿Por qué consentimos que no lo hagan? A las alturas en las que estamos, cualquiera sabe lo que hay en la institución cuando llega.
BIÓLOGA COMPROMETIDA CON LAS PERSONAS
—¿Cómo llegó a este ámbito?
—Gracias a la gente con la que me he movido desde que era pequeña.
—Y eso que es bióloga.
—Bueno, la biología te abre otra perspectiva del cuidado del planeta. Y en el planeta estamos las personas. Creo que el centro de las políticas no debe ser que el PIB vaya bien, sino que estemos bien las personas. La gente que trabajamos en los barrios de toda la vida en los años de bonanza de España nos quedábamos solos, con el informe de Cáritas, cuando se decía que había ocho millones de pobres. Que tengas un PIB alto no implica que la pobreza desaparezca.
—¿Qué hace falta para ser un buen profesional en su campo?
—Tener empatía por las personas, y poner en el centro resolver sus necesidades. Si llegamos a la luna, no me creo que no podamos erradicar las desigualdades. Ahora mismo, unos pocos viven a costa de muchos. En las reuniones con los políticos les decimos que el modelo andaluz ha fracasado. Así lo dicen los índices de paro, de fracaso escolar y de sufrimiento de las personas. La economía del bien común plantea el avance de un país en función del bienestar de las personas. Si estos parámetros van para atrás es porque algo se hace mal.
—¿Entró a la 'Olla Comunitaria' por iniciativa propia?
—Fue una experiencia pionera en el marco de las actuaciones conjuntas en el barrio. Fruto de la coordinación hemos hecho experiencias pioneras más allá del color político de los vecinos. Te hablo del reciclaje de basura, de separación en origen. Durante ocho meses se recicló en este barrio. También nos inventamos la figura de los serenos para lograr puestos de trabajo. Duró cuatro meses.
—Y la moneda social. El 'troca troca'.
—Sí. Y el banco del tiempo. La 'Olla' ha sido nuestro último experimento. Hemos roto el individualismo por el bien de mucha gente. El grupo organizado tiene la razón; no el político.
—¿Cuál es exactamente su rol en el programa?
—Soy educadora junto con otra compañera. Acompañamos a familias. La 'Olla Comunitaria' es un pretexto para que las familias que van a cocinar tres días a la semana, y se lleven la comida a casa, sean protagonistas de un trabajo de intervención social.
—¿El Polígono de El Valle tiene arreglo?
—Sí, claro. Somos un barrio muy luchador, y la gente tiene mucha dignidad y propuestas. Lo que no tenemos son políticos de la talla que precisamos para sacar el barrio adelante. Si nos hicieran caso, otro gallo cantaría. No se trata de plantear más recursos. Bastaría con asignar de otra forma los que ya hay.
—¿Qué le dice a los jiennenses sobre la sociedad jiennense?
—Hay mucha buena gente, pero necesitamos militancia. Nos tenemos que organizar. Si tenemos hijos en los colegios, debemos participar en la Ampa. Si vivimos en un barrio, nos debemos organizar en las asociaciones de vecinos. Si somos trabajadores, nos tenemos que afiliar a los sindicatos. Y si votamos, debemos estar en los partidos políticos. Hay que organizarse. De lo contrario, si le damos un choque en blanco a personas cada cuatro años, ya sabemos lo que pasa en España. Hay comunidades autónomas que son gobernadas por maleantes, por traficantes que están entrando en la cárcel. Dejemos ya de confiar en traficantes.
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