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Úbeda y Baeza, patrimonio mundial de la literatura

Por Javier Cano - Enero 18, 2025
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Úbeda y Baeza, patrimonio mundial de la literatura
La estatua de Antonio Machado. Foto: ancaq.blogspot.com.

Grandes escritores de todos los tiempos dejaron huella en las monumentales urbes jiennenses a través de sus obras o de sus propias biografías

Va para veintidós años que Úbeda y Baeza gozan del reconocimiento universal, desde que la Unesco incluyó ambas ciudades monumentales en la lista de Patrimonio Mundial

Un simple paseo por las calles de estas dos maravillas jiennenses deja claro el porqué de dicha declaración, como si cada una de sus fachadas rebosase historia a sillares llenos. 

Pero mucho antes de aquel 2003 que hizo de ellas icono de la belleza, la literatura ya las había descubierto como escenarios narrativos de primer orden o altas musas líricas. Y si a estos valores se les añaden las biografías de sus literatos de cuna, resulta inexcusable acercarse a las 'Florencias de La Loma' en busca de los nombres propios que de ellas salieron camino de la gloria literaria. 

Ahí están el patrón de los poetas, San Juan de la Cruz, el frailecico carmelitano abulense que vino a morir en Úbeda a finales del XVI; cumbre de la poesía mística, su Cántico Espiritual o su Noche oscura del alma son, como la propia ciudad en la que expiró, patrimonio universal. 

Pese a su carisma y el importante papel que desarrolló en la reforma de su orden (o quizá por esas razones), y después de pasar por Baeza, los últimos días de su existencia estuvieron rodeados de sinsabores: el convento ubetense que lo acogió le destinó la peor celda y lo privó de la compañía de sus leales.

Pleno de tumores y con el Cantar de los cantares resonando en sus oídos, dejó este mundo a mediados de diciembre de 1591, con 49 años, y con su muerte una huella eterna en Úbeda que incluye desde un museo en el monasterio que fue su último hogar en la Tierra hasta una estatua (salida del taller del gran Francisco Palma Burgos), una calle y hasta su nombre en un instituto de Enseñanza Secundaria y un hospital.

 Recreación de la celda en la que trabajó el místico. Foto: Museo San Juan de la Cruz.
Recreación de la celda en la que trabajó el místico. Foto: Museo San Juan de la Cruz.

GRANDES CONTEMPORÁNEOS

Un salto en el tiempo, un salto largo, conduce hacia no menos ilustres plumas alentadas por la mágica atmósfera de la antigua Ibiut iberorromana, tan vigentes que a día de hoy continúan convirtiendo su patria chica en centro de peregrinación de lectores y fans.

Fans, sí, que es lo que arrastra 'el flaco de Úbeda', o lo que es lo mismo, Joaquín Sabina, detrás de sus canciones y, también, de sus poemas. 

Capaz de convertir un libro de versos (Ciento volando de catorce) en todo un superventas, el autor de himnos urbanos como Princesa o Calle Melancolía es más ubetense que los alfares de la calle Valencia, medalla de oro e hijo predilecto de la ciudad donde, además, una placa en su casa natal celebra su irrupción en la vida, en 1949. 

"Por los cerros de Úbeda anduve el otro día / de vuelta a los zaguanes azules de mi infancia, / los olivos bordaban su antigua geometría, / el tiempo es un exilio más cruel que la distancia", escribe el creador de 19 días y 500 noches en su poema Del rosa al amarillo

Una taberna (a la que da nombre una de sus más famosas canciones) recibe, cada día, a decenas y decenas de devotos del cantautor, y hasta se anda detrás de dedicarle un museo que, de abrir sus puertas, seguramente superará (o igualará, al menos) la cifra de visitas del que su colega Raphael goza en Linares. 

 Joaquín Sabina. Foto: Ayuntamiento de Úbeda
Joaquín Sabina. Foto: Ayuntamiento de Úbeda

Casualidad o causalidad, el sillón 'u' minúscula de la Real Academia de la Lengua Española lo ocupa un escritor que cuando recibió el título de hijo predilecto de su municipio natal, en 1997, exclamó: "Úbeda sigue siendo la primera capital de mi vida".

Se llama Antonio Muñoz Molina y es una de las más reconocidas figuras de las letras españolas contemporáneas, que cuenta sus publicaciones por 'best seller' y acumula los premios de mayor relumbrón del panorama patrio, entre ellos el Planeta o el Príncipe de Asturias.

Una avenida con su nombre, una placa en su colegio, un centro de visitantes y, en correspondencia, la mención constante de Úbeda en muchos renglones de sus libros, escondida tras el heterónimo topográfico de Mágina: "Más que un retrato, Mágina se parece a una maqueta de ciudad, a un modelo a escala del mundo breve en el que vive sus vidas la mayor parte de la gente".

Novelistas históricos y poetas como Jesús Maeso de la Torre o Ramón Molina Navarrete completan este brevísimo resumen de la Úbeda más literaria. 

 Muñoz Molina durante un acto celebrado en San Lorenzo. Foto: Marcelo Góngora/Fundación Huerta de San Antonio.
Muñoz Molina durante un acto celebrado en San Lorenzo. Foto: Marcelo Góngora/Fundación Huerta de San Antonio.

BAEZA Y LAS LETRAS

Baezano fue el poeta Alonso de Bonilla, (1570-1642), considerado el precursor del conceptismo que haría célebre al mismísimo don Francisco de Quevedo. Tan celebrado fue en su época, que hasta Lope de Vega (que no andaba suelto en eso de echar elogios) lo bautizó como la octava maravilla del Parnaso.

Pero, sin duda, si Baeza figura por derecho propio en los anuales de la literatura de aquí y de allá es por la presencia de uno de los más grandes poetas españoles de todos los tiempos en la ciudad: Antonio Machado.

Entre 1912 y 1919 habitó el melancólico vate sevillano en la sobria urbe baezana, en una suerte de autoexilio tras la pérdida de su esposa, la joven Leonor Izquierdo. 

Allí ejerció la docencia como profesor de Francés del viejo instituto, y tanto le caló el alma de la en tantas cosas castellana Baeza que, pensando en el siguiente destierro, o quizás en el definitivo de Colliure, dejó escrita aquella memorable estrofa: "Campo de Baeza, / soñaré contigo / cuando no te vea".

Si será trascendental su paso por el municipio, que este puede presumir también de haber sido el escenario donde se conocieron dos de los más elevados escritores de las generaciones del 98 y el 27: el propio Machado y el granadino Federico García Lorca, quien durante una visita de estudios, sentado al piano, cautivó a don Antonio para una amistad y un vínculo de mutua admiración hasta la muerte, en 1936, del creador del Romancero gitano: "La muerte fue en Granada, pobre Granada", sentenció Machado. 

Una estatua sedente, un busto en bronce, una calle, un colegio, el aula donde impartió clases (visitable) y hasta un premio internacional de poesía en su honor le rinden tributo cotidiano en el punto jaenés del mapa que, con su estancia, elevó a la categoría oficial de ciudad machadiana. 

En clave 'rosa' cabe destacar que Baeza puso marco al primer contacto del portuense Rafael Alberti con la que, posteriormente, acabaría siendo su viuda: la profesora María Asunción Mateo, en el 83.

Hasta aquí este paseo que no es sino una invitación a adentrarse en el universo particular de dos ciudades de Jaén digna de las mejores plumas.

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