Vacación y libros de compañía
"Los libros malos son un veneno intelectual que destruye el espíritu. Y porque la mayoría de las personas, en lugar de leer lo mejor que se ha producido en las diferentes épocas, se reduce a leer las últimas novedades, los escritores se reducen al círculo estrecho de las ideas en circulación, y el público se hunde cada vez más profundamente en su propio fango".
La cita con la que empiezo este artículo y mis vacaciones es de Enrique Vila-Matas. La leí hace años en Bartleby y compañía y desde entonces quedó archivada en el fichero de notas de los libros que leo. Recurro de vez en cuando a este archivo para hilar temas sobre los que escribir. Pero no solo descubrí la de Vila-Matas sino que di con otra muy buena de Francisco Umbral que justificaba la escritura de este artículo: "Cuando no se tiene nada que escribir, pero se sigue escribiendo, [...] es por donde mejor se les conoce como escritores. Escritor es el que lo es más allá de sus temas. El que solo escribe cuando tiene algo que decir, es un señor que dice cosas."
Con estas dos cartulinas sobre la mesa empecé a escribir este artículo que no va a ser sino una sugerencia de dos lecturas para su vacación, querido lector. Ambos libros han cumplido veinticinco años en 2017. Son mayores de edad y de los dos se han publicado reediciones conmemorativas para celebrarlo. Se cumple, por tanto, con la máxima de la primera cita, la de Vila-Matas: ni son novedades y se podrían considerar “lo mejor que se ha producido” en estos últimos años. Tampoco son un veneno intelectual, que me los he leído yo.
El primero es Velocidad de los jardines, de Eloy Tizón. La edición 25.º aniversario, que es preciosa, la publica la editorial Páginas de Espuma. En ella Tizón escribe un magnífico prólogo titulado Zoótropo donde reflexiona sobre su escritura y sobre lo que para él es escribir y lo que a los demás nos lleva a escribir. Velocidad de los jardines fue su primer libro y si ha sobrevivido veinticinco años... Tizón nos confiesa que cuando lo escribió necesitaba encontrar su propia voz. El libro se compone de once relatos, o de once originales aciertos y le serviría para cambiar su destino. Lo repite siempre que puede, escribir es escapar de un destino, escribir es entrecomillar la vida. Relatos que, en palabras de su autor, están escritos con un poco de música y un poco de sangre y desde luego —esto lo digo yo— con un deslumbrante lirismo y llenos de vida y también, por qué no decirlo, de despedida. Con todos los relatos que componen el libro van a disfrutar de buena literatura y desde aquí quedan muy recomendados. Sobrevivirán otros veinticinco años, verán.
El segundo libro que recomiendo para combatir la abulia veraniega es Corazón tan blanco, de Javier Marías. Lleva vendidos más de 2.300.000 ejemplares en veinticinco años y Alfaguara lo ha reeditado este año en una edición conmemorativa que incluye un pack con alhajas varias. Alhaja varia es, por ejemplo, parte del manuscrito original escaneado. No sé si saben que Javier Marías continúa a día de hoy —¡agosto de 2017!— escribiendo con una máquina de escribir eléctrica, una Olympia Carrera de Luxe. El libro es un historión, muy, pero que muy bien escrito donde se nos recuerda, por su trama y argumento, que los dormidos y los muertos no son sino pinturas y que hablar más de lo necesario nunca fue la mejor opción, ni la más inteligente. Lo recomiendo, se van a divertir, sí, por supuesto.
Y para acabar me gustaría recomendarles dos libros más, pero no los he leído. Son las próximas novelas de dos escritores jiennenses. La primera, de Emilio Lara, la publicará Edhasa en octubre: El relojero de la Puerta del Sol; y la segunda, La japonesa calva, de Jesús Tíscar, la editará, también en octubre, la editorial Edaf. Esta fue la novela ganadora del XXI Premio de Novela Negra Ciudad de Getafe. Prometo contarles más cuando las lea, y sin destriparlas o, como dicen ahora los que no leen, espoilearlas. Antes, por favor, disfruten de sus vacaciones.
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