Elige la vida (Iggy Pop mediante)
La aguja cae sobre el plástico vinílico y el disco homónimo comienza a girar. En esos segundos que separan la nada del todo, Mark Renton se lo piensa dos veces y solo deja arañar a la gramola una o dos notas de un tema que Danny Boyle se encargó de convertir en himno mundial allá por 1996. El Lust for Life que acompañó a Ewan McGregor y Ewen Bremner en una persecución mítica por las calles de Edimburgo se vuelve a asomar tímidamente a la gran pantalla. Pero parece que no cuaja del todo. Porque veinte años duelen en la memoria del protagonista de Trainspotting y, por qué no decirlo, de todos los seguidores de esta cinta de culto que, en el cine, tararean las notas que el actor no les deja escuchar.
Como secuela, buena parte de los lectores de la saga de Irvine Welsh coinciden con los seguidores más acérrimos de la obra cumbre de Boyle en suspender la proeza que T2 intentaba alcanzar con un presupuesto a la altura de las circunstancias y un reparto tan fresco como el primer día, pero con dos décadas más de experiencia a sus espaldas. Pese a todo, el público medio da un voto de confianza a la cinta —que alcanza un 6'7 en Filmaffinity, un resultado nada desdeñable si se tiene en cuenta que el público español suele pecar de haterismo extremo—. Porque una película no es solo su trama, un tanto cogida con pinzas en este caso: pongamos las cartas sobre la mesa y aprendamos a mirar la pantalla con un ojo más crítico. Ya no solo es que el dinámico y obtuso punto de vista del director muestre planos arriesgados y realmente bien etalonados, o que el casting que robó el corazón de millones de personas lo haya vuelto a hacer gracias a unas interpretaciones muy en la línea de los 90 —mención aparte a Robert Carlyle, su aura negra al más puro estilo Rumpelstiltskin lo convierte en el protagonista indiscutible—, una oda al buen cine es indisoluble a un acompañamiento musical que consiga conectar a su público con las imágenes que recibe.
El chaval que hace veinte años entró en una sala de cine a descifrar de qué iba esa tal Trainspotting seguramente salió de allí fan declarado del britpop más gamberro de la década. New Order y Pulp se entremezclaban con Brian Eno y Lou Reed en una aventura farlopera de la que parecía que nadie se encontraba a salvo. ¿Y qué más daría? El mundo de la droga parecía más mágico entre notas firmadas por Joy Division. Y, mientras, entre todo lo que había para elegir, Renton, Spud, Sick Boy, Begbie y Tommy —pobre Tommy— solo elegían el caballo. Una y otra vez, como en bucle. Tal vez por ello, las codas interminables de Lust for Life fueran la apuesta perfecta para hacer de su banda sonora algo grande y, sobre todo, coherente con la irreverencia del filme, con la espiral adictiva de sus personajes.
Al igual que pasa con la historia, como esa piedra con la que se tropieza hasta destrozarse las rodillas, todo ha cambiado menos la actitud pícara y ruin de los que quedaron vivos para contarlo. Pese a arrepentirse de algunas cosas y regresar a casa con la mejor de sus intenciones, Renton pronto vuelve a la carga para probar con otra argucia que le saque de pobre. Y así, entre mea culpas y reencuentros dolorosos, la soundtrack de T2 deja atrás la vitalidad que la precede para adquirir un halo más melancólico y doliente, incluso en los dos temas que repiten. La de Iggy Pop es ahora una remezcla firmada por The Prodigy, mientras que el Born Slippy de Underworld se convierte ahora en Slow Slippy, bastante más oscura que su predecesora. Ahora, canciones durante décadas asociadas a la estética punk, a la drogadicción o a la libertad juvenil vuelven a ser titulares al lado del Radio Gaga de Queen o el Dreaming de Blondie. Hasta se apuesta por Run-DMC y su It's Like That. Todas, si se fija, comparten décadas o bien estilos, pero transportan a un universo anímico bien distinto.
Dejando de lado la insatisfacción generalizada de su público alrededor del mundo, lo cierto es que dura competidora le ha salido a la banda sonora de la primera parte de la saga -considerada por medios como "Rolling Stone" o "Time" una de las mejores de la historia del cine-. No cabe duda de que, si le preguntáramos al alter ego de Ewan McGregor, la playlist debería hacerse un hueco sí o sí entre los clásicos musicales del cine. Temazos no le faltan y tampoco actitud en la cinta, un aura que impregna de desasosiego la vida que se escapa como un tren en una estación. Porque los años pasan y hay cosas que no cambian, como la dependencia a x sustancias o la tristeza de saber que hay amigos que nunca volverán. T2 podría llegar a marcar a otra generación de adolescentes, esa que ni siquiera ha visto en directo un gramófono pero que entiende muy bien en qué consiste eso de engancharse a algo. Porque, como diría Renton: "Eres un adicto, así que vuélvete adicto". Así que, como consejo, vuélvete adicto a la música mientras eliges la vida.
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