La violencia contra el capellán: "Le clavó todo el cuchillo en la cabeza"
Testigos del momento de la muerte de Francisco Zúñiga relatan "puñaladas seguidas" y en varias partes del cuerpo por parte del detenido
"Yo vi cómo le asestó unas cuantas puñaladas y cómo le clavó todo el cuchillo en la cabeza". El testimonio procede de una de las testigos en el juicio contra el hombre acusado de la muerte de Francisco Zúñiga, el sacristán de Alcalá la Real fallecido el 26 de febrero de 2021. Refleja la violencia con la se empleó el supuesto autor de los ataques, quien ha reconocido que fue a por Zúñiga "por venganza", después de que lo expulsara de las inmediaciones de la Iglesia de Consolación donde pedía dinero. El Ministerio Fiscal pide una pena de 20 años por un delito de asesinato y una indemnización de 40.000 euros al hermano de la víctima.
La testigo ha contado al jurado popular del caso —siete mujeres y dos hombres— que paseaba por la zona y que al principio creyó que los dos estaban forcejeando o incluso que se estaban abrazando. Hasta que los ruidos de una pasarela metálica próxima al templo la alertaron de que en realidad un hombre "más alto y fuerte", en alusión al arrestado, de nacionalidad rumana y nacido en 1988, fue con todo contra el capellán.
Eran entre las 20:00 y las 21:00 horas de aquel día que conmocionó a Alcalá la Real, dada la simpatía general hacia el sacristán, un vecino que tenía reconocida una discapacidad del 37%. Zúñiga abría y cerraba a diario varias veces la iglesia y también estaba encargado de una zona de aparcamientos junto a Consolación.
"NOS CRUZAMOS LAS MIRADAS Y SIGUIÓ TRANQUILO"
Según recoge el relato del Ministerio Público, el capellán de Alcalá la Real sufrió un "shock hemorrágico-hipovolémico" como consecuencia de "las múltiples heridas ocasionadas por los repetidos y violentos navajazos".
"Por lo menos le dio ocho puñaladas", describe la testigo, que vio cómo el arma blanca alcanzaba, además de la cabeza, la barriga del capellán. "Lo vi caerse al suelo y el acusado se fue y pasó detrás de mí", narra y reconoce que temió por su seguridad. Pudo ver cómo portaba, incluso después de los ataques, "un objeto brillante".
A preguntas del abogado defensor, la testigo, en la línea de otros testimonios aquel día, vio al detenido irse hacia El Llanillo —Carrera de las Mercedes— en actitud "muy tranquila".
Otra testigo que viajaba como copiloto en una coche llegó hacerle una fotografía al acusado que puso a disposición de la Policía Local. "No iba ni despacio ni corriendo. Cuando le eché la foto, nos cruzamos la mirada", expone y ayer mismo identificó al presunto autor de la muerte de Zúñiga. "¿Diría que caminaba como quien lleva las bolsas del supermercado?", preguntó el abogado defensor. "Sí", contestó la testigo.
EL ESTADO MENTAL Y LOS ANTECEDENTES
La defensa, que coincide con el fiscal en que el origen de la pelea fue la negativa del arrestado a ponerse la mascarilla, abundó en "el trastorno polimorfo de personalidad con descompensación en el comportamiento" del detenido. "No era consciente de lo que estaba haciendo por la enfermedad que padece, que le provoca una visión distorsionada de la realidad y no comprendía la gravedad del hecho", señala y, en la exposición al jurado, especificó: "Estamos ante un enfermo".
La defensa también argumenta que, al ser un asunto de salud mental, 20 años de prisión arrinconan un problema, "pero de manera parcial". "Cuando salga, si no es curado, podría hacer lo mismo", expresa.
El fiscal recordó en la primera sesión del juicio que el detenido tiene antecedentes por un hecho similar, con sentencia firme, por acuchillar de forma dolosa a otra persona en Córdoba, en el año 2019. Fue condenado en abril de aquel año y no ingresó en prisión entonces porque la pena era inferior a dos años. El acusado reconoció que había estado ingresado por una enfermedad mental en Rumanía.
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