"Honro la memoria de mi hijo preparando la mesa con su plato favorito"
Ximena Aranibar, presidenta de la Asociación de Bolivianos de Jaén, narra cómo se celebra en su país el Día de Todos los Santos y recuerda al hijo que perdió por coronavirus
Dice Ximena Aranibar Lozano (La Paz, Bolivia, 1967) que no es mujer de costumbres. Hoy en cambio hará una de las más tradicionales de Bolivia para recordar a su hijo Osvaldo Joaquín Loayza, fallecido en 2021 por coronavirus. "Preparo la mesa por él y pondré un falso conejo, panetone, salteña, ron, Coca-Cola y un pan con forma de escalera", describe en declaraciones a este periódico la presidenta de la Asociación de Bolivianos de Jaén.
Osvaldo Joaquín Loayza era el segundo de los tres hijos de Ximena, quien vive en la capital desde 2008. "Mi niño murió el 19 de junio de 2021 en un hospital de La Paz. Aparte del Covid-19, contrajo una bacteria y se fue en 20 días", recuerda. Tenía 23 y falleció tres días antes de su cumpleaños.
La mujer recuerda que su hijo contaba con todo para triunfar en la restauración. Estaba formándose como cocinero y quería viajar a Jaén para reunirse con la madre y con Geraldine (18), la hermana que reside con Jimena Aranibar desde 2011 en la calle Ángel María Arregui. El tercer hijo es el mayor, Armando Loyza (39), vive en Bolivia y es padre de Lucas, que hoy cumple siete años. Su abuela lo celebra con un océano de por medio.
COMIDA PARA AGRADECER LOS REZOS
Geraldine, estudiante del IES Virgen del Carmen, también honra a Osvaldo, si bien la manera de vivirlo será más íntima, diferente a como sería en Bolivia. "Nuestra tradición implica la creencia de que los difuntos vienen en el mediodía del 1 de noviembre y se van el 2. Cada familia monta una mesa junto al epitafio y coloca una fotografía, la fecha del fallecido, el nombre completo y cosas que le gustaban", narra.
En los camposantos bolivianos es común la escena de asistentes rezando y cantando junto a los nichos. Y como gesto de gratitud por la compasión, los familiares entregan comida, sobre todo pan y fruta, a quienes presentan los respetos. "Es como un pago por los rezos y las canciones", apostilla.
El pan adquiere formas diferentes, desde la escalera —que simboliza el viaje espiritual— hasta la 'tantawawa', que recuerda precisamente a los bebés. "Quienes no van al cementerio eligen las casas de amigos y comparten la comida preferida de los difuntos", señala Ximena Aranibar, una madre que va por su tercer día 1 de noviembre sin su hijo. Es el duelo que nunca termina. "Celebrarlo es muy duro, pero sí que me siento mejor: lo hago por el amor que le tengo", sentencia.
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