El compromiso, en El Batanejo, se llama Yeyi Juárez
El lema vital de la mogonera Aurelia Juárez Martínez es hacer que las personas que se encuentren a su alrededor estén contentas
"Siempre busco el bienestar de mis vecinos, siempre intento (como yo digo) que todo el mundo esté contento". Este es el lema que llevaría el escudo de armas de Aurelia Juárez Martínez (Villacarrillo, 1972) si viviese en un palacio blasonado, pero no.
Es tan sencilla, tan de su gente que hasta les ahorra que la llamen por su nombre de pila y prefiere ese 'Yeyi' con el que la conoce todo el mundo en la ciudad donde se levanta el hospital en que nació, en Mogón (el anejo villacarrillense) o en El Batanejo, "que es un barrio que está en Mogón pero que pertenece a Iznatoraf: "Me siento mogonera, pero también de mi Batanejo. Tengo el corazón dividido", explica.
Allí llegó nada más abandonar el hospital donde vio la luz primera, allí se crio, creció y allí vive con su marido pealeño, Manolo, y sus dos hijos, Vanesa y Javier: bueno, vivía, porque los 'peques' también han crecido y, a estas alturas, cada uno se busca ya su vida fuera del nido, la nena en Cuenca, donde trabaja como técnico de laboratorio, y el nene, mecánico de coches, en Úbeda.
La cuestión es que, aparte del amor que destila por su patria chica, Yeyi tiene hueco en sus afectos para dar y repartir; ahí está su participación en todo lo que suponga ocio en el barrio que habita, con más de veinte años ya arrimando el hombro para que las fiestas de El Batanejo sean lo mejor de lo mejor.
O su compromiso con el Grupo de Afectadas de Cáncer de Villacarrillo y la junta local de la AECC, enfermedad que ha sufrido en sus propias carnes pero que, a pesar de todos los pesares, no le han mermado ni un ápice su energía, sus ganas de ayudar a los demás. Todo lo contrario.
"Me diagnosticaron cáncer de mama en 2012, en una revisión de rutina, que he sido siempre muy estricta en eso, y es lo que me ha salvado, me cogieron tan pronto que tuve la suerte de librarme de la quimio; pasé por la operación, por radioterapia y también por cinco años de tratamiento hormonal, pero la quimio, que para mí es lo peor de la enfermedad, no lo he tenido que pasar. Es muy importante pillar las cosas a tiempo, eso cambia mucho el panorama", afirma.
Libre ya de la vorágine de hospitales y tratamientos pero lejos de ensimismarme, Aurelia tuvo claro desde un principio que su experiencia podía servir a otras personas y no lo dudó cuando desde la asociación la reclamaron para formar parte de sus filas:
"Damos una imagen de que esto se supera a las personas que entran nuevas, y eso las tranquiliza. Hablan contigo, te cuentan sus miedos (que han sido los tuyos), y aunque no somos médicos, sí tenemos la experiencia y en eso sí que podemos aconsejar un poco".
JUBILADA PERO INQUIETA
"Para mí Yeyi es una persona excepcional, trabajadora, luchadora, siempre implicada en cualquier propuesta; al ser de Mogón, su intención siempre ha sido llevar a Mogón nuestra presencia allí, y ha sido la inspiradora de que allí se hiciese la primera Marcha Rosa, que este año volveremos a hacer", valora Mari Carmen Pérez Cocera, responsable y fundadora del Grupo de Afectadas de Cáncer de Villacarrillo y secretaria de la junta local de la AECC.
Cocera apostilla: "Es una perfecta amiga y colaboradora, que se implica de manera extraordinaria en todo lo que hacemos, es la primera que está siempre para todo lo que se necesita".
Y es que es la viva imagen del compromiso y, también, de que jubilarse no tiene por qué ser sinónimo de quietud, de reclusión doméstica, de inactividad.
Tras años de trabajo como modista (que le vinieron de perlas en plena pandemia, cuando se batió el cobre cosiendo mascarillas y batas a mansalva), ahora no tiene problemas de agenda a la hora de volcarse en sus inquietudes, y eso de echar una mano a quienes pasan por el trance de un problema de salud tan grave le da la vida:
"A mí me llena mucho hacer todas las csas que hacemos. Ahora estamos preparando la Marcha Rosa de Mogón y la de Villacarrillo, haciendo flores para la decoración, vamos a poner una barra, estamos preparando detalles... Y, a la vez, estás ya inventando lo próximo que vamos a hacer. Para mí es una satisfacción, y me llena mucho estar con mis compañeras, estar juntas nos recarga las pilas, somos otra familia aparte de la nuestra", celebra.
Y eso que la espada de Damocles de las revisiones está ahí constantemente, pero su eslogan particular no contempla lo de tirar para atrás ni para coger impulso, es positiva por naturaleza y vaya si lo pone en práctica:
"Del cáncer, aunque salgas bien, te quedan secuelas, por muy bien que salgas. Y también toda tu vida pendiente de revisiones, siempre está ahí eso de "¿me saldra otra vez algo?. Te tienes que acostumbrar y seguir para adelante". Decía Oscar Wilde que el optimista ve una rosquilla donde un pesimista ve un hoyo. Yeyi es de las primeras.
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