
"No quiero dinero, solo pido no estar sola"
En su casa de la Avenida de Barcelona Jaén, rodeada de recuerdos, cuadros y papeles bien ordenados, María Teresa Senise abre la puerta con una sonrisa. Tiene 94 años y una historia de vida tejida entre agujas, telas y esfuerzo. Nos enseña con orgullo sus títulos de costura, con los que ha sacado adelante su vida dignamente. Una historia ligada a los Hermanos Senise, pero que ahora no quiere contar. Hoy, con una pensión modesta, destina buena parte de ese ingreso a pagar a varias personas que le ayudan —cuando pueden— a, entre otras labores, sacar a su perra, Laika, su única compañía fiel. El resto del tiempo lo ocupa el silencio. Y la soledad. “No quiero dinero”, repite. “Lo que necesito es no estar sola.”
—María Teresa, gracias por recibirnos. ¿Cómo está hoy?
—Pues como cada día… sola. Me alegra tener compañía un rato, aunque sea para hablar de estas penas. No me duele tanto el cuerpo como el alma. La soledad no se ve, pero se siente. Y mucho.
—Tiene 94 años y aún conserva una energía admirable. ¿Siempre ha vivido en Jaén?
Sí. En esta casa, con sus cuadros, sus recuerdos, sus silencios. He participado en muchas cosas, he estado siempre donde se me necesitaba. Pero ahora parece que ya no soy útil, que ya no cuentan conmigo. Solo quedo yo, y mi perrilla.
—¿Tiene familia cerca? ¿Recibe visitas?
—La familia, con la vida tan ajetreada que lleva… pues no puede estar. Y lo entiendo. Sobre todo tengo un sobrino que me ayuda con los recibos y todas esas cosas. Pero eso no quita el sentimiento. Yo pago mucho dinero a unas señoras que vienen una hora o dos. Pero vienen con prisa, se van antes porque si el niño tiene médico o si hay que recogerlo del colegio... Siempre hay excusas. Y yo, mientras tanto, tengo que hacerme el desayuno sola, vestirme como pueda, aguantar el silencio.
—Le veo una herida. ¿Ha sufrido alguna caída últimamente?
—Sí. El otro día me caí en la cocina. Tengo el brazo izquierdo con un golpe. Ni médico vino, aunque no sé si pude darle al botón de teleasistencia, perque me caí al suelo y fui hasta el lavabo como puede para agarrarme y levantarme. Cuando voy al médico me dicen “Con la edad que tiene, bastante bien está”. Pero eso no es una respuesta. Eso es una forma de decir: “Usted ya no cuenta”.
—¿Y qué respuesta ha tenido al pedir ayuda institucional?
—Llevo 14 años pidiendo la dependencia. Catorce. Vinieron algunos asistentes, una señora de la Junta pero dejó de venir. Luego me mandaron otra muchacha que me tomó la tensión. Y más adelante, tres señoritas y un médico. Me pidieron papeles, me hicieron preguntas. Nada. No los sacan. No hacen nada.
—¿Se ha sentido que no le hacen caso?
—Sí. El asistente social que me tocó, ni me puede ver. Y lo digo con datos positivos, como dicen ellos. Una vez le dije: “Mire, si no me escucha, me voy a ver obligada a levantar la garrota”. Porque uno se cansa de que lo ignoren. Una ya no tiene paciencia para burocracia, solo tiene necesidad.
—¿Cree que su edad influye en el abandono que siente?
—Claro. Te ven mayor y creen que ya no vale la pena invertir tiempo en ti. Una molestia más. Pero eso es lo que duele. No es solo que me falten manos. Me faltan ojos que me miren, palabras que me hablen, alguien que me pregunte cómo estoy de verdad.
—¿Ha pensado en alguna alternativa para no sentirse tan sola?
—Me hablaron de un programa, algo así como “Acompaña a un abuelo”. Con jóvenes que vienen a estar con mayores. Eso me parece precioso pero no es lo que yo necesito. No pido dinero, pido una ayuda a domicilio, que yo no puedo hacerlo todo aquí en mi casa sola. Pero todo se queda en palabras. Yo no pido milagros. Solo pido alguien con quien hablar, caminar una hora. Lo pagaría, si hiciera falta. Pero ni así vienen.
—¿Qué papel juega su perrita en estos días?
—Es mi compañera, mi alegría. Si no fuera por ella… ya no estaría aquí. Es lo único que me queda, lo único que me da calor. Cuando me ve llorar, me lame las manos. Ella sí me escucha.
—Ha mencionado a sus hermanos Senise. ¿Le gustaría que se conociera más su historia?
—Claro que sí, pero ese es otro capítulo. Ellos eran caballeros, artistas, muy queridos en Jaén. He escrito sobre su vida, tengo un resumen hecho. Fueron personas buenas, como ya quedan pocas. Pero hoy no hablo como hermana de los Senise, hablo como María Teresa, una mujer mayor que está olvidada.
—¿Qué le diría hoy a los políticos o responsables de las administraciones?
—Que me escuchen. Que no se escondan detrás de papeles. Que vengan a verme un día. Que vean lo que es envejecer sin compañía. No quiero dinero. No pido lujos. Solo quiero no estar sola. No se imaginan lo que puede hacer una hora de compañía para alguien como yo.
Únete a nuestro boletín