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"Algunos cuadros de mi colección son como hijos míos"

"Algunos cuadros de mi colección son como hijos míos"

Por Javier Cano - Octubre 08, 2023
Compartir en X @JavierC91311858

No es el barón Thyssen ni su piso del Bulevar tiene absolutamente nada que ver con el palacio de Villahermosa, pero a sus 63 otoños el marteño Antonio Luque Calderay puede presumir de una colección de pintura de artistas jiennenses a la que más de un museo le haría hueco en sus paredes. 

Afincado en la capital desde hace décadas, hoy abre sus puertas a Lacontradejaén para compartir con los lectores un universo íntimo habitado por grandes como Capuz, Cózar, Nogué, Cerezo, Rufino Martos, Viribay, Carmelo Palomino, Carrillo y un montón más de nombres propios del arte contemporáneo jaenés. 

—Coleccionista de arte, señor Luque: suena a sensibilidad extrema y poderío económico...

—Yo soy coleccionista de varias cosas, por tradición familiar: mi padre era coleccionista de monedas, numismática y filatelia principalmente. Me empezaron a interesar las monedas pero vi que eso es inabarcable y me centré en una cosa muy particular, que es la peseta (pero valor facial una peseta, si no se complica mucho). Aquello me gustó, pero siempre me había interesado el tema de la pintura. 

—¿Hubo un momento concreto en su vida que lo llevó a adquirir cuadros como si no hubiera un mañana?

—Para mí ha habido varios momentos fundamentales, por ejemplo una exposición que hizo Cózar siendo yo joven, en La General. Yo no tenía poder adquisitivo para comprar alguna pieza de aquellas, cogí el catálogo y le pedí que me lo firmase, al menos para llevarme esa satisfacción. Y otro recuerdo que tengo muy vivo es el Premio Club 63 (estamos hablando de principios de los 80), que lo ganó Carrillo con un cuadro magnífico de los Baños Árabes, me impactó. Siempre me ha gustado la pintura, pero hasta que no me he desligado más de los temas profesionales no ha sido cuando he empezado, en serio, a coleccionar arte. 

—Más de uno (y de una) pensará, a estas alturas de la entrevista, que Antonio Luque Calderay viene de familia ricachona o que es terrateniente o banquero. ¡Que está forrado, vamos!

—No, no: soy informático, llevo cuarenta años en el tema de la informática. Estudié en Madrid Informática de gestión y empecé a trabajar en el INEM, luego en la Caja de Ahorros de Granada; me vine aquí a una empresa, Microjisa, y luego a AM System. Ahora mismo estoy en jubilación parcial, jubilado al 75%, y sigo trabajando en informática. Soy uno de los pioneros de la informática en Jaén. 

—Qué mundos tan distintos, el coleccionismo de arte y las computadoras... Volviendo al asunto que lo trae hoy a las páginas de este periódico, ¿cómo está el panorama coleccionista en Jaén?

—Hay gente potente aquí, ha habido incluso colecciones expuestas. Yo a ese nivel no estoy. 

—Iniciarse en esto de coleccionar pinturas con garantías de que lo que se adquiere merece la pena debe de tener sus métodos: ¿fue su padre quien le enseñó todo lo que un buen coleccionista debe saber, o ha desarrollado usted el ojo clínico por su cuenta?

—Sí, sí, por poner un ejemplo aquí tengo enmarcadas unas monedas romanas que mis tíos (bastante mayores que mi padre), cuando iban por Martos, por una zona de la Peña que se llama el Calvario, se las encontraban, en el primer tercio del siglo XX. Estas monedillas son las que tenía mi padre y yo les guardo mucho cariño. Siempre he visto a mi padre con las monedas y los sellos, y coleccionaba también décimos de lotería. Precisamente hace poco le regalé esa colección a un periodista amigo, que sé que es un gran coleccionista de décimos. Las colecciones tienen que estar en manos de gente que las aprecie. 

—¿Qué ha de tener un buen coleccionista de arte (aparte poder adquisitivo): sensibilidad, conocimiento...?

—En monedas, por ejemplo, hay un valor material que está claro, pero si hablamos de arte es mucho más subjetivo; tan difícil es, desde el punto de vista del artista, tener creatividad como tener sensibilidad para detectar esa creatividad. Creo que una cierta sensibilidad para eso hay que tenerla. ¿Dinero? Pues no, no hace falta, y creo que mi colección lo demuestra, porque no es económicamente potente. A mí me gustaría tener aquí unas piezas maravillosas y costosísimas, pero no es el caso. Sensibilidad, y pasión por lo que te gusta. 

—Le honra su modestia, Antonio. Según Michael Findlay, uno de los grandes galeristas de la actualidad, toda colección que se precie no debe de tener únicamente los nombres adecuados, sino que cada obra que la conforma ha de ofrecer un significado a sus propietarios y darles una satisfacción y una alegría constantes. ¿Está de acuerdo con el marchante escocés? ¿Qué obtiene usted?

—Una satisfacción tremenda, hay piezas que son (aunque suene mal) como hijos míos, las aprecio mucho. Una obra de arte es algo que no te cansas de ver, la miras y siempre le sacas un matiz. 

—En caso de no apostar por el celibato, parece imprescindible tener al lado a alguien que comparta o, cuando menos, comprenda esta pasión suya por no dejar vacío ni un solo hueco de pared, ¿no?

—Por supuesto, el apoyo de mi mujer [María Jesús Lanzas Molina] es fundamental, sin ella esto no se hubiese iniciado. 

—Pasión, satisfacción... ¿Puede llegar a convertirse en un apetito insaciable, en una suerte de vicio (en el mejor sentido de la palabra) por poseer una pieza apreciada, cotizada?

—No, siempre hay un algo más pero en mi caso los topes los tengo claro, no puedo llegar a ciertas piezas. Pero me conformo. Hay gente que hace obra gráfica, y a mí la obra gráfica me gusta. Por ejemplo, Ydáñez: yo no podría conseguir una pieza de ocho mil euros de Ydáñez, pero en cambio hay posibilidad de conseguir obra gráfica mucho más asequible. Y desde mi punto de vista la obra gráfica no es arte menor, hay cosas muy interesantes. 

—Sus amistades de toda la vida sabrán de su gusto por el coleccionismo de arte, pero seguro que quien no lo conozca tan bien ignora esta afición hasta el momento mismo de pisar una de sus casas. ¿Cómo reaccionan estos últimos?  

—Más de uno se sorprende, sí. Es que esto no se lleva. 

 

[En este punto de la entrevista, María Jesús Lanzas, que había permanecido en respetuoso silencio, apunta: "Cuando viene alguien, Antonio se detiene en detallar cada pieza, se pone un poco pesado". El aludido lo confirma: "La verdad es que me pongo pesado, sí". 

 

—¿Fue en el momento de adquirir el primer cuadro de su colección cuando decidió que estaría conformada por artistas jiennenses, o esas cosas vienen solas?

—Igual que el tema de las monedas en tan inabarcable, y por eso me decanté por las pesetas, esto del arte también puede ser inabarcable, por eso me decidí por los artistas jiennenses. Por eso y porque me considero muy de Jaén. Acotar las colecciones es importante. 

—Si tuviera un apuro y no le quedara otra, o por liberar espacio, ¿se desharía de algún cuadro?

—Sí, de hecho me he deshecho de alguno que no me ha terminado de cuadrar. 

—¿La pintura 'estrella' de esta colección, según su dueño?

—Siempre he tenido muchas ganas de tener un nocturno de Rufino [Martos] Esto es muy de Jaén [comenta mientras señala hacia una soberbia pintura del artista jiennense], porque aunque es una perspectiva forzada, aquí se ve la gente de Jaén: la Catedral, el cerro de Santa Catalina, Jabalcuz y el cerro Almodóvar. La esencia de Jaén está en este cuadro. Hay alguno más, como por ejemplo el autorretrato de José Nogué, un Nogué muy joven, que también es una de las piezas que más me gustan. Y por supuesto el Capuz. 

—Jaén es una ciudad no tan grande como para desconocer que, además de coleccionista de arte, se atreve también con los pinceles...

—No, no, no, yo estoy en la Academia Carrillo pero, como he dicho antes, tan importante es la creatividad para un pintor como la sensibilidad para detectar esa creatividad o saber la dificultad que un artista tiene para ejecutar una obra. Mis dotes son bastante limitadas como pintor, pero sí quería saber la dificultad que tiene alguien que se enfrenta a un caballete, para apreciar el valor que puede tener un artista. Mis dotes como artista no son muy allá pero bueno, estoy en el camino. 

—Lo mismo, andando el tiempo, alguien tiene en su colección particular un Luque Calderay. 

—Espero que algún día, sí [ríe]. Antonio Flores Urdapilleta, que fue un arquitecto magnífico y fue el autor del Museo de Jaén; era catedrático de Arquitectura y luego estuvo maltratado por las dos Españas. Está enterrado en Jaén, y en su epitafio pone "artista". Quiso enterrarse en el panteón familiar, un panteón institucionista (influido por la Institución Libre de Enseñanza) bajo el epígrafe de artista. A mí me gustaría que pusiera en el mío "sensibilidad para detectar artistas".

—En la sepultura de Nogué, que está enterrado también en el cementerio viejo, reza: "Artista pintor". 

—Yo a eso no llego. 

—Mucho antes de que le llegue el momento de pensar seriamente en su epitafio, es muy probable que le animen a exponer su colección, a sacarla de casa. Si es que no lo ha hecho ya...

—No. Bueno, este Viribay estuvo en un museo, y el David Padilla también... Estoy abierto a eso. 

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