
"¿A quién no le gustaría tener una calle en su ciudad?"
Coincidir con rostros conocidos bajo la cúpula vitral del Hotel Infanta Cristina no es raro, y esta semana no iba a ser una excepción. ¿El personaje en cuestión? Antonio Martínez Liébana (Jaén, 1958), cofundador de Tiahuanaco, ese grupo jiennense que está en capilla para el homenaje que la ciudad le rendirá este mes de marzo, primero con una conferencia, el martes, y después con una gala en su honor, el sábado.
Cargado de vivencias y humildemente encantado con lo que se les viene encima, el conocido músico protagoniza hoy el Zoom de Lacontradejaén.
—El mundo cofrade anda impaciente, les quedan casi cuarenta días para alcanzar la plenitud pero a ustedes, a Tiahuanaco, nada y menos para vivir un momento que seguro será inolvidable.
—El día 15, sábado de la semana que viene, sí, a las siete de la tarde, en el Teatro Infanta Leonor Jaén tiene una cita, y estamos deseosos de que llegue ese día para compartir con ellos parte o casi toda la historia del grupo, con el calor de nuestro público mejor que con nadie.
—Un homenaje institucional, pero a ustedes jamás les ha faltado el reconocimiento de su tierra, en cuyas bocas andan siempre que se trata de hablar de buena música de aquí. Sin embargo, este tributo se preveía para abril de 2024, o sea, casi un año antes...
—Ha habido distintos contratiempos: estamos muy diseminados, del grupo actual hay gente que está en Barcelona, en Málaga, en Madrid..., estamos repartidos por todos sitios y coincidir en fechas para ensayos y preparativos no ha sido tarea fácil. Todo eso sumado a las fechas coincidentes con otras actividades ha hecho que esto se demorara en el tiempo pero bueno, ha llegado el momento. Si quiero señalar una cosa...
—Diga, señor Martínez.
—Esto ha sido una iniciativa popular, aunque el Ayuntamiento ha puesto todo su interés y empeño en que saliera adelante. Pero la iniciativa ha sido popular, por parte de gente de fuera que nos conoce y ha considerado hablar con el Ayuntamiento para que impulsara este homenaje.
—O sea, que si alguien piensa mal y cree que el homenaje dormía el sueño de los justos, ¡para nada! Nadie se ha echado atrás, ¿verdad?
—Efectivamente, ha sido más bien una cuestión de agenda.
—Será una suerte de 'semana cultural' con Tiahuanaco como protagonista, porque días antes de la gala se anuncia conferencia al alimón entre usted y su compañero Luis Delgado, en el Banco de España de Moneo.
—Sí, esa primera cita será un repaso a nuestra historia para contextualizar cuándo nace la música latinoamericana, esa inquietud musical de gente joven, a mediados de la década de los setenta, cuando España convulsionaba con el tema de la Transición, la dictadura que se acababa y una dictadura que surgió en Chile, país en cuyas fuentes bebe nuestra sabiduría musical. Todo eso, de alguna manera, nos hizo meternos en esta música y de la mano de ella promocionar la música andina.
—Con sinceridad, Antonio: ¿están más contentos que unas pascuas con lo que se les viene encima la semana que viene, o no es para tanto?
—Pues sí, nunca habíamos pensado en ello. Los homenajes son algo que mucha gente los merece, y si no es por una iniciativa popular o por alguien que se empeña, muchas veces estas cosas no se toman en serio. Nosotros, al fin y al cabo, con o sin homenaje seguíamos nuestra lucha por seguir actuando ya con nuevas generaciones, pero es verdad que el homenaje llega en un momento bueno.
—Un homenaje, por cierto, que no coincide con el quincuagésimo aniversario del grupo: ustedes empezaron en el 78...
—Efectivamente; de lo que sí se cumplen cincuenta años es de los primeros movimientos musicales latinoamericanos en Jaén, todo aquello empezó a finales del 75 y principios del 76, cuando surgen los primeros grupos y asociaciones tanto estudiantiles como sociales, y políticas también, luchando por salir de lo que estábamos saliendo y llegar a lo que queríamos llegar: la democracia.
—Pero Tiahuanaco no ha sido precisamente un grupo de manifiesta tendencia ideológica, o eso dicen.
—Nosotros, aunque íbamos de la mano de esa Transición, no estábamos identificados para nada con una identidad política; únicamente nos había llegado música andina, aquello nos cautivó, empezamos fabricándonos nuestros propios instrumentos (porque no teníamos materiales para ello) y así empezó todo.
—¿Nunca les tentaron desde ningún partido para pedir el voto, aprovechándose del tirón del grupo?
—En ciertas ocasiones sí había partidos que querían que cerrásemos sus campañas electorales, pero nunca quisimos, no queríamos identificarnos con ninguna sigla porque de alguna manera lo que hacíamos era música popular, tradicional, de los países andinos; si bien es cierto que nace en los momentos que he dicho, de convulsión política y cambios sociales, y aunque alguien nos tildara de forma partidista, nunca lo hicimos, continuamos haciendo la música que queríamos.
—¿Alguna vez se han preguntado si hicieron bien o se equivocaron? Lo mismo les hubiera beneficiado no solo artísticamente, sino en sus ámbitos más personales o en la parte profesional de cada uno. Seguro que más de una vez, en petit comité, lo han comentado entre ustedes.
—Entre nosotros hay diferencias políticas, cada uno sabe lo que quiere y lo que piensa y defiende lo que cree que debe defender, pero antes que nada somos amigos, hemos forjado una amistad bastante fuerte y eso ha hecho que perduremos en el tiempo. La música ha sido nuestro vehículo conductor para esta trayectoria nuestra.
—¿De verdad que no ha habido roces entre ustedes desde el punto de vista político? ¿O es que los ha habido pero han sabido lavar la ropa sucia en casa?
—En aquellos tiempos, cuando nació todo esto, solamente el mensaje de la música, incluso sin letra, ya tenía connotaciones que te hacían pensar que estabas dando un mensaje, nosotros vivimos eso: sin tener que ponerle mensaje a una canción, simplemente con el hecho de tocar una canción andina, ya era sinónimo de que algo estabas queriendo decir, de que estabas protestando o eras contestatario. Pero no era mi intención, queríamos solo promocionar una música que aquí, entonces, no se conocía.
—Hasta que llegaron los pioneros...
—Los Incas, los Calchakis, Inti Illimani, Quilapayún cuando se exiliaron... Aquello fue una lucha bonita, un empeño de chavales jóvenes de dieciséis o dieciocho años.
—¿Volvería a embarcarse en esta empresa si regresara a esa edad, o cree que tiraría por otro camino?
—Sin duda alguna.
—El balance es positivo, pues.
—Sobre todo los primeros veinticinco años, en los que esas generaciones te pedían la música, no a gritos pero deseosos de vernos actuar, nos hemos pateado la provincia muchísimas veces, había pueblos en los que éramos ya imprescindibles en sus programaciones de fiestas y de cultura. Y fuera de nuestras fronteras, también.
—Programas actuales como Viaje al centro de la tele muestran a Tiahuanaco en platós legendarios como el de Gente Joven. ¿Cómo recuerdan aquella experiencia, que los catapultó como grupo de música folk en toda España a principios de los ochenta?
—El paso por televisión fue una de las historias más bonitas que hemos vivido, Gente Joven era como ahora Operación Triunfo, con folk, pop, rondallas... Aquello fue una ilusión enorme, participamos en tres ediciones y en las tres llegamos a la final, teníamos un apoyo incondicional no solamente por parte de nuestro público de Jaén sino que incluso allí, en Madrid, los propios regidores y productores del programa apostaban por nosotros. Fueron unos años muy bonitos.
—Hay un dicho que recomienda que ya que se hace la gracia, que sea completa. ¿A este homenaje le falta algo? Se oyó el año pasado que hasta les querían poner una calle con el nombre del grupo.
—A mí estas cosas me ruborizan, no tengo palabras. ¿Que me gustaría? ¿A quién no le gustaría, en su ciudad, tener una calle?
—Hablando de tributos, de reconocimientos: uno de los homenajes más grandes que puede recibir un artista es contar con discípulos, que alguien recoja su legado. ¿Tiahuanaco los tiene?
—Sí, primero dentro del propio grupo, porque tanto los hijos de Luis como mis hijos forman parte del grupo, desde hace ya dos décadas; son músicos que se han formado solos, aunque lo de solos está cogido con pinzas, han tenido la asesoría nuestra. Pero sí es cierto que yo no tenía que estar encima de mi hijo, ni Luis de los suyos, han sido eso autodidactas también. Por lo tanto, ese legado está ahí.
—¿Y fuera del ámbito familiar?
—Sí, en el transcurso de nuestra historia han surgido grupos que siguen manteniendo intacto el repertorio de canciones latinoamericanas, caso de Charanda, Vientos del Sur (que hace también declaraciones propias aclarando que tenían como espejo a Tiahuanaco, y nos consultaban); luego Amaranto, un grupo de boleros que nace también en el transcurso de nuestra historia, pero tampoco voy a ser tan atrevido como para decir que todos han tenido fuente de inspiración en Tiahuanaco para desarrollar su música.
—¿Orgulloso de ello?
—Claro que sí. ¿Quién me iba a decir a mí hace cincuenta años, cuando empecé, que esto iba a terminar así, con otras generaciones, con grupos que siguen actualmente llevando la música a todos los escenarios, no solamente a los de Jaén. Es un orgullo.
—Dese un poco de autobombo, Antonio, haga el favor: ¿Por qué no debe perderse nadie ni la conferencia del martes ni la gala del sábado?
—Creo que la gente tiene que ir, primero, porque se va a encontrar la historia en directo, escenificada, de lo que ha sido la música de Tiahuanaco desde hace casi medio siglo. El sábado habrá, primero, una actuación de Tiahuanaco histórico (con los miembros que había antes de incorporarse la nueva generación); después actuarán nuestros amigos de Charanda, Vientos del Sur, Amaranto y finalizaremos con Tiahuanaco actual, el de las nuevas incorporaciones. Un recorrido cronológico por nuestra historia.
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