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"Sufrimos una reforma laboral y ahora la provincia requiere de una reforma empresarial"

Por Esperanza Calzado - Junio 09, 2019
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En su casa guarda unas cuantas medallas de sus partidos de baloncesto, medallas que no se quiere colgar en su trabajo sindical. Ciclista frustrado por la bofetada que la realidad de haberse criado en el Polígono El Valle le ha dado, Francisco Cantero Martínez (Jaén, Polígono El Valle, 1980) ha llegado a ser secretario general de Comisiones Obreras en Jaén porque sus compañeros le han llevado hasta ahí. Considera que no hay regalo más bonito en este sector que sean ellos los que le hayan aupado hasta una posición que en ocasiones puede llegar a ser incómoda. Los focos están puestos en su persona tras el despido de nueve camareras de piso pero Kiko, como lo conoce todo el mundo, tiene la conciencia tranquila de saber que ha hecho y está haciendo el trabajo de la mejor manera posible, con el consenso de todos. Durante toda la entrevista introduce, una y otra vez, una reivindicación: empoderar a la mujer jiennense y que deje de estar castigada. Huye del feminismo de moqueta y se pone en la primera línea de batalla cada vez que hace falta. Con una camiseta reivindicativa nos recibe en la sede de la calle Castilla, donde hablamos de paro, de precariedad, del olivar, del futuro de Jaén o de sus sueños.  

—¿Qué le hubiera gustado ser de mayor?

—Quería ser ciclista. Me enamoré de los Tours de Francia y de los Giros. Recuerdo esos veranos tumbados en el piso del Polígono El Valle y veía que era algo que tenía que hacer. De hecho, a los dos años de eso me diagnosticaron hiperactividad, con lo cual no iba mal desencaminado y quería hacer algo de actividad física. Soñaba con ello y le pedí a mi padre una bicicleta. La primera que tuve era una de trail, una California y apenas sabía conducirla, pero me tiraba horas y horas con ella. 

—¿Cuándo se truncó su carrera deportiva?

—Cuando uno se da con la cruda realidad. Soy hijo de Jaén, del Polígono El Valle, que tiene una construcción social que nos ha penalizado siempre como colectivo. Eso contribuyó a que tuviera que ponerme a trabajar a edad temprana, a la vez que estudiaba. La realidad de una provincia como la nuestra, con una familia numerosa, mi padre era albañil, mi madre, limpiadora, y teníamos que salir adelante. Eso hizo que poco a poco esos sueños se fueran truncando.

—¿Cuál fue su primer trabajo?

—Tenía 16 años, mientras estudiaba en el instituto Jabalcuz. Trabajaba los fines de semana en una panadería. Los niños y niñas del polígono teníamos que hacerlo así, compaginar los estudios con el trabajo. Veía a mis amigos que tenían dinero para comprarse una camiseta o una zapatilla y yo veía que mis padres no podían dármelo. Así que me puse a trabajar para pagarme mis pequeñas cosas.

—¿Cómo empezó en el movimiento sindical?

—Mi padre ha estado afiliado siempre, lleva 42 años, incluso luchó en la clandestinidad en Jaén durante la Dictadura. Pero yo me he acercado al sindicato recientemente. En 2006 yo estaba en mi centro de trabajo y se me acercó un equipo de extensión del sector de la química, al que pertenezco, y me propusieron ser representante de los trabajadores. Recuerdo que estaba en Segovia de vacaciones y aunque ya había hecho pinitos en materia de acción sindical, mis compañeros decidieron, por aclamación, que sería su delegado. Eso fue en 2006, en la petrolera Cepsa y yo estaba en la Estación de Servicio Oasis, en la A-44. Luego he ido pasando fases y han sido mis compañeros quienes me han ido poniendo en cada cargo de responsabilidad. Si me pregunta hace cuatro o cinco años que iba a ser secretario general de CCOO ni siquiera lo pensaba. Eso me lo voy a llevar siempre, que han sido mis compañeros los que me han elegido hasta llegar hasta aquí.

—¿Recuerda su primera mesa de negociación?

—Sí. Fue para negociar nuestro pacto de homogeneización, una especie de convenio dentro de la empresa que es de ámbito estatal. Fuimos a Sevilla y yo iba a aprender. A través de la negociación y de la movilización logramos un pacto que mejoró sustancialmente la situación de los compañeros. Somos cerca de 7.000 en todo el Estado y reivindicábamos algo desde Andalucía. Me acuerdo perfectamente que vino una compañera de Madrid que fue quien capitaneó las negociaciones por CCOO y eso me impresionó mucho. La compañera demostró una capacidad de la que todos aprendimos mucho. Al final, también hicimos mejorar la provincia porque si aquí somos 300 trabajadores y ganamos todos los meses casi 300 euros más, al final movemos la economía. 

—¿Cómo se duerme sabiendo que tiene tantos trabajadores a sus espaldas?

—Bien, tengo la tensión baja, a pesar de ser hiperactivo (bromea). No hay mejor almohada que una conciencia tranquila y yo intento hacer todo con un criterio sindical, de clase y justo, además de consensuado. Esa es la mejor fórmula para no equivocarnos y duermo muy tranquilo.

—¿Corren malos tiempos para el sindicalismo? ¿Tenéis mala imagen?

—Es cierto que desde que entré en el sindicato en 2006 siempre han intentado que tengamos una crisis de identidad. Siempre ha existido pero creo que es porque saben que somos molestos, y aquí en Jaén mucho más. Ahora se están acentuando los ataques direccionales con esta organización. Pero nosotros crecemos en representación en los últimos años y crecemos en afiliación como nunca. Es un dato histórico, crecemos por encima del 8% y sobre todo afiliadas, porque seis de cada diez son mujeres y encima jóvenes.

Hay que recordar que estos colectivos son los que peor lo están pasando ahora mismo en Jaén, por lo que nos están mandando un mensaje claro para que les ayudemos. Con lo cual, esa crisis que intentan trasladar no es representativa. Nuestro objetivo en Jaén era hacer un sindicalismo con luces cortas, estar cerca de los trabajadores y creo que lo estamos consiguiendo a pesar de que estamos 74 sindicatos en la provincia. Pero creo que los jiennenses están poniendo en valor lo que conseguimos dentro de los centros de trabajo, pero también fuera. Llevamos 40 años avanzando y consiguiendo logros en educación, sanidad pública, etcétera.

—Históricamente se os ha conocido por ser un sindicato "guerrillero". ¿Alguna vez el enfrentamiento con un empresario en la mesa de negociación ha subido de tono?

—Sí, varios. Desde que soy secretario general menos, aunque estoy en la primera línea y siempre doy la cara. Pero he vivido bastantes tanto en las mesas de negociación como en las movilizaciones que hemos planteado. Es lógico: ellos defienden sus intereses y nosotros los nuestros de clase. Pero para llegar a ese escenario hay un proceso de negociaciones de meses. Nosotros no vamos a las barricadas de cero a cien. Cuando usamos la movilización es porque ha fallado la negociación, las actuaciones administrativas, etcétera. Pero lo cierto es que el sindicalismo de clase no lo debemos de abandonar.

Además, creo que los ciudadanos están entendiendo ya que no es época de solucionar los problemas en el ámbito administrativo. Es una herramienta más pero llega el momento que hay que salir a la calle y se ha demostrado con la movilización del 8 de marzo de 2018 que cambió el orden de las cosas, al igual que los movimientos en favor de las pensiones. Por eso creo que esta provincia necesita más acción si quiere revertir el orden de las cosas. 

—¿Por qué se ha puesto esa camisera para esta entrevista?

—Creo que es necesario y muy importante. La situación de las camareras de piso es central para este sindicato porque confluyen todas nuestras reivindicaciones en los últimos años. Observamos cómo desde el año 2012 se han realizado reformas que nos han empobrecido a la mayoría social, especialmente a las mujeres y los jóvenes. Hemos denunciado en muchas ocasiones la reforma laboral, la discriminación que sufren las mujeres en los centros de trabajo, la construcción social que las empobrece, la explotación que sufren, los incumplimientos en materia de salud laboral... y aquí están. Ellas acudieron a nuestro sindicato creo que empoderadas por esa movilización del 8 de marzo del año pasado. No es el primer caso, hay que recordar los conflictos de la ayuda a domicilio, las limpiadoras de Netalia, Sierra Verde y ahora las camareras de piso. Ellas han dicho basta ya. Nosotros hemos actuado con sensatez. Llevamos desde febrero intentando negociar con la empresa y lo único que pretendíamos es que se cumpliese su convenio colectivo provincial.

—¿Cómo se sintió cuando las despidieron? Porque lo han señalado a usted, personalmente, como responsable de su situación.

—Sí, me hacen responsable. Están cometiendo un error porque si no estuviese aquí Francisco Cantero, la o el que estuviese haría lo mismo. Somos un sindicato confederal de clase y con todas las decisiones consensuadas. Atacan a la cabeza visible porque desconocen cómo funcionamos. Yo les aconsejaría que se informasen mejor de qué es CCOO. No hay ninguna organización en los últimos 40 años en la provincia que haya luchado tanto por mejorar la situación económica y social de Jaén. Puede haber una igual, pero más que nosotros ninguna. Hemos luchado por mejorar las infraestructuras, la sanidad pública, la educación, los convenios colectivos para que, entre otras cosas, los trabajadores tengamos más dinero y podamos ir a sus negocios. Se están equivocando de enemigo y deberían ponerse a nuestro lado y ser socialmente responsables. 

—¿Qué sentimientos le transmiten? ¿Cómo están?

—Lo que nos transmiten ellas a nosotros no tiene precio. Su valentía hace que nos levantemos todas las mañanas. Animamos a los trabajadores a que hagan lo mismo. Yo he visto lo que ha padecido mi madre, mis hermanas, mi compañeras de trabajo y estoy viendo lo que están padeciendo las mujeres en Jaén. Lloro por dentro porque no puede ser. No vale el feminismo de moqueta, cuatro frases redondas y un discurso vacío. Hace falta solucionarlo y que toda la sociedad nos levantemos como un tsunami ante atropellos como este caso de las camareras de piso. Tenemos la solidaridad de nuestra confederación y de sindicatos internacionales porque hay que decir basta ya. Las llamamos 'las nueve del Condestable' pero son nueve valientes que están diciendo a las claras basta ya, como hicieron las 104 trabajadoras de Netalia, que se pusieron en huelga. Ellas tienen obligaciones, pero también derechos, porque el convenio colectivo es un derecho constitucional. 

—¿La crisis ha hecho que no se respeten los convenios colectivos incluso por los propios empleados, que tienen miedo a perder su puesto de trabajo?

—Nosotros hacemos una labor de empoderamiento todos los días, porque no deben hacerlo. Ante el drama del desempleo, la gente tiene que trabajar y de eso se están aprovechando. Esto está matemáticamente calculado para seguir precarizando y que las empresas tengan más beneficios a costa del sudor y sacrificio de los empleados. Nuestra provincia está creciendo casi cinco puntos por encima en bienes y servicios que antes de la crisis. Se está moviendo la economía, lleva cuatro años así. Las empresas ganan un 30% más que antes de la crisis y, sin embargo, los trabajadores perdemos poder de compra y salarios. Esta es la realidad de nuestra provincia y se une al problema de la despoblación.

Nuestra provincia se despuebla porque el ciudadano no puede tener un mínimo nivel de vida, esa es la realidad y lo digo desde el análisis sosegado de los informes que elaboramos hasta del día a día que nos traslada la gente. Que la gente no puede vivir con 600 euros y abandona su provincia para irse a Málaga o a Madrid, por citar algunos ejemplos. Es verdad que puede ser que se marchen para seguir precarizados, pero tienen un anhelo de encontrar algo mejor, pero en Jaén no existe ni eso. No somos apóstoles de la desgracia, es la realidad y los datos están ahí, 15.000 menores de 30 años han abandonado la provincia en los últimos 15 años. Esta provincia tiene que subir los salarios y tiene que aplicar la subida del salario mínimo interprofesional. Todo eso, al final, hará que nuestra población se quede. Ya sufrimos una reforma laboral y ahora la provincia requiere de una reforma empresarial. Otras provincias la están teniendo.

—Esta semana hemos conocido que por primera vez en una década hemos bajado de los 50.000 parados.

—Estos son parados registrados, pero lo que tiene en cuenta Europa es la EPA. En estas estadísticas están los parados registrados, pero no todos están apuntados. Además, son estadísticas engañosas. Tenemos una población nómada que termina la aceituna y se van, por ejemplo, a la costa a trabajar pero siguen empadronados aquí porque solo van a estar unos meses. Eso es hacerse trampa al solitario. Aquí no se genera empleo estable ni de calidad. Somos la provincia con menos contratación indefinida.  

—A la pequeña y mediana empresa le cuesta mucho contratar. 

—Es cierto. Es uno de los grandes problemas que tienen las pequeñas y medianas empresas, que están pasando apuros y pagando los rigores de la crisis. Cuando hablamos de beneficios empresariales, evidentemente, nos referimos a las grandes empresas. Nosotros siempre hemos defendido que la pequeña tenga un tratamiento distinto para poder mantenerse. Además, en nuestra provincia han aumentando las cooperativas, que son profesionales, sobre todo de caracter intelectual, que se han quedado sin trabajo e intentan hacerse un hueco para salir adelente. Para ellos hay que estar, existen medidas y son insuficientes. Hay que apostar por ese tipo de empresas para que, a su vez, generen puestos de trabajo de calidad. 

—Hay un problema que parece que no preocupa a la sociedad: llevamos cinco fallecimientos en accidente laboral en lo que va de año.

—En este asunto nos hemos puesto en la primera línea de batalla. El año pasado tuvimos una lacra inadmisible. En tan solo una semana fallecieron tres personas, menores de 25 años. Hace poco, en dos semanas han muerto otros tres. ¿Por qué tenemos unos datos por encima de la media estatal y andaluza a pesar del drama del paro? Esto tiene culpables y son la reforma laboral, el desempleo, etcétera. Los trabajadores no tienen las mínimas medidas preventivas para llevar a cabo sus funciones. Están sometidos a contratos de horas o días, por no hablar de la figura del falso autónomo, que el año pasado murió en Linares un chico en estas condiciones. También tiene responsabilidad la Inspección de Trabajo, que tiene que velar por los empleados. Tenemos un déficit de inspectores y no podemos seguir así. Además, las resoluciones son muy laxas. No puede ser que denunciemos incumplimientos flagrantes y acudan a las dos semanas; no puede ser. Este elemento administrativo lo pagamos nosotros con nuestra nómina y tiene que estar al servicio de la ley pero también de los trabajadores. Pero la principal carga la tienen los empresarios, que ni siquiera se concentran cuando muere un trabajador. 

—¿Qué opina de la movilización olivarera, del 'espíritu de las batallas'?

—Es un drama. Si caminamos hacia la devaluación salarial y de forma paralela nuestro producto estrella, el aceite, se devalúa, es la madre de todas las tormentas en la provincia de Jaén. Estuvimos en esa concentración porque el campo en la provincia es transversal y el aceite es nuclear. No solo da empleo a los pequeños y medianos agricultores, que son en torno a 10.000, sino que genera trabajo en muchos servicios y sirve para fijar población. Nos hemos puesto en contacto con las organizaciones para que nos explicaran la situación y creemos que el problema de los precios es una cuestión de estado y la solución no se puede demorar más. Nos hemos confiado mucho en el papel administrativo, porque no solo tenemos una bajada de precios sino también tenemos incertidumbre con el Bréxit y con qué va a pasar con la Política Agraria Común. Ahí vamos a estar, con ellos, en defensa del interés común, aunque cuando negociemos el convenio colectivo estemos al otro lado de la mesa.

—¿Cómo ve Jaén dentro de veinte años?

—Intento ser optimista, pero se tienen que tomar medidas ya. Esta guerra no es solo en Jaén. El principal caballo de batalla de la provincia es la precariedad, los bajos salarios y la falta de oportunidad laboral. Pero esto lo tienen otras zonas, aunque aquí esté más acentuado por el modelo productivo que tenemos. Pero esta guerra es mundial, la comercial entre China y Estados Unidos. Soy optimista si caminamos fortaleciendo nuestro producto estrella, el olivar; si caminamos para que haya un crecimiento con reparto equilibrado, solo así la provincia puede tener futuro. Se abre un nuevo horizonte con el olivar 4.0 que debemos aprovecharlo y también mejorar la comercialización del aceite. 

—¿Alguna vez se le ha pasado por la cabeza crear su propia empresa y ponerse del otro lado?

—Siendo sincero, todo el mundo ha pensado alguna vez en crear algo propio y es normal. Pero hay que decir que siempre que uno quiera emprender que lo haga en base del conocimiento y lo digo por experiencia. Hay trabajadores que han perdido el empleo y que con el mantra del emprendimiento han puesto una tienda de chuches enfrente de otra. Al final han acabado con deudas a la Seguridad Social, a proveedores, a Hacienda y el fenómeno del desahorro a los familiares. Así que cuidado con el emprendimiento, si se hace con el yugo de la desesperación tiene mal camino.

—¿Hay algo que no le haya preguntado que quiera apuntar?

—Como organización creo que en Jaén estamos en una encrucijada. Y un mal paso te lleva a un lado o hacia el otro. Nosotros tendemos la mano para que en esa encrucijada llevemos el paso correcto, el de la sensatez, el de mejorar el empleo, a nuestra provincia. No es retórica ni frases de taberna, lo decimos desde la sensatez. Sería importante que se trabajase conjuntamente con la parte empresarial, social y las administraciones para mejorar porque lo que nos viene es algo similar de lo que sufrimos en 2009, 2010 y 2011. Algo fundamental es que esta provincia tiene que caminar hacia la igualdad. La mujeres no se merecen el trato que están teniendo actualmente.

Fotos y vídeo: Esperanza Calzado.

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