
"Antes la gente iba al barbero para desconectar como en un spa"
Chema Guerrero (Jaén, 1978) ha vivido en Milán, Amberes, Londres, Frankfurt, Andorra o Barcelona, y dice que como Jaén, su Jaén, no hay nada parecido. Profesional de la barbería, Guerrero es impulsor en España y en Jaén de Los Ángeles Barberos, profesionales que hacen cortes solidarios para las personas con menos recursos. Los más recientes en la capital fueron en La Magdalena y en Santa Isabel.
La entrevista con este periódico es en Mesones 14. Aun cuando está tranquilo en una mesa alejada de la barra, los camareros bromean con Guerrero, quien va por su segundo café con leche al sol de una mañana estupenda. Es sencillo deparar en su barba, protagónica por larga y también porque sugiere cosas de una persona enérgica, frontal también para hablar de cualquier cosa.
—Así que usted le cortó el cabello a Ricky Martín.
—No literalmente (risas). No fue exactamente así. Estuvimos en un sitio donde hubo se hicieron cortes de pelo para actores para un videoclip. Recuerdo que estaba Alejandro Jaenes y sí que le hicimos un retoque a Ricky Martín. Un arreglo.
—La primera vez que hablamos en Viva Jaén me dijo que eso de trabajar para famosos no es lo que más le llena.
—Es que no es algo que llene, porque son trabajos como el que he descrito antes: cuatro retoques para un videoclip. Como norma general, la gente famosa tiene a su peluquero particular en la ciudad. Y cuando te pilla la casualidad por un evento como el de videoclip, pues se da y listo. Si trabajas en televisión igual estás más acostumbrado a cortarle el pelo a gente famosa. No fue mi caso. Me pilló de rebote y lo hice.
—¿Y alguien del mundo de la farándula le ha sorprendido para bien?
—Muchísima gente sorprende bien. Piensas que es de una manera porque lo ves en la tele y luego es completamente diferente. El mejor ejemplo es nuestro Santi Rodríguez. En la televisión parece alguien chistosos y en personas es diez veces más, y mejor persona de lo que realmente aparente.
—Hablemos de Los Ángeles Barberos. ¿Quién tuvo la idea? ¿Cómo se gestó todo?
—La idea nació en 2016 con un alemán que comenzó los cortes solidarios a partir de una asociación, que es de la que nosotros salimos. Cuando llegó a España, la primera misión fue el 19 de enero de 2020. Al final, descubrimos que con la cuota que pagábamos, más de 100 euros, se pagaban los viajes y el resto lo hacíamos de nuestro bolsillo. Los mandamos de paseo y yo empecé ya con la asociación nueva. Así españolizamos el nombre y llevamos ya un par de años como Los Ángeles Barberos y con toda la asociación de ámbito nacional. Hemos conseguido contactos para derivarla a Portugal, Italia y Sudamérica. De momento, está el tema en 'standbye'.
—¿Cuántos voluntarios de Jaén hay?
—Somos el capítulo más grande que ha habido siempre en la asociación aquí en España. Ahora estamos en torno a treinta y cinco personas. Nos movemos por provincias, y en Sevilla, por ejemplo, la cosa estaba sin actividad. Ahora hemos logrado que haya más de veinte personas. Y estamos presentes en casi todo el país. Sevilla y Jaén están a la cabeza, y Jaén se sale de madre. Somos más solidarios que Madrid, Barcelona, Valencia y el resto de ciudades grandes.
—¿Nota el agradecimiento cuando mejoran la imagen de personas con pocos recursos?
—En Jaén hay un 50% o un 60% de usuarios que son siempre los mismos, que arrastran situaciones difíciles y tienen pocas opciones de cambiar. Y luego el resto sí se renueva gradualmente. Recuerdo a una chica de Ucrania o gente de Venezuela. Van rotando mucho. ¿Agradecidos? Aquí en Jaén hay un par de audios que se han hecho virales de un tío que dice: "Ole y ole los Ángeles Barberos. Nos tienen a toda la gente de Jaén 'arreglaos'".
Insisto, en Jaén el 50% de los usuarios son como clientes habituales de la peluquería. Hay quien se pasa por los negocios a preguntar cuándo será la siguiente misión. El cariño crece y es enorme.
"LOS MANDOS ME REGAÑABAN POR LA BARBA EN LA MILI"
—¿Cómo se hizo usted barbero?
—Me obligaron sin saber que era 'tricomano'. Año 1997, estaba en la mili y me tuve que rebajar por barba, porque me crece por segundos. Me afeitaba a las seis de la mañana y a las nueve ya me raspaba, y por eso me regañaban los mandos. Al mes me vino el sargento con la máquina, me dio con ella en el pecho y me dijo: "Tú eres el siguiente barbero". Repitió el gesto un par de veces ante mi incredulidad e insistió: "No es una petición. Tú eres el siguiente barbero". Al día siguiente corté el pelo a 50 personas sin tener ni idea; al siguiente, 60 ó 80, y al tercero a más de cien.
—¿Qué edad tenía entonces?
—Diecinueve añitos. A partir de ahí me gustó el rollo y descubrí la 'tricomanía', que es la adicción al pelo. Le cogí el gusto, hice cortes de pelo a mucha gente de forma autodidacta y con el tiempo conocí a mi exmujer, quien me enseñó a utilizar las tijeras. Y así mi carrera despegó de una forma bastante bárbara, hasta tal punto que logré la titulación de profesor de Barbería en Escocia, que no existe en España.
—Desde hace años hay una explosión de barberías. ¿Ha crecido el interés en este 'target'? ¿Se cuidan más los hombres?
—Yo creo que hay un mínimo de detalles que revelan que los hombre sí se cuidan más ahora. Me invento los porcentajes, pero por mi experiencia: hay un 30% o un 40% que va a la barbería por precios bajos; otro tanto sí es fiel al barbero, y luego hay un 10% ó un 20% que repite cada quince días, que se preocupa de su imagen. También hay un porcentaje aún menor que incluso tienen en cuenta detalles como hacerse las cejas.
Por otro lado, se ha perdido el afeitado clásico. Antes ibas al barbero, te cobraba un dinerito y te afeitabas en la barbería. Ahora quien hace eso porque quiere desconectar una hora con su barbero de confianza. Es cierto que ahora con las cuchillas que hay cualquiera puede hacerlo en casa, pero la navaja ofrece un ritual distinto. Quienes van al barbero lo hacen como quien va a un spa, para relajarse.
—¿Qué hace falta para ser bueno en lo suyo?
—Para ser un buen barbero hace formación continua. Quien se piensa que ya lo sabe todo no tiene ni puñetera idea, con perdón, de lo que es la barbería. Sólo hay que conocer la trayectoria de gente que ha triunfado como Fran Barrera o Fran Arana, quienes no paran de formarse. Hay que estar abierto a aprender algo incluso de una persona a la que tú estás enseñando. Si tú crees que ya no necesitas aprender más, nunca serás un buen barbero.
—También ha trabajado en la construcción.
—Sí, porque mi padre me metió a hostias, como se decía antes. He trabajado en la obra desde que eché los dientes. Mi padre me llevaba a la construcción y yo hacía lo que podía. Él me enseñaba y le estoy muy agradecido. La casa en la que vivo ahora me la hice yo con diecisiete o dieciocho años. Cada vez que ponía mal un ladrillo, me tiraba la paleta a la cabeza o me regañaba. El 90% de lo que sé de construcción me lo ha enseñado mi padre.
—¿Qué es lo más duro que ha hecho en el trabajo?
—En hostelería trabajé como friegaplatos o
'dish washer', como dicen algunos para ser más modernos. Era la forma natural de ganarse la vida cuando llegabas a un país nuevo. ¿Trabajos duros?
—El más duro.
—Quizá fue aquí, en Jaén, cuando trabajé en una empresa de gasolineras, y recuerdo que me tenía que meter en el tanque de las gasolineras para sacar el tornillo. Te mareabas con los gases y parecía que habías pillado un colocón de tres años. Realmente, el campo quizá sea lo peor. En Jaén casi todos hemos ido a la aceituna.
¿Duro? Depende de cómo lo mires. Tragarse a un cliente con malos modos es duro aunque estés bajo un techo. En el olivar estás con las manos heladas y con frío. Realmente, un trabajo duro tiene que hacerte penar o que lo hagas a disgusto. En barbería yo no trabajo, es placer, algo constructivo.
"SOY MÁS DE JÁEN QUE LAS ACEITUNAS"
—¿Le gusta vivir aquí, en Jaén?
—Yo soy más de Jaén que las aceitunas. He vivido fuera muchísimos años y he trabajado en un montón de países. A veces escucho a alguien decir: "Jaén es una mierda. En Jaén no hay nada". Es un comentario de cateto, de no tener ni idea. Quizá han ido a Londres o Madrid, y han veraneado quince días en Benidorm. Para mí son catetos que no tienen ni puñetera idea de lo que es Jaén. Tenemos un paraíso interior inmenso con un poder gastronómico en auge. Es cierto que faltan centros comerciales grandes, y no tenemos la opción de ocio que ofrece Madrid.
Aunque siempre repito lo mismo. En lo que respecta a la delincuencia, si Jaén tiene cien mil habitantes y hay dos personas buenas y otras tantas malas, en Madrid todo se multiplica por cincuenta. Es muy probable que te encuentres estadísticamente más personas malas allí que aquí. Jaén es una ciudad muy barata, se vive genial, y lo digo por experiencia. Cuando eres joven es maravilloso vivir en Londres, Berlin, Frankfurt o Milan, pero cuando llega el momento de criar hijos no hay nada que se le parezca ni por asomo a Jaén.
—Con un poco de suerte tendremos tranvía.
—Bueno, eso del tranvía (risas)... Me voy a guardar la opinión política que tengo. Hasta que no hagan una buena línea y otra buena línea secundaria no será nunca realidad. Hacer algo fallido desde el inicio es costoso. Ojalá subvencionen eso, en lugar de otras tonterías, y Jaén tenga una línea de tranvía que permita un tránsito más sostenible, en lugar de tanto coche.
—Si estuviera en su mano, ¿qué haría en la ciudad con urgencia?
—Buff. Hay tantas cosas que hacer que no sé por cuál empezar. Iría por el lado de la sostenibilidad y de la rentabilidad. Espero que el colapso en el centro que sufren otras ciudades jamás llegue aquí. Quizá por ser un poco egoísta, dado que me muevo con vehículo de movilidad personal, haría más carril bici por toda la ciudad, para fomentar los vehículos eléctricos. Hay que fomentar el vehículo de movilidad personal, como hace el resto de Europa. Ojalá hubiese una normativa más abierta y más sostenible, al tiempo que estuviese regulado.
Fotos y vídeo: Fran Cano.
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