"Si yo tuviese ahora veinticinco años, me iba de Jaén"
Químico de formación y funcionario municipal de oficio, caballero comendador de la Orden del Santo Sepulcro, soldado honorario de la UME y legionario de honor varias veces condecorado, presidente del Círculo de Amigos de las Fuerzas Armadas en tierras jiennenses y de la Fundación Veracruz, ex hermano mayor de La Buena Muerte... Todo eso cabe en la estatura de ciprés de Silos que se gasta Eduardo López Aranda (Jaén, 1965).
Impolutamente vestido de traje oscuro y corbata constelada de escudos del cuerpo que creó Millán Astray hace siglo y pico, el protagonista del Zoom de este domingo se sienta en los duros poyos de la lonja norte de la Catedral (el entrañable San Sebastián de los pobres) como si lo hiciera en su propia casa y habla (sin tapujos) de lo humano y lo divino para los lectores de Lacontradejaén.
—La última vez que lo entrevisté, allá por 2019, llevaba usted un año ya con hábito y gola, tenía el pecho preparado para recoger la medalla al mérito militar, ya era responsable de más de una organización... ¿Todo eso sigue formando parte de su vida, Eduardo?
—Las condecoraciones son vitalicias, a no ser que te las quiten porque cometas un delito, y no es el caso; y los nombramientos honorarios, también. Sigo siendo presidente del círculo, este año próximo hay elecciones y mucho me temo que voy a tener que renovar. Como en otros ámbitos de la vida, la gente no quiere echarse para adelante. La gente se echa para adelante para criticar, pero para asumir responsabilidades no.
—Tiene usted fama de rotundo, señor López: ya ha dejado caer la primera sentencia, y la entrevista no ha hecho más que empezar. Pero por cerrar del todo el asunto (y las puertas) de sus vitrinas, ¿ha tenido que hacerle hueco a alguna otra medalla?
—No, no ha habido nada más. Simplemente, hace unos días me promovieron a comendador de la Orden del Santo Sepulcro, que es un grado más y una responsabilidad más.
—Un ascenso, se puede decir...
—El grado que hay por encima del de caballero.
—En plena pandemia, un compañero suyo en la orden, el cronista de Jódar, Ildefonso Alcalá, ilustró a nuestros lectores sobre los objetivos de esta antiquísima institución. Entre ellas destacó la vinculación con los Santos Lugares, esa unión espiritual con Tierra Santa.
—Efectivamente es nuestra labor principal, el sostenimiento de las labores que tenemos en Tierra Santa y en los Santos Lugares.
—Antiguamente incluso les tocaba acudir a la zona a defenderla a capa y espada, si era preciso. Quienes le conocen, Eduardo, saben que ha estado usted pocho de las piernas desde hace un tiempo. Si tocasen a rebato, no podría ir, ¿no?
—Vamos a ver, lo mismo que si tuviera que coger un arma en defensa de la patria: disponible para lo que sea. Como dice el lema del arma submarina, “Ad Utrumque Paratus”, preparados para lo que sea.
—No ha llegado a tanto la cosa de la salud, entonces, como para frenarlo. Tampoco laboralmente, ¿verdad?
—No, tampoco. Sigo activo, he estado en un proceso de baja larga y aunque ya tengo el alta laboral, todavía estamos estudiando los problemas de la rodilla. Pero ya he soltado las muletas.
—Hablemos del conflicto entre Israel y Palestina tras el ataque del pasado 7 de octubre, asumido por el grupo terrorista Hamas. Como caballeros del Santo Sepulcro, ¿les afecta grupal y personalmente más que al resto de los mortales esta situación?
—Nos afecta en el sentido, primero, de que nos preocupamos por la paz en Tierra Santa; lo primero es rezar mucho por Tierra Santa, ese es el principal cometido que tenemos ahora mismo los caballeros y las damas de la orden. En los otros sentidos, nosotros somos los custodios de aquellos Santos Lugares (independientemente de la custodia franciscana) y sostenemos las obras que tenemos allí. Estamos muy preocupados por la suerte que pueda correr la gente.
—Pero no les cambia ningún plan, no les trastoca la agenda como orden militar, ¿no es así?
—Con respecto a la situación social que hay allí, te puedo decir que anualmente se programa una peregrinación a Tierra Santa y este año no se va a hacer, por las circunstancias político-sociales que hay ahora mismo allí. Nuestra preocupación es seguir manteniendo nuestra labor allí y, sobre todo, rezar mucho por las gentes de aquella zona.
—No solo de pan vive el hombre pero, al margen de la oración, Eduardo, ¿se han visto ustedes animados a incrementar sus aportaciones económicas, ante la situación de emergencia que se vive en aquellas latitudes?
—Ahora mismo no se ha pedido nada extraordinario, tenemos las colaboraciones habituales, los donativos habituales de los miembros de la orden e incluso de personas ajenas. Se acaba de celebrar un consejo en Roma y no sabemos si traerán novedades, el lugarteniente nos dirá si se ha dispuesto algo. En principio, después de la consulta general no sabemos nada, seguirá todo en el mismo sentido. Ten en cuenta que casi el 87 por ciento del dinero que llega a los Santos Lugares procede de la orden, es una cantidad muy importante y muy respetable.
—Además tampoco es nuevo el conflicto, no les pillará de sorpresa.
—Siempre mantenemos una línea en la orden. Aparte de eso, esa línea ha sido constante a lo largo del tiempo. Evidentemente, las circunstancias de la evolución desde su fundación en el año 1099 (¡que se dice pronto!) hasta ahora, han pasado de una presencia militar y una perenne allí a las actividades que se realizan actualmente, que como te he dicho antes son el sostenimiento de nuestras obras y de los Santos Lugares.
—La imparcialidad, señor López Aranda: ¿se le supone, como a los militares el valor, o nada impide a un caballero, y militar honorario manifestarse según sus ideas? Hablando en plata, ¿puede opinar libremente sobre cualquier tema, o su condición implica ciertos miramientos?
—Evidentemente es un honor y una responsabilidad tener ese tipo de distinciones, porque quieras que no hay instituciones civiles, militares y eclesiásticas que se han fijado en ti y han visto que tu labor es positiva hacia ellos; y eso, en ciertos momentos, debe de implicar cierta imparcialidad, sobre todo por no ponerlos en el filo de la navaja con una manifestación o con una declaración o un escrito. Pero también esa imparcialidad hay que dejarla siempre un poco de lado. Uno tiene que ser libre a la hora de manifestarse y decir "yo pienso esto" dentro de un orden, y ya está.
—Reconocerá que un militar en ejercicio lo tendría más complicado, que usted tiene ventaja.
—Claro, nosotros somos civiles, yo soy una persona civil como tú, puedo manifestarme, dentro del respeto a la Ley, cuando me dé la gana y como me dé la gana.
—Se lo digo porque, hablando con usted en anteriores ocasiones, cuando el movimiento independentista estaba ya en pleno auge, siempre fue claro a la hora de posicionarse en contra. Estos últimos se ha hablado mucho de crispación, ha habido disturbios, palabras gruesas... ¿Sigue en sus trece, o los acontecimientos le han hecho replantearse su postura?
—Yo lo llevo como creo que lo está llevando prácticamente el cien por cien de los españoles: con preocupación, porque se está vulnerando impunemente la Ley (o se quiere vulnerar, mejor dicho, todavía no se ha vulnerado); hoy [por el pasado miércoles] se reúne el Parlamento para una nueva sesión de investidura, y se pretende vulnerar la Ley, la Constitución.
—Eso que dice son palabras mayores...
—Nos guste o no nos guste, se está vulnerando uno de los principios fundamentales de la Constitución, el primero de todos, que es el que dice que la soberanía nacional y la unidad de la patria son fundamentales, y se quieren vulnerar impunemente por parte de los políticos. ¿Cómo lo paramos?
—¿Cómo, qué propone?
—No lo sé, porque parece que legalmente tiene poco recorrido, sobre todo cuando en los máximos órganos de la judicatura han puesto a afines a su partido, y entonces van a hacer lo que su jefe les diga, incluso vulnerando las más mínimas normas éticas del Derecho, y el derecho natural incluso. Ahí tenemos las manifestaciones de todas las asociaciones de jueces, incluidas las progresistas, los conservadores, todos se han manifestado en contra de esa ley, y hay que hacer algo en ese sentido. Pero no lo sé, porque tampoco soy un politólogo ni un experto. Desde luego, lo que hay que hacer es luchar por la unidad de España como sea.
—Está claro que este asunto no le es ajeno. ¿Imaginó alguna vez que los primeros pasos firmes del proceso independentista (que ya le parecían a usted escandalosos hace tiempo) iban a avanzar tanto como para convertirse en protagonistas de la política española de hoy en día?
—Me acuerdo que el día de mi cumpleaños del año 17 estaba llevando a mi hija a Granada (estaba con la carrera de Medicina recién empezada) y fue el famoso discurso de Su Majestad en contra de todo el tema este que se estaba formando en Cataluña, manifestando su convicción (como no puede ser de otra manera) en la unidad de la patria y diciendo que ponía todos los mecanismos del Estado en favor de esa unidad. Del 17 al 19 ya veíamos la cosa un poquito fea, pero es que en seis años ha cambiado a bastante peor.
—Defina "bastante peor", por favor.
—Estamos viendo la ruptura a la vuelta de la esquina. La Constitución y las leyes, ahora mismo, no tienen mecanismos para autoprotegerse; ahora viene un nuevo Parlamento, aprueba una ley que va en contra de la propia Constitución y no tiene un mecanismo de autoprotección. Es un problema bastante grave el que tenemos.
—Tiene usted cincuenta y ocho otoños, ¿nunca le ha dado por ejercer la política? Mejor aún, ¿jamás le han tentado desde ningún partido?
—Sí, me tentaron, en el Manila, de buen recuerdo para mí, durante una visita del actual Rey como Príncipe de Asturias. Me tentaron para ir en las listas de un partido, pero les dije que no, rotundamente, por dos motivos:
—Cuente, cuente...
—El primero (y están todos vivos y lo pueden corroborar), que yo no necesito comer de la política y el segundo, que la disciplina de partido no va conmigo: "Si yo vengo como concejal a Jaén a trabajar por Jaén y me viene una barbaridad desde Madrid, yo voto en contra de esa barbaridad, voy a romper la disciplina y me voy a tener que ir al grupo mixto, voy a liar un picatoste y al final os voy a perjudicar a vosotros, así que más vale que no me llevéis en las listas". Así fue.
—Piénselo seriamente: ¿y si sele ofrecen ahora, incluso dándole cierta manga ancha en lo de la disciplina de partido?
—No. Bueno, a lo mejor..., es que no es lo mismo, evidentemente, el nivel local que el autonómico, y mucho menos el nacional. A nivel local, a lo mejor puedes trabajar en alguna área por tu ciudad, pero no está dentro de mis proyectos ahora mismo, yo estoy enfrascado en muchas cosas, no me interesa.
—Pues nada, nos ponemos en modo caballeresco de nuevo. Esa imparcialidad sobre la que le preguntaba líneas arriba y que usted se ha sacudido en su respuesta, parece que también lo imbuye a la hora de opinar sobre la Iglesia actual, de la que es militante confeso. Un paseo por sus redes sociales deja claro que no se anda con paños calientes cuando no está de acuerdo con la línea de la jefatura eclesiástica universal.
—Yo critico lo que es criticable, me explico: yo no voy a criticar una verdad de fe ni un dogma, eso se cree o no se cree y punto; Ahora, lo que no es de fe, ¿por qué no lo voy a criticar? Yo tengo un pensamiento como cristiano en cuanto a la Iglesia, en cuanto a creer en el magisterio de la Iglesia, en cuanto a creer en la tradición apostólica y en cuanto a creer en el Evangelio, que estoy viendo que se está contraponiendo frontalmente con las normativas, con los documentos que están emanando desde la Santa Sede o desde las propias conferencias episcopales.
—Un ejemplo que tenga a mano.
—Un ejemplo puede ser, qué te digo yo, la liturgia. Yo creo que la liturgia empezó (no quiero utilizar un término grueso) a caer a raíz del Concilio Vaticano II, y la liturgia se ha ido, a mi modo de ver, degenerando, y se sigue degenerando. Yo soy de las personas que sufren mucho (incluso alguna vez me he tenido que salir de alguna iglesia, luego me he confesado de soberbia) cuando veo hacer payasadas en una eucaristía, no aguanto las payasadas. Luego hay más cosas con las que no estoy de acuerdo.
—¿Qué cosas son esas?
—No estoy de acuerdo, por ejemplo, con los ministerios extraordinarios. Ciertas cosas que se han incorporado a la liturgia pueden ser legítimas, pueden estar muy bien...
—¿Se refiere a la posibilidad de que laicos de a pie repartan la comunión?
—Exactamente. Ni estoy de acuerdo con una comunión en la mano. Pero se hace.
—Al decir "payasadas" me ha desconcertado usted, se lo confieso.
—¡Hombre, hemos podido ver obispos en patinetes eléctricos metidos por la vía sacra de una iglesia, o tirar globos en una iglesia o sacar al Santísimo y sacar a pasearlo como si fuera una muñeca chochona, y perdonadme la expresión! Hay que tener un respeto por la liturgia (que es el tema que hemos hablado); la liturgia está hecha para trascender, para un misterio que no comprendemos, y estoy hablando desde el punto de vista católico: un misterio que ni comprendemos ni vamos a comprender nunca. Entonces...
—¿Entonces, Eduardo?
—Voy a utilizar el término grueso que no he querido usar antes, no puedes prostituir esa liturgia que lo que está buscando es adentrarse en el misterio de Dios y en la renovación del sacrificio del Calvario en el altar, no se puede jugar con eso. Hoy en día, bajo mi punto de vista, se está jugando con eso, con cantos con letras casi heréticas, ¡se están prostituyendo las formas de actuar"
—¿Al margen de la liturgia le molesta algo más de la Iglesia del siglo XXI?
—Otra cosa, y quizá me van a criticar, pero me da igual, no tengo que darle cuentas a nadie, gracias a Dios: ahora mismo, la jerarquía de la Iglesia se está volcando en unos presupuestos compatibles con la Agenda 2030, que están entregando la Iglesia a los poderes del mundo, lo digo así de claro, no me corto. Y la Iglesia no se puede entregar a los poderes del mundo, la Iglesia no es mundana, está en el mundo pero no puede ser mundana, y se está mundanizando bajo mi punto de vista.
—Más de un lector, seguramente, le agradecerá que le dé una pista.
—Yo soy presidente de una fundación que lleva el colegio Veracruz, el año pasado veo el programa de Religión de la Conferencia Episcopal para los alumnos de ESO y de Bachillerato y he visto libros de Religión, este año, que me han dejado sorprendido, cuando empiezan a hablar de ecologismo, de la Agenda 2030, del calentamiento global y yo qué sé qué zarandajas más. Mire usted, ¿qué tiene que ver eso con la fe y la doctrina católica?
—¿Qué piensa al respecto?
—¿Hay una teología de la creación?, sí; ¿hay que respetar esa teología de la creación?, sí, pero no podemos volcarnos en una Agenda 2030 que con todo lo bueno (que no creo que tenga nada) que pueda tener, es una agenda de ideología totalmente comunista, un régimen que está en contra, por naturaleza, de la iglesia católica. Entonces, no sé, o hemos perdido el norte o no sé a qué estamos jugando.
—Vamos de recogida: Jaén. Usted es una persona arraigada, cofrade, de costumbres. ¿Cómo ve su patria chica hoy en día?
—Yo, mi ciudad la veo como siempre: dormida. Yo amo Jaén, pero hay veces que he pensado (y lo he hablado muchas veces con mi amigo Ramón Guixá) que si tuviera ahora veinticinco años, me iba. A Jaén lo veo dormido, muy indolente. Me recuerda (ahora que estamos en este espacio que es casi mi primera vida, la Catedral de Jaén) la famosa frase de Pi y Margall cuando subía por la Carrera, vio la catedral y dijo: "¿Dónde está el pueblo que ha hecho esta catedral? Jaén tiene que despertar, y tenemos que ser conscientes de lo que tenemos, de la riqueza que tenemos, que no está en el campo con los olivos. La riqueza de Jaén está en muchos ámbitos.
—¿Dónde está la riqueza de Jaén, a su parecer?
—Hay personas de mucha valía, hay gente muy inteligente que puede tirar de Jaén hacia adelante, pero para eso necesitamos algún motor. Cuando en una máquina los engranajes empiezan a funcionar cada uno por su lado, la máquina no funciona, tiene que haber un centro director de esa máquina. Y ese centro director, irremediablemente, tiene que ser político y económico. Si no tenemos políticos y especialistas en economía que sean capaces de arrastrar esto pero que estén viviendo de la subvención que viene del Estado o esperando el dinero "que nos viene de un tío que es amigo mío y quiera invertir allí", esto no va a arrancar nunca. Y me duele.
—Vamos, que se iría usted de verdad de Jaén...
—Sí, lo añoraría mucho pero me iría.
—Antes de irse, aunque ya no tenga veinticinco años, dígame: ¿puede ser el Cetedex uno de esos motores a los que alude?
—Puede ser el Cetedex uno de esos motores, sí. El Cetedex es el caramelito que nos dieron después de robarnos el Colce, que nos lo robaron, no tiene otra expresión ni otro nombre, pero es un proyecto ambicioso y de mucho futuro, puede ser un cierto revulsivo, claro que sí. Yo tengo mucha ilusión con ese proyecto.
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