"El sector tabacalero es muy cambiante y hay que estar preparados"
Pocos son los minutos que pasan entre cliente y cliente. El tiempo corre deprisa, casi sin darte cuenta, mientras aguardas a que atienda a usuarios a los que ni tan siquiera le hace falta preguntar qué desean. Los conoce, sabe cuáles son sus preferencias y casi sin pensar aprieta el botón o coge la cajetilla. Bienvenido Alcántara Garvía (Madrid, 1971) es periodista especializado en motor pero desde hace cerca de tres años regenta el pequeño estanco ubicado en la calle Álamos. Hoy, una vía remodelada y recién abierta al tráfico está llena de vida pero hace unos meses daba miedo. El protagonista del zoom de esta semana recuerda los días de confinamiento más duros, cuando cada mañana levantaba la persiana de su negocio, considerado esencial. Nos adentramos en el mundo tabacalero post Covid-19.
—Los que le conocemos desde hace años le asociamos al mundo del periodismo y no a un estanco. ¿Por qué este cambio?
—Tal y como está la profesión de periodista todos sabemos que tenemos que buscarnos muchos trabajos a la vez para poder llegar a tener un sueldo a final de mes. El sector no atravesaba el mejor momento y aquí en Jaén no había un periodismo especializado fuerte como es al que yo me dedico. Por eso decidí cambiar, aunque sigo vinculado a este mundo. Me salió una oportunidad de invertir en el sector de la tabacalera y lo decidí.
—Cuando habla de periodismo especializado, en su caso es el referente al motor.
—Efectivamente. Siempre me ha gustado mucho y aunque ahora esté al frente de un estanco me sigue encantando y sigo ejerciendo y haciendo mis pinitos.
—¿Cuánto tiempo lleva al frente de este estanco?
—Camino de tres años llevo.
—Hasta que llegó el Covid-19, ¿le fue bien? Porque en estos tres años su sector ha experimentado unos cuantos cambios y en los últimos meses más todavía.
—(Sonríe). Me ha pillado el cigarro electrónico, la transformación del tabaco mentolado y, ahora, el Covid-19. Pero por lo poco que llevo en el sector y consciente de que no soy quién para dar lecciones, creo que en este sector hay mucha gente que hace un trabajo excepcional, sobre todo la más joven, y está transformando el sector. También personas más mayores que han apostado por darle una vuelta al negocio. Creo que el sector necesitaba un cambio, cuando entré me lo encontré un tanto obsoleto pero creo que puede tener mucha proyección y abarcar más, porque no todo se ciñe al tabaco. Tabacalera es un sector muy cambiante, sobre todo con el cigarrillo electrónico y hay que estar preparado para ello.
—¿Esperabais ser declarados un sector esencial cuando se decretó el confinamiento y el Estado de Alarma? Hubo gente que al principio no lo entendió.
—Nosotros lo teníamos claro. Habrá quién no lo sepa pero el tabaco genera más del 3% del Producto Interior Bruto y ningún Gobierno hubiera sido capaz de renunciar a tal cantidad. Pero no sólo eso. Si hubiéramos cerrado se hubiera generado un síndrome de abstinencia entre los fumadores en un momento muy complicado. Una persona con abstinencia hubiera sido muy difícil.
—¿Cómo se afrontó la apertura en estos momentos tan complicados y sin materiales de protección?
—Desde el principio sabíamos que la obligatoriedad de llevar mascarilla estaba clara, lo estábamos viendo en otros países y aquí no se hizo antes porque no se disponía de material. En esos momentos, conseguir una mascarilla nos costó sangre, sudor y lágrimas. Una me la surtió una farmacia cercana aquí porque no teníamos ni para la empleada. Tengo que decir que todos los profesionales del mundo sanitario se portaron muy bien y entre todos los comercios y farmacias de la zona nos apoyamos. Incluso los propios repartidores del material sanitario me consiguieron unas gafas. También hay que decir que las marcas tabacaleras han estado pendientes en todo momento de ofrecernos mamparas de protección, mascarillas, geles...
—Es cierto que ustedes pusieron la mampara desde los primeros días.
—Sí. Yo ya tenía preparada la empresa que me lo iba a hacer pero llegó una marca de tabaco y me la facilitó y, además, sin publicidad. Hubo mucha comunicación con el sector del tabaco y se portó muy bien. Porque la verdad es que durante la época dura del confinamiento nos sentimos un tanto desamparados por el resto. Evidentemente había que volcarse con los sanitarios y sus materiales de protección, pero los demás que abríamos al público también éramos importantes y nuestro sector se ha sentido un poco desamparado de ayuda, nos consideraban como unos apestados. Lo único que pedíamos es que las empresas que estaban repartiendo mascarillas para tantos sectores se acordaran también de nosotros. Nos vimos desatendidos.
—¿Habéis tenido que hacer de psicólogos más de lo normal?
—El estanquero siempre tiene que hacer de psicólogo. Pero no sólo nosotros sino que prácticamente todos los que estamos detrás de un mostrador. A veces el cliente sólo quiere tener a alguien que le escuche. Hay gente que me dice que me va muy bien porque estoy enfrente del Mercado de San Francisco, pero yo creo que hay algo añadido y es esa atención al cliente.
—Recuerdo cuando venía al inicio del confinamiento y salía a la calle como con miedo, como si estuviera haciendo algo malo y usted siempre tenía una sonrisa.
— (Ríe) Hay dos anécdotas que las tengo grabadas en la memoria. Una fue cuando pasó el tanque de la Unidad Militar de Emergencia y entró un teniente. Le pregunté cómo se portaba la gente en Jaén y me contestó que, en líneas generales, bien. La segunda es el miedo que veías en las caras de la gente, aunque luego había personas con mucha picaresca e iba al estanco varias veces para comprar chicles, tabaco... Pero eran los mínimos. La mayoría de la gente que venía estaba concienciaba y compraba tal cantidad que parecía que se iba a acabar el mundo.
—La gente piensa que habéis ganado mucho pero perdisteis el canal Horeca, los bares y sus máquinas.
—Eso ha hecho un daño terrible, no a nosotros, que también, sino al mundo hostelero. De las máquinas que tengo se han caído dos y el daño al sector de la hostelería está siendo muy grande.
—Ahora no se puede fumar en terrazas ni en la calle si no se mantiene la distancia de seguridad sanitaria.
—Creo que ya están empezando a meterse con el espacio personal de las personas y hay mucho politiqueo en las decisiones y a veces dudas de la veracidad de todas las decisiones. Entre prohibir y no prohibir siempre hay una escala de grises y es hacia ahí donde debemos tender.
—Con respecto al juego... ¿ha notado más volumen de venta?
—Sí, pero más que el juego, sobre todo las tarjetas Google Play, de Amazon... Me han pedido más barajas de cartas que nunca y la verdad es que no tenía. También ha subido mucho el tabaco de la cachimba, creo que ha sido el gran año para ellos.
—Hablamos mucho de Covid-19 pero hasta entonces uno de los grandes caballos de batalla del sector era el tabaco de contrabando.
—Ese el gran caballo de batalla y ¿sabe qué ha pasado con el Covid-19? La gente que vendía el tabaco de contrabando no podía salir, con lo cual fue cuando empezó a fluir lo que de verdad era el estanco y cuál sería la facturación real, con el correspondiente pago de impuestos, de la venta de cigarros. Hay que perseguir el contrabando de verdad porque la gente no sabe qué se está metiendo en el cuerpo y es lo peor que hay.
—¿Cómo cree que será su sector dentro de diez años?
—Muy cambiante. Entré aquí pensando que era un sector sedentario, conservador hasta cierto punto. Pero ha entrado gente con muchas ganas de hacer cosas, que hay mucho apoyo entre los estanqueros, las marcas se están volcando en ofrecernos formación y creo que es un sector que va a cambiar mucho. El tabaco no va a desaparecer pero sí va a cambiar.
—¿Puede haber un equilibrio entre fumar y la salud?
—Sí. Hay marcas como Philip Morris que dio un paso al dejar de fabricar el tabaco y a dedicarse hacia los productos libres de humo. Por ahí pueden ir los tiros y el vaper no es lo peor del mundo, no todas las comunidades médicas están de acuerdo. Siempre debe haber un término medio.
Únete a nuestro boletín