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"Retrasé mi boda para no perderme un partido del Jaén y el Linares"

"Retrasé mi boda para no perderme un partido del Jaén y el Linares"

Por Javier Cano - Enero 14, 2024
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La fidelidad a unos colores es el lema sentimental de Francisco Navarro Soriano (Jaén, 1939). Un incondicional del Real Jaén que presume (con papeles y carnés en la mano) de ser el socio número uno del club blanco, que durante años guardó en su preciado archivo miles de datos y recuerdos futboleros y cuyos ojos vieron jugar al equipo de sus amores en Primera y Segunda, con Arregui a la cabeza. 

—Ha cumplido usted ochenta y cinco años esta misma semana, Francisco, pero hay un síntoma de juventud que lleva a gala desde hace décadas: siempre viste chándal. 

—Tengo veintitantas camisetas del Jaén, otras tantas del Bilbao (me gusta el Atlétic, aparte del equipo de mi tierra), lo menos diez chándals (cinco del Jaén y cinco del Bilbao) y tendré chaquetones otros diez, por lo menos. Yo siempre voy con el chándal puesto. 

—¿Es solo por comodidad o responde más bien a un espíritu deportivo incombustible, a que lo hace sentirse más cerca de sus pasiones deportivas?

—Claro, eso es lo máximo, ¡si yo no soy presidente del Real Jaén porque no tengo dineros! Si no, los hubiera echado a todos a tomar viento. 

—El deporte, el fútbol principalmente: esa ha sido toda su vida...

—De siempre. 

—¿Ya había afición futbolera en su casa cuando llegó usted al mundo? ¿Lo lleva en la sangre?

—No, mi padre trabajaba en el campo, murió con noventa y tres años y nunca vio un partido. 

—Está claro que lo suyo es una vocación tan grande como la de Venancio, aunque el de Sestao la descubriese ya talludito. Lo que hay quien sí pone en duda es eso de que Francisco Soriano es el socio número uno del Real Jaén. 

—Hombre, claro. Ahí tengo el carné. Yo me hice socio con el número quinientos no sé cuántos, luego ha ido muriéndose la gente o quitándose. El último número 2 era un tal Antonio López, que vivía al lado del Dallas, en la Puerta del Sol.

—Pero, ¿cuándo se hizo socio? ¿Lo recuerda? Ese dato puede ser incontestable.

—En el año 53 o así, la segunda vez que estuvo en Primera. 

—La época gloriosa de Arregui...

—Claro, Arregui vino del Iliturgi, para mí él era maravilloso. Yo tengo fotos con él, pero de pequeño no me dio a mí por coleccionar cosas. 

—No las ha conservado, entonces. 

—No, sí tengo fotos con Julen Guerrero, porque me apunté a la peña de Bailén y estuvo allí. Y con Goicoechea, el central, y su mujer, comiendo.

—Lacontradejaén dedicó un amplio reportaje a Ángel María Arregui a finales de 2021, cuando el mítico futbolista hubiera cumplido noventa y cinco años de edad (solo unos pocos más de los que usted tiene ahora). Para aquel trabajo, este periódico consultó a personas que lo conocieron, y nadie hablaba de él más que maravillas. 

—Arregui era un pedazo de pan. Me acuerdo de que vino el Valencia a jugar y el portero del Valencia era Quique; Arregui entró de cabeza, metió un golazo y Quique se quedó con la cabeza de Arregui y creía que era el balón, que ya estaba en la red. ¡Anécdotas de esas tengo yo...!

—Habla, claro está, del viejo estadio de la Victoria, en el que se movería como por su propia casa. 

—Claro, en el viejo campo. Pero ahora el campo que tenemos es un campo de Primera, y estamos en Tercera División. No hay derecho a que el Jaén juegue con los pueblos (yo no tengo nada contra ellos, cada uno tiene y quiere a su pueblo). Yo me acuerdo, antes, que iba el presidente del Jaén a las ferias de los pueblos y les pedía por favor que vinieran a jugar con el Jaén, pero para hacer taquilla, no para jugar partidos oficiales. 

—Aquellos años en los que el equipo blanco jugaba en las máximas competiciones...

—Estuvimos un año en Primera, bajamos, jugamos en Segunda y fuimos campeones y estuvimos otros dos años. 

—Tener un conjunto en el candelero supondría para la capital de la provincia un ambientazo tremendo, ¿verdad? ¿Cómo recuerda esos tiempos?

—Jaén era un pañuelo entonces, hablando mal y pronto, ¡y de los bares salía la gente...!. Todo por el fútbol.

—Algo nunca visto, ¿no?

—¡Qué lo voy a volver yo a ver eso! Otra cosa que yo tenía es que bajaba al fútbol como un periodista, con mi cuartilla y mi bolígrafo, me daban la alineación y me hacía mi crónica. Luego las archivaba, y ese era el archivo que yo tenía. Cuando llegaba el final de Liga, iba yo a Rafael, un encuadernador amigo mío, y me lo encuadernaba todo. 

—Ese archivo suyo del que (quienes lo han visto) dicen que es increíble. 

—Yo vivía en la calle Positillo, número 2. Hice dos habitaciones de mis ahorros, para tener palomos (que he tenido toda mi vida) y tenía también el archivo. Fotografías, carteles... Luego me lo llevé a la calle Salido. 

—¿Allí sigue?

—No, ahora lo tiene un cuñado de mi hijo. Se lo vendí.

—Pero está usted tranquilo, cree que lo ha dejado en buenas manos para que se conserve todo lo que acumuló a lo largo de tantas décadas, ¿no?

—Yo ya no me preocupa, muchas veces me da lástima porque quiero saber algo y ya no tengo adónde echar mano. Yo tenía una bolsa de blocs, y cada una tenía las alineaciones de los periódicos, de Segunda. Llegaba y si quería saber el Jaén-Madrid, llegaba al bloc tal y ya está. 

—¡Vamos, que ha sido una suerte de cronista oficial del Real Jaén! 

—Sí, sí, sí, quizá tengo yo más cosas que los diarios de Jaén y de Bilbao. 

—Siempre por pura afición, por pasión. No le ha movido otro interés.

—Sí, eso es. 

—Además, Francisco Soriano no se ha dedicado profesionalmente al deporte, por mucho que fuese capaz hasta de ir en chándal a una boda (perdone la exageración).

—Yo estuve en un taller de aprendiz, eso ya se ha perdido, allí en La Alcantarilla; luego me coloqué en los depósitos del agua en Cuatro Caminos de encofrador, de ayudante, estuve con don Ricardo Sabater. Después me coloqué con Trueba (allí me decían, de cachondeo: "¡Creo que ayer lloraste!", me lo decían porque había perdido el Real Jaén). Murió el padre, el hijo echó la empresa a perder y estuve un mes en el paro.

—¿Qué más, Francisco?

—Al mes me coloqué con los Molina en la finca el Huevo (para ir a Mancha Real) ahí me tiré tres meses de contrato. Terminé y estando en el paro, mi mujer estaba echando horas en la casa de una señora que su marido estaba en la Junta de Andalucía, y me colocó en la Junta, en el Conservatorio de Música, en la calle Compañía.

—Ha tocado usted todas las zonas del campo laboral, como los futbolistas todoterreno. ¿Qué hacía, exactamente, en el conservatorio?

—De conserje, ahí me tiré dieciocho años. 

—¿Ahí se jubiló?

—Ahí me jubilé, sí. Cuando me iba a ir, la gente me decía que me echaba de menos. Lo mismo arreglaba una puerta que hacía cualquier cosa. Recuerdo que cuando entré en la Junta de Andalucía, me saqué una cosa parecida al Graduado Escolar (yo no tenía eso), hice un examen y a los tres meses me avisaron, me quedé en puertas y me echaron a Andújar. Iba todos los días en autobús, y me hacía dueño del autobús. Así me tiré un año. Mi mujer bajaba a la delegación de vez en cuando, a ver si salía otro sitio. Y al final me vine al lado de mi casa, a cinco minutos de la calle Positillo.  

—Una vez jubilado pudo dedicarse de pleno a su afición, todos los días de la semana...

—Claro, y hasta hace dos años o tres años venía a entrenar aquí a Las Fuentezuelas, estaba con los futbolistas, ¡tengo una camiseta firmada por todos!

—Más de un lector se preguntará, a estas alturas de la entrevista, cómo no se preparó usted para ser futbolista, para ejercer su vocación. 

—Yo he jugado mucho al fútbol, pero no he tenido un padrino que me lance. Antes jugaban en los juveniles y esas cosas gente con dinero, los señoritos de antiguamente. Yo he jugado detrás de la cárcel, en los campillos, y en el portillo de San Jerónimo, en los pueblos, en las capeas. ¡Y he estado de entreñador de la peña del Real Jaén cuatro o cinco años!, saqué a Viedma, a Manolín... 

—¿Su afición desmedida tiene continuidad en sus hijos, o es que esto no se transmite por la sangre?

—Mi hijo jugó en el Jaén, pero amateur. Ahora es guarda de seguridad. Otra hija tengo en la Diputación, en una empresa, también guarda de seguridad. Y también lo es mi otro hijo, que está en Málaga. 

—A sus ochenta y cinco inviernos, ¿le hubiera gustado volver a ver al equipo de sus amores en Primera División? ¿Tiene esa espinita clavada?

—Claro que sí. Pero si no hay dineros, no puede ser.

—En Primera, en Segunda o en Tercera, ¿sigue usted apoyando al equipo en La Victoria, o ya prefiere la radio y la tele para vibrar con el Real Jaén?

—No fallo a ni uno, y mi carnet no se lo he dado a nadie nunca, porque no he fallado nunca. Ah, y otra cosa...

—Cuente, cuente...

—Cuando me casé en el 72 (ahora va a hacer cincuenta y un años), resulta que jugaba aquí el Jaén-Linares, ¡ya ves tú! Y me dije: "¡Me voy a perder el partido!". Fui a hablar con el cura de San Bartolomé y le dije: "Mire usted, a ver si puede atrasar la boda y casarme el año que viene". Y el cura llamó a otro que había allí, en la sacristía, y le dijo: "¡Fulano, mira lo que dice este, que no quiere casarse porque quiere ir al fútbol!".

—No pudo atrasarlo, claro.

—Claro, lo retrasé y vi el partido. 

—Su mujer se quedaría con ganas de sacarle tarjeta roja...

—Nada, nada. Son anécdotas. Vi el partido. 

—Para concluir, Francisco. Con tantas décadas de fidelidad al Real Jaén, ¿se siente ya un símbolo de la afición jiennense?

—Sí, la gente no para de hacerme preguntas. Mi amor al Real Jaén no ha cambiado, mientras yo viva seguiré siendo socio. 

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