"La IGP Aceite de Jaén es el nexo que puede unir a un sector atomizado"
Miguel Soto López (Granada, 1980) ha vivido parte de su vida en Huelma. Allí aprendió gran parte de lo que sabe del mundo del aceite. No en vano, su familia es agricultora y su madre, su faro. Entrar a formar parte del Consejo Rector de la Cooperativa San Isidro Labrador supuso abrir las puertas de un mundo del que ya no se ha podido salir. Es ingeniero técnico informático y su conocimiento lo ha puesto al servicio de un sector que ha cambiado mucho en las últimas décadas. Ahora es una de las caras visibles de uno de los grandes logros jiennenses. Es el secretario general del Consejo Regulador de la Identificación Geográfica Protegida Aceite de Jaén y nos cuenta, en Expoliva, los pasos que se están dando.
—¿Cómo se introduce en el mundo olivarero?
—En Jaén somos muchos los que desde pequeños trabajamos en el campo y ayudamos a nuestras familias en la época de vacaciones. Me marché a estudiar en Granada y desarrollé mi profesión dentro de la ingeniería. En 2008, la empresa en la que estaba entró en ERE y en casa siempre me había dicho que allí tenía trabajo.
—Como dice el refrán: el día que le falte trabajo, al tajo.
—(Ríe) Efectivamente, a la aceituna. Comencé en 2008 con la empresa familiar. Mi madre es agricultora de toda la vida y la ayudaba en todo lo que podía. Observé que dentro de la cooperativa en la que estábamos habían cosas que se podían mejorar, como el cambio de imagen. Un día me dijo mi madre que si tanto me gustaba que por qué no me metía. Así entré en el cooperativismo y descubrí un mundo nuevo, un sector del aceite que me ha encantado y estoy en este proyecto gracias a eso. Mi idea era formar un grupo dispar, de gente que viniera del campo, que fuera empresario, joven... Así formamos una candidatura de gente de menos de 40 años, con un espíritu bastante bueno y ganamos las elecciones. Ahí fue cuando verdaderamente empecé a formarme, a hablar con maestros, a conocer a gente, a ver todas las posibilidades del sector. Hicimos un cambio de imagen y modernizamos la cooperativa. El consejo en el que yo estaba prosigue, ahora dirigido por mi madre, con un relevo generacional inverso. Después me salió una oportunidad laboral y a los cuatro años en la cooperativa decidí dejarlo, pero siempre ya muy vinculado con el aceite de oliva.
—Apenas llevamos unos minutos de entrevista y ya hemos tocado tres aspectos esenciales para el sector como son el relevo generacional, la presencia de la mujer en el campo y la apuesta por la modernización.
—Me encanta este sector, pero a la vez soy muy crítico con él. Y me vinculé en el proyecto de Aceites de Jaén precisamente para poder introducir cambios que mejoren el mundo olivarero.
—¿Cómo surgió la posibilidad de formar parte del equipo de la IGP Aceites de Jaén?
—Conocía el proyecto y ya apostaba por él incluso cuando estaba como vocal en el Consejo Rector de la Denominación de Origen Sierra Mágina. Vi una oferta de trabajo de una empresa de selección de personal para cubrir la vacante de secretario general. Así que postulé y al tiempo me llamaron. Fue entonces cuando comenzó la pandemia. Hicimos la entrevista personal y, finalmente, en septiembre del año pasado se me comunicó que había obtenido el trabajo. Así hemos comenzamos una andadura que está siendo un poco ardua.
—Es que han comenzado la andadura en medio de una pandemia.
—Sí. En medio de una pandemia y sin poder visitar a nadie. Empezamos con todos los trámites administrativos, todos online, y con ciertas complejidades. Al final se consigue constituir y así comenzamos a trabajar. En un primer momento es dogma de fe y empezamos a hablar con todas las entidades para tomar el pulso del sector, intentado explicar qué es y por qué es importante estar.
—Vamos a explicarlo. ¿Por qué es importante? ¿Cómo se puede formar parte? Y, sobre todo, ¿quién puede formar parte?
—Para formar parte de la IGP Aceites de Jaén hace falta ser elaboradora de la provincia y envasador de cualquier parte del mundo. Es la diferencia con las denominaciones de origen. Tienen que ser olivares jiennenses pero los envasadores pueden ser de cualquier sitio, porque entendemos que no es una característica que defina el producto. Para inscribirse se pone en contacto con nosotros en la web o llamando. Durante todo el año se pueden inscribir pero es cierto que cuando la Fundación Certióleo Garantía Alimentaria nos indican que los procesos se han seguido los pasos es cuando se certifica. Los aceites tienen que cumplir un pliego único de un virgen extra claro.
—¿Por qué es importante estar?
—Porque es el nexo que puede unir a un sector atomizado y peleado. Tenemos algo común que defender, los aceites de oliva virgen extra. Además, era una anomalía que el mayor productor del mundo, que elaboramos los mejores aceites del mundo, no tuviera un sello de calidad que nos unificara. Es cierto que existen las tres denominaciones, que hacen una gran labor, pero solo cubren el 20 por ciento de la provincia. Además, en el mundo cuando se habla de aceites de Jaén ya se habla de calidad.
—Teníamos en nombre, pero no la forma jurídica.
—Efectivamente. Es lo mismo que le pasaba a Jabugo, que también ha corregido la anomalía. Pero este año certificamos sí o sí y los usuarios van a tener productos en los lineales. Lo que tenemos que conseguir el colectivo unido es que cuando se hable de aove se hable de Aceites de Jaén y para ello tenemos que llevar un proceso de calidad porque hoy en día el consumidor quiere saber qué toma y de dónde viene. Porque, al final, ese trabajo el consumidor lo reconoce.
—Me ha comentado hace un rato que han comenzado como un dogma de fe. ¿Qué aceptación está teniendo la IGP entre los productores?
—Al principio fue un poco complejo, a pesar de la alegría que suscitó conseguir la IGP. Pero debemos tener en cuenta que las cooperativas de esta provincia tienen unos procesos más lentos. Algo que nos dicen es que quieren ver cómo va y meterse después. Pero cuanto antes se esté en Aceites de Jaén, antes se podrá beneficiar de un certificado de garantía que tiene un hueco en un mercado cada vez más competitivo. Para ello vamos a estar en todos los eventos que podamos, invertir en publicidad y todo lo que haga falta para explicar qué somos y solventar todas las dudas que tengan los productores. Estamos comenzando y los inicios no son fases, además que se deben pulir detalles del día a día. No queremos ser una figura intrusiva, venimos a ayudar, no a lastrar. Hay quien nos dice que los costos son elevados, pero deben pensar que es una inversión y no un gasto. Es una inversión que permite que la marca esté posicionada en el mundo.
—El sector vive un momento de bonanza. Se han conseguido cambios normativos tras años de protesta, el precio es relativamente razonable, el aforo hace presagiar que seguirá así... Pero esto es cíclico. ¿Qué tenemos que hacer? ¿Cuáles son los retos?
—Valorizar el envasado. Medio litro puede costar unos nueve euros y todo el mundo tiene margen a esos precios para que sea rentable y al consumidor medio litro le dura mes y medio. ¿Qué no tenemos que hacer? Más lampantes. Debemos apostar por la calidad y el lampante no tiene valor. Este área sí es rentable y no depende de especuladores. Hoy en día se puede poner este producto del agricultor a la mesa fácilmente. Es un camino arduo, de mucho trabajo pero debemos apostar por la calidad con el aceite envasado. Debemos ser los mayores productores de virgen extra, algo que va evolucionando en la provincia y muy bien.
—Para finalizar, ¿qué deberes tenemos los periodistas?
—Estamos muy contentos con la respuesta de los medios de comunicación pero es cierto que a la hora de escribir es cierto que es importante contrastar con varias partes. Cuando se dan datos hay que ser muy cuidadosos porque pueden variar mucho los precios. Los periodistas muchas veces no son conscientes del poder que tienen hoy en día, y es algo real. Decir que va a haber un gran aforo, cuando no; o que habrá un gran enlace, cuando no, provoca que el aceite se devalúe y las cooperativas y almazaras se pongan nerviosas y empiecen a vender. Además, no se deben devaluar los vírgenes o los lampantes, que tienen su mercado.
Fotos: Andrés García.
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