"Si hago fotografías es para compartirlas con los demás, no para guardarlas"
Joaquín Sánchez Estrella no pactaría con el diablo ni por todo el oro del mundo, pero algo ha tenido que hacer este jiennense de nacencia y convicción para llevar la edad como la lleva y lucir chaquetas y camisas casi albertianas con la naturalidad de un veinteañero. A punto de presentar su próximo libro de fotografías otra vez con Jaén como protagonista (y ya van nueve), exprime su jubilación como tertuliano de café, activo cofrade y seguidor del Real Jaén este año del coronavirus que lo ha convertido también en convencido exlector de prensa: "Estoy harto de tanta negatividad", afirma.
—Es usted uno de esos jiennenses a los que es fácil encontrarlo en una procesión, jaleando al equipo blanco o en cualquier acto cultural que tenga relación con la ciudad. ¿De dónde le viene ese apego a todo lo que huele a su tierra?
—Misteriosamente o no, en Jaén hay mucha gente que siente pasión por Jaén y otra que no lo siente igual; en medio, no hay. O hay mucho o hay poco, interesante sería que el nivel fuese igual en todos, que les interesara mucho, y todo sería diferente.
—Vio la luz primera en una de esas calles que por más grande que le pongan el rótulo, siempre se llamará como se llamó siempre...
—Sí, en la calle Llana, número 26, que ahora es el 24. Había una taberna que ya no existe, Casa Alonso, que pertenecía a una casa esquina con la calle Abades. Le dieron un número nuevo y luego lo rectificaron.
—¿Le ha marcado eso de ser del casco histórico?
—Siempre digo que, para mí, las dos calles mejores de Jaén son la calle Llana, y no porque yo naciera (que también), y la calle Muñoz Garnica, la calle Ancha. ¿Qué pasa? Que de la calle Llana me fui unos once años después de nacer a la calle Pilar de la Imprenta, donde ahora, quién lo iba a decir, iba a salir una cofradía de la Virgen de la Estrella.
—Precisamente, Joaquín, esta entrevista se lleva a cabo en la calle Ancha. Vamos, que está usted en terreno propicio. ¿Qué le gusta de esta calle?
—Es una calle con unas casas todas muy clásicas, tiene cierto caché. La parte si dijéramos primera es la que más caché tiene; posiblemente la segunda parte también tenga alguna casa que lo tenga, pero ha habido muchas reformas y, de siempre ha sido así, han desmerecido al primer trozo de la calle.
—¿No será porque dice la tradición que por aquí bajó el cortejo de la Virgen de la Capilla camino de San Ildefonso, y esa es una de sus principales devociones?
—Tendría entonces que elegir otras calles además de Muñoz Garnica: la Plaza de Santa María, la calle Almenas, la calle Campanas... Muchas calles.
—Raramente se le ve sin una cámara entre las manos. ¿Cómo, cuándo empezó esa afición suya a la fotografía? Porque usted no se ha dedicado profesionalmente a esto...
—No, qué va; he estado en el banco desde los catorce años, hice perito mercantil y después seguí en el banco. La afición viene de cuando casi no existían cámaras; recuerdo que cuanto tenía yo dieciocho años había una óptica, Elba, en la Carrera. Esa óptica, para ganar un dinerillo, a los jóvenes que les gustaba la fotografía nos dejaba una cámara fotográfica de baquelita; ellos ponían el carrete y nosotros, durante el fin de semana, hacíamos fotografías. El lunes le llevábamos la cámara, se la devolvíamos con el carrete, y lo que cobraban por la revelación del carrete es lo que ellos ganaban, por eso te la dejaban. De ahí vienen mi Werlisa a color y la otra y la otra...
—Han cambiado mucho las cámaras, ¿no?
—Ahora, últimamente, a pesar de tener una cámara digital de las de hoy en día y de que la analógica prácticamente está arrumbada a pesar de ser buena, ya los móviles inperan; móviles muy caros que hacen fotografías extraordinarias, que no tienes que preocuparte de la velocidad, el diafragma, el movimiento de las personas... Sale todo nítido. Eso da mucha ventaja; la prueba la tienes en que casi todas las tiendas de óptica donde venden cámaras, lo que más se ve en los escaparates son móviles. Ahora hace fotografías todo el mundo, un niño chico hace fotografías. Antes había que llevar, entre comillas, un muerto, controlar el diafragma, la velocidad, que no se moviera. actualmente también hay que tener (aunque tengas el móvil) gusto para hacer las fotografías, hay que evitar momentos, sitios, una señal de tráfico, un semáforo... y te saldrá la foto mejor.
—Vamos, que ha claudicado a las nuevas tecnologías.
—¡Hombre!
—Roselló y tantos otros nombres legendarios de la fotografía amateur jiennense, ¿qué opinión tiene de su producción, de su aportación a la historia gráfica local?
—Roselló era un hombre como otros más que había: Herrera, Navarro..., había muchos. Roselló era muy consciente de lo que hacía, estaba siempre metido en las cofradías (estuvo en El Santo Sepulcro) y allí donde había que hacer una fotografía, allí estaba. Pero hay que tener gusto y tener idea para hacer las fotografías. Yo puedo hacerte aquí, ahora mismo, a ti, una fotografía, pero yo quiero que salgas tú; si pongo detrás, para que no salga el aire acondicionado, para que no salga la puerta, una tela de fondo y te enfoco a ti y el resto, el fondo blanco o rojo o lo que sea... Él muchas veces ponía la tela y se alejaba tanto que salían la persona, la tela, la parte del aire acondionado y la puerta. Eso, hoy en día, hay que hacerlo bien o hay que recortar posteriormente.
—No se reconoce en ese magisterio, entonces.
—Yo tengo lo mío particular.
—¿Lo suyo? Es usted una enciclopedia fotográfica andante, Joaquín, pero ¿qué estilo, qué es eso 'suyo' que le caracteriza como fotógrafo?
—Lo más importante en mí es que las fotografías que yo hago se las doy con gusto a la persona que le afecte esa fotografía, y sobre todo es que las fotografías mías no están ocultas; la prueba la tienes con este libro, que no estaba previsto, y hago ya el noveno dedicado a Jaén. Dos dedicados exclusivamente a cofradias, Jaén penitente (cien años de piedad y tradición) y los otros siete restantes dedicados a Jaén; si va alguna fotografía dedicada a costumbres, a la Semana Santa, es porque tiene que ir, pero no son exclusivos de Semana Santa.
—Compartir su obra: otra de sus pasiones particulares.
—Yo sé de personas que hacen fotografías que no las ve nadie, y eso no lo comprendo. Si haces fotografías es para enseñarlas, para hacer un libro, una publicación, una revista, lo que sea, y que ponga: 'foto de fulanito de tal'. Al esconderlas no disfruta nadie de lo que has hecho tú. Si las guardas es que estás orgulloso de fotografías que has hecho, que te gustan, y es interesante mostrarlas, darselas a quienes sea conveniente.
—Y usted es de esos, de los que las saca del cajón.
—Por ejemplo, hace unos días conocí a un muchacho, conductor de autobuses, que es muy dialogante, muy simpático; me di cuenta, al sentarme al lado, de que había sido o es costalero del Cristo de los Estudiantes y la Virgen de las Lágrimas; la copla esa me quedé con ella y al día siguiente le llevé fotografías mías para regalárselas, de Los Estudiantes, de Nuestro Padre Jesús, de la Virgen de los Dolores de San Juan y de mi Virgen de La Expiración... y de La Estrella. Él tan contento y yo más, de habérselas regalado.
—Esa es su satisfacción, entonces.
—Que tenga guardadas siempre como oro en paño unas fotografías mías.
—¿Lleva usted la cuenta de los carteles y boletines cofrades que ha realizado a lo largo de su trayectoria, o le pasa como a Julio Iglesias con su dinero cuando se lo preguntó Gabilondo hace la tira de años?
—No, no sé cuántos he hecho. Últimamente, eso sí, las cofradías tienen, para mí, una costumbre que no es ideal. Cuando presentas un cartel y te lo dan en tamaño cartel, enmarcado, en las paredes no cabe. Aconsejo que los den más pequeños y, así, la persona que lo recibe lo puede poner en las paredes. Y sobre todo, si no hay fotografía no hay presentación.
—¿A qué se refiere, qué quiere decir exactamente?
—Veo ilógico que a quien presenta ese cartel, estando al lado el autor de esa fotografía, le den una placa, que yo creo que es de más enjundia que un cartel enmarcado. Yo lo que hago es (por ejemplo con los de la Madrugada de Nuestro Padre Jesús, que los dan en tamaño grande) sacarlo del marco, lo reduzco, me achican el marco en la marquetería y lo cuelgo; si no no lo puedo poner.
—Un tirón de orejas a las cofradías que seguro que nadie había hecho público hasta ahora, pero seguro, Joaquín...
—Hombre, que sea igualado. Es más, en el cartel tiene que poner que la foto es de fulanito de tal. Yo tengo uno que no pusieron ni eso; se lo dije a la cofradía, se lo quedaron para arreglarlo con rapidez y de eso hace ya unos siete años y no me lo han devuelto. Se lo tengo que pedir.
—Si lo mira por el lado bueno, al menos se ha ahorrado los gastos de achicar el marco.
—Eso sí. Pero es el detalle, tener interés en lo que se hace.
—Volviendo a la fotografía, a sus libros. Su archivo gráfico conforma una historia en imágenes del Jaén de los últimos cincuenta años. ¿Cómo ha evolucionado la ciudad, vista tras el objetivo?
—La gente de Jaén, según quién entre, quién se interese, políticos o no políticos, tienen que tener interés y que se arreglen las cosas, que las licencias de obras no tarden tantísimo. Solamente puedo decir que todas las ciudades se han agrandado. Cuando yo era niño y el Real Jaén estaba en Primera División solo había un autobús, para bajar al campo de fútbol o a Las Progegidas. Jaén ha aumentado el cien por cien, por la inercia de la época, el paso de los años, todas las ciudades lo mismo. Si resucitara alguno de aquellos que murió en en los años 50...
—¿Qué Jaén le gusta más, aquel o este?
—Uno se va siempre a hacer fotografías al sitio más antiguo, porque es el sitio que tiene algo, en el casco antiguo... El otro día estuve yo en La Magdalena y al bajar para abajo hice fotografías a detalles de los Baños Árabes, si es de noche más todavía. Siempre hay momentos, lugares, aunque sean detalles quedan preciosos. Por abajo no, puedes hacer una avenida, una flor, pero no hay detalles que fotografiar. Del Paseo de la Estación para arriba.
—¿Ese es, entonces, el que protagonizará su próximo libro?
—Este libro es el que no iba a hacer; me decían que hiciera uno con fotografías exclusivamente antiguas de Jaén, que no se ha hecho ninguno, y claro... Son fotos mías, lógicamente, y otras del siglo pasado cogidas de archivos o propiedad mía. Creo que se va a presentar el 29 de septiembre, en La Económica. Queríamos en abril, pero todo se cortó en marzo.
—Además de a la propia ciudad, ¿a quién le dedica este nuevo trabajo?
—Como he escrito en la dedicatoria del libro, "mi deseo entrañable para aquellas personas que con sacrificio reconfortante van sembrando el mundo de alegría y cariño hacia los que más lo necesitan a cambio de nada, pero ellos que son los elegidos Dios les tiene reservado el premio que merecen.
—Bonita dedicatoria. Cambiando de tercio, Joaquín, tiene usted uno de los currículos cofrades más apabullantes de la ciudad. ¿Hay alguna hermandad en la que no haya desempeñado cargos de responsabilidad?
—Si empezamos por el Domingo de Ramos, La Borriquilla, con motivo de que mi hermano era hermano mayor, por compormiso estuve un año de secretario; La Estrella, cuando era yo hermano mayor de La Expiración nos pidieron enseres par poder sacar la cofradía en el año 83 y le dimos faroles, ciriales, una cruz guía...; me hicieron consiliario de honor, una figura de deferencia. Cuando dejé, en el 84, el cargo de gobernador del Cristo de la Expiracion, me ficharon entre comillas y desde entonces he estado algunas épocas fuera de la junta pero siempre he pertenecido a la cofradía, he sido de todo, vocal, mayordomo del Cristo y de la Virgen, vocal de Cultos, secretario doce años...
—Ahí no acaba la cosa...
—Soy cofrade de La Clemencia, fui vice hermano mayor de la Cofradía del Cristo de la Humildad y Silencio, donde tuve la iniciativa de que se saliera a hombros; menos mal que ese año se suspendió la procesión por la lluvia, porque no podían con el. José Gómez-Zorrilla me preguntó que cuántos cabían dentro, le dije que veintiuno y me contestó que cómo íbamos a quitar a veintiún cofrades de las filas, con los pocos que iban. Le dije: '¡no te preocupes, ya irá a más', y ahí está ahora la cofradia. Soy también cofrade de El Perdón y de La Buena Muerte, he sido gobernador de La Expiración del 80 al 84; de Nuestro Padre Jesús tengo el brazalete de honor, de El Santo Sepulcro fui gobernador y pregonero, y en la Virgen de la Capilla también estuve un montón de años, con Ramón Calatayud y con Juan Carlos Escobedo.
—En 2012 le cayó un doble chaparrón como gobernador de El Santo Sepulcro: el que mojó literalmente la procesión y el de las críticas que le llovieron a usted a cuenta de su decisión de salir. ¿Cree que ese episodio ha empañado toda su trayectoria cofrade?
—Ese año le llovió a cuatro cofradías, lo que pasa es que había gente que quería hacerse cargo de la cofradía (no gente, personajillos y otro personaje que colaboró). Resulta que después de muchos ensayos, la cofradía tenía que su itinerario: lo he dicho públicamente, si fuera yo cuarenta veces hermano mayor del Santo Sepulcro, cuarenta veces bajaría por Arroyo de San Pedro, que ese es su titio, y no bajar por Martínez Molina y volver por Arroyo, que es el doble. Si llovió no fue culpa de bajar por Arroyo de San Pedro. Ese año le llovió al Cristo de la Expiración, a La Vera Cruz, a Nuestro Padre Jesús y al Yacente.
—¿Volvería a tomar la misma decisión? Sinceramente, Joaquín, desde la perspectiva que dan los ocho años que han pasado desde entonces.
—Es que no llovía, no estaba ni nublo. El año anterior no salimos porque llovió, y no pasó nada. Cuando una cofradía arriega, si no llueve y no sales dicen: 'qué cobardes', y si llueve, 'para qué habrán salido'. Hoy en día, con las técnicas que hay, las imágenes no se estropean. Y si se estropean algo, hay muy buenos restauradores que las restauran en dos días.
—¿Le ha dejado mal sabor de boca esa experiencia?
—Hicimos una cosa que se la apunto a nuestra junta de gobierno, que nunca se ha hecho ni se va a hacer en Jaén: cambiar un altar mayor. Para eso tienen que tener mucha suerte el hermano mayor y la junta, y que quiera el párroco, que lo dudo. Las imágenes de El Santo Sepulcro, de Sebastián de Solís, estaban al final de la iglesia, la gente podía tocarlas, y decidimos ponerlas en el altar mayor como Calvario. Después de mucho trabajo, ahora la gente va y parece otra iglesia. Eso fue lo mejor que hicimos.
—Este año 2020, de fotografías de Pasión o de Gloria nada de nada.
—Bueno, hay que conformarse, porque ha habido tantas cosas que se han suspendido aparte de la Semana Santa: cofradías de Gloria, el Corpus Christi, la Pastora ahora... Se le hacen fotografíaas a las casas, no queda otra.
—¿Cómo ha llevado usted el confinamiento?
—Sin leer el periódico desde marzo, y yo lo leía todos los días. He ojeado deportes por ver la parte del Real Jaén, y he visto que hay más de un 50 por ciento de mentiras que de verdades. Hace un par de meses me echó la sal a la mollera cuando vi por Google que los hospitales buscaban sangre, y tuvieron que desmentirlo los propios médicos. Desde entonces no leo prensa, hay más mentiras que verdades. Ves una cosa y, al rato, otra diferente.
—¿Está usted matando al pregonero (por utilizar un término cofrade)?
—No, no. Que unas veces dicen una cosa y otras veces, otra. No hay noticias positivas, todas alarmistas. Aunque sean mentira, eso animaría a la gente. No puedes ir por la calle como vas y la gente, con mascarillas, que se cambie de acera, como si estuviéramos apestados.
Vídeo y fotos: Esperanza Calzado.
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