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"Para escribir necesitas leer y a un escritor a tu lado"

"Para escribir necesitas leer y a un escritor a tu lado"

Por Fran Cano - Septiembre 17, 2023
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Joaquín Fabrellas (Jaén, 1975) presentará el 10 en octubre en la Biblioteca Municipal La condición radical, un libro que le ha permitido abordar a fondo la figura de quien ya es uno de sus maestros, Francisco Ferrer Lerín. El escritor y docente visita la Redacción de Lacontradejaén, en Cuatro Gatos Coworking, para echar la vista atrás en su trayectoria. Hay tiempo para hablar de los autores que más lo han marcado y del arte de escribir, oficio huérfano en España de universidades propiamente para tal fin.

Repite Fabrellas la idea de ser honesto con uno mismo tanto delante del folio como cuando toca compartirlo con los demás. Crítico en Zenda Libros, el jiennense es partícipe a diario de las sensibilidades de los más jóvenes gracias a su trabajo como profesor de Lengua y Literatura. Este curso, después de recorrer un puñado de municipios de la provincia en los últimos 20 años, dará clase en el IES Jabalcuz de la capital, donde reside.

—¿En qué consiste su ensayo La condición radical?

—Es una obra que habla sobre la poesía de Francisco Ferrer Lerín, un autor muy respetado, pero poco conocido. Pertenece al movimiento poético adscrito a Los novísimos, pero no llegó a formar parte de esta corriente de finales de los 60 surgida en Barcelona. A él se le conoce como un 'protonovísimo' o 'el primer novísimo'. Un autor muy importante. Yo quería hacer mi tesis doctoral sobre él. Al final, la tesis se convirtió en un ensayo y no hice la tesis (risas). Las tesis son muy fijas y yo quería llegar un poco más allá. Y llego a conclusiones mucho más personales precisamente por elegir la vía del ensayo.

—¿Cuanto tiempo le ha llevado?

—Empecé a recopilar material sobre Ferrer Lerín cuando lo conozco, allá por el año 2014. Ya me interesaba su obra de antes. Como estaba inmerso en la tesis, poco a poco iba escribiendo sobre cada uno de sus libros. Y al conocerlo empecé a pedirle información y hacerle entrevistas sobre cómo trabaja. Hacia 2020 ya tenía casi 600 páginas sobre toda la obra, incluyendo sus cuentos y sus novelas. La editorial me dijo que tenía que ser más corto y al final analicé la poesía. Hablamos de un autor en proceso con una obra viva. Por supuesto, miré todo lo que se había escrito sobre él. Tiene 81 años y dentro de poco publicará una novela. Además, hace poco Tusquets Editores publicó su poesía reunida.

—Hablemos de usted. Ha probado cuento, ensayo y novela. Más allá de los géneros, ¿cuáles son los temas que más le motivan?

—Precisamente una de las cosas que me ha enseñado Francisco Ferrer Lerín, que ya es un maestro para mí, es no creer en los géneros tal y como nos lo han contado. Hay que hablar de temas, básicamente. Después de tanto escribir, creo que estoy pasando por un momento a la espera de que lleguen temas. En marzo publiqué el ensayo de Ferrer Lerín y el año pasado salió la colección de cuentos Césped seco. ¿Qué me interesa? Busco temas en las lecturas y que éstas me sugieran algo, y que en torno a ese 'algo' organice un volumen, un cuento o una novela.

—¿Tiene algún tema al que volvería en diferentes publicaciones?

—Ahora estoy centrado en escribir narrativa corta y me interesa mucho lo insólito. Cosas insólitas. Cosas que se hayan encontrado en los libros y no se sepan o una persona que haya pasado desapercibida. O, no sé, que te despiertes una noche y descubras que no es esa noche sino otra de otro año. Ese tipo de hechos insólitos son los que me interesan. Buscar cosas muy singulares.

—¿De cuál de sus libros está más orgulloso cuando mira atrás?

—Una cosa muy curiosa que digo siempre como profesor de Literatura sobre Cervantes es que él nunca pensó que El Quijote iba a ser su libro más importante; creía que iba a ser La Galatea, una obra que ahora es prácticamente ilegible, una novela bizantina que es súper rara. Por ejemplo, de la poesía no rescataría casi nada de lo que he hecho. Porque ahora mismo no escribiría así. De la novela, que me gustó muchísimo, sí rescataría, pero también es verdad que esto defrauda un poco, porque aprendes que no es tan importante algo en lo que has invertido tanto tiempo.

En cambio, Césped seco me ha marcado un camino, porque lo hice sin pretensión, lo publicó la Editorial Versátiles y ganó el premio Ópera Prima de la crítica en el año 2022. Es mi mayor logro más allá de lo que sean los logros y el éxito en la labor de la literatura. Como le decía, ahora voy más por la narrativa breve. Y es curioso porque siempre pensé que iba a 'pasar a la historia' como poeta y como novelista. Una vez vuelvo a leer los cuentos de Césped seco sí me doy cuenta de que hay muchos temas abiertos de los que hablaba anteriormente: la búsqueda de algo raro. Por ejemplo, el descubrimiento de una tribu de Canadá que habla una lengua que sólo entienden sus miembros. Cosas así.

"LORCA ERA MUY BUENO Y TRABAJABA MUCHÍSIMO"

—¿Escribe todos los días?

—Intento escribir todos los días. En marzo, después de la publicación del ensayo, me tomé un descanso. He llegado a cosas que nunca creía que conseguiría cuando era estudiante de Filología Hispánica, como publicar en Ínsula, en Turia y en grandes medios de las artes. O ganar el premio de la crítica. Yo nunca pensé en eso. Ciertamente, desde marzo hasta aquí he escrito bastante poco. Cuando me dicen que publico un montón recuerdo que el libro de cuentos tardé dos o tres años en hacerlo. Ahora estoy repasando uno de poesía con el que llevo desde el año 2017, de modo que trabajo lento.

—¿Cómo de importante es la disciplina en la vida de un escritor?

—Mucho. Los escritores no somos geniales. Todo el mundo utiliza con facilidad la palabra 'genio', pero yo creo que no existen. Hay gente muy buena, como Lorca, que lo era, pero trabajaba muchísimo. A nadie le sucede un poema o un gran artículo o un gran relato. Si no puedes escribir todos los días, porque tienes otro trabajo, cuando te pongas tiene que ser muy seriamente. La literatura no es ninguna cosa de improvisación. Eso sale cuando llevas mucho oficio y te sale una página magistral. Lo demás es trabajo y disciplina. La poesía y la narrativa tienen su propia disciplina, como saber escribir bien. Nadie te enseña a eso.

—¿Y leer? ¿Lo considera imprescindible para escribir?

—Sí, no hay ninguna escuela o facultad en Europa que te enseñe a ser escritor. En Estados Unidos sí que las hay. Aquí hay tutorías, cursos y talleres. Y la mejor escuela que tenemos los escritores para ser buenos es la lectura. Y en nuestro caso, no se trata de leer por leer, por placer. Hace falta cierta autocrítica para entender qué hace bueno un libro y qué no. Si quieres ser un buen poeta, tienes que haber leído mucha poesía. También es muy importante tener un escritor a tu lado.

—Un mentor.

—Claro, alguien te vaya guiando y te diga: 'Esto no es así'. No se pueden utilizar tantos adjetivos en un poema, no se puede hablar de temas tan banales en un cuento o en una novela ni emplear adjetivos manidos por ser recurrentes en el periodismo. O cierta manierismo que quizá escapa a la gente. Lo mejor está en la mejor literatura.

—¿Qué autores le han marcado más?

—Últimamente, uno de los que más se ha metido en mi vida es Ferrer Lerín. Mi literatura no se parece a la de él, pero me ha marcado a la hora de trabajar: hay que ser sincero y honesto con uno mismo. Julio Cortazar me influyó mucho de joven. Después, cuando era un poco mayor, a los treinta y tantos, me obsesionó Borges por su narrativa breve. También me encantan San Juan de la Cruz o Miguel de Cervantes. Y hay dos autores americanos que me han marcado mucho: T.S. Eliot, del que he traducido su obra, y David Foster Wallace, que es un cuentista americano que me ha influido. Mis cuentos le deben algo a Foster Wallace. En la forma de interrumpir la narración y en la fragmentariedad de la obra. Me interesa mucho esa narrativa moderna.

—Foster Wallace era muy polifacético: lo mismo escribía un perfil para The New Yorker que una novela.

—Sí, sí. Un tío muy inteligente y una máquina escribiendo.

—No quiero meterle en un lío. ¿A quién recomienda de Jaén?

—Hay muchos autores de Jaén que son referentes. Uno de ellos es Pedro Luis Casanova, que es amigo mío y uno de los mejores poetas que hay actualmente. Publica poco y se prodiga poco por los medios literarios. Al mismo tiempo, a Juan Manuel Molina Damiani lo considero una gran influencia, además de un amigo y de un maestro. Luego hay autores reconocidos y con trayectoria larguísimas como Javier Cano o Begoña Rueda. No es tanto de mi gusto, pero también está Emilio Lara, que tiene mucho éxito. ¿Quién más? Eslava Galán también, aunque para mí no sea un autor de referencia.

Si hablamos de referentes, me quedo con Damiani, porque tenemos una formación similar, pues los dos cursamos Filología Hispánica en Granada. Y un autor que me interesa mucho y que sigue siendo un referente, hasta el punto de que también quiero dedicarle una tesis doctoral, es Manuel Lombardo Duro. Es uno de los grandes olvidados. También tengo un proyecto para abordar su obra y explicármela.

"NO TENÍA NADA CLARO NI QUERÍA SER PROFESOR"

—¿Cómo llegó a la docencia?

—No lo tenía nada claro ni quería ser profesor. Yo llegué tarde, en el año 2004 con 28 años. Tenía compañeros que llevaban en la docencia desde el año 2000. Cuatro años no suponen mucho, pero se nota cuando te pones a trabajar. Yo llegué a la docencia de forma un poco accidental, porque yo quería dedicarme a escribir. Después me di cuenta de que iba a pasar mucha hambre (risas). Trabajaba en bares, en la noche, y es una forma de vida muy desordenada. Me di cuenta de que el tiempo pasaba y tenía que buscarme la vida. Como escritor, lo pasabas muy bien pero era duro. Publicar era una aventura. Que te paguen es imposible. No puedes vivir de eso. Tenía compañeros que empezaban a trabajar en institutos y me decidí a hacer oposiciones. Quería tener una casa y formar una familia. Hice los exámenes y aprobé.

—¿Qué tal ha vivido la evolución de los alumnos en 20 años? Yo creo que ahora leen más que nunca aunque sea en el móvil.

—Es complejo, porque todo ha cambiado muchísimo en la educación. Las redes sociales han llegado para quedarse. Son nuestras aliadas y hay que utilizarlas. Llegamos a la lectura no por el físico en sí sino por las redes sociales. Se habla mucho para mal de los adolescentes, pero está lejos de la realidad. Hay gente sensible y chavales muy interesados en la lectura. Hay que abordarlo de otra forma, porque los alumnos tienen más empatía y son más activistas con, por ejemplo, el medioambiente o la diversidad sexual. La docencia tradicional de 'niño, calla, que estoy hablando' ha cambiado; las clases son más activas.

—La tecnología ha motivado cambiados.

—Claro. Ha cambiado para bien y ahí estamos los profesores para abrir un nuevo mundo y saber emplear los recursos. Hay un montón de páginas para descargar libros de forma segura...

—¿Les recomienda a sus alumnos series y película?

—Sí, ellos lo piden. Yo recomiendo, pero a menudo les digo que lo que a mí me interesa igual no les interesa a ellos. Como tenemos excelentes recursos en los institutos, les animo a que se acerquen sin compromiso y que cojan el libro que quieran. Hay de todo, desde novela gráfica, que ha subido muchísimo, hasta anime o cualquier cosa que pidas. El caso es aficionarse a la lectura porque es algo positivo, no porque yo te lo mande como profesor. Obligar a leer es como obligarte a soñar algo. Si estás con el móvil, lee y chatea con tu novia...

—Se puede ser ingenioso con el WhastApp.

—Exacto. O si estás en Twitter, buscas concursos literarios. Se trata de captar la atención.

—Hablando de consejos. Si le llega un joven o una joven con ganas de escribir. ¿Qué le dice?

—Que lea mucho y que corrija mucho. Me lo consultan los alumnos que escriben. Les digo que repasen esas páginas. Seguramente hay que buscar un nuevo enfoque, ser original. Les hablo de El guardián entre el centeno para que sepan que la soledad y la rebeldía ya la han experimentado otros antes.

—¿Es difícil ser crítico?

—Tiene relevancia la crítica, pero está muy mediatizada. La labor del crítico, como la del intelectual, está en desuso. Antes era muy importante la labor del crítico, pero ahora ya todo el mundo publica y hace obras de teatro, y no espera tanto la crítica. A la hora de escribir hay que ser honesto siempre. No se trata ni de machacar ni de entrar en el halago excesivo. Hay que desentrañar las claves del autor en la crítica. Es una actividad cada vez más denostada. Ahora lo puedo hacer en Zenda Libros e intento no engañar a nadie. Hay que diferenciar entre la reseña y la crítica, que supone abordar la obra con contexto y como producto sociológico. La reseña es más amena, más libre.

—Le hago la última. ¿Cree que hay joyas escondidas en la autoedición o mira con sospecha a alguien que se autoedite?

—No, yo no miro a nadie con sospecha. Cada vez se publica más. Parece que 'el hombre o la mujer de éxito' necesita el complemento de publicar un libro. En mi opinión, el escritor nunca debe pagar por su libro. Si tú no tienes otra forma, porque no conoces a nadie, y lo publicas, me parece bien. También hay que saber cuál es el alcance de esa autopublicación. Porque es como pagar por sexo; no has ligado. Lo veo un poco así. Depende de los gustos y del interés de cada cual. Si quieres un libro para tu familia, me parece bien. Javier Castillo autoeditó y luego publicó con Planeta. Ahora, si quieres escribir poesía, las cosas llevan tiempo. En un año no puedes hacerlo. Es muy raro. Igual que una novela. El problema de algunas editoriales es que no tienen mucha ética. Quieren tu dinero. Te dicen que sí, que publicas con ellos, no se leen el manuscrito y acuerdan vender 150 libros en la presentación.

Yo recomiendo paciencia. Esto no va ni de ganar dinero, porque es muy difícil vivir de escribir, ni de hacerte 
famoso. Ni fama ni dinero ni éxito. Son tres grandes falacias. Como dice Julio Llamazares, escribes porque sabes que seguramente no lo va a leer nadie. Y porque a nadie le importa lo que estás escribiendo. Nadie le pide a Llamazares, un autor consagrado, un libro. Lo escribe, lo corrige y se lo manda a la editorial. Y hablamos de un grande. Tú escribes a sabiendas de que ese libro posiblemente no se publique. Es la mejor prueba de compromiso contigo mismo de que lo que estás haciendo es bueno, serio y encontrará un editor para ser publicado.

Fotos y vídeo: Fran Cano.

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