
"La Banda Municipal de Música me dio satisfacciones... y mucho estrés"
Director y compositor titulado, máster en Patrimonio musical, doctor, catedrático y profesor jubilado ["retirado", prefiere decir], creador y batuta de varias formaciones, jurado de prestigiosos premios...
Un currículo apabullante el de Juan Antonio García Mesas (Andújar, 1965), aquel chavea deslumbrado desde la primera vez que oyó a una banda de su pueblo y que, andando el tiempo, se ha convertido en un referente contemporáneo para cualquiera que, desde el Santo Reino, apueste por llenarse los oídos de música.
—Hijo y nieto de músicos, ¿verdad?
—No, en mi casa no ha habido antecedentes familiares dedicados a la música, yo soy el primero; recuerdo esa llamada de la música, de pequeño, en la esquina de la calle, en Semana Santa, fui con mis padres a ver la procesión que pasaba por allí y lo típico...
—¿Lo típico, señor García Mesas?
—Sí, vi pasar una banda de tambores y cornetas y, detrás de la Virgen, una banda de música. Aquella sonoridad tan peculiar me llamó la atención y dije a mis padres que yo quería aprender música.
—Era usted un zagal todavía, y lo normal a esas edades es que se quiera ser astronauta, futbolista o componente de una banda...
—De hecho, mi padre no me hizo caso, pero a los pocos días se lo volví a decir y me dijo que iba a hablar con el director de la banda del pueblo; habló con él, y así empecé.
—¿Cómo empezó, Juan Antonio, qué es lo primero que hizo en las filas de aquella banda de pueblo?
—Antes de tocar, lo lógico era aprender lenguaje musical, el solfeo de toda la vida, y el director me dio la caja, ese fue el instrumento que toqué primero; por eso luego hice la carrera de Percusión, fueron mis inicios, me gustaba y la estudié en el Conservatorio Superior de Córdoba.
—Tamborilero para empezar, ¿y luego?
—Luego me pasó al saxofón, que es otra de las dos especialidades instrumentales que tengo. Creo que la mejor escuela que puede tener un músico es la de iniciarse en la banda del pueblo.
—¿Por qué? ¿Qué aporta a un recién llegado al mundo de la música una formación municipal?
—Porque aprendes música de una manera limpia, en el sentido de que trabajas, aprendes a conocer los errores, los fallos y, sobre todo y lo más importante, a resolverlos.
—Sin embargo, muchos de los componentes de esas bandas luego no terminan dedicándose profesionalmente a la música...
—La mayoría; cuando voy a Andújar coincido con muchísimos amigos de aquella época, de la banda de música [mi mujer también empezó en la banda siendo niña conmigo, allí nos conocimos, y no hizo nada a nivel profesional].
—¿Es usted hijo único? Perdone la intromisión en la intimidad.
—No, soy el segundo de cinco hermanos.
—¿Cinco hermanos todos músicos, o la vocación solo se fijó en el segundo de ellos?
—Sí, uno de ellos, el quinto, se ha dedicado profesionalmente a la música, es profesor en el Conservatorio de Jaén; algún otro hizo sus pinitos, aunque no llegó a ser profesional.
—Esos dos lo tendrían a usted como referente, claro.
—[Ríe] Bueno... Con mi hermano el que es músico profesional recordamos aquellos años en los que para ir a estudiar al Conservatorio de Córdoba (en Jaén no había), cogíamos una moto que teníamos, a las seis de la mañana, tanto en verano como en invierno (esos duros inviernos de Andújar, con humedad y lloviendo), y llevando en la moto el instrumental y los libros para ir a la estación a coger el tren para Córdoba. Y luego la vuelta, lo mismo.
—Eso se llama vocación.
—Era vocacional aquello, sí, cien por cien. Pasábamos frío, nos mojábamos en la moto y pasamos algún susto que otro, pero son momentos entrañables que hacen que las personas crezcamos interiormente de una manera mucho más sólida.
—Estudió en Córdoba y...
—Nada más terminar empecé a trabajar, justamente en mi pueblo, como profesor en el casi recién creado Conservatorio de Música de Andújar. Mi inquietud me llevó a seguir estudiando, ya pensaba que me iba a quedar tranquilo, relajado, pero no, eso no va conmigo. Seguí estudiando, amplié mis estudios de Piano (no llegué a terminar la carrera, ni me hizo falta, porque mi objetivo era obtener la titulación de Lenguaje musical y hacer Composición y Dirección de orquesta, que exigían algunos cursos de Piano). Así, hasta que terminé Lenguaje musical en Jaén. Luego, en Málaga, terminé la titulación superior de Dirección de orquesta y Composición, que me han permitido desarrollarme no solo como músico...
—También como creador.
—Exacto.
—Evoque, Juan Antonio, rememore, haga balance... ¡Acertó de pleno cuando decidió entregarse a la música!
—Sí.
—Lo mismo se ha perdido el mundo un gran abogado, un chef estupendo, un campeón olímpico (es usted un enamorado del deporte)...
—Bueno, lo que sí he pensado es que me hubiera gustado ser militar, tengo un hermano capitán de la Guardia Civil, mi vocación quizá habría sido la de músico militar, o mejor: director. Siempre he disparado arriba (nunca mejor dicho), apuntar alto. Pero no me arrepiento.
—¿Nunca lo intentó?
—Sí, siendo un mozuelo oposité dos veces para músico militar, pero en el Ejército no me vieron en el mejor momento, quizá también porque se presentó gente mucho mejor que yo y los seleccionaron. Cuando me presenté la segunda vez consideré que ya había sido bastante y que debía focalizar mis esfuerzos hacia otros destinos.
—Siempre le queda a usted componer marchas militares, para matar el gusanillo de esa vocación frustrada (lo de frustrada, con todas las comillas del mundo, claro, que esa palabra es muy gruesa).
—Nunca he escrito marchas militares; procesionales sí, pero militares no.
—La Banda Municipal de Música de Jaén: muchas personas lo recordarán, señor García, al frente de la histórica formación jaenera.
—Fue terminar Dirección de orquesta y Composición y me enteré de que habían convocado oposición libre para la dirección de la banda.
—Habla de la época en la que acababa de dejar la batuta el maestro Vílchez...
—Sí, sí, pero la plaza no la habían sacado desde que se jubiló José Sapena, la habían ido cubriendo de manera interina; me enteré de que pedían Dirección de orquesta y Composición (justo lo que acababa yo de terminar), vi una oportunidad única y la aproveché al máximo.
—Aquel nene de Andújar que flipaba viendo pasar a la banda de su pueblo, ahora era el jefe nada más y nada menos que de la que, años antes, dirigió su admirado maestro Cebrián.
—Sí, y antes era todavía yo un chaval cuando empecé a dirigir la banda de mi pueblo, con dieciséis o diecisiete años, cuando estudiaba en Córdoba y creé la 'Maestro Amador' en homenaje a un director que hizo mucho por la música en Andújar; pero una vez que se convocó la plaza para Jaén, me preparé a conciencia, teniendo en cuenta además que muy gente tenía entonces la titulación que pedían. Fue como una lotería para mí.
—Eso fue en...
—2001, la última prueba recuerdo que fue el 25 de mayo.
—¿Cómo se encontró, al llegar, la banda de la capital? Toda una institución.
—A nivel profesional siempre ha tenido muy buenos músicos: la diferencia estaba en el concepto.
—¿Qué quiere decir exactamente?
—Que el concepto musical de la banda no coincidía con el mío.
—Dicen que hizo usted ruido en la banda (y nunca mejor dicho, no diga que no).
—[Ríe]
—Revolucionario, dicen... ¿Quizá fue eso lo que lo llevó, años después, a abandonar la dirección de la Banda Municipal de Música de Jaén?
—No, no, fue simplemente entender que se había cumplido un ciclo y que había que dar un paso a un lado. Yo podría haber seguido, tenía la plaza en propiedad, había pedido una excedencia como funcionario, pero después de nueve años mi conciencia no me permitía continuar y seguir forzando la máquina, y decidí dejarlo, no me agarré a la plaza. Me apetecía cambiar.
—Por si acaso no le ha quedado claro al lector: ¿en qué, concretamente, no coincidían su concepto particular y el de la propia banda?
—Me encontré muy buena predisposición por parte de los músicos, que también tenían ganas de innovar, de modificar repertorios. Hay que tener en cuenta que, después de muchos años, la persona tiende a amanerarse un poco, y ellos se volcaron, me gustaba verlos estudiar nuevas partituras. Hubo que hacer cambios, un cambio de repertorio también: yo me encontré con mucha gente mayor, que iba a ver conciertos de zarzuela, música un poco antigua que está muy bien (el repertorio para banda en nuestro país es riquísimo), pero no hay que dejar pasar lo que se hace en el presente.
—¿Qué hizo, cómo acometió la modernización de la Municipal jiennense?
—Procuré siempre hacer unos programas muy variados, que tuviesen zarzuela y también repertorio moderno, actual, bandas sonoras... Se hicieron ciclos muy interesantes, como los de los jueves en las plazas en mayo y junio, muy bien recibido por la ciudadanía de Jaén.
—¿Se fue satisfecho de aquel periodo, salió bien, o se llevó alguna rozadura de esas que escuecen?
—Hay de todo en la vida, hice muy buenos amigos y otros, no tanto. Por ejemplo, cuando eres docente a todo el mundo no le vas a caer bien, aunque a la mayoría sí. Ya digo, tengo muy buenos amigos en la Banda Municipal, gente de la que tengo un recuerdo maravilloso, magnífico.
—¿Volvió a dirigir alguna otra banda tras su paso por la de la ciudad del Lagarto?
—No, no, desde que dejé la Banda Municipal dirigí la Sinfónica, pero pasó algo parecido, me retiré cuando supe que había concluido un ciclo. Igual hice con la banda de mi pueblo, con la de Villanueva de la Reina (de la que también fui director y casi fundador): cuando vi que era el momento de irme, me fui. Ah, y la de Mancha Real, con la que conseguimos los tres primeros premios para bandas de Andalucía, esa banda llegó a sonar escandalosamente bien. O cuando fundé la Compañía Lírica Andaluza, con la que estuve unos años hasta que consideré que las cosas ya no iban como a mí me gustaba.
—Y volvió a la docencia.
—Sí. Cuando me reincoporé a la enseñanza, me destinaron a Úbeda, donde ya había sido profesor anteriormente. Pero como nunca me quedo quieto, me inscribí en un Máster de Patrimonio Musical, y como tampoco eso me satisfacía del todo me matriculé en el doctorado en la Universidad de Granada.
—No siga, por favor, Juan Antonio: esto es apabullante.
—[Ríe]
—Y todo esto, compatibilizando formación y docencia, ¿no?
—Sí, fue muy duro; un máster se lleva muchísimas horas, y con el trabajo... Luego opté a las cátedras de Música, que es donde culminé mi labor docente: la de Dirección de Orquesta en Málaga, y finalmente en Jaén.
—Donde ejerce en la actualidad...
—No, ya no ejerzo, ya estoy retirado (no me gusta decir jubilado).
—Iliturgitano de 1965, ¿y ya jubilado (con perdón de la palabra, que no le gusta)?
—Pude seguir hasta los setenta años, pero como hicieron cambios en la Consejería, al no poder continuar en la enseñanza superior me tuve que reincorporar como profesor del conservatorio; ¡después de dirigir una banda o una orquesta de alumnos que rozan la excelencia...! Me llevé una grandísima decepción, toda la vida preparándome, luchando por mejorar, y una modificación que hizo la Consejería de Educación después de unas elecciones no tuvo en cuenta a la gente con experiencia, a la gente preparada, con másteres, y nos dieron la oportunidad de seguir pero renunciando a otros logros.
—También ahí prefirió irse.
—Sí, a los sesenta años, como ya tenía treinta y cinco de servicio, podía retirarme, y eso es lo que hice, no me merecía la pena seguir trabajando pudiendo hacer otras cosas.
—Esto es interesante, Juan Antonio: ¿qué hace un músico, un compositor, un director cuando se retira? ¿O qué hace usted, al menos? Lo mismo tiene en mente un par de carrreras más...
—[Ríe] Lo tenía en mente, sí, pero no lo hago porque me ocuparía demasiado tiempo y prefiero desarrollar varios proyectos que tengo en mente, y hacerlo con comodidad. Después de tantos años de actividad, y sobre todo de dirigir la Banda Municipal, he procurado alejar de mí el estrés.
—¿De verdad que es estresante dirigir una banda como la de Jaén?
—Sobre todo, estresante por mí mismo; siempre he procurado que la banda tuviera presencia en la ciudad, en todos los ámbitos, y que la gente recordara a la Banda Municipal, eso era muy importante para mí. Cuando hicimos los ciclos de conciertos didácticos escolares, venían músicos incluso de Córdoba y de Granada a verlos, eran unos conciertos muy bien elaborados, muy estudiados, con gags humorísticos incluso. Así que la banda, entre muchas satisfacciones, me dio mucho estrés también.
—Componer, ejecutar, estudiar... ¿A qué se entrega, ahora que no tiene estrés?
—Hago artículos de investigación histórica, algo que me gusta mucho desde que hice el doctorado. Y tengo entre manos un proyecto apasionante con el archivo histórico de mi pueblo: resulta que nadie se había dado cuenta de que allí había casi doscientas composiciones inéditas compuestas expresamente para la capilla de música de Andújar en el siglo XIX, desde 1830 hasta finales de siglo. Una vez rescatadas, estoy catalogándolas, un día a la semana me voy al archivo de Andújar. Y después de casi doscientos años...
—Diga, cuente...
—Pensé: "¿Por qué no lo recuperamos y hacemos que pueda volver a escucharse, después de casi doscientos años en silencio?". Es música que se tocaba en las iglesias de Andújar, que la gente escuchaba allí. Y parece ser que se va a hacer, sé que se va a hacer, por ejemplo, en el Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza, en el puente de la Inmaculada, estoy trabajando en ello a pasos agigantados, haciendo la transcripción. Eso es ilusionante para mí. Y estoy componiendo, también.
—¿Qué compone, qué crea?
—Hago una incursión, ahora, en la música popular, en la música moderna, que como compositor me resulta mucho más sencillo que meterme en una sinfonía o una obertura o una marcha procesional. Para la Romería que viene quiero hacer un disco, dedicado a la Virgen de la Cabeza, ya tengo esbozada una plegaria, y una canción.
—Para terminar: además de todo lo que se ha dicho en esta entrevista, es usted marido y padre. ¿Siguen sus criaturas los pasos del papá músico, o no los ha llamado Dios por ese camino?
—Mi hijo hizo sus pinitos pero no: es militar profesional.
—¡Vaya, en él se ha cumplido esa otra vocación suya!
—Sí [ríe] Mi hija sí es música profesional, es fagotista en una orquesta en Alemania, sacó su plaza como solista, palabras mayores. Tiene gran facilidad para la música, ojalá yo la hubiese tenido.
—No se queje.
—No, no, es que ella tiene una cosa que muchos músicos deseamos: lo que se denomina oído absoluto, y sin tomar una referencia es capaz, de golpe, identificar un mi bemol o un fa sostenido... Eso no lo tienen todos los músicos, eso de ser capaz de grabar en tu memoria la altura absoluta. Y mi hija tiene esa facilidad.
—Queda claro que la baba de un músico, señor García Mesas, no se derrama solo con un instrumento de viento entre los labios. Gracias por esta entrevista.
VÍDEO Y FOTOGRAFÍAS: ESPERANZA CALZADO
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