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"Amo la fotografía, no vivo de ella pero vivo con ella" 

Por Javier Cano - Mayo 09, 2021
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Si será fotógrafa Katy Gómez Catalina que hasta ha reducido su nombre a un hipocorístico que, luego, extiende en apellido como en un juego de espejos propio de cámara réflex. Con un currículo internacional que deslumbra lo mismo que el fogonazo de un flash, la ubetense, sin embargo, se mantiene pegada al terruño y, estos días, expone en el más fotogénico de los hospitales (el de Santiago, en su ciudad natal). Un escenario jacobeo para una muestra que tiene mucho de catarsis, de camino reparador y, también, de reivindicación de lo ancestral. Lectores: los ojos (y los oídos) bien abiertos, que la artista 'dispara' por esa boca.   

Trashumancia. Ir y venir entre vereas es la exposición que exhibe usted hasta el próximo día 16 en su patria chica. Una propuesta que se ha convertido en uno de los acontecimientos fotográficos de la temporada pero, ¿qué muestra al espectador, qué hay tras ese sugerente título?

—Lo que muestro es el resultado de nueve trashumancias acompañando a pastores trashumantes, concretamente a los hermanos García Rico, que viven en la parte de Santiago de la Espada. Intento visibilizar a través de la fotografía la tremenda labor medioambiental, social, cultural y económica que realizan los ganaderos trashumantes. Básicamente es eso. 

—Una actividad, la trashumancia, con lenguaje propio. ¿Es la fotografía un buen medio para transmitir la riqueza de una actividad tan desconocida para muchos? 

—Creo que la fotografía es un lenguaje poderoso para comunicar, y a través de esas imágenes me gustaría que se conocieran todos esos efectos que tiene la trashumancia en nuestra provincia, además teniendo en cuenta que Jaén es uno de los últimos reductos que hay en España donde la trashumancia todavía está viva.

—Toda una aventura, una especie de Supervivientes pero en modo Jaén. ¿Cómo ha sido la experiencia? 

—Sí, aparte de la cuestión bucólica y bonita, es duro. Hay dos movimientos estacionales, buscando siempre los mejores pastos: la parte de la trashumancia de otoño, con frío, lluvias..., y luego la de verano, con polvo, sudor [como en el poema que Manuel Machado que evoca el destierro del Cid]. Pero bueno, estar con ellos, sus jornadas laborales, de alguna manera te acerca más a las historias que cuento con las fotografías. 

—Vamos, que ha cogido usted su mochila, se ha perdido por esos mundos de Dios y se ha echado al monte...

—[Ríe]. Lo he ido haciendo por etapas. Es tan sumamente complicado y duro que he hecho estas nueve trashumancias hasta cubrir toda la verea circular. He cogido parte de mis vacaciones, parte de mis ratos libres, para pasarlos con ellos e intentar seguirlos cada día.

—Traduzca a horas, a días, a kilómetros, por favor.

—¡Si tuviera que hacer un año de cuentas...! ¿Físicamente? Son nueve trashumancias, cada una con viajes de unos cien kilómetros; se tardan seis jornadas en cubrirlos enteros. Cada año y cada trashumancia, al menos tres o cuatro etapas he cubierto con ellos. 

 Javier Cano entrevista a la fotógrafa Katy Gómez. Foto: Andrés García
Javier Cano entrevista a la fotógrafa Katy Gómez. Foto: Andrés García

—Guardando las distancias con la Ruta Jacobea, algo de catarsis, de renacimiento, habrá tenido para usted la experiencia, ¿no?

—Sobre todo las noches cercanas a ellos, el fuego de la época de invierno... Te van contando muchas cosas que no se aprenden en los libros, sino que están en la sabiduría que tienen los pastores y que de alguna manera te hacen que te sientas mucho más ligada a la tierra; ese sentimiento atávico de pertenencia a la tierra creo que con ellos lo sientes, porque como digo te enseñan muchas cosas que no están en los libros. 

—¿Satisfecha? ¿Cree que consigue transmitir al público la intención que la empujó a vivir esta aventura? ¿Qué le dice la gente que pasa por el Hospital de Santiago? 

—En realidad estoy teniendo bastantes mensajes positivos, también porque tenemos, cada jueves, visitas guiadas a la exposición y eso te permite interrelacionar bastante con la gente que va a ver tu fotografía y te permite, de alguna manera, compartir no solo la visión de las imágenes sino también las historias que las acompañan, y creo que eso es muy importante para conocer los valores de la trashumancia.

—Una exposición, Katy, en la que se aúnan sus dos vocaciones: la fotografía y el mundo animal. ¿Tiene ventaja una veterinaria a la hora de conocer las reacciones de los animales, de apreciar su momento más 'fotogénico, por ejemplo?

—Igual sí que el hecho de ser veterinaria hace que tenga un poso de conocimiento de ese tipo de actividad, de los efectos beneficiosos que tiene para el medio ambiente, la sostenibilidad..., que de alguna manera también te ayuda para la parte escrita de la historia. Luego te das cuenta de que ellos te enseñan muchas cosas que complementan ese conocimiento teórico que puede que tú tuvieras pero que ellos, desde luego, de forma práctica, te enseñan, y de alguna manera te ayudan a contar esa historia. Pero sí, en este caso mi mundo veterinario y mi mundo fotográfico han confluido, creo que para bien. 

 La fotógrafa Katy Gómez. Foto: Andrés García
La fotógrafa Katy Gómez. Foto: Andrés García

—Habla de los pastores como de una Universidad. ¿Y los animales? ¿Tienen algo que enseñar, ha aprendido usted algo de ellos en una experiencia tan intensa como esta, pese a tratarlos a diario el resto del año?

—Bueno, sobre todo saco en claro cómo los animales también se adaptan al terreno. Ellos [los pastores] van con un hato de más de dos mil ovejas y estos animales, de alguna manera, aguantan este viaje tan duro al que están sometidos durante toda vida. Pertenecen a lo que llamamos razas autóctonas, a lo mejor menos productivas que los animales en intensivo pero, desde luego, muy bien adaptados al medio ambiente. Son, por así decirlo, verdaderos tesoros genéticos que producen donde nadie es capaz de alimentarse. De alguna manera ofrecen, al final, su parte noble para los humanos. En ese sentido creo que es importante esa conservación de razas, y también el apoyo de ese consumo local de carnes éticamente y medioambientalmente sostenibles.

—A través de sus palabras queda claro su mensaje, ¿pero su exposición...? ¿Es también una llamada de atención, de alguna manera, a las instituciones para que esta actividad no se pierda, para que la apoyen?

—Por supuesto; a través de las imágenes lo que estamos enseñando es un valor cultural, un valor socioeconómico, pero también a unos cuidadores del medio ambiente. Ellos, cuando van con su rebaño, de alguna manera tienen en cuenta que pasan por vías pecuarias, que como sabéis es un patrimonio de todos. Entonces es conservar esas vías pecuarias, por supuesto, para uso y utilización de los animales, pero también de las personas.

—Quiere decir que hay mucho que agradecer a la labor de los pastores trashumantes en la provincia de Jaén...

—Todo lo que viene relacionado con el cuidado del medio ambiente; ellos esparcen semillas a través de ese río de vida que va pasando por los caminos, sirve para la prevención de incendios forestales, es capaz de enriquecer el suelo con sus excretas..., en fin, es toda una serie de intangibles, no ponderables económicamente pero que desde luego, a nivel de medio ambiente, tiene una potencia brutal.

 La fotógrafa Katy Gómez. Foto: Andrés García
La fotógrafa Katy Gómez. Foto: Andrés García

—Un descanso en el camino, Katy. Doctora en veterinaria, fotógrafa..., dos pasiones mellizas pero, ¿cuál nació antes?

—Nació primero la fotografía, yo empecé a hacer fotografías muy joven, tendría catorce o quince años. Lo que pasa es que, durante un tiempo muy extenso, toda la fotografía estaba ligada a mi parte familiar, no tenían más sentido esas fotos que resolver los momentos familiares. Posteriormente empecé Veterinaria y en ese tiempo yo estudiaba en Córdoba; hay una plaza muy bonita (la Plaza de la Corredera) donde había puesta una exposición de Sebastiao Salgado, que hizo precisamente con ganado trashumante cuando cruzaba el Nilo. A partir de ahí me di cuenta de que la fotografía podía servir para algo más que enseñar mis momentos familiares, que era potente, que aquel lenguaje transmitía emociones, y a partir de ahí comenzó un idilio con la fotografía que dura toda la vida.  

—Los viajes, la reivindicación, la trashumancia... ¿Cuál es su objetivo (nunca mejor dicho) a la hora de tomar fotos?

—Voy cambiando en el sentido de según me vaya encontrando las historias. Básicamente yo creo que el background mío como fotógrafa es la fotografía de viajes. Pero precisamente esa fotografía de viajes sirve para contar historias, historias de personas, historias que ocurren en mi entorno cercano, no siempre hay que cruzar océanos para viajar. De eso me he dado cuenta en este viaje de trashumancia continuo, sin salir de nuestra provincia. 

—Y la pandemia, en casa, sin poder fotografiar más que lo que revelan balcones y ventanas... ¿Cómo ha vivido el encierro desde su creatividad, desde su necesidad de comunicar lo que pasa en el mundo?

—Me he dado cuenta de otra de las grandes ventajas que tiene la fotografía como herramienta terapéutica.

—Ha caído usted en los brazos de Jo Spence...

—Al final, cuando fotografías, cuando estás de viaje, esas fotografías y esas sensaciones y emociones van como muy agolpadas, de manera que este año, más tranquilamente, me ha permitido ir a mi archivo, volver a ver esas imágenes y volver a disfrutar de momentos, sensaciones que ocurrieron en esos lugares y que de alguna manera, cuando estás en el viaje, pasan atropelladamente y no eres capaz de disfrutarlos adecuadamente. También soy una gran consumidora de fotografía, me encantan los libros de fotografía, leer sobre fotografía, con lo cual ha sido una compañera muy fiel y que de alguna manera ha servido para tranquilizar.

—¿Habrá exposición futura de Katy Gómez Catalina con el confinamiento como protagonista?

—Vamos a ver, no sé si llegará exposición, pero sí es verdad que desde el día uno que entramos en confinamiento, todos los días hasta el 1 de mayo del año pasado diariamente hacía una fotografía. Sencillamente creo que era un tiempo extraordinario, incluso dentro de la casa hice muchas facetas de fotografía que normalmente no estoy acostumbrada, como la fotografía de bodegón, la fotografía de los miembros de la familia en confinamiento..., todos los días tenía alguna historia fotográfica, porque me servía también como herramienta terapéutica, sí. 

—Es usted la primera española en ganar el Travel Photographer of the year, algo así como lo más de lo más en esta disciplina artística. ¿Se ha planteado, tras la catarsis, dedicarse profesionalmente a esa "pura creación del espíritu" que es la fotografía, según Dalí?

—A veces tienta, pero luego regresas a tu mundo y debo decir que también mi profesión me encanta. Creo que durante muchísimo tiempo se han complementado, he podido llevarlas adelante. Me da la sensación de que si igual me dedicara profesionalmente a la fotografía, podría romperse la magia, así que como todavía es un medio de disfrute importante para mí, prefiero mantenerla no como profesional, sino como amateur. 

—Amateur, qué sonoro galicismo; así se autodenominaban los pioneros, los primeros fotógrafos. Pero lo suyo, con ese currículo, es más bien un alarde de humildad...

—A mí ese nombre me encanta, fotógrafa amateur; amo la fotografía, no vivo de ella, pero vivo con ella.

Fotos: Andrés García. Vídeo: Esperanza Calzado.  

 La fotógrafa Katy Gómez. Foto: Andrés García
La fotógrafa Katy Gómez. Foto: Andrés García

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