Cerrar Buscador
"Me encantaría ser protagonista de una película, mostrar lo que soy"

"Me encantaría ser protagonista de una película, mostrar lo que soy"

Por Javier Cano - Noviembre 03, 2024
Compartir en X @JavierC91311858

Tras su apellido de general romántico asoma su mirada de musa de Romero de Torres Manuela Torrijos. Nacida en Huelma en 1977, es una mujer inquieta que tras una larga pausa en su vocación interpretativa ha visto cómo el cine, el teatro y hasta la publicidad parecían estar esperándola, de tanta actividad como desarrolla desde que cerró ese paréntesis. 

Profesora, actriz, interiorista, madre y alguna cosa más, ha sido siempre tan creativa que hasta era capaz, de niña, de 'bailar' al ritmo del intermitente del coche de su padre (algo tan inconcebible como hacer break dance con el hilo musical de una consulta médica). En la tarde noche de la capital del mar de olivos y a la luz del testero de la Catedral, la huelmense acapara el Zoom de este domingo.

—No es la primera vez que responde usted a las preguntas de Lacontradejaén. Ya en 2022 dejaba un titular 'de cine' en una entrevista: "No me creo lo que me está pasando". ¿Mantiene viva esa maravillosa incredulidad, dos años después?

—Sigo igual, no sé por qué me está viniendo todo esto, no sé por qué gusto. Realmente, experiencia en cine tengo poquísima, de hecho me parece dificilísimo. Pero bueno, me siguen llamando. Y yo, encantada. 

—Eso que le sigue pasando es precisamente eso, que la siguen llamando, que cuentan con usted para nuevos proyectos cinematográficos, ¿verdad?

—Sí, sí. 

—Hizo un parón largo, pero largo, en su vocación como actriz. ¿Se imaginaba, al cerrar ese paréntesis, que retomar su oficio iba a ser tan gustoso como usted misma lo transmite?

—Para nada, jamás. De todas formas, yo venía del teatro, cine no había hecho jamás. Fue Luisje Moyano, el director de cine de aquí, y dramaturgo, quien me dijo un día: —"Manuela, que tú das muy bien en cámara, que tú tendrías que hacer algo en cine, ¿por qué no te animas?".

—Y se animó.

—Por ahí empecé, pero estoy aprendiendo todavía, aún me queda mucho que aprender. 

—Milita usted en el ejército de los humildes, como Unamuno. Hablando de maestros, ¿tuvo en casa algún espejo donde mirarse a la hora de dar rienda suelta a su pasión interpretativa?  

—¿Actores o actrices en mi casa?, no, nada. Músicos sí, mis padres y mis dos hermanos son músicos. 

—Huelma es muy pero que muy musical...

—Huelma es muy peculiar, es un pueblo del que salen muchísimas personalidades, es muy curioso mi pueblo. Yo pienso que al ser capital de comarca, todos los pueblos de alrededor vienen a ella y Huelma se nutre de todas esas personalidades que vienen. La gente de gente de Huelma es muy inquieta, ¡somos muy inquietos! (me incluyo), y siempre con muchas ganas de acoger. 

—Usted pasó por el conservatorio, estudió el Grado Elemental de Guitarra y Canto. ¿Como sus padres y hermanos?

—No, mi padre tocaba el acordeón muy bien y enseñó a mis hermanos a tocar; mi madre cantaba muy bien, y siempre me cuenta que de pequeña hacía teatro en su casa; a lo mejor me viene de ahí. Luego, mis hermanos aprendieron piano en el conservatorio, y yo también pasé por él, sí, aunque dos años nada más. No era lo mío. 

—En aquel conservatorio recibió clases de Música, pero pasados los años usted misma se pondría delante de la pizarra para enseñar a sus alumnos. A día de hoy es profesora de Educación Física, ¿no es así?

—De Educación Física y de Inglés. 

—¿Esa veta docente sí le viene de casta?

—Tampoco. 

—Vamos, que ha sido usted (dicho sea con toda la ironía del mundo) la oveja negra de la familia. 

—Siempre he sido la oveja negra, sí. 

—¿Cuántas 'ovejas' en el hogar de los Torrijos? 

—Somos tres, dos hermanos y yo, que soy la de enmedio; pero mi madre decía siempre que tenía dos niñas y un niño, porque según ella he sido la más valiente, la más decidida para todo. Soy muy inquieta, muy muy muy inquieta, demasiado a veces. 

—¿Aceptaron bien en su casa su decisión de convertirse en 'seño'?

—Sí, sí. En realidad yo quería estudiar Arte Dramático pero, en esa época, mis padres me dijeron que ni se me ocurriera. Les dije entonces que Bellas Artes, y también me dijeron que no. Entonces les dije que me venía a Jaén a ver qué había para estudiar relacionado con el arte, y me metí en la Escuela de Artes y estudié Decoración, hice Interiorismo. Había terminado ya Bachillerato, COU e hice el Grado Superior de Interiorismo. Luego me fui a trabajar a Granada, en telecomunicaciones. Estuve muchos años en ese sector. 

—Afincada en Granada desde hace décadas, pero no por ese ambiente cultural de la Ciudad de la Alhambra, tan atractivo, sino para currar entre dispositivos móviles...

—Llego por eso, sí, por las telecomunicaciones. 

—Su perfil comercial es indudable, no hay más que hablar con usted unos minutos para darse cuenta. ¿Ese era su cometido, entonces?

—No, siempre estaba en la oficina, yo era la que recibía a los comerciales, les explicaba los contratos, las promociones que hubiera esa temporada, llevaba el control...

—Nada que ver con lo que, luego, ha sido su vida profesional y artística. 

—Bueno, alguien me dijo entonces: —"¡Transmites muy bien!, ¿nunca se te ha ocurrido ser profesora?". Y decidí volver a estudiar, me saqué la carrera [Grado en Educación Primaria, especializada en Educación Física], hice las prácticas con unas monjas, en Granada, les gusté y me quedé allí con ellas. 

—Eso es caer de pie: termina la carrera y encuentra destino en la ciudad que habita. 

—No, eso fue hasta 2018, cuando aprobé las oposiciones de la pública. He estado en El Ejido, en Almería, en Antequera...

—Para entonces, Granada era ya su segunda patria chica, claro.

—Sí, allí tenía mi casa ya. Vivo en Churriana de la Vega. 

—¡El pueblo de Frascuelo!

—Allí vivo yo, sí. 

—¡Qué castizo todo, Manuela! De todas formas, reconozca usted que sus destinos no fueron, precisamente, muy alejados: la provincia de Almería y Granada se dan la mano. 

—Bueno, sí. El año que estuve en Almería me tuve que ir a vivir allí. El mundo del maestro es muy difícil, nos dicen que vivimos muy bien y todo eso, pero no es así. 

—Si mira hacia atrás, si hace balance, ¿se siente satisfecha de haber escogido el camino de la docencia, de haberlo compaginado con su actividad creativa?

—Estoy encantada, encantadísima, tengo vocación por mi profesión docente, a mis niños, a mis alumnos los adoro, cada mañana voy a clase con alegría y con ilusión. Al final lo que hago es transmitir, y si eres capaz de transmitir unos conocimientos es lo mismo que transmitir en una escena o en el teatro.

—La 'seño molona' la llaman, o eso comentó usted en una entrevista anterior. 

—Ya no tanto; antes sí, porque al ser de Educación Física, mola mucho; el Inglés mola un poco menos. Pero es verdad que me siento una 'seño' muy querida. 

 

—¿Dejaría la docencia por la interpretación? Se lo pregunté hace un par de años y me respondió que no le quedaba más remedio que compaginar ambas actividades. ¿Dice lo mismo en 2024?

—El mundo del cine es muy complejo, muy difícil, solo llegan unos poquitos. Yo, ahora mismo, estoy haciendo cosas solo a nivel provincial (Granada, Jaén, Almería y poco más). De momento no me estoy moviendo por otros lados, aunque tengo representante ya, María Allas, de Valladolid; me está moviendo bien, pero vamos despacito. ¡Hombre, si me llaman de una superproducción o algo así, pediría una excedencia y lo retomaría luego! 

—No está deseando jubilarse como maestra, es feliz en su trabajo...

—Sí, soy feliz. 

 

El abrazo de Iris, El príncipe, Aguas rojas, Pestiños, No time, Raíces, Teníamos un plan (cortos), Vuelta al mundo, el largometraje LCSAM y algunos sketchs pueblan el currículo de Manuela Torrijos. 

—Si se le pregunta por su faceta como actriz, habla siempre del cine. Sin embargo, sus comienzos fueron sobre las tablas. ¿Es que lo ha aparcado definitivamente?

—Acabo de empezar una obra y estoy encantada, llevamos tres semanas ensayando. 

—¿De qué va? (le hago la pregunta que más le fastidiaba a una grande de las letras, Rosa Chacel).

—Es sobre las mujeres de Federico, yo soy doña Rosita la soltera, me han dado un papel muy complicado pero en el que me siento superbien, espero sacarlo adelante. Es de un historiador, Alfonso Martínez Foronda, de Villacarrillo.

—¿Ha tenido que readaptarse, como esas personas que se sacan el carné de conducir y no cogen el coche en diez años?

—Claro que sí, el director me dice que hablo muy bajito, y en el teatro es todo lo contrario. 

—Le pasa lo que a don Arturo Galván (Fernán Gómez) en El viaje a ninguna parte, pero al revés; ya sabe, esa escena en la que un director de cine interpretado por José María Caffarel blasfema contra los hermanos Lumiére, a cuenta del tono áulico y rimbombante del cómico.  

—Sí, sí. El último director con el que rodé me dijo que tuviera cuidado con el teatro, que luego pasa lo que pasa con la voz. 

—Ahora que salen a colación grandes del cine español: líneas arriba, con humildad franciscana, asegura usted que su trayectoria artística no supera los límites de tres provincias, pero lo cierto es que ya ha compartido fotogramas con más de un nombre propio de la gran pantalla.

—Bueno, sí...

—En Teníamos un plan, por ejemplo, se tuteó con María Garralón, la entrañable Julia de la legendaria Verano Azul. Habiendo nacido en 1977, aquella serie de Antonio Mercero formará parte de su memoria sentimental. ¿Qué tal la experiencia de codearse con una de sus protagonistas?

—¡Imagínate cuando me llamó el director, Jorge Pastor, y me lo dijo! Cuando vi uno de sus cortometrajes, La rebelión de Bernarda, me dije: —"¡Yo quiero rodar con ese hombre, qué maravilla!". Cuando me sonó el teléfono y me dijo que tenía un papel para mí, lloré y lloré. Y cuando me dijo que era con María Garralón con quien iba a trabajar, no me lo podía creer. Cuando la vi por primera vez, me puse a llorar. 

—¿Cómo reaccionó ella?

—Me dijo que no llorara, y yo le respondí: —"María, para mí ¡usted es tan importante en mi vida! Pensar que vamos a ser compañeras...". ¡Es más bonica!, igual que en la serie, igual de cariñosa. 

—Acontecimientos como ese deben de vivirse muy intensamente, ¿no?

—Es muy gratificante. 

—A estas alturas de la película (nunca mejor dicho), ¿se puede imaginar su vida sin guiones, cámaras, actuaciones, entrevistas...? 

—No, ya no. Me pasan cosas que yo misma me pregunto por qué. 

—¿Qué cosas? Diga, diga...

—Una marca de Madrid tiene una franquicia en Granada y me quiere vestir para los próximos premios Lorca, y yo me pregunto eso, ¿por qué a mí? 

—Parece que las cosas le están viniendo rodadas (otra vez nunca mejor dicho), que se aleja del suelo poco a poco. ¿Y su tierra, cuánto le tira?

—Mi pueblo es mi pueblo, donde viví mi infancia, los recuerdos de mis padres, de mi familia, y estoy sintiendo mucho apoyo de ellos, del Ayuntamiento, de mi pueblo. 

—¿Ya la han hecho pregonera de sus fiestas?

—No, no. Ojalá. 

—Tiempo al tiempo. 

—Eso es soñar muy alto. Y Jaén capital también, tengo aquí muchos amigos, muchísimos recuerdos, aquí estudié: mi Jaén. Me acuerdo mucho de mi tierra y hablo mucho de ella, mucho y muy bien.

—Hace usted de embajadora, entonces.

—Sí, siempre lo digo: la gente de Jaén, ¡qué humilde y qué noble! No se encuentra gente igual en otros sitios. 

—Para concluir, Manuela: ese papel que la hace suspirar...

—Me encantaría ser protagonista de alguna película, da igual la que sea: poder mostrar lo que soy. Hay una película por ahí, de una directora valenciana que la ha escrito para mí, y voy de protagonista. 

He visto un error

Únete a nuestro boletín

COMENTARIOS


COMENTA CON FACEBOOK