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"Las subastas de arte están haciendo polvo lo que tocan"

"Las subastas de arte están haciendo polvo lo que tocan"

Por Javier Cano - Diciembre 03, 2023
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Dijese yo (artículos escogidos) es el título del último libro de Miguel Viribay Abad (Úbeda, 1939). Pintor, profesor, crítico de arte y académico de Bellas Artes de Granada, el artista recibe a Lacontradejaén en su estudio del Gran Eje. Un coquetísimo espacio poblado de estatuas, pinturas, libros y revistas de arte que recibe un delicadísimo bofetón diario de luz a través de la ventana que lo asoma hacia los cerros de aquí. 

Envuelto en un rebecón tan cálido que aclimata la habitación a la temperatura perfecta para una entrevista y ante un cuadro recién terminado presidido por el Santo Rostro, a sus ochenta y tantos otoños el también consejero del IEG no peina ni una sola cana, como si el tiempo se hubiese detenido en aquel retrato que le pintó el maestro Cerezo en el 60.

—Miguel, parece que por usted no pasan los años. Seguro que se lo dicen con frecuencia. 

—[Ríe] El otro día me encontré con una alumna, me paró y me dijo: —"Está usted igual...". —"¡Eso quisiera yo!", le dije. No me encuentro mal, la verdad. 

—El pasado jueves presentó en Jaén su nuevo libro. ¿Con qué Viribay se encuentra el lector en las páginas de esa obra, publicada por el Instituto de Estudios Giennenses?

—Realmente es una serie de artículos que he ido publicando en torno a la crítica de arte desde que comencé, en 1978, en la prensa provincial. Una edición de Francisco Javier Ochando, cuya labor ha sido impagable desde que empezó a recopilar mis artículos. Yo jamás había pensado en reunirlos, pero me pareció muy bien la idea de Ochando; esta criatura ha estado mirando los periódicos y hemerotecas para recopilar, de las dos mil o 2.500 colaboraciones mías, las que él ha considerado oportunas. Ha tratado de darles forma para que se viese, al tiempo que contemplas lo que ha sido el arte, lo que ha sido la sociedad. 

—¿Un libro apto para cualquier lector, o requiere formación específica en arte para asomarse a él?

—Sí, para cualquier lector, por dos razones: la primera, que en esto soy fiel a mi amigo don José Chamorro. Cuando en 1960 me dieron el premio más importante que había en la provincia en pintura, del Ayuntamiento (por cierto, me tuve que esperar a cobrarlo para irme a estudiar a Valencia, era una cuantía importante, me permitió pasar en Valencia el primer año), tuve amistad con un director de periódico que había aquí, que era Castiella (creo que pariente del ministro que había entonces de Asuntos Exteriores). Era un señor excelente, hicimos buena relación y él me presentó a Chamorro, que tenía cargo en el periódico. 

—Decía usted que no es un libro para eruditos...

—Yo me fui a estudiar, y tres o cuatro años después (no doy el año para que no se pueda relacionar) hubo un determinado cisco en una exposición de la provincia. Chamorro sabía que me gustaba escribir y me dijo: —"¿Quiere usted hacerme una cosa acerca de esto?". Y yo le dije que sí. Le pergeñé dos folios, se los dejé en el periódico (que estaba entonces en el palacio de los condes de Corbull), me fui a Madrid y, al regresar, pasé a recoger mi publicación. Pero me quedé con dos palmos de narices. 

—¿Y eso? 

—Me dijo: —"No se le ha podido publicar, yo le iba a haber llamado pero, en fin... Es que en el periodismo se puede decir de todo, pero hay que encontrar las palabras adecuadas". Y efectivamente, volví a leer aquello y las palabras adecuadas no estaban allí, se me había ido la vena de juventud y aquello no se sostenía. Y todo lo que hecho después lo he hecho con esa enseñanza. No obstante, la crítica de arte nace con el periodismo, no con la historia del arte. 

—Ya hemos hablado de su libro, ahora toca hablar de la persona. Antes que nada, cualquiera que lo conozca un poco sabe de su jaenerismo militante, pero ese apellido suyo parece de todo menos de Jaén.

—Ninguno de mis dos apellidos son jaeneros: Viribay es del norte (mi padre era vasco), y el Abad viene de Valencia (mi madre era de Valencia, yo nací en Úbeda, me marché a Madrid, donde estoy bautizado, en la iglesia de las Maravillas, y a los tres años vine a vivir justo a cincuenta metros de donde estamos). 

—Le preguntaba por su apellido para que, de paso, hablase de su familia y dejara en bandeja a este entrevistador la siguiente pregunta. El pintor, el crítico de arte que es Miguel Viribay, ¿es consecuencia de unos orígenes artísticos vinculados a esos apellidos, o rompió usted moldes cuando tocó mundo?

—No, bueno..., en la familia de mi padre hay un músico, un gran pianista, Viribay, profesor del Conservatorio de Madrid, y venía aquí de vez en cuando a dar algún concierto en La Económica. Y luego hay un primo que hizo escultura, pero nada más, digamos que son versos sueltos. 

—¿La docencia sí es cosa de toda la vida en su casa, o también la trajo usted bajo el brazo, como cosa suya?

—La docencia dijese yo que también muy al margen de la familia. 

—No ha tenido antecedentes ni como creador ni como profesor, queda claro. ¿Y sucesores?

—No, mis hijos uno es médico y el otro es biólogo. 

—Eso también tiene su arte, Miguel...

—Sí [ríe]

—¿La docencia ha sido para usted una elección práctica, o una verdadera vocación compartida con la pintura?

—Yo creo que son paralelas. Para el pintor, el tiempo que hemos vivido los últimos cuarenta años es un tiempo que no se ha dado nunca. Si contemplas un horizonte largo, los grandes pintores están respaldados por la docencia. Por ejemplo Pradilla, que era un docente de lo que entonces eran Escuelas Superiores de Bellas Artes. O el paisano Pedro Rodríguez de la Torre, respaldado por la docencia en una escuela de artes y oficios, primero en Zaragoza y luego en Valencia. 

—Vamos, que ha sentido ambas vocaciones de una forma clara, no ha encontrado conflicto entre la creatividad y la enseñanza. 

—Sí. Yo hice Bellas Artes, empecé en la Escuela de Artes y Oficios de Jaén como alumno y luego volví, sin hacer ningún esfuerzo, como profesor. 

—Y en cuanto a satisfacciones, ¿esos dos oficios se las han dado a la par, o ha sido más feliz pintando que enseñando o viceversa?

—Pues yo diría que sí, sin duda. El pintor casi siempre ha estado respaldado, ¿quién era Velázquez? Un señor que era aposentador. En la historia, de una manera o de otra, el pintor siempre ha estado respaldado. Cuando el pintor  (el artista en general) no está respaldado, tiene que salir al mercado, y baila al son que le toquen. Sucede que con la burguesía del XVIII empiezan un poco a cambiar las cosas, y tiene una eclosión ya en el París de finales del XIX y primeros del XX, ahí surge el gran mercado del arte, de las galerías, y entonces sí puede el pintor dejar ese menester docente para dedicarse a la pintura. Pero los tiempos van aconsejando lo otro. O es mi manera de ver las cosas. 

—¿Es consciente de su prestigio, de que hay quien vendería su alma por tener un Viribay en las paredes de su casa? ¿O esas cosas, a usted ni fu ni fa? Pero de corazón, Miguel.

—¿De corazón? Tampoco me preocupa. No lo sé, sé que tengo amigos y quizá alguna persona que le guste lo que yo haga (sé que los hay, pero también sé de algunas a las que no les gusta). Un pintor es una persona como otra cualquiera. Antonio López, que tú sabes que es un maestro, cuando se pone malo enseguida recurre al médico. Así que... 

—Hablando del corazón: ¡qué difícil es encontrarle en Jaén! Está siempre de acá para allá, no para.

—Bueno, con la jubilación, los últimos veinte años digamos que llevo tiempo moviéndome mucho, tengo casa en Madrid y ando entre Madrid y Jaén, aparte del verano que lo paso en Asturias. Mi hijo me ofrece un lugar gratuito donde pasar el verano, tiene allí una casa muy grande y yo tengo hasta mi estudio. El verano entero lo paso allí.  

—Pero su mirada crítica no se aleja de su tierra. ¿Cómo ve el arte de aquí? ¿Pasa muy malos ratos si se da una vuelta por la prensa cultural o por las redes sociales, o todo lo contrario?

—No soy pesimista, creo que hay de todo, como ha habido siempre. Hay buenos pintores y hay muy variada pintura, en ese sentido más variada que en otras ocasiones, con más tendencias. Otra cosa es qué tendencias van a calar. Yo te podría decir (lo he estado viendo hace poco) que las últimas tendencias van un poco por el arte figurativo. ¿Qué figuración? Otra figuración diferente a la que fue académica, pero en el fondo es una figuración. Parece que hay un cansancio, y las últimas subastas han consumido (por decirlo de alguna manera) más obra figurativa que obra abstracta. 

—¿Un arte (el jiennense de la actualidad)en correspondencia con la plástica en el resto del mundo?

—En cuanto al panorama internacional, es difícil de precisar, pero sí que tiene un asiento, yo te diría, en algo al margen de lo que es puramente aparente, hay otra realidad, porque yo no paro de encontrarme con artistas realmente excepcionales que no están en los libros de arte, y están viviendo de la pintura, y viviendo bien. Si yo te hablase ahora mismo de Odd Nerdrum, no ibas a saber quién es.

—Así es. 

—Es un pintor que vive en Centroeuropa, en un castillo, y cuyo único horizonte es pintar como Rembrandt: prometo que la obra de este señor está absolutamente vendida, y sin embargo no está en los libros, paradójicamente quiero decir, no está en ese mercado de subastas. 

—Las paradojas, Miguel, que haberlas haylas, como las meigas. ¿Qué le parece eso de entrar a ver una exposición en Jaén y toparse con un cuadro carísimo, a la vez que nombres propios del arte provincial que han trascendido fronteras se pueden adquirir por nada y menos?

—En Jaén y en España, entre otras realidades porque las subastas están haciendo polvo lo que tocan. Hay quien lo está viendo y está haciendo grandes colecciones gracias a las subastas. Pero también piensa, en una segunda mirada, en que algunos de esos cuadros se compraron hace muchos años en pesetas y al trasladarlas hoy a euros, cambia un poco, a lo mejor ya no resultan tan baratas. 

—Es que hay obras de Manuel Ángeles Ortiz, por poner solo un ejemplo, por menos de quinientos euros...

—Sí, sí. Me voy a referir a algo muy concreto; a mí, en Madrid me ponen marcos en un sitio que saben más o menos mi gusto, y tengo tendencia a ver todo lo que hay allí. Voy un día y veo un cuadro de estos 2x2 (que hoy son de concurso, generalmente), y me dicen:  —"No te va a gustar". 

—Y no le gustó.

—Le doy la vuelta al cuadro y efectivamente, era una castaña morrocotuda, una tela blanca con unas manchas, que son manchas de unos tubos de acrílico que, como los tubos de óleo, sueltan un cordoncillo que se va quedando y se queda allí. Y pregunté: —"¿Este hombre cómo 'funciona'?", y me dicen: —"Vende mucho". Me dijeron los precios, y me asustaron. Es que hoy hay muchísimo dinero, que no lo vemos. 

—Si sabe usted por dónde se mueve ese dinero, igual a algún lector le interesa...

—Hay gente que vive en una menesterosidad extrema (quizás atendida, porque hay unos organismos que tienden a contemplar esas cosas y a paliarlas en la medida que pueden), pero junto a ella hay una cantidad de dinero no solo en esas alturas que automáticamente estamos nosotros ya vislumbrando: mucho más abajo. 

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