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"Mi único título nobiliario es ser hijo de Jaén, y lo llevo a gala"

"Mi único título nobiliario es ser hijo de Jaén, y lo llevo a gala"

Por Javier Cano - Agosto 27, 2023
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Pedro Merino Martín (Jaén, 1967) tiene facha de aristócrata alemán y, si no fuera porque es más de aquí que la Reja de la Capilla, su retrato podría figurar cómodamente entre los del Bronzino del Museo Thyssen, perfiles nobles a más no poder. Abogado de formación y funcionario municipal de oficio, es el único jiennense de la capital que puede presumir (aunque no lo hace) de un título tan hermoso como el de caballero de gracia, que le concede su pertenencia a la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén

Casado y padre de dos hijos, el entrevistado recibe a Lacontradejaén en su domicilio, un amplio piso con entrada por la blasonada calle Hurtado cuyo interminable pasillo desemboca en un salón que es un auténtico belvedere hacia la Carrera, la Diputación, el cerro de Santa Catalina, la Catedral... Vamos, una virguería jaenera.

—Cuando va a una tienda a comprar o se sienta en un restaurante, seguro que más de una vez le preguntan: "¿Qué desea el caballero?", sin que el dependiente o la camarera tengan la más mínima conciencia de que, en realidad, no usan con usted un tratamiento de cortesía sino un título que le es propio.

—Sí, sí, así es. 

—¿Cómo llega una persona a introducirse en una institución tantas veces centenaria como esta? 

—La historia se inició en Madrid, que es la sede del gran priorato de España de la Orden de San Lázaro. Fue en un evento familiar, yo tengo mucha familia militar y en una celebración en la Residencia Militar Alcázar (al lado de la sede del gran priorato, en el monasterio de Santo Domingo el Real), conocí la orden, la sede, los fines... Fue un poco de flechazo, me gustó mucho. 

—¿El acceso se produce a petición propia, o es una designación de la entidad?

—Se entra por invitación, pero yo manifesté mi deseo de conocerla mejor y demás, envié mi curriculum al gran priorato de España a través del comendador de Andalucía y cuál fue mi satisfacción que al poco tiempo, tras un expediente exhaustivo y de mandar la documentación que piden, recibí una invitación para formar parte de la orden; al principio como caballero de la hermandad de mérito (allí se está aproximadamente un año o año y pico conociendo la idiosincrasia y los fines) y al año siguiente ya me propusieron para caballero. 

—Orden, gran priorato, comendador, caballero... Un léxico, señor Merino, que parece sacado de una obra de Lope pero que no, que se pronuncia sin complejos en pleno siglo XXI. ¿También los requisitos para ser caballero lazarista son propios de anteriores centurias, o el paso del tiempo ha relajado las exigencias? 

—Esta orden nació poco después de la conquista de Jerusalén, puede tener ya mil años de antigüedad. Pero en teoría sí, para ser caballero (en los países católicos como España) solo se exige ser católico practicante y llevar una vida acompasada más o menos a los fines de la orden. Antiguamente sí es cierto que solo se admitían caballeros que fueron nobles, con títulos (con la categoría de caballeros de justicia); hoy día, ya desde hace tiempo, también se admiten caballeros que, como en mi caso, no tenemos título nobiliario. 

—No es usted eso que se llama un jaenero linajudo...

—En absoluto. Mi único título nobiliario es ser hijo de Jaén, que además lo llevo a mucha gala. A las personas que no somos nobles se nos dispensa de las pruebas de nobleza; el gran maestre nos otorga lo que se llama en términos nobiliarios la nobleza personal y entonces entramos en la categoría de caballeros de gracia.

—Qué bonita denominación, qué madrileña, qué castiza.

—Sí, como la zarzuela. 

—Ser caballero de gracia de la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén, ¿qué le procura? ¿Más privilegios que obligaciones?

—Los privilegios son testimoniales, simbólicos: poder vestir el uniforme de la orden en los actos oficiales, asistir a los capítulos tanto del gran priorato de España como de la encomienda de Andalucía, cuya sede se encuentra en Marbella, en Málaga... Y obligaciones, muchas.

—¿Por ejemplo?

—Ya se sabe, cuando se entra en una orden de este tipo.

—Seguro que la gran mayoría de los lectores desconoce esos deberes, tradicionalmente unidos al ámbito social. 

—Totalmente. Esta orden, como las demás de caballería, fue fundada como asociación de carácter militar para la defensa del cristianismo en Tierra Santa. Pero claro, en el siglo XXI ya no es el fin verdadero de una orden de caballería, aunque en nuestro lema (muy bonito, 'Atavis et Armis, que quiere decir 'Por las armas de nuestros antepasados') reconocemos, tenemos muy a gala el carácter guerrero y militar de nuestra orden, que además intervino en muchas batallas en Tierra Santa. 

—¿Hacia qué acciones concretas enfocan, actualmente, sus fines?

—Hoy día todo eso ya, lógicamente, ha desaparecido y hemos transmutado el carácter guerrero fundacional, el carácter militar, por un carácter totalmente solidario. Seguimos un poco imbuidos del espíritu caballeresco medieval en lo que se refiere a la ayuda a los demás, pero ya llevado a sus últimos extremos. 

—¿Que son...?

—Esta es una orden internacional, insertada en más de cincuenta países del mundo. Tiene una fundación, San Lázaro, que canaliza toda nuestra labor asistencial. En sus orígenes, la orden tuvo mucho contacto con la enfermedad de Hansen.

—La lepra, hablando en plata, ¿no?

—La lepra, sí. Puesto que la orden se fundó por unos monjes que tenían un hospital de leprosos en Jerusalén, fue admitiendo a caballeros de otras órdenes militares que contraían la lepra, que en aquella época era un estigma, una enfermedad muy importante, muy virulenta y que además no tenía cura. Los caballeros de San Lázaro eran un poco los 'caballeros suicidas', una fuerza de choque de las milicias cristianas en Tierra Santa, que no tenían nada que perder y que con la lepra asumían siempre las misiones más arriesgadas. 

—¿Mantienen a día de hoy esa vinculación con una enfermedad tan terrible y que, para muchos, ya está totalmente extinguida?

—Hoy día, uno de nuestros mayores esfuerzos lo encaminemos en la lucha contra la lepra, que parece una enfermedad superada pero no es así, existe, sobre todo en los países del Tercer Mundo. Aquí en España contamos con un hospital de referencia mundial en el tratamiento y el estudio de la lepra, el Hospital de Fontilles, en Alicante, que es una de sus actividades sociales: todos los años becamos a una serie de médicos que vienen de países fundamentalmente del Tercer Mundo para que en ese hospital se especialicen en la lucha contra la lepra. Se vuelven becados a sus países de origen y hacen todos los esfuerzos posibles para erradicar la enfermedad. 

—¿En qué otras causas está implicada la orden a la que usted pertenece, Pedro?

También canalizamos nuestra actividad social a través de multitud de actividades; ahora estamos teniendo, con la guerra de Ucrania, una cuestión de ayuda social muy importante para refugiados ucranianos, que llevan los grandes prioratos de los países europeos más próximos a la zona este de Europa; y a través de los Bancos de Alimentos, tanto españoles como de otros países donde está implantada la orden; aquí en España también (reconociendo la labor tan importante que realiza Cáritas contra la desigualdad, la marginación y la pobreza) canalizamos nuestros esfuerzos vía Cáritas Diocesana en Málaga y en las distintas diócesis. 

—Esas aportaciones de la orden de dónde salen: ¿pagan ustedes una cuota, hacen donaciones?

—La actividad un poco más llamativa son las galas benéficas que la encomienda de Andalucía organiza todos los años en Marbella, y todo lo que se recauda (entradas, subastas y rifas que se organizan allí) va para fines sociales. Pero fundamentalmente, es a través de las aportaciones económicas que hacen los caballeros. 

—Marbella, uniformes, apellidos compuestos en algunos casos, donaciones, galas benéficas... A estas alturas de la entrevista, más de uno se preguntará si para ser miembro de la Orden de San Lázaro hay que ser rico, o casi. 

—En absoluto. Uno de los requisitos que establecen los estatutos, aparte de ser católico practicante, es tener suficientes medios de vida, una estabilidad económica, unos medios como los de cualquier persona. 

—No es una orden elitista, entonces.

—No, no. Ya digo que yo no estoy en el mundo de la nobleza y desde que estoy en la orden, desde 2019, siempre me han recibido con los brazos abiertos. 

—Y en Jaén, ¿qué presencia tiene la institución en el Santo Reino? No estará usted solo...

—Por desgracia (y es una de las asignaturas pendientes que tenemos en Jaén) estamos solo dos lazaristas activos, mi amigo Paco Armijo (de Santisteban del Puerto) y yo. La encomienda de Andalucía está radicada en Marbella, hay muchos caballeros lazaristas malagueños, granadinos, cordobeses, algunos sevillanos y algún almeriense, en total unos cuarenta y tantos caballeros en Andalucía. Queremos que la orden, aquí en Jaén progrese más en cuanto a caballeros que puedan adherirse a la misma. 

—Va usted de uniforme en 'uniforme', por llamar de alguna manera al traje de estatutos de La Soledad, su cofradía de toda la vida, que llegó a gobernar; o el de El Abuelo, a cuya junta de gobierno perteneció y en cuyas filas sale alumbrando cada Viernes Santo. 

—Por supuesto, ayudando en todo lo que puedo, en todo lo que mis cofradías me pidan. 

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