"Todo el que necesitara un psicólogo debería poder permitírselo"
Pilar Vega Murcia (Melilla, 1976) nació un Día de Andalucía, es mujer y trabajadora; vamos, que lleva dos semanas de 'celebración'. Justo el domingo que se cumple un año del 14-M, ese que ha pasado ya a la historia como la sobrecogedora fecha del inicio del confinamiento que detuvo el mundo, esta psicóloga sanitaria cuya consulta destila serenidad y positividad en un no menos histórico caserón del casco antiguo jiennense se sienta hoy en el 'diván' de Lacontradejaén.
Sí, entre los muros centenarios del hogar del que fuera alcalde y presidente de la Diputación, ilustre médico y jurista Juan Pedro Gutiérrez Higueras (Alcaudete, 1901-Jaén, 1978), discurre una entrevista copada de claves para afrontar la incertidumbre de la mano de una reputada profesional que así, de sopetón, parece recién salida de un cuadro de Boticelli.
—¿Qué hace una melillense en la tierra del Ronquío?
—Circunstancias del trabajo de mi padre. Él era militar, fue un destino en el que estuvo durante muchos años y, de hecho, allí nacimos tanto yo como mis hermanos. Pero mi vida en Melilla acabó a los siete años, cuando mi padre tuvo el siguiente destino y pasé a vivir a Granada, donde ya estuve hasta que me casé.
—¿Cómo, cuándo se vinculó con Jaén?
—Yo me he considerado siempre de Granada, por ser la ciudad en la que parecía que más años había vivido, pero ya no, porque el otro día hice cuentas y llevo dieciséis años en Jaén, igual que los dieciséis que pasé en Granada. Sí es verdad que mi juventud y gran parte de mi infancia se desarrollaron en Granada, hasta que me casé. Luego estuvimos cuatro años viviendo en tierras de Almería y terminamos aquí por motivos de trabajo de mi marido. Desde entonces [2003] vivimos en Jaén, un poquito también al calor de la familia de él.
—Y se siente como en casa...
—Sí, fenomenal, estoy encantada. Además, para el estilo de vida que llevo, con cuatro hijos que tengo, realmente es una ciudad muy agradable, muy cómoda y donde nos sentimos bastante a gusto.
—Cuatro hijos... ¿jiennenses?
—Sí; bueno, el mayor nació en Granada pero, fuera del nacimiento, después se ha desarrollado en Jaén en todo cuanto él tiene conciencia de haber vivido.
—Hija de militar, dice usted. Me ha desbaratado la pregunta que tenía preparada sobre su vocación, sobre si le venía de familia lo de dedicarse profesionalmente a la psicología.
—No, no; realmente, para mí la experiencia del contacto directo con las personas siempre me ha parecido interesante, agradable, y aunque resulte gracioso recuerdo que cuando pensé a qué me quería dedicar, a mí las charlas con la gente, lo que yo recordara de haber vivido, lo que yo hacía en los recreos con mis amigas era lo que me gustaba, hablar de cómo estaba cada una, de qué nos pasaba, de qué nos ocurría, nuestras preocupaciones, nuestras vicisitudes. Y, al final, mi carrera tiene muchísimo de ciencia pero, en definitiva, es imbuirse de lo que le ocurre al otro, también con mucho poso de lo que tú vives, de lo que experimentas, de tus propias sensaciones, que pueden ayudar en un momento dado a tirar del otro.
—Es usted psicóloga sanitaria. ¿En qué consiste exactamente su trabajo, Pilar?
—Un psicólogo sanitario es aquel que, teniendo ya la formación en Psicología (en mi época licenciatura, ahora grado), tiene una habilitación específica para poder pasar consulta. Esa habilitación se puede conseguir a través de una formación de posgrado, tras la carrera, o en mi caso me la permitieron los años de experiencia que he tenido como psicóloga en la Fundación Ángaro Proyecto Hombre. Estuve trabajando diez años allí y cuando se determinó que había que habilitarse como psicólogo sanitario para poder pasar consulta, se permitió que la gente que ya llevaba una experiencia a la espalda no tuviera que hacer esa formación específica. De todas formas, siempre digo que, para mí, el gran rodaje fueron esos diez años en Proyecto Hombre, trabajando rodeada de gente que trabajaba muy bien y con la que pude aprender, equivocarme, intentar de nuevo hacerlo bien. Fue una experiencia muy fuerte.
Hablando de formación, cabe destacar a estas alturas de la conversación que en el currículo de Pilar Vega no faltan, precisamente, los títulos académicos. Conferenciante y ponente, posee un máster en Terapia de conducta y es, además, especialista en Psicopatología y Salud. Desde el verano de 2019 dirige el Gabinete de Psicología Posible.
—Esa década en Proyecto Hombre, por lo que dice, la curtió. Conocería allí casos muy duros, ¿no?
—Sí, porque al ser todo tipo de adicciones, realmente son situaciones, en muchos casos, muy dramáticas. Lo que pasa es que aprendes a no vibrar tanto como para no poder ayudar al otro, intentas mantener esa distancia profesional que te permita aplicar una terapia apropiada. En ese sentido sí me llamaba la atención, cuando empecé en Proyecto Hombre, que había gente a mi alrededor que se sobrecogía por el trabajo que yo hacía allí, y para mí no significaba eso. Siempre tienes el espíritu humano, yo trabajo con personas y eso tiene una vital importancia, pero siempre desde la ayuda, no desde una implicación personal que no te permita hacer tu trabajo.
—¿Cómo nació Posible, qué impulsó el nacimiento de este gabinete de Psicología?
—La Fundación Ángaro Proyecto Hombre, cuando estaba trabajando con ellos, tuvo que cerrar durante un tiempo que coincidió con el nacimiento del cuarto de mis hijos. También pensé que era un buen momento para tomarme un lapso, igual que lo había hecho con la tercera de mis hijos, pero ya no me 'reenganché'. Posible surgió de una manera curiosa: estando en mi casa, me ofrecieron otro trabajo. Estuve trabajando dos años en la secretaría de un colegio, algo que no tenía nada que ver con lo mío, y aunque estuve muy a gusto sí es verdad que aquello me ayudó a darme cuenta de que no quería dejar de ser psicóloga, fue el empujón final para terminar abriendo esta consulta. Si bien es verdad que he estado rodeada de algunas personas que me ayudaron, que me empujaron fuerte, que me dijeron: "Venga, tienes que intentarlo". Entre ellos mi marido, que fue la principal ayuda y un poco el que me abocó a aquello que yo no terminaba de ver claro. Pero siempre me alegraré de haber dado el paso.
—¿Contenta, entonces, con la decisión, con esta aventura?
—Sí porque, al menos como yo vivía mi carrera, esta era la mayor proyección que podía tener mi profesión de psicóloga, y no pensé que estuviera para mí esta oportunidad. Así que cuando decidí dar el paso y vi que todo cuadraba, que la cosa iba marchando, me alegré infinitamente, siempre viviéndolo desde el agradecimiento y la responsabilidad que siento de que es un trabajo con el que quiero y debo ayudar a la gente. Muy agradecida por la confianza que las personas depositan, y con mucho peso de responsabilidad de desear ayudar de verdad; si no, esto no tiene sentido: no es simplemente un negocio.
—No abundan en el casco antiguo de Jaén los gabinetes de psicología...
—Es verdad, y creo que si yo hubiera tenido que buscar un local donde abrir y ubicarme tampoco lo hubiera hecho en estas calles. Lo que pasa es que la cercanía con mi domicilio me hizo ver que era la mejor opción, y en ese sentido estoy contenta porque, al final, he llegado a pensar que no es tan importante dónde estés, sino esta red social que te rodea y donde, en un momento dado, se te pueda conocer. La gente, creo, hay momentos en la vida en que le transmites confianza; la edad que tengo, que es un intervalo en que la gente te supone una experiencia, genera una confianza que facilita las cosas. Y ya sabemos que cuando la gente confía en ti, se va corriendo la voz.
—Dice usted que el lugar quizá no importa tanto, pero algo le dirá la gente que acude a su consulta cuando se adentra por estas calles, a la sombra de la Catedral, con este perfume distinto a casco histórico, estas vistas, la fachada de este caserón...
—Tiene bueno y malo, a ver: la primera vez que la gente viene, se me pierde [ríe]. Sí es verdad que a veces he tenido que salir a la Plaza de Santa María a 'rescatar' a alguien, porque era la primera consulta, pero fuera de eso, que es lo más incómodo para algunas personas y que yo intento solventar enviando un enlace a quien va a venir por primera vez, sí es verdad que tiene un olor más íntimo, menos impersonal que un edificio, un bloque de pisos o una pura oficina a pie de calle. Eso sí que, para algunas personas, es llamativo, y te dicen: "Yo no conocía este barrio", o les llama la atención al entrar a la consulta, a la casa. Al final, esta es una zona de viviendas, de casas de familia, y eso da cercanía.
—Lo mismo le han aplaudido, desde alguna institución, que esté 'revitalizando' el casco antiguo con su consulta, ¿o no?
—[Ríe]. Bueno, no, pero si así fuera yo me alegraría, porque vivo en este casco antiguo y me parece que es una suerte, que es una preciosidad. Ayer me decía uno de mis hijos, cuando lo recogí del cole e hicimos una pequeña compra: "Mamá, qué suerte, todo tan cerca". Eso es lo que tiene este barrio, donde además también puedes seguir viviendo ese vínculo vecinal con la gente de alrededor y contactar con los demás si en un momento dado necesitas ayuda, y los saludos de la calle... Todo eso es distinto, yo he vivido en edificios y esto es más cercano.
—Precisamente en el exterior del edificio, una placa conmemora que aquí vivió, entre 1915 y 1921, un santo, San Pedro Poveda. ¿Están presentes los valores de una personalidad como esa en su trabajo, en el despacho que se abre tras esta fachada y esa placa, o se quedan fuera, en la calle?
—Yo no me puedo desvincular de eso, es una parte de mí. Soy creyente, y a San Pedro Poveda lo he tenido muy presente en muchos momentos de mi vida y lo sigo teniendo continuamente. Sobre todo, como era un santo tan vinculado a la educación, me acuerdo mucho de él en referencia a los jóvenes, a mis hijos... Para mí es algo muy bello, y a veces incluso sobrecogedor, saber que Pedro Poveda anduvo por estas estancias; me sirve como un apoyo, una ayuda, lo tengo como un ser de referencia.
—Si estuvieran aquí ahora mismo, más de un aficionado a las ciencias ocultas le preguntaría si ha notado usted su presencia en esta casa, de alguna manera.
—[Ríe]. No sé, intento prestar atención para sentir al Señor junto a mí cada día a través de la imagen de San Pedro Poveda o de otras personas que están a mi alrededor, que son tan humanas como yo pero que me transmiten muchas cosas buenas. Hoy mismo he estado en una residencia de mayores donde también colaboro y me ha impactado cómo transmitían esa ternura del Dios que todos tenemos dentro, de esa parte de Dios que todos tenemos dentro.
—Los mayores han sido unos de los grandes afectados por la pandemia. Esta entrevista se publica justamente cuando se cumple un año de la entrada en vigor del estado de alarma. Desde su punto de vista, profesionalmente hablando, ¿cómo ha vivido usted esta situación tan tremenda?
—Ahora mismo hay un aluvión de gente que necesita apoyo y ayuda psicológica, porque realmente la pandemia en sí, pero en concreto el confinamiento, ha sido una fuente de estrés muy importante. Es lo que nosotros, los psicólogos, llamamos un factor precipitante: puede que haga aparecer un problema latente que está ahí, que podía aparecer o no si no se daban unas circunstancias estresantes y angustiosas para la persona, y en muchos casos esto se ha dado con el confinamiento y con la pandemia, con el cambio en el estilo de vida que nos estamos viendo obligados a hacer. De hecho, para mí, una de las dificultades ahora mismo en consulta es que muchas de las cosas que tengo que trabajar están relacionadas con la red social de las personas.
—¿A qué se refiere exactamente, Pilar?
—Muchas veces somos capaces de salir más de nuestras dificultades y nuestros problemas si conectamos con los demás, si hacemos actividades sociales, actividades lúdicas en la calle, al aire libre; todo lo que es el ocio y el tiempo libre, tan importante para cualquier persona, y para alguien que está tratando de superar una situación complicada, más. En ese sentido nos vemos con una limitación a la hora de que las personas puedan avanzar, porque la gente tiene miedo, y es normal. Últimamente recomiendo mucho el senderismo, las actividades al aire libre; ahora que llega la primavera es una buenísima noticia para todas las personas que necesitan hacer cosas y no han tenido cómo mientras estaba el invierno aquí.
—Paradójicamente, es un buen momento este para este oficio suyo, la psicología...
—Sí, la verdad es que, en ese sentido, hay más personas necesitadas de apoyo psicológico pero bueno, es que también, para buscar apoyo psicológico, hace falta una situación económica que lo permita, por eso creo que acude mucha menos gente de la que lo necesita.
—Entonces, el jiennense (al menos el que sí puede permitírselo) acude a este tipo de consultas, ha roto viejos tabúes.
—Cada vez hay más gente, principalmente gente joven, que tiene menos reparos en pedir ayuda cuando la necesita, en comenzar un proceso de acompañamiento con un psicólogo. Pero bueno, la gente mayor todavía cree que esto es para cuando se está muy mal, eso todavía pesa. Tengo el convencimiento de que esto va a ir cambiando, porque en otras sociedades, con un rodaje previo, ya ha cambiado, y aquí los jóvenes también lo respiran de otro modo. Lo que hacía falta es que todo el que necesitara ir a un psicólogo pudiera permitírselo, pero con esta situación económica es difícil.
—¿Qué 'armas' puede facilitar un psicólogo a la persona que se acerca a su consulta en una situación tan especial como la que vive el mundo actualmente, a consecuencia de la pandemia?
—Para estar lo más sanos posible a nivel psicológico hay que centrarse en el presente, en el día a día, en cada momento. Pero es que, ahora, más, hay que hacer una mayor llamada de atención en intentar vivir el día a día porque, al final, la ansiedad que yo veo en la consulta está determinada, principalmente, por querer vivir en un futuro que todavía no ha llegado y sobre el cual no podemos hacer nada, pero que a la vez nos preocupa, nos inquieta. Cuanta más necesidad tengas (por tu carácter, por tu manera de ser, por tus tendencias naturales) de controlar lo que ocurre a tu alrededor, más fuerte va a ser esa inquietud, esa ansiedad. ¿Qué se puede hacer? Vivir cada momento con toda la presencia que puedas tener, eso es lo mejor.
—¿Alguna sugerencia?
—Últimamente recomiendo mucho la meditación, el mindfulness, un espacio de silencio donde poder conectar con lo que sientes y con lo que eres, a un nivel profundo, con lo que sientes en ese instante. Volver a ser tú fuera del aluvión de pensamientos que nos llevan a angustiarnos más allá de lo que podemos hacer.
—Pilar, usted es especialista en terapias de pareja y familia. ¿Se le ha presentado algún caso de gente a la que la intensificación de la convivencia durante el confinamiento le haya sentado como un tiro, hasta el punto de necesitar apoyo psicológico? Vamos, lo del chiste: "¿La Navidad, bien o en familia?", (permítame el recurso).
—[Ríe]. Sí, sí. Por esto de que el confinamiento nos ha abocado a estar muchas horas encerrados en una vivienda con tu pareja o tu familia, sí, pero también por el estrés que eso, en sí, genera: no poder salir, no poder hacer otras actividades... Al final, todo ese estrés se manifiesta, la mayoría de las veces, con quien tenemos más cerca y sí es verdad que se han generado más dificultades, entre parejas y entre familias, que las que se hubieran dado si todos hubiéramos podido tener ese ritmo más normal, más sano, más de distracción.
—Pero, y perdone que insista, ¿nadie le ha planteado, por ejemplo: "Pilar, antes no aguantaba a mi marido o a mi mujer, así que ahora, tantas horas juntos en casa, mucho menos?".
—Hay veces que las parejas te dicen que el detonante del problema ha sido el confinamiento. No creo que ese sea el problema, pero sí el precipitante, el que lo ha hecho brotar, ha sido el catalizador que ha hecho que se manifieste. Todos hemos vivido situaciones estresantes, y con nuestros hijos, y entre ellos... En fin, creo que somos una sociedad muy valiente: tener que afrontar esto que, meses atrás, e incluso días atrás, ni nos hubiésemos planteado que seríamos capaces. El ser humano tiene una capacidad mucho mayor de lo que en principio pueda pensar. Aun así nos resentimos.
—Al hilo de la familia, del hogar... ¿Que su espacio de trabajo comparta medianería con su propio domicilio hace que, en un momento dado, Pilar Vega se convierta en Mapi (su hipocorístico de andar por casa), o impera la distancia?
—No, la distancia es suficiente, necesaria y buena. En ese sentido no, cuando he tenido ese contacto más personal, cuando paso de ser Pilar a Mapi es porque la persona ha llegado a través de alguien conocido por mí, o la propia persona me es conocida. Por lo demás, a mí, hasta ahora y por la experiencia que tengo, vivir cerca de mi trabajo lo único que me está permitiendo es tener la ventaja de optimizar mi tiempo, que al final son beneficios para mi familia.
—Cazadores que no pueden cazar, pescadores que no pueden pescar, cofrades que se quedan sin Semana Santa otra vez... ¿Qué les diría usted a todas las personas que sufren la frustración de no poder entregarse a sus pasiones particulares, por culpa de la pandemia?
—Volviendo a lo que he dicho antes, tenemos mucha más capacidad de adaptarnos de lo que pensamos y que, de hecho, lo demostramos cada día. Que seguro que hay más intereses de los que uno siempre ha desarrollado, y más capacidades para buscar una afición, un algo que te llene. Yo recuerdo, cuando estudiaba el máster, que una psicóloga me decía: "Hay que ayudar a la gente a repartir los huevos en distintas cestas".
—¿Cómo se aplica ese refrán, esa sentencia, al día a día?
—Si pasa algo con una afición, o incluso con el trabajo, alguna circunstancia donde todo se complica por lo que estamos viendo, que puedas tener otro recurso. Esto lo digo con todo el respeto del mundo, porque cuando se trata del trabajo no es tan fácil de sustituir, pero siempre se puede buscar otras alternativas y, sobre todo, sí hay algo a lo que la meditación puede ayudar: darnos cuenta de los muchos momentos llenos de vida, de bienestar y de privilegios de los que tenemos el día lleno y que, a veces, nos pasan desapercibidos. Ahora quizá estamos más capacitados para tener la sensibilidad para las cosas buenas, cuando hemos tenido que reducir tanto campo de acción.
—Para concluir, Pilar. Más de uno pensará que eso de tener a la psicóloga en casa debe de ser algo estupendo pero, en un momento como este, mucho más.
—[Ríe]. No sirve absolutamente para nada. Mis hijos me verán siempre como madre, como psicóloga no puedo ayudar en absoluto. De hecho, cuando se da alguna situación en mi vida, en mi familia, y necesito algo de ayuda no me planteo no acudir a un compañero, si lo necesito lo hago. En mi casa, desde luego, soy madre y no me tienen por otra cosa [vuelve a reír]; la mejor forma de terminar].
Fotos y vídeo: Esperanza Calzado.
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COMENTARIOS
Ana María Charte Cuello Marzo 14, 2021
Muy interesante la entrevista q tiene la humanidad d la protagonista como base de todo lo que expone. Una gran mujer y una gran profesional, lo que necesitamos para transformar está sociedad . Felicidades y continua desde tu consulta sembrando serenidad, ilusión y esperanza.
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