"El potencial del olivar tradicional de Jaén se tiene que poner en valor"
Llevan años trabajando, cosechando, sembrando y esforzándose. Desde hace semanas ocupan portadas, titulares, entrevistas y aplausos. Pero llegar hasta donde están hoy no es fruto de la improvisación. Es el resultado de una estrategia planificada, de una apuesta valiente, de malos ratos pero también de infinidad de buenos momentos, como esa llamada a las ocho y media de la mañana para anunciarles que habían ganado el Premio "Alimentos de España al mejor Aceite de Oliva Virgen Extra 2018-2019", en la modalidad Frutado Verde Dulce. La plantilla de la cooperativa San Vicente de Mogón, en Villacarrillo, aporta su pequeño grano para que el producto que llega al consumidor sea de la máxima calidad. Y han obtenido su recompensa. Nos acercamos hasta la cuna de Puerta de las Villas para conocer a Pepe Gilabert Blázquez (Mogón, 1964) y a María del Mar Manrique Pérez (Arquillos, 1980), presidente del Consejo Rector y gerente, respectivamente. Detrás de ellos, 1.100 socios que han conseguido cambiar el rumbo y la imagen de las cooperativas.
—¿Recuerdan la primera vez que estuvieron delante de un olivo?
—P.G: No lo recuerdo porque siempre he estado entre olivos. Fue una de las primeras vistas que tuve nada más nacer.
—M.M: Yo tampoco recuerdo la primera vez, pero sí que cuando tuve consciencia de viajar y no ver olivos, veía el paisaje raro.
—¿Conforme iban creciendo siempre supieron que sus vidas iban a estar vinculadas al olivar o en algún momento se les pasó por la cabeza dedicarse a otra cosa e irse de Jaén?
—P.G: Me gustaban mucho los idiomas y me siguen gustando. Hubiese hecho Filología Inglesa pero siempre he compatibilizado el estudio con el campo. Mi padre nos llevaba los fines de semana y las vacaciones a trabajar. Llegó un momento en el que era muy difícil compatibilizar estudios y trabajo. En aquel momento, con el servicio militar de por medio, los dejé, opté por no entrar a la universidad y me quedé en el campo muy a gusto. Luego ya se fue complicando la cosa (sonríe) y me llegó la presidencia del Consejo Rector y compatibilizarlo es todavía más complicado, porque yo soy agricultor, tractorista, que me gusta decirlo.
—Se ha reído cuando ha mencionado la presidencia del Consejo Rector. ¿No es un presidente al uso?
—M.M: No, no es un presidente al uso. Me acuerdo de mi primer año de trabajo cuando lo vi subido al tractor hablando con alguien en China a través del Skype. Eso no es un presidente al uso, la verdad, o por lo menos lo que yo estaba acostumbrada en mi pueblo.
—La Cooperativa San Vicente de Mogón tampoco es muy al uso y cito, por ejemplo, la destacada presencia femenina en un sector más bien masculino.
—P.G: Sí, es cierto, pero tampoco ha sido algo premeditado o una estrategia por cuotas. Lo que ha ocurrido es que por méritos y por capacidad han ido ocupando cada vez más puestos. Pero tengo que confesar que tenemos un déficit de presencia femenina en el propio Consejo Rector. No es porque no lo hayamos intentado. Creo que es fundamental y el consejo tiene que ser reflejo de nuestros trabajadores porque, además, se nota que hay ciertas maneras y formas de trabajar distintas.
—¿Hay maneras diferentes de trabajar siendo hombre o mujer?
—M.M: Sí, muy diferentes. A mí también me gustaría que en el Consejo Rector hubiera alguna mujer. Ellos son la representación de los socios y tenemos más del 40% de mujeres socias. Cuando hacemos algún evento específico para ellas, participan mucho. Cuando es compartido, no vienen tanto.
—¿La apuesta por la calidad que ha hecho la cooperativa tampoco ha sido premeditada o sí obedece a una estrategia?
—P.G: Ahí no hay improvisación (ríe). Llevamos 19 años en el Consejo Rector y cuando llegamos nos encontramos, lo primero, unas instalaciones totalmente obsoletas. Para llegar donde estamos necesitábamos unas buenas instalaciones porque, de lo contrario, era imposible producir calidad y dar buen servicio a los socios. El primer proyecto fue hacer la nueva fábrica. Luego hubo otro más amplio porque fuimos un germen de lo que luego fue Interóleo. En aquella época trabajamos la concentración y, en un momento dado, vimos esa otra apuesta por la singularidad, por la diferenciación, por la calidad. Así, hace ocho años que empezamos a hacer los aceites de cosecha temprana. Nos quedan muchas cosas por hacer pero el último paso que hemos dado es mejorar la sostenibilidad con producción integrada y ecológica. Tenemos proyectos de economía circular, de plantas de compostaje... Todo eso se ha meditado y midiendo los pasos, porque en una cooperativa con más de 1.100 socios ya, las cosas hay que planearlas y plantearlas muy bien con toda transparencia y claridad.
"MI OBJETIVO ERA CONSEGUIR EL PREMIO DEL MINISTERIO"
—¿Ha sido difícil hacer entender a 1.100 socios que había que apostar por la calidad desde el principio hasta el final, desde el campo hasta la etiqueta de la botella?
—M.M: Son procesos que se van implantando poco a poco. Primero debes tener las instalaciones. El equipo interno de trabajadores también debe ir adquiriendo pautas, pero esta implantación se hace poco a poco, sobre todo desde el campo y hablando con ellos, con los socios, explicándolo, haciéndoles ver por qué y para qué. Yo llevo aquí cinco años trabajando y no esperaba tener el premio del Ministerio de Alimentación. Pero era mi objetivo y Pepe te lo puede decir. Cuando estás trabajando debes tener metas. Ahora ya ha llegado una de ellas, pues nos plantearemos otras diferentes. Pero esto es un trabajo de años.
—P.G: Las cooperativas pueden acometer cualquier proyecto y olvidarse de que hay cosas que no pueden hacer, para nada. Pero hay que ser muy transparentes y tener las ideas muy claras. A los socios se les deben explicar las cosas y hay que saber que nunca tendrás una unanimidad. Algunos socios no ven bien el camino, pero si estamos aquí entiendo que es porque la mayoría cree que es positivo. Pero, insisto, lo más importante es total transparencia, claridad y explicar las cosas tal cual son y no tener miedo, aunque no se llegue a una unanimidad, que es imposible y no avanzaríamos nunca.
—Desde las cooperativas se puede hacer cualquier cosa, no solo producir a granel. ¿Fue una defensa que hizo en la Subdelegación del Gobierno cuando le dieron el Premio Alimentos de España 2018/19?
—P.G: Por supuesto. ¿Qué diferencia hay con una sociedad limitada o anónima? Que somos muchos más propietarios, que en vez de llamarse Consejo de Administración es Consejo Rector... Pero no hay nada distinto de lo que puedan hacer otras empresas. Nosotros somos 'seleccionadores' y escogemos a las personas que creemos que mejor van a implementar los proyectos. En cuanto a las asambleas de socios, insisto en la misma idea, hay que ser totalmente transparente, saber que es muy difícil llegar a una unanimidad pero que cuando se decide algo, debemos ir todos a una.
—M.M: Una cooperativa tiene más fuerza que una empresa privada porque tiene más posibilidades y opciones. Tiene una masa social muy importante y, no vamos a negarlo, un volumen de facturación importante. ¿Por qué hay empresas privadas que llegan y una cooperativa no? Porque, a lo mejor, esos socios o ese Consejo Rector no dan las herramientas para alcanzar ese objetivo, y eso no quiere decir que sean peores o mejores. Además, otro aspecto muy importante es tener un capitán de barco que sepa lo que quiere y un rumbo marcado. En estrategias no sirve la improvisación y una estrategia hacia la calidad, como ha hecho la Cooperativa San Vicente de Mogón, es algo de años, de décadas. Así que desde las cooperativas claro que se puede hacer, lo que hay que tener es unos socios y un Consejo Rector que quieran y se impliquen.
LA LLAMADA DEL MINISTERIO
—¿Quién recibió la llamada del Ministerio de Alimentación anunciando el premio?
—M.M: Yo.
—¿Cómo fue?
—M.M: Ha sido de las llamadas más emocionantes de mi vida. Estábamos en Madrid para participar en la World Olive Oil. Estaba en el hotel maquillándome y a medio vestir con una camiseta de tirantes. Me sonó el teléfono y vi que era el nombre del funcionario, que lo tenía grabado de cuando fue a recoger las muestras. Yo sabía que por el 22 o 23 de marzo, que es mi cumpleaños, se daban a conocer los premios. Eran las ocho y media de la mañana y me dijo que habíamos ganado el primero al mejor frutado verde dulce. Empecé a gritar y mis vecinas de habitación se preocuparon. Inmediatamente le pregunté quién más había ganado, porque sentía curiosidad, y cuando me dijo que todos éramos de Jaén me puse muy contenta. Lo primero que hice fue llamar a Agustín, al maestro de almazara.
—¿Antes que a Pepe Gilabert?
—M.M: Sí. Llamé a Agustín porque estaba a cientos de kilómetros y es el padre de la criatura. Le dije que se sentara porque le tenía que comunicar una cosa. Se puso muy contento y fue entonces cuando busqué a Pepe por el hotel para decírselo, pero no lo encontraba. Volví a mi cuarto y vi en el móvil un mensaje de que estaba en la puerta esperándome. Salí corriendo, en tirantes como estaba, con el frío que hacía, y me abracé a él. Y lo que me dijo es que me metiera para dentro, que me iba a congelar de frío (se ríen). Luego grabé un vídeo para el Consejo Rector y para los compañeros y lo envíe a cada uno de los grupos de WhatsApp.
—¿Qué se siente al cumplir su primer objetivo?
—M.M: No era mi primer objetivo. Era mi objetivo final. Ya ha llegado y ahora tendré que plantearme otros.
—Se marcó el reto y lo logró. ¿Cómo lo vivió usted?
—P.G: Yo aparento ser más tranquilo, como dice María del Mar, pero la procesión va por dentro. En ese momento te sientes feliz, orgulloso y te acuerdas de todo, porque también hemos pasado malos ratos y se siguen pasando. Pero es una gran satisfacción, pero también por ellos, por los trabajadores. Sin ellos es imposible llegar a esto.
—¿A qué apunta el hecho de que los tres ganadores sean de Jaén?
—P.G: Apunta un camino a seguir en el olivar tradicional de Jaén. Estamos en una coyuntura de precios bajísimos. El que haga un aceite normalito, del montón, estará sometido siempre a esas coyunturas. Desgraciadamente, y ojalá me equivoque, puede ser algo que persista y no una coyuntura. Estamos compitiendo con un tipo de olivar que, en algunos casos, tienen menos de la mitad de costes que nosotros. El potencial que tiene la variedad picual, el olivo tradicional de Jaén, además de lo que podemos aportar desde el punto de vista medioambiental y de la sostenibilidad, se tiene que poner en valor. Eso se hace con un producto excelente, de calidad, distinto y haciéndolo de forma sostenible. Creo que es un camino para que cada vez se apunten más. Porque hay cosas que llegan al alma y algunos me han dicho, al día siguiente, que para qué sirve el premio.
—A Lacontradejaén se lo han preguntado algunos lectores. ¿Para qué sirve el premio?
—P.G: Hablamos de sostenibilidad medioambiental, social y económica. Toda esta apuesta por la calidad busca una mayor rentabilidad y es posible. En nuestra pequeña cuota de aceites de calidad estamos viendo diferenciales tremendos. Los premios ayudan a eso. Sirven para apuntar un camino a seguir y sacar mayor precio al aceite, y está demostrado.
—¿Le ha dicho todos estos pensamientos al ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas?
—P.G: Lo he visto dos o tres veces, pero son encuentros muy breves. Nuestra defensa de la sostenibilidad y la economía circular sí que se lo he dicho. Aunque la última vez le hablé de la PAC, de la Política Agraria Común. Le dije que había que ser más valientes y que las ayudas no se deben dar por hectáreas sino a quien lo necesita. Porque lo otro no son ayudas, son primas a grandes perceptores. Lo que sí le recalco en cada uno de los breves encuentros es que queremos que venga aquí, que nos conozca y explicarle el modelo.
—Vendrá en Expoliva. ¿Es una buena oportunidad para que visite Mogón?
—M.M: Yo creo que vendrá.
—Valentía, profesionalización, unión, formación... ¿De qué adolece el sector olivarero jiennense?
—M.M: Formación hay. Adolece de que se contrate a esa gente formada. Si en cada cooperativa hubiera una persona, dos o tres, formados en la materia en cuestión, otro gallo cantaría. Adolece también de consejos rectores y socios implicados. Hay mucha envidia y mediocridad.
—¿Las administraciones ayuda o entorpecen?
—P.G: Hablábamos antes de integración, si debemos unirnos o no, ser más grandes o pequeños. Hay veces que cogen un único discurso y no debe ser así. Por ejemplo, es lógico y razonable la unión para ser más fuerte. Pero depende de la estrategia marcada, esa unión puede ser positiva o puede ser, incluso, hasta negativa. Tenemos ejemplos de todo tipo. Lo que se debe tener claro es que el volumen, el tamaño, no lo es todo. Sería más positiva una estrategia de integración de estrategias, es decir, tener un objetivo en común como poner el olivar en valor. No tanto de fusiones societarias o integraciones porque, insisto, hay quien no está haciendo buena labor dentro del sector. Otro ejemplo, la PAC. Hablan de presupuestos y de territorios, cuando deberían hablar de personas. ¿Quién se está llevando las ayudas? El 20% de perceptores, que algunos no son agricultores, se llevan el 80% del dinero y, además, a cambio de nada. Las políticas de ayudas tienen que ser mucho más razonables y que no se olvide que el ciudadano europeo está dispuesto a pagar las ayudas para una agricultura sostenible, para recibir algo a cambio como la calidad o la seguridad alimentaria.
—¿Habla de puntos en el olivar? ¿A qué se refiere?
—M.M: Esos puntos es tierra sin cubierta y olivo. ¿Eso qué es? Pérdida de suelo, erosión, un desierto con olivos. Quiero ser positiva y que eso evolucione a que sea verde, con su cubierta vegetal y su suelo protegido. Que el suelo tenga vida. Otro tema son las instalaciones. Han dado ayuda a las instalaciones, para hacer fábricas fuera de los pueblos con una maquinaria que pueden sacar una buena calidad. Sin embargo, hay quienes lo siguen haciendo igual que hace 15 años. ¿Entonces para qué gastar tanto dinero en las instalaciones si se sigue igual? Por eso creo que las ayudas de la PAC deberían ir vinculadas a unas exigencias.
—¿Qué responsabilidad tiene el ciudadano, teniendo en cuenta que hay jiennenses que no sabemos diferenciar un virgen de un virgen extra?
—P.G: El ciudadano, como en tantas otras cosas, en este mundo del mercado libre tiene el cerebro comido por todas partes y ahí podrían hacer mucho las administraciones. Por ejemplo, simplificando y definiendo mejor la nomenclatura de los aceites. Llamar aceite de oliva a aquello que es el aceite no apto para el consumo tratado químicamente... Y que el otro tenga que empezar a ponerse apellidos, es nefasto. Al ciudadano le falta mucha información y está bombardeado con publicidad y noticias interesadas. Me estoy acordando, por ejemplo, de la Interprofesional del Aceite. ¿Sus campañas aclaran algo? ¿Diferencian? En esto, como en los consejos rectores, hay que ser valientes y no vale decir que todos producimos lampante. Nosotros, por ejemplo, de casi cinco millones de kilos hemos hecho dos camiones, me parece. Lo que no podemos es confundir. El ciudadano tendría que pensar, cuando compra una garrafa de aceite muy barata, que está tirando por el suelo el esfuerzo de todo un sector.
—¿Hay algo que no os haya preguntado y quieran decir?
—P.G: Yo quiero agradecer a nuestras familias el esfuerzo que hacen. Estoy pensando en mí o en María del Mar, por ejemplo, y lo difícil que es conciliar. Yo no tengo sueldo ni jornadas como presidente y María del Mar me consta que se lleva trabajo en casa. Es difícil y también se debería poner en valor el esfuerzo que hacemos porque lo sentimos.
—M.M: Yo quiero hacer un llamamiento a la gente de la provincia de Jaén y del sector para formarse y ser más responsable con un sector muy sensible y del que vive toda la provincia, es su tierra. La gente de Jaén debería conocer el producto y el cultivo del que viven, se dediquen o no a él porque todo gira en torno al olivar, desde las consultas médicas hasta las guarderías. Deberíamos estar todos más implicados, vamos a trabajar, vamos a contratar que hay un máster en la Universidad de Jaén con técnicos que están en el paro. Vamos a luchar por eso.
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