Cerrar Buscador
"Mi pregón tiene que traslucir mi amor a Jaén y a sus cofradías"

"Mi pregón tiene que traslucir mi amor a Jaén y a sus cofradías"

Por Javier Cano - Octubre 05, 2025
Compartir en X @JavierC91311858

Este fin de semana de la 'magna' nuestro Zoom no podía protagonizarlo alguien que no fuese cofrade. O sí, pero como además coincide con su designación como pregonero de la Semana Santa 2026, Rafael de Vargas Aguilera (Jaén, 1966) era el candidato perfecto. 

Dotado de esa elegancia que conceden la discreción y la prudencia y hombre de profundo compromiso con su fe, hoy responde sobre lo divino y lo humano en una entrevista casi insuperable, al menos en cuanto al marco que la acoge. 

—Tiene usted un nombre completo con el que podría ser, perfectamente, torero de cartel, personaje lorquiano o un retratado por Romero de Torres.¿De dónde vienen los Vargas Aguilera de su particular genealogía?

—Con certeza no lo sé, mi familia siempre ha sido muy corta. A mis abuelos no los conocí, mi padre murió muy joven y cuando estas cosas me empezaron a interesar, me pillan ya un poquito más mayor y no pude hablarlas con él. A través de partidas de defunción he podido rastrear algo y, de entrada, lo más cercano es mi bisabuelo, que era de La Guardia. Intentando buscar, siempre me ha sonado que Vargas viniera de la zona de Logroño, o de La Rioja. 

—Tierra de buenos vinos. Y el apellido materno, ¿igual de nebuloso?

—Ese lo tengo más claro; mi abuelo era de Almería, era carabinero en Rodalquilar. Procedían de Carboneros y, tirando más atrás, de Barcelona. Hasta ahí he podido llegar.

—La Guardia, Almería, Cataluña... Pero usted es más de Jaén capital que un cantón, ¿no?

—De Jaén de pura cepa (como mi padre): nacido en el barrio de San Juan, bautizado en San Juan, 'comulgado',  confirmado y casado también en San Bartolomé (por circunstancias de la vida), recriado en la Magdalena, estudiante en el colegio de Santo Tomás (de ahí mi relación con el barrio de la Merced). Me considero muy de Jaén. 

—Cuando le solicité esta entrevista, Rafael, le ofrecí la posibilidad de escoger un espacio, un escenario, un marco en el que sintiera cómodo, inspirado. Y no lo dudó, la sala capitular de La Buena Muerte en la Catedral, o sea, la 'fábrica' catedralicia de toda la vida. ¿Deformación profesional hacia la belleza edificada  —es usted arquitecto técnico— o pesaron más otras razones sentimentales?

—Más por razones sentimentales: a mí me cupo la satisfacción de poder remodelar esta sala en el periodo de mi mandato [fue hermano mayor de la cofradía entre 2010 y 2013]. Las insiginas ya estaban expuestas en anaqueles y vitrinas, desde los tiempos de Manuel Cañones, pero el paso del tiempo había hecho que muebles y cristales no estuvieran bien. Fue un objetivo de aquella junta de gobierno y todavía recuerdo la llamada del administrador, que como buen administrador nos ataba en corto pero que me dijo que si quería, se podía remodelar la sala. 

—La siente un poco suya.

—Sí, de ahí esa parte sentimental que me animó a hacer la entrevista en esta sala. Pero es que, además, en esta sala he participado en muchos cabildos como cofrade; ahora, afortunadamente, acuden más cofrades, la participación es más amplia y hay que irse a la sala capitular de la Catedral. Además ocurre que las charlas de formación a los nuevos cofrades siempre me gustó que fueran aquí porque, viendo las insignias, más allá de que son obras de arte siempre me han rememorado a los cofrades que durante tantos y tantos años las han llevado en la procesión.

—Auténticas joyas...

— La mayoría son de finales de los 70 y principios de los 80, cuando La Buena Muerte tuvo su eclosión. Pero tenemos también una cruz de guía que es del siglo XVIII, la más antigua que sale en Jaén. 

—La cruz de don Luis Xavier de Garma, una verdadera reliquia. 

—Efectivamente. O el estandarte de la Virgen, que es el que salió en la primera procesión del Miércoles Santo [1927]. Para mí esta sala no es un museo, sino la esencia de La Buena Muerte. 

—Habla de todo ello en un año, por cierto, muy especial para su hermandad, a las puertas del primer centenario de su fundación. 

—Es una ocasión para dar gracias, por supuesto, porque los cofrades de hoy lo vamos a poder vivir; ¡cuántos cofrades han trabajado y han podido ver los veinticinco años, o los cincuenta, pero no han podido llegar al centenario! Más allá de la cifra redonda, de ese algo mágico que tiene, cien años son rememorar todo lo que la cofradía es, (e insisto mucho en esto) la gente que ha ido transmitiendo día a día esa devoción, cómo la ha ido transfiriendo. 

—Hablando de devoción, Rafael: ¿arquitecto técnico por convicción personal? ¿Satisfecho de su trayectoria?

—He estado años vinculado a promotoras y constructoras, es una parte de mi corazón, pero en 2008 llegó una crisis fuerte del mundo inmobiliario y ahí terminó mi relación, que mantuve un poco a través de informes y proyectos. Dediqué a eso varios años de mi vida, me formé para eso con un grandísimo esfuerzo de mis padres para que pudiese estudiar fuera, aquellos años que para ir a Granada había que echarse bocadillo, porque la Alsina paraba, no llegaba directamente, del tirón. Fueron años que supusieron para mí, también, cierto distanciamiento de Jaén. Ha sido una satisfacción ejercer como arquitecto técnico, sí, de hecho sigo colegiado, ha sido mi vocación.  

—Pero ya no ejerce. ¿A qué se dedica, pues?

—Desde 2012 soy el director de una residencia de mayores que precisamente construyó la empresa de la persona a la que llevo ligado profesionalmente bastante más de la mitad de mi vida, que es otro cofrade: Leonardo Cruz Linde, también hermano de La Buena Muerte, aunque nosotros nos conocimos antes, mi vinculación profesional con él no estuvo ligada a la cofradía, vino por otros derroteros. 

—Está usted de actualidad, y eso que estos días la 'magna' se lleva la palma en cuanto a atención mediática. Pero lo suyo no es cualquier cosa, no: pregonero de la Semana Santa 2026. ¿Esperaba la designación, se la barruntaba? 

—Rotundamente, ¡no, para nada! Yo he entendido siempre la cofradía como algo vocacional, pero sobre todo vivencial. En mi cofradía es donde yo he desarrollado mi fe, donde me ha gustado vivir mi fe, donde he tenido la oportunidad de poderla vivir, donde he hecho grandísimos amigos... En este sentido, la cofradía es muy importante para mí. Pero como siempre la he vivido así, me gusta vivirla en cierto anonimato, en la normalidad. Siempre he pensado que para ser pregonero la gente necesita conocerte, que estés en primera fila y al día de lo que sucede en las cofradías. 

—¿Por qué le extraña entonces su designación? Leyendo sus palabras, cualquiera que lo conozca mínimamente lo reconoce en ese perfil que usted mismo traza. 

—Porque, en ese sentido, yo ya me encontraba retirado, si se puede decir así. ¿Cuántos jaeneros hay andando por Jaén que no dan el pregón? ¡La mayoría! Sin embargo cogen a alguien (por ejemplo para San Lucas) porque tiene cercanía, contacto con esa fiesta. 

—Recuerda, Rafael, con esas palabras al Unamuno que quería militar en el ejército de los humildes, al Unamuno más próximo al propio Cristo de Velázquez de su sobrecogedor poema.

—Tampoco quiero echar deméritos sobre mi persona, imagino que algo tendrá el agua cuando la bendicen, algo habrán visto, no renuncio a ese honor. 

—¿Cómo se asume eso de ser nombrado vocero, exaltador de la semana más grande de la tierra de uno? Un paseo por la lista de pregoneros anteriores da vértigo, no porque todos los anteriores hayan sido de excepción pero, desde luego, hay nombres propios y textos que acharan, que apabullan. 

—Claro, porque a quienes lo hayan hecho muy mal les perseguirá toda su vida, que de todo hay en la viña del Señor. Yo, cuando recibí el nombramiento, sentí una losa tremenda que me caía en lo alto, junto con una sorpresa y una admiración que no había sentido desde que, de niño, abrí mi primer regalo de Reyes, esa ingenuidad, esa candidez: ¡es que no lo esperaba! Al pronto sentí un escalofrío muy grande. Además...

—Diga, Rafael, diga...

—Esa llamada se produce en el momento que se produce, y o te defines en ese momento o ya te has definido para nunca. 

—Como cuando se elige un Papa, o acepta en ese instante o ¡adiós al Obispado de Roma!

—Claro, ya no vuelves a ser. Afortunadamente tuve la lucidez, en ese momento, de que eso era así. Ha sido después cuando me he cuestionado por qué yo y por qué ahora. Sabía que estaba en el filo del trampolín y que la piscina estaba abajo y o me bajaba del trampolín o me tiraba. 

—Y se tiró. 

—Decidí saltar, entre otras cosas porque pienso que de los cobardes no se escribe nada: te dan la opción, te dan la oportunidad y ahora, más sosegadamente, digo: ¿por qué no? Es un mundo que me apasiona, un mundo que conozco. Y a Jaén la quiero y la aprendí como tantos y tantos, afortunadamente he nacido en el casco antiguo, no me es ajeno este sabor a Jaén, me son ajenas las grandes avenidas aunque ahora yo viva en un barrio nuevo, mi tendencia es siempre para subir, hasta a mi hija se lo hemos contagiado mi mujer y yo. 

—¡Subir a Jaén, como siempre se ha dicho!

—Claro, claro, subir a Jaén. Y me ha sorprendido mucho cuando he escuchado a hijos de amigos decir que nunca habían subido al Castillo de Santa Catalina o que no saben dónde están los Baños Árabes o que nunca han entrado a la Catedral. Les digo ¿y tú eres de Jaén?, ¿cómo es posible vivir en Jaén y no saber lo que es dar un paseo una mañana con luz de otoño por la Plaza de Rosales o por San Juan, callejear por la Judería, oler las confiterías cuando pasas por la Magdalena, o el café... Para mí todo es uno, quizá porque desde niño lo viví, de la mano de mi padre, que nos llevaba a los cuatro andurreando hasta el mismo castillo, por la vereda: "¡Vamos a descubrir Jaén!", me decía, me acuerdo perfectamente. 

—Y usted sigue andurreando por la ciudad. 

—Sí, aunque esa afición ahora la puedo cultivar menos, pero por ejemplo mi hija (que por tema de estudios tenía que ir al Neveral) me dijo de subir, pero que no sabía cómo; en ese momento me sentí, con mi hija, como mi padre conmigo. 

—La 'magna', señor De Vargas: ¿cree que aparecerá en su pregón de 2026?

—Tomo nota, es buena idea.

—En realidad esta pregunta es para sonsacarle, por saber si ya tiene estructurado mentalmente su discurso.

—Mentiría si dijera que sí, y también si dijera que no: tengo que confesar que desde el mismo momento en que tuve conocimiento, aparte de dormir bastante mal (porque mi cerebro en aquel momento era una lavadora, por la inquietud, por la sorpresa) mi cabeza daba vueltas a ver cómo enfocar el pregón, en qué lo basaré, qué contaré. Sí es verdad que algo empieza a forjarse, pero es un sentimiento que creo que todos los pregoneros han tenido. 

—¿Suele asistir al pregón?

—Sí, forma parte de mi calendario cofrade, te encuentras con muchísimos amigos, aprendes mucho, pasas un buen rato, luego me voy a comer con estos amigos... En fin, es un día precioso, muy bonito.

—¿Qué no puede faltarle a un pregón de Semana Santa?

—Traslucir el amor a Jaén, el amor que Jaén tiene a sus cofradías y el amor que los cofrades tienen a sus cofradías y a Jaén. Y el amor que yo, como jaenero y cofrade que soy, tengo por el uno y el otro. Esto y no decir nada es lo mismo, ahí entra todo. 

—¿Pero se meterá a historiador o a poeta? Eso pasa mucho. 

—No, no, me podré arriesgar, algo saldrá, porque cuando alquien quiere algo o a alguien, eso es en sí mismo poesía y de alguna forma brota, con rima o sin forma. Pero dejará traslucir el amor. La expresión más bella del lenguaje es la poesía. 

VÍDEO Y FOTOGRAFÍAS: ESPERANZA CALZADO

He visto un error

Únete a nuestro boletín

COMENTARIOS


COMENTA CON FACEBOOK