"En Jaén hemos hecho un remedo de la Semana Santa sevillana"
Hace una década que Ramón Guixá Tobar (Jaén, 1949) cedió todas sus varas y escogió vivir tras el caperuz de la tranquilidad, pero los años no le han hecho mella en su estatura de cruz de guía ni le han silenciado un ápice su moderada voz crítica. Biólogo, docente jubilado, poeta de Pasión y más jaenero que el paso de aire, ha sido casi todo lo que se puede ser en el mundo cofrade jiennense.
Con la Cuaresma 2023 recién inaugurada, el que fuera subgobernador de La Expiración, hermano mayor de La Buena Muerte, presidente de la Agrupación de Cofradías y Hermandades de la Ciudad de Jaén y, para muchos, el último gran revitalizador de la Pasión local, vuelve por un rato a las filas de las entrevistas nazarenas para recordar, valorar y reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro de la gran tradición del Santo Reino.
—¿Ese apellido suyo, señor Guixá...?
—Catalán de pura cepa.
—¡Pero de usted dicen que es más jaenero que la cuesta de Belén!
—Porque nací en Jaén, pero mi padre era catalán, y también su familia; ¡pero catalanes!
—No eran cofrades de toda la vida, al menos en el Santo Reino...
—Mi padre era catalán, juez catalán, pero prácticamente no vivió en Jaén. Yo sí nací y viví en Jaén como un jaenero, desde muy pequeño. Mi madre me llevaba a ver salir las procesiones porque yo se lo pedía muchos años; muchas de ellas pasaban por debajo de mi casa, en la Plaza de las Palmeras. Me motivaban dos: La Buena Muerte, que veía salir por el bulevar antiguo de la Plaza de Santa María con mis compañeros de Maristas, vestidos de monaguillos. Cuando yo veía ese Cristo tan mayestático, tan alto... ¡Se me venía la Catedral encima!
—¿Y la otra?
—El gesto de ansiedad del Cristo de la Expiración, que no hay una imagen en la Semana Santa de Jaén que tenga esa belleza, esa calidad artística, esa capacidad de conmover por dentro. Después estaba también la Magdalena, porque mi tío Ángel era hermano mayor y se vestía, pero ya era otra cosa. Y Jesús, al que seguía con mi madre por las calles. Para mí la Semana Santa fue aquello, Jesús, La Buena Muerte y el rostro del Cristo de la Expiración.
—En las dos, en La Expiración y en La Buena Muerte, llevó usted vara de jefazo al final. ¡Quién se lo iba a decir a aquel chiquillo!
—Todo vino sobre ruedas. La Expiración vino a mi casa a ofrecerme el puesto de subgobernador, siendo yo un cofrade normal, y en La Buena Muerte Manolo Cañones (de gratísimo recuerdo para mí) me empujó a hacerme de la hermandad con una frase que me repetía mucho en el Manila: "Date cuenta, Ramón, tú eres de La Buena Muerte desde que naciste, eso se ve en tus ojos ", me decía tomando su copita de ponche con don Manuel Caballero al lado, en el amanecer del Café Bar Manila. Esas cofradías son mis amores.
—Aclarados los orígenes, volvamos al presente. Por estas fechas, con la Cuaresma recién estrenada, era usted una agenda con piernas a la que se veía por las calles camino de un acto, un culto cofrade, hacia la tribuna...
—No descansar, no aparecer por tu casa... Yo no he tenido familia durante la Cuaresma, era un sinvivir, un día sí y otro y otro mañana, tarde y noche.
—Finales de los 90, ¿verdad?, cuando asumió la presidencia de la Agrupación.
—Sí, del 93 al 99. Bueno..., incluso después, cuando fui hermano mayor de La Buena Muerte, de 2004 a 2010, quizá con no tanta carga de trabajo pero también era un sinvivir.
—Ya había pasado por las altas esferas de La Expiración, entonces.
—En el año 84 fui subgobernador de La Expiración, sí, hasta el 88.
—Se puede decir que de principios de los 80 hasta 2010 vivió una etapa cofrade intensísima. Si mira hacia atrás, si hace balance, ¿le sale positivo?
—Solamente me arrepiento de haber dejado un poco a la familia en esos días; abandono familiar, porque es que no podía hacer otra cosa. Pero si haces un repaso a toda la historia de esos años, para mí ha sido positiva, encontré a gente interesante. He tenido momentos malos (ya se sabe cómo es el mundo de las cofradías, muy difícil, con momentos tensos a veces), pero las cosas positivas han ganado a las negativas.
—Vamos, que las cofradías son de todo menos un remanso de paz y tranquilidad y los cofrades, gente complicada.
—Un mundo terriblemente complejo, muy complicado, te da muchos quebraderos de cabeza y puedes llegar a tener enemistades que tú no buscas. Lo tomamos, quizá, demasiado a pecho por esa intensidad de vida que llevamos, y a veces lo desvirtuamos todo, no sabemos exactamente qué estamos haciendo ahí, lo olvidamos.
—Llegó a la Agrupación de Cofradías con un bagaje amplio, cargado de experiencia en labores de gobierno. ¿Cómo se encontró la Semana Santa de Jaén en aquellos años? ¿Había crisis en el mundocofrade? Si se hace caso a quienes hablan de usted como la cabeza visible de una revitalización histórica, es que algo debía de ir mal cuando se hizo cargo de la federación de hermandades.
—La crisis yo la viví en los años 70, una absoluta decadencia provocada por el Concilio Vaticano II exclusivamente, ni más ni menos, y por una forma de revisión de lo cofrade en el seno de la Iglesia, cuando los sacerdotes no querían saber nada de las cofradías, lo consideraban una antigualla. La Semana Santa, en Jaén, estuvo a punto de morir; solamente tres pasos con costaleros por debajo, los adornos florales pésimos, incluso había en la calle un ambiente de dejadez absoluto.
—¿Cuándo, cómo remontó la Pasión?
—A partir de los años 80, con la llegada de los costaleros jóvenes, que comenzaron con La Buena Muerte y después con La Expiración y su cuerpo de costaleros (en los últimos años de Joaquín Sánchez Estrella, que hay que reconocérselo); hubo una revitalización que yo ya empecé a vivir en el seno de La Expiración. Y en los años 90, las cofradías me buscaron a mí (yo nunca he buscado, de verdad, ese tipo de cargos) para que fuera una especie de coordinador del esfuerzo que hacían ellas por cambiar, y yo acepté encantado. No fue por mí ese revulsivo.
—Prefiere quitarse méritos, ¿no?
—No, es que fue por el equipo que había de gente que quería de verdad un cambio en la Semana Santa de Jaén. Y yo creo que se consiguió en parte, no totalmente en muchas cosas pero creo que fue un auténtico revulsivo, eso yo lo sé claramente ahora. Las cofradías empezaron a cambiar hasta el momento en el cual están, que han cambiado mucho en la calle, la brillantez, los cultos se han recuperado... Hay muchos defectos todavía, pero creo que el cambio fue a positivo; siempre, como digo, con los defectos que tienen las cofradías desde mi punto de vista, y más en Jaén.
—Póngase en modo crítico, por favor. ¿Qué principal defecto evidencia la Semana Santa actual?
—La principal crítica que yo le hago, de una forma desapasionada, es que hemos hecho un remedo, en general, de la Semana Santa sevillana.
—¿Ese 'tic' viene de aquellos años de revitalización, de los 90, o no tuvo nada que ver su paso por la Agrupación con esa impostura a la que apunta?
—No, nosotros no lo sembramos pero ya había voces que querían llevar a las cofradías en esa dirección; comenzó en los años 90, al principio muy débil pero ya después... ¿Por qué? Porque lo sevillano ha sido una especie de faro en toda Andalucía. Ahora, por ejemplo, está desvirtuada la Semana Santa de Granada antigua que yo conocí cuando era estudiante, es Sevilla pura; Almería es Sevilla pura, ¡es todo Sevilla! Me parece muy bien, porque yo soy de los que van todos los años a Sevilla, me encanta, me conmueve Sevilla, pero allí. Es algo que ellos lo llevan haciendo desde los siglos XVI y XVII, con su forma especial de hablar.
—Con el argot hemos topado, señor Guixá. Parece que no entiende usted muy bien el idioma de capataces, costaleros y demás que se usa ahora en el Santo Reino.
—Es que es la forma con la que el sevillano, después, habla en familia o en el bar. Pero claro, decir aquí 'mi arma, vamos mi arma' y esta 'levantá' es por tal y cual en la calle Ancha, la verdad es que, a mí, eso no termina de convencerme, ese calco tan absoluto, ¡que es que ya es igual!; vas a Granada, vas a Almería o vas a Jaén y sabes que vas a ver lo mismo. Eso a mí no me gusta, aun reconociendo que las cofradías han evolucionado positivamente en muchas cosas, en eso creo que Jaén ha perdido algo de su esencia.
—¿Pero el Jaén cofrade tiene conciencia de eso que dice usted, de ese "calco", de ese "remedo"?
—Muchos sí. La gente joven está como en otro mundo, ha vivido otro tipo de escuela, de aprendizaje cofrade, entonces es muy difícil dialogar con ellos de este aspecto, no te entienden, no entienden lo que quieres decir. Ahora, ¿que la Semana Santa de Jaén lleva ese rumbo? Estoy completamente convencido de que, al final, será una Semana Santa de Sevilla más.
—Con estos mimbres, ¿qué queda de Jaén en la Pasión según Jaén, si es que le queda algo?
—De las antiguas, cada vez menos; cofradías tradicionales como ha sido la de Nuestro Padre Jesús ya van en una onda poco a poco distinta creo (digo creo, no los puedo juzgar porque no estoy ahora mismo dentro de esos ambientes); la Cofradía del Santo Sepulcro, que era de lo más jaenero que había, tiene otra onda (me parece que esa va con bastante dignidad).
—¿Y las suyas, Ramón, sus hermandades de toda la vida?
—La propia Cofradía de la Expiración, a la que quiero mucho, también ha sido Jaén en estado puro; La Buena Muerte yo reconozco que hubo cambio en los años 70, en que se 'malagueñizó' el tipo de pasos, pero tiene unas connotaciones que la hacen inmutable, esas van a seguir siempre, y aunque los pasos se porten a estilo digamos malagueño, sin embargo las señas de identidad de La Buena Muerte son muy de Jaén. Es un modelo, no va a cambiar nunca, es inconmovible ante los vientos de las modas. Pero por lo demás se ha perdido mucho.
—¿Cuando dice que se ha perdido quiere decir que no se ha sabido (o no se ha querido) conservar aquel acervo propio?
—Muchos decían en aquellos años: "¿Pero bueno, qué es lo que hay que conservar en Jaén, si en Jaén no hay nada para conservar? Vamos a hacerlo todo ya sevillano, definitivamente". Y sí, claro que había cosas que conservar.
—¿Por ejemplo?
—La forma de llevar los pasos, los penitentes que alumbran a Nuestro Padre Jesús, el pueblo que va a su lado... Eso ha sido Jaén siempre. Lo que pasa es que cada vez hay más despersonalización. Jaén, igual que Córdoba, que Sevilla, que Málaga, todo está globalizado. Y la Semana Santa también. Yo lo digo con mis setenta y tres años, lo mismo estoy ya desfasado, pero echo de menos algunas cosas. Si empezara otra vez de cero, lucharía por conservar muchas de esas cosas, ese aspecto jaenero que, aunque estaba muy decadente, existía. En eso, todos nos dejamos llevar un poco.
—Y los pregones, ¿qué le parecen los que se pronuncian hoy día? Cualquiera que asista a la amplia oferta de exaltaciones cofrades se da cuenta, rápidamente, de que prima lo catequético sobre lo literario.
—Un día estaba yo en el Manila, a las siete y media, con don Manuel Caballero Venzalá, ilustre investigador y un experto, y le pregunté textualmente: "¿Usted cree, don Manuel, que el pregón tiene que ser algo lírico?". Empezó a reír con esa risa socarrona que tenía, encantadora, y me dijo: "Querido Ramón, si no es lírico no es pregón". Claro, puede ser una conferencia cuaresmal, una investigación histórica, pero no es un pregón. El pregón hay que hacerlo con su principal característica literaria, que es el lirismo. Está claro, es anunciar lo que va a suceder, pero hacerlo de una forma que atraiga y convoque a la gente. ¿Cómo se hace un acto literario de ese tema si no es lírico, prosa lírica o lírico, claramente? Hay que hacerlo así.
—¿Asiste a muchos de ellos actualmente?
—No, pero más bien es porque hace veintitrés años que, con mi mujer, vivimos en las afueras y nos cuesta mucho trabajo. Además tenemos la vida organizada de otra forma, tenemos viajes, no siempre puedo estar en los pregones. El último al que asistí fue el de Paco Sierra; no voy a todos últimamente, como no voy a muchos actos de la Agrupación. Estoy ya un poco al margen, voy a todos los actos que puedo de mi Hermandad de la Buena Muerte y salgo el Miércoles Santo. Antes salía también el Jueves, pero ya el cuerpo no da para dos días seguidos, y con itinerarios tan largos como el de La Expiración.
—Si fuesen a buscarlo a su casa de las afueras de Jaén un día de estos y le ofrecieran que volviese a capitanear la Agrupación, o un movimiento cofrade de revitalización o recuperación de costumbres perdidas, ¿aceptaría?
—Les diría 'muchísimas gracias por acordaros de mí, sois muy gentiles conmigo, pero tengo que deciros que no, que ya no tengo edad para acometer esas renovaciones'. Pienso que hay gente joven muy preparada para tirar del carro hacia adelante. Yo ya estoy en otra onda.
—¿Seguro?
—Seguro, sí. Ya he aprendido a decir que no, no lo he sabido hacer hasta hace pocos años, pero ya digo que no a muchas cosas.
VÍDEO Y FOTOGRAFÍAS: ESPERANZA CALZADO
Únete a nuestro boletín