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"La danza no es mi trabajo, es mi vida entera"

Por Javier Cano - Noviembre 14, 2021
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Mañana fresquita, como la de los Viernes Santos por el barrio de San Ildefonso. Por ahí precisamente, por 'su' calle Cuatro Torres, sube lenta, sabiéndose en sus terrenos, Raquel Damas Santiago (Jaén, 1973), lo mismo que El Abuelo por la Carrera de su nombre cuando va de recogida con más pétalos que cabello en su preciosa melena.

En plenas bodas de plata de su escuela de danza, la bailarina, bailaora, coreógrafa y maestra ya de varias generaciones de promesas y realidades jiennenses del baile se mueve al son de esta entrevista con la misma soltura con que pisa los escenarios del mundo. 

—Pasado mañana se celebra el Día Internacional del Flamenco. Para cuando la Unesco lo creó, allá por 2010, ya llevaba usted algunos años moviendo el esqueleto (perdone el arcaísmo, la frase 'carroza'). 

—Si me remonto a mis inicios, con ocho años o así les pedí a mis padres que me apuntaran a una escuela de danza. Allá por aquellos años en Jaén había muy pocas escuelas; una de ellas era la de Trini Botello, que estaba en esta misma calle, que es la calle Cuatro Torres, en el barrio de San Ildefonso, y nada, desde ese buen día que mis padres decidieron llevarme a ese centro empecé a formarme ahí, a partir de mis ocho años. Y continué año tras año sin dejarlo nunca, porque la afición iba 'in crescendo'.

—Así empezó todo...

—A partir de ahí empecé a pertenecer al grupo de la élite del centro y a hacer muchos viajes al extranjero, en ese momento que yo siempre cuento que fueron unos años estupendos, donde a la cultura se le escuchaba un poquito más, había muchas más subvenciones para la cultura; gracias a eso podíamos traspasar la fronteras y llevar nuestra danza fuera de España incluso, porque estuvimos en Norteamérica, Sudamérica, Grecia, Noruega, tantos sitios... Italia, Francia. Hicimos muchos viajes en esa época en la que yo era alumna.

—Y de alumna, a ponerse al frente de la escuela. 

—Pasado el tiempo, esa magnífica maestra a la que yo tengo siempre muy presente le llega el momento de su jubilación y ella decide que como el centro funciona perfectamente, dejarme las riendas de lo que era aquella escuela, en esta misma calle. Y aquí llevo ya un montón de años.

—No serán tantos, ¿no?

—¡Veinticinco años! Con lo cual, si recopilamos años, estoy en esta misma calle desde los ocho años, es decir, cuarenta años llevo subiendo y bajando. Primero empecé como alumna muchísimos años y después me quedé como directora del centro. De esto hace ya veinticinco años, este curso estamos precisamente de aniversario, de cumpleaños, de bodas de plata. 

—Este amor a la danza, ¿le viene de familia? ¿Cuándo se dio cuenta de que lo suyo era bailar?

—Me llamó la atención sobre todo porque fui con mis padres a ver un fin de curso al auditorio de la Alameda, donde participaba una prima mía, y ahí se me despertó el interés. Desde siempre me ha gustado bailar, tenemos fotos incluso de cuando yo era más pequeña, y mi madre siempre recuerda que me ponía en el cristal de un reloj de pie que había en el salón de mi casa. Pero en mi familia nadie ha bailado nunca.

—Bailar no, pero su segundo apellido y la música van de la mano, ¿verdad?

—Sí que es verdad que hay mucha tradición de músicos, sobre todo; mi abuelo era primera trompeta de la Banda Municipal de Música de Jaén: Luis Santiago; mi tío Luis Santiago hijo ha sido músico profesional también con la trompeta, y en la siguiente generación la única persona que se ha dedicado a las artes soy yo. 

—¿Fue su abuelo quien mantuvo una interesante relación profesional con el maestro Emilio Cebrián?

—Efectivamente mi abuelo era de la época de Cebrián, y el hermano de mi abuelo, José Santiago Teba, fue el que ayudó a componer la magnífica marcha que todos tenemos en nuestros corazones, la marcha de Nuestro Padre Jesús.

—Esto es una auténtica primicia, no es un dato precisamente conocido. 

—Sí, es que hay cosas en Jaén muy escondidas, que la gente no sabemos.

—Bueno, está claro que es usted la primera de su familia en esto del baile, pero seguro que no es la última. ¿Tiene ya sucesora? 

—[Ríe]. No se sabe, nunca se sabe. Ahora mismo yo soy la que me dedico a la danza de mi familia, después tengo sobrinos que se dedican a la música y a la danza. En mi familia siempre ha habido mucha afición. 

—Hace veinticinco años que se situó al frente de la academia, después de un largo periodo de formación pleno de viajes, de escenarios. Cuando Trini Botello puso en sus manos la escuela, de alguna forma suponía anteponer la docencia a las actuaciones. ¿No le supuso un dilema?

—Vamos a ver: cuando yo viajaba con el grupo de danza como integrante del grupo, no como directora, yo seguía mis estudios académicos, por supuesto; esto era como afición. Cuando esta señora se fija en mí el tren (esta frase me gusta mucho) pasa una vez y si te montas en una buena estación, qué bien lo haces; y qué suerte tuve de que esta señora se fijase en mí, porque quizá si no fuese por ella yo nunca me hubiera atrevido a estar donde estoy. Y qué buen ojo, que no se equivocó. De hecho, ella estuvo muchísimos años llevando la danza de Jaén, pero ya llevo yo más años que lo que ella estuvo con su centro de danza. Superagradecida y contenta por ello.

—Un refrán sentencia que algo tendrá el agua cuando la bendicen, o lo que es lo mismo, que Trini Botello vería en usted a una digna continuadora. En cualquier caso, ese proceso no sería de un día para otro...

—Cuando esta señora se fija en mí y decide dejarme el centro, desde luego no fue de un día para otro, yo ya era su mano derecha, la ayudaba a hacer coreografías, en los grupos de danza infantil, siempre estábamos inventando juntas y claro, de ahí mi afición se iba forjando más por la danza. En cuanto ella me ofrece esto, yo dejo mis estudios en la Universidad para dedicarme íntegramente a la danza. Me fui a estudiar fuera mientras me formaba en Granada, mientras continuaba mi labor de profesora. Unos años muy duros, de mucho trabajo, pero cuando uno siembra, después recoge frutos.

—Con un refrán le preguntaba, y con un refrán ha terminado usted su respuesta, Raquel. Puestos a sentenciar: ¿está satisfecha de su decisión, cree que acertó de pleno? 

—Estoy muy satisfecha, no lo dudé en ningun momento, fui muy apoyada por mi familia y algo me decía a mí que este era mi sitio. Cuando uno está cómodo y se encuentra con ganas, con ilusión... En ese momento no ves, evidentemente, que puede ser tu futuro ni laboral ni profesional ni tu vida entera, porque esto se puede decir que es una vida entera, no un trabajo; a mí me veréis por la calle y nunca digo "voy a trabajar", porque no lo veo como un trabajo. Evidentemente cansa, por supuesto, hay días que agota físicamente, pero es más la fuerza que sacas. Sí que es verdad que cuando tuerzo la calle y empiezo a subir la calle Cuatro Torres arriba, sobre todo en los meses de septiembre (que es el inicio de subida de persiana, como yo digo), agradezco a la vida que estoy en un momento de mucho rendimiento, la fuerza que no sé de dónde me sale: de lo que me gusta, lo que me llena, subo mi persiana y transmito todo lo que tengo, todo lo que puedo.

Entre los hitos de su trayectoria artística, Raquel Damas puede presumir de haber conquistado a los televidentes ecuatorianos a finales de 2019, cuando la pandemia era todavía un capítulo inédito. Lo hizo de la mano del compositor internacional Alejandro Jaén y al lado de nombres propios del espectáculo como Carlos Baute, Tamara, Raya Real o Gloria Trevi, en una suerte de telemaratón en el que, con solo unas pinceladas de baile flamenco, se ganó al público de allende los mares. 

—¿Bailarina o bailaora?

—Tampoco me encasillo, he estudiado ballet clásico, danza española, danza flamenca y lo mismo te coreografío El lago de los cisnes que unos tientos tangos, por decir un palo. A mí me gusta la danza en todo su esplendor, entonces me encanta por ejemplo (porque soy muy aficionada a la Semana Santa) coreografiar y bailar una marcha cofrade igual que una pieza de Falla, o me gusta algún tema mucho más actual, más contemporáneo.

—Con su currículo, entonces, hablar de usted como gran bailaora o gran bailarina no genera dudas pero, de no haberse dedicado a este arte, ¿qué hubiera sido, qué se ha perdido el mundo? ¿Una eficiente abogada, una dura banquera...?

—Jajaja. Me gustaba mucho el arte, estaba estudiando Humanidades y no lo terminé, porque ya me dediqué a la danza. Me gustaba la historia antigua, contemporánea...

—Una profesora parece que es lo que se ha perdido el mundo, entonces. 

—Sí, me gusta mucho la docencia, casi más que el escenario. Me gusta enseñar y transmitir al alumno.

—Y, visto lo visto, siempre desde el barrio de San Ildefonso. ¿Nunca ha pensado en mudarse?

—Jamás me moví, ahora mismo estamos en Cuatro Torres numero 6 y cuando estaba en mis inicios, en esta misma calle (que me resulta supercurioso) estaba en el número 4. El local era más pequeño, donde yo aprendí mis primeros pasos de danza; por supuesto, luego me he reciclado y he cogido con otros profesores de fuera mucho más aprendizaje. Pero me encanta Jaén, el barrio de San Ildefonso, y siempre estamos aquí. 

—Una apuesta clara por el casco histórico, por el Jaén de siempre.

—Yo es que lo de "Jaén está muerto", pues bueno... ¡Está muerto para quien quiera que esté muerto! Por el centro de Jaén pasamos mucha gente todos los días y me sigue gustando esta zona centro, he nacido en el centro, me he criado en el centro, mi trabajo está aquí. Los barrios nuevos, los otros barrios de Jaén también son interesantes, pero no sé si es el destino o mi fuerza o mis ganas o mi ilusión del centro.

—Vamos, que está usted arraigada a él, que es más de San Ildefonso que la mercería de Carrascosa.

—Sí, estoy muy arraigada en este barrio

—Muy de su barrio, Raquel, muy apegada a las raíces pero en este centro no solo se baila flamenco, ¿no?

—No, hemos cogido una nueva línea dentro de la esencia nuestra, de la danza española y el baile flamenco: una línea nueva de danza urbana y hip hop, que es superactual y a los chavales les tira mucho, tenemos aquí profesorado de este tipo. Tenemos otra línea de bienestar y salud, que ha venido un poco quizás de esas horas que nos hemos tirado en casa durante la pandemia (que siempre hay que hablar de ella; yo por mí no hablaría nunca más, porque no sé si la experiencia para alguien ha sido beneficiosa, pero para mí en absoluto), a partir de salir hemos visto que la gente necesita exteriorizar. De hecho ahora mismo lo estamos experimentando, la gente necesita exteriorizar mucho más y canalizar sus emociones, sí que he notado en este nuevo curso que viene la gente con ganas de mucho; el cuerpo transmite, el cuerpo te ayuda a soltar y el cuerpo te ayuda a enfocar tu día a día, entoces hemos cogido una nueva línea donde la gente puede venir a hacer pilates, a hacer yoga, a hacer reiki, tenemos dos salas y hemos habilitado una para todo tipo de fitness.

—Huir de las cuatro paredes de casa, no encerrarse más de lo necesario quiere decir...

—La gente tiene muchas ganas de salir y es verdad que, este curso, no sé si estamos más sensibles o que lo noto más, pero sí que es cierto que nos estamos escuchando más entre unos y otros, las conversaciones son mezclando nuestras ideas, sobre todo con el cuerpo, que la gente es a lo que viene aquí. Y siempre lo digo: el movimiento es muy recomendable, trabajar el cuerpo. Si es con la danza, pues magnífico, pero no tiene por qué, puede ser con estiramientos, con ejercicios de fortalecimiento... Expresar con el cuerpo te ayuda; de hecho, en la pandemia (vuelvo a decirlo) la cultura ha salvado: la poesía, algo de música, algo de danza. Yo estaba tan desesperada un día, que me salí al balcón de mi casa a bailar.

—En lugar de aplaudir usted desde el balcón, como era costumbre durante el confinamiento, sería usted quien recibiría en esa ocasión los aplausos, ¿verdad?

—¡Aquel día fue...! Yo vivo en el centro, en una calle estrecha, y lo que nos ha pasado a todos, que nos hicimos más amigos de nuestros vecinos, por lo menos en mi caso. Salíamos a charlar y después de las palmas nos quedábamos allí, a tomar una cerveza cada uno en su balcón. A mí la gente me desconocía, porque vivimos tan deprisa que ya los vecindarios no son como antes. Y bueno: —"¿Tú a qué te dedicas?". —"Pues yo  soy enfermera, pues yo soy tal, pues yo tengo una academia de danza". —"¡Ah, si tú eres Raquel Damas!, pues fíjate, me suenas pero no te ponía cara". Y ellas mismas, hablando un día, me dijeron: " ¿Por qué no nos bailas?".

—Y a bailar se ha dicho.

—Una vecina lo preparó todo en un balcón de al lado, puso una música bonita, preparó su altavoz, puso unas luces... Yo llegué y cogí lo primero que pillé, cualquier cosa que tenía por casa; tenía el público preparado y fue un momento bonito, no se me olvidará nunca, fue un escenario particular, un balcón muy estrecho, pero fue un momentazo que no se me olvidará en la vida.

—Y el silencio que pobló esta escuela de danza, acostumbrada al jaleo, al taconazo, eso tampoco lo olvidará seguramente. ¿Cómo lo llevó, es usted de las que reinventó los métodos didácticos para adaptarse a la situación a través de las nuevas tecnologías?

—No, no, no, yo no lo he hecho eso, hacíamos vídeos y hemos hecho muchas cosas, pero me gusta el contacto físico mucho con la gente, me gusta dar una clase y sentir el sudor, el olor de la gente y el sabor de una clase. Es verdad que en la pandemia, cuando salíamos a comprar el pan o al supermercado, alguna vez me escapaba y venía, tenía necesidad de estar aquí. Me emociono incluso [los ojos se le vidrían al recordar].

—Fue duro, ¿no?

—Claro, ten en cuenta que este es un sitio muy alegre. Según yo te he contado (y no sé cómo suena, si suena muy exagerado, no sé, pero es mi sentir verdadero), mi día a día está tan lleno, es tan bonito... Trabajar con gente, con música, ¡habrá algo mejor que eso, desarrollar lo que más te gusta! Y al final no es un trabajo, lo vuelvo a decir, donde tú te sientes cómodo, te pones delante del espejo... ¡Es tan bonito enseñar más o menos, lo que tú sabes! Y no tienes que ser una gran profesional; por ejemplo, hemos tenido aquí, hace unos días, a Sara Baras, que muero con ella y es una diosa, pero el arte está en muchos rincones, la gente a veces nos quedamos con lo grande y lo grande no es lo más importante, un nombre grande.

—¿Qué quiere decir exactamente?

—Que hay gente que está haciendo una labor pequeña diaria de enseñanza lenta. Me estoy acordando de una alumna que la tuve aquí desde los tres o cuatro años, le gustaba tanto la danza que yo la animé a que se fuera a un conservatorio fuera, a unas enseñanzas regladas; era muy buena, yo le veía la valía, sus padres apostaron por ella y se fue a estudiar al Conservatorio de Madrid. Hace poco, en junio, cuando terminó, me escribió unas palabras preciosas: "Acabo de titularme en Danza en el Conservatorio de Madrid y la primera persona de la que me he acordado ha sido de ti, porque tú fuiste la que despertaste en mí ese interés, gracias a ti he terminado". ¡Yo no hice nada!, por eso te digo la importancia de las pequeñas cosas y de la ilusión, creo que la ilusión es lo más, que no se pierda esa ilusión. Y continuar. 

—Continuar, seguir adelante... ¿En qué proyectos anda Raquel Damas en estos momentos de optimismo general ante la posible salida definitiva de la pandemia, del regreso de la normalidad? 

—El día a día, sinceramente; disfruto de mi día a día y no tengo amplios proyectos, simplemente la ilusión de venir cada día y ofrecer lo que yo puedo aportar a mi alumnado. Ya están llamando a nuestras puertas, es verdad; ahora, el 25 de noviembre, vamos al teatro Darymelia, tenemos una colaboración. Y tenemos proyectitos interesantes, incluso fuera de España. O sea, que empezamos a retomar lo que hay. 

—Este 'baile' vive sus últimos pasos, pero no quiero terminar sin preguntarle qué es lo que más ganas tiene de vivir a corto y medio plazo, qué cosas de las que el Covid frustró de sopetón tiene usted más deseos de recuperar?

—Soy de tradiciones a tope, me encantan las tradiciones de esta ciudad. Apoyo todo, me encanta una ofrenda de flores a la Virgen de la Capilla, me encanta la Semana Santa (me vuelve loca), me encanta oír un villancico por ahí por la Carrera con una guitarra y una pandereta..., tengo ganas absulutamente de todo lo que hemos perdido. Estoy segura de que vamos a retomar nuestra vida, empezaba contándote que todos vivimos deprisa y tenemos poco tiempo de escucharnos, de mimarnos con pequeñas cosas; ¿qué puede ser mimarnos?, pues ir a un concierto, ver un espectáculo, escuchar a una persona mayor que te cuente algo... Pequeños detalles de la vida que he experimentado y a los que hay que dedicarse. 

Fotografías y vídeo: Esperanza Calzado

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