"Llegué con una mochila cargada de proyectos y me la llevo llena de ilusión y gratitud"
En el tintero le queda ver cómo se pondrán los primeros cimientos de la Ciudad de la Justicia. Clama al cielo ante la dispersión judicial existente y mucho se teme que se jubilará y el espacio no estará acabado. La mochila con la que llegó al decanato del Colegio de Abogados de Jaén se la lleva de vuelta a casa cargada de ilusión y gratitud. También vaciada de algunos de esos proyectos que sí puso en marcha y que le emocionan. No puede evitarlo cuando hace referencia a iniciativas como el euro solidario o la Oficina de Intermediación Hipotecaria. El letrado Vicente A. Oya Amate (Jaén, 1961) deja el decanato de la institución tras ocho años al frente y otros tantos como tesorero. Charlamos con él en su despacho, antes de marcharse a Madrid, donde ya no viajará tan frecuentemente. Su familia se lo agradecerá y las aficiones que guardó en un cajón también. Pero Vicente Oya es un hombre inquieto y quienes lo conocen saben que tarde o temprano estará inmerso en un nuevo proyecto.
—¿Siempre ha querido ser abogado?
—Sí, desde siempre. Mi padre era abogado y he vivido la profesión desde pequeño y cuando, en Maristas, tuvimos que elegir entre la rama de Ciencias o de Letras, yo lo tuve claro desde el principio. Mis dos o tres amigos de siempre nos decantamos por Letras porque queríamos ser abogados y ahí he seguido desde hace 33 años, que se dice pronto.
—¿Cuáles eran sus inquietudes y objetivos para ser abogado? ¿Se han cumplido?
—Me gustaba mucho el trato con la gente, la calle y quería un trabajo que no fuera monótono. Con mi padre vi que se tocan muchos temas. Lo mismo estaba en un juicio, en una negociación, que hacía un convenio, que viajaba... Esos aspectos eran los que me llamaron para ser abogado. Con el tiempo, conforme más conozco la profesión más me gusta. Tengo que reconocer que me cambia el carácter cuando pasa mucho tiempo y no tengo el contacto con la gente o con el despacho. Empecé con mi padre, con dos compañeros más, me independicé y luego se vino mi hermana conmigo, aunque ella llevaba más tiempo en la abogacía. Mis primeros pasos fueron en el ámbito sindical, como abogado de Asaja. Después pasé a Aproliva y, posteriormente, constituí la primera Junta Central de Regantes porque me especialicé en temas de agua. Si cuando estudiaba me llegan a decir que me iba a dedicar al tema agrario, no me lo hubiera creído.
—Estamos en una provincia ideal para ello.
—Sí, pero yo siempre pensé en ser un gran penalista, llevar temas importantes... Pero, al final, me especialicé en temas agrarios y agua. Hasta mis hijos, cuando eran pequeños, me preguntaban para qué había estudiado para dedicarme al agua y bromeaban diciéndome que mejor hubiera sido fontanero. Pero estoy muy contento y este sector me ha hecho conocer el Derecho Administrativo, que en un principio no me llamaba la atención.
—¿Qué recuerdos tiene de su época de estudiante?
—Estudié en Maristas y luego me marché a Granada porque en aquella época no teníamos facultad. Marché al colegio mayor El Cisneros y conocí a gente de lo más variopinta, no sólo de Jaén sino de otros puntos de Andalucía y Murcia. Fueron unos años maravillosos. Yo no era un buen estudiante, sino más bien normalito. Me encantaba la calle y conocí Granada perfectamente. Hice todos mis cursos con mis junios, septiembres y febreros correspondientes (ríe) y no me privé de nada. Esa experiencia fue magnífica porque ahora, pasado el tiempo, cuando viajo me encuentro algunas veces a compañeros que hicieron la carrera conmigo. Fue enriquecedor y luego te abre muchas puertas porque tienes muchos contactos. Eso, para nuestra profesión es muy importante.
—¿Nunca se le pasó por la cabeza ejercer en Granada y no regresar a Jaén?
—No. Soy muy de Jaén y siempre he pensado que Granada es el pueblo más grande de la provincia de Jaén. Sí es cierto que al principio me planteé irme a Málaga porque me ofrecieron trabajar en un despacho muy potente. Me lo pensé pero yo soy más de Jaén que la Virgen de la Capilla.
LA PROFESIÓN
—Los abogados, como los periodistas, se enfrentan a importantes dilemas morales, a veces defendiendo causas complicadas o a personas que puede que no sean inocentes. ¿Cómo se gestionan esos sentimientos?
—Un abogado que se precie no puede decir que nunca ha tenido una mala noche. Es imprescindible porque muchas veces los temas que tocas te rozan la moral. Lo bueno de la abogacía es que podemos elegir, excepto en el turno de oficio. Nosotros buscamos la verdad jurídica y topamos con muchos temas que te chocan. Pero otros son muy reconfortantes. Cuando has defendido a una persona que tenía poca defensa y cuando termina el juicio ves que lo has hecho dignamente y que, dentro de lo malo, has podido conseguir un buen resultado, es muy reconfortante. Igual que no hay cosa peor que perder un procedimiento del que estás convencido de que llevas razón. Ahí sí que te hunde la moral.
—Ryszard Kapuscinski dijo que para ser buen periodista hay que ser buena persona. No he encontrado a nadie que no elogie lo buena persona que es usted. ¿En el caso de los abogados también, o al revés?
—Hay que tener mano izquierda y mano derecha. Habrá hablado con amigos míos que son los que dicen que soy buena persona porque en un decanato siempre se toman decisiones que no gustan y es horroroso. Nosotros hemos abierto expedientes disciplinarios a compañeros y hago mucha labor de mediación entre ellos y me pongo muy serio. A veces no sé ni cómo me aguantan. Pero lo hago con buena voluntad. Creo que los abogados debemos tener mano izquierda y guardarnos un as en la manga porque siempre tenemos que buscar una salida porque es nuestra obligación defender a nuestros clientes, aunque no por encima de todo. Yo no creo en eso de que el fin justifica los medios. Los abogados somos y debemos ser independientes, lo que te facilita el que en un momento dado puedes ponerte serio con un juez, un fiscal u otro abogado.
EL COLEGIO
—¿Qué le llevó a presentarse a ser decano del Colegio de Abogados de Jaén?
—Un accidente. Nunca me podía imaginar que llegara a ser decano. Es cierto que entré en la Junta de Gobierno hace más de 15 años. Javier Carazo terminó su mandato y decidió no presentarse. Nos miramos los unos a los otros y quisimos buscar a alguien de consenso. Había candidatos muy buenos pero, al final, me lo dijeron a mí. Encima me cogió en un mal momento, en medio de una operación... Pero yo me apoyé mucho en mi mujer y en mi familia sabiendo que me metía en un follón cuando estaba viviendo un momento dulce en mi profesión. Sin darme cuenta me encontré en unas elecciones y las gané bastante bien. Tan pronto llegué al Decanato lo primero que hice fue cambiar los estatutos y limitar el mandato de cinco a cuatro años y a un máximo de dos mandatos. Porque esto es como el tabaco, como te guste, no hay quien te quite. He estado diez años de Tesorero, dos de vicedecano y ocho de decano y la verdad es que de pronto perder el contacto diario me va a resultar extraño.
—¿Es que lo va a dejar todo, incluidos los cargos en los consejos andaluz y nacional?
—Todo, sí. Llevo ocho años que raro es el día que a la una salgo del despacho con mi moto colorada, aparco en la puerta del colegio y estoy hasta las tres. A excepción de los días que, además, voy por la tarde para los cursos. Una vez al mes tengo consejo andaluz y consejo general español, y una vez cada dos o tres meses consejo consultivo. Ese estrés lo voy a dejar de golpe y todavía no me hago a la idea de que sea la una del mediodía y siga en el despacho. Me da una sensación de abismo impresionante, pero lo necesito. Mi despacho requiere más tiempo y, sobre todo, mi mujer y mis hijos. Además, me tuve que retirar de muchas aficiones. Aunque mi mujer y mi madre ya temen que una vez me salga de esto me meta en otra guerra y no digo que no (ríe). Este asunto lo he hablado con los anteriores decanos, Pepe Calabrús y Javier Carazo, y fíjate, uno se ha metido a la política y otro siguió en la mutualidad.
—¿Cuáles son esas aficiones que dejó guardadas en un cajón?
—Ir los viernes al supermercado. No se puede imaginar lo que me relaja. Quiero volver a preparar mis cenas y regresar al campo, a la naturaleza, que me encanta. Adoro la fotografía de naturaleza también. Quiero retomar la lectura porque últimamente sólo leo los libros que voy a presentar. El premio Planeta me lo regalaron mis hijos y lo he tenido que empezar dos veces y no he tenido tiempo para acabarlo.
—¿De qué proyectos se siente más orgulloso de estos ocho años?
—Hay cosas que se quedan en el corazón. Yo coincidí con una época muy mala, con la crisis económica y todos los alzamientos hipotecarios. La creación de la Oficina de Intermediación Hipotecaria me ha llenado. Fuimos llamando puerta por puerta y no nos la abría nadie hasta que dimos con la Diputación que se quedaron con la idea. Si no la primera fuimos una de las primeras provincias de España en implantarlo. Por otro lado, con la crisis no podíamos subir la cuota pero nos inventamos un proyecto social con el "euro solidario". Puede parecer una figura "tonta" pero todos los abogados de Jaén, dentro de su cuota, aportan un euro para ayuda y llevamos ya ocho años. Cuando recibes el agradecimiento tras hacer una donación es muy satisfactorio, como nos pasó con las monjas de Las Mínimas de Andújar.
También estoy muy orgulloso de la puesta en marcha del Máster de la Abogacía, que nos costó sudores y lágrimas. Ya vamos por la sexta edición. También creamos la Escuela de Especialidades que, además de sufragar parte de nuestros presupuestos, hemos creado el primer Curso de Derecho Agrario de Andalucía. Nos lo han copiado y eso nos viene muy bien. Son muchas cosas y muchos recuerdos y satisfacciones como conseguir pagar la hipoteca del Colegio. La biblioteca, la página web, el acceso a la gente o el convenio con Síndrome de Down nos ha permitido aprender muchísimo con los dos chicos que están con nosotros. Ellos nos han subido la moral. También hemos pasado muy malos ratos y últimamente se nos han ido compañeros muy cercanos a la Junta. Tengo muchísimos recuerdos porque vine con una mochila llena de proyectos y me marcho con una mochila cargada de ilusión y gratitud. Además, he tenido dos equipos magníficos que se han partido el lomo por el Colegio. Me voy a llevar muy buenos amigos. Ni en mis mejores sueños me podía imaginar llegar hasta donde lo he hecho, no sólo en Jaén, sino también en el Consejo Andaluz y en el Consejo General.
—¿Qué se le ha quedado en el tintero?
—La Ciudad de la Justicia, que nos han dejado tirados. Promesas, palabras y es una pena porque Jaén necesita ese tipo de infraestructuras. La dispersión es amplísima. En lo que al Colegio se refiere se me ha quedado en el tintero potenciar la mediación y el arbitraje. Estamos judicializando muchas cosas y la Comisión de Mediación, no sé por qué, no ha llegado. Creamos una Corte de Arbitraje magnífica en Jaén y en estos años sólo han entrado dos temas y eso es una pena. Nos hemos hartado de pedir más jueces y mayor dotación, pero no ha podido ser. Hasta última hora he intentado que en todos los partidos judiciales funcionen mejor la Junta de Delegación para que los abogados de la provincia sientan que son parte de su Colegio. También que los colegiados conozcan todos los beneficios que pueden tener y que lo utilicen. Me ha faltado un salón de actos grande para no tenernos que ir fuera. Firmamos un convenio para construir un nuevo Colegio enfrente de la Ciudad de la Justicia y no lo hemos podido conseguir.
—¿Cuándo tendremos Ciudad de la Justicia?
—Creo que me jubilaré y no lo veré. Y mira que tenemos el compromiso de la Delegada de Justicia, que nos ha dicho que somos los primeros en la lista después de que Sevilla haya abandonado el proyecto. Diez o doce años creo que tardaremos en verlo y ojalá sea así. Que empiecen a moverse, por favor, porque la dispersión es tremenda. Como tengas una cosa a las diez y otra a las once y media en otro Juzgado no llegas. Hay muchas suspensiones porque no podemos llegar a tiempo.
—¿Alguna cosa más en el tintero?
—Hemos intentado hacer un curso especializado en violencia de género pero desde las dos perspectivas. Nosotros estamos al lado de la víctima pero obligatoriamente, porque así nos lo exige nuestro Estado de Derecho, al lado del presunto agresor. Hemos creado especialistas en víctimas y también agresores y hemos tenido muchos problemas para completar la segunda lista.
—Su mandato ha sido reivindicativo. Les hemos visto salir varias veces a la calle.
—Nos cogió la debacle económica y el Gobierno nos aprobó unas tasas judiciales que nos hicieron mucho daño. Tuvimos problemas con el turno de oficio que no se establecen calendarios y cuando llegamos al límite salimos a la calle. Nos han dado mucha caña y se ha jugado políticamente con el pan de nuestro hijos y con el acceso a la profesión. Hemos tenido que salir sabiendo que era complicado. Curiosamente en esos dos asuntos la gente que más nos apoyó fueron los jueces y fiscales, que no se pueden señalar tanto.
—¿Cómo se financia el colegio?
—En quince años no ha subido la cuota ni tan siquiera el IPC, en cambio el seguro de responsabilidad civil se nos ha multiplicado por dos. Dentro de la cuota, que es de 50 euros al mes, está incluido, lo que supone 28 euros mensuales. Con lo que queda gestionamos un colegio con cerca de dos mil colegiados y catorce trabajadores, más otros dos, luz, agua, biblioteca... ¿Cómo lo hemos hecho? Ahorrando mucho y buscando subvenciones y cursos. Caja Rural nos da una todos los años, también tenemos la aportación de la Diputación a través de la Oficina de Intermediación Hipotecaria. Con los cursos de especialistas que pagamos, parte va destinado a financiación. Vendemos corbatas, escudos, lo que haga falta. Además, ningún miembro de la Junta de Gobierno cobra, solo los desplazamientos fuera a 0,18 euros el kilómetro. Los que vengan ahora se van a encontrar un Colegio saneado y van a poder afrontar nuevas inversiones porque hemos sido capaces de cerrar las que se hicieron y el Colegio se nos ha quedado pequeño hasta el punto de que hay cursos que los tenemos que hacer en el Ifeja porque no cabemos.
—¿Qué consejo le da a su futuro sucesor o sucesora?
—Que antes de tomar una decisión lo piense tres veces y que se deje aconsejar por los equipos que tienen, porque todos son muy buenos. Les aconsejo que piensen en futuro, que a nosotros no nos dio tiempo. Pero, sobre todo, que continúen defendiendo a la gente que tenemos. Es un personal magnífico y tiene una gran experiencia. Yo me apartaré del decanato, pero sea quien sea el que salga podrá contar conmigo para lo que necesite porque le tengo un cariño al Colegio como si fuera mi casa. Les pido que cuiden mucho a la provincia porque es fundamental. Tenemos un colegio pequeño para una provincia muy grande y esos letrados necesitan reconocerse.
—La última pregunta, ¿cómo ve Jaén y cómo le gustaría verla dentro de diez años?
—Ahora mismo no me la puedo imaginar peor. Espero que tengamos una infraestructuras dignas, con mejores carreteras, trenes y sabiendo vender nuestro aceite después de la magnífica noticia de la IGP Aceites de Jaén. Por poco que se haga se puede mejorar. Y la gente se tiene que mojar y no confiarlo todo a las instituciones. Debemos ser más exigentes y no estar en la cultura de quejarse. Tenemos que ver qué podemos aportar. Si Jaén empeora tenemos que cerrar. Me gustaría ver Jaén con una transformación como la que han vivido Almería o Málaga. Tenemos muchas cosas que explotar, necesitamos industria y no sólo un sector servicios potente. No nos podemos convertir en una ciudad de servicios únicamente, necesitamos empresas productoras. Nos estamos jugando el futuro de nuestros hijos y es una pena. La provincia es grande y rica y tenemos que sacarle partido.
Fotografías y vídeo: Esperanza Calzado
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