Antonio Almendros Aguilar, el símbolo lírico de Jaén

El próximo mes de mayo se cumplirá el ducentésimo aniversario del nacimiento del autor del poeta, cuya estatua preside la plaza de San Juan
De que escribió los conocidos versos que pesan en la cruz de El Abuelo ("todas las cruces son flores...), no hay documento que lo acredite (!en la cruz de la marquesa, claro!, porque en la otra, la de plata, son los versos de Rafael Palomino, junto a los del gobernador civil del momento, los que campean).
El que sí es suyo, sin duda alguna, es el Soneto a la cruz: cuatro estrofas repartidas en catorce versos que le bastaron a Antonio Almendros Aguilar para conseguir fama en vida y mantenerla después de cerrar sus ojos para siempre aquel 13 de mayo de 1904, a puntico de cumplir la ochentena, que no llegó a celebrar.
Mucho antes, un 25 del mismo mes pero de 1825, nacía a la vida en Jódar, hará en mayo por lo tanto doscientos años (que se dice pronto), sin que pase ni un solo día que alguien de Jaén ponga su nombre en sus labios: bien por afición a la literatura, bien porque pasear por el casco antiguo de la capital de la provincia y no toparse con su tardorromántica identidad resulta tarea más que complicada.
No en vano la que en su tiempo fue la calle más larga de la ciudad, entre la Merced y San Juan, lo evoca cotidianamente, y precisamente en esa castiza plaza jaenera se eleva su estatua (joya escultórica de los Higueras, padre e hijo), a algunas decenas de metros de la casa en la que exhaló el símbolo lírico local por excelencia.
Hasta quienes se aventuran a trepar hacia la cruz del castillo se lo encuentran de sopetón, nada menos que tallado en la roca del cerro desde aquel 21 de mayo de 1916 en que Manuel Ruiz Córdoba (ferviente admirador del vate) decidió que el más célebre de sus poemas quedase grabado para los restos a cuatro pasos del cielo de la capital.
Fue el primer cronista de la provincia, cargo creado ad hoc para aliviarle las penurias económicas que, pese a su hidalga ascendencia, lo envolvieron prácticamente toda su vida.
Una vida escrutable en el referencial Almendros Aguilar: una vida y una obra en el Jaén del siglo XIX, de Alfonso Sancho Sáez, que en el año en que el poeta alcanza dos centurias fuera de la existencia, resulta más que recomendable.
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