"He recorrido muchos países, pero sigo sintiéndome villargordeño"
El músico Andrés Martos Calles cuenta desde ayer con una plaza con su nombre en su municipio natal, un homenaje que lo hace sentirse profeta en su tierra
Hasta ayer sábado, Andrés Martos Calles (Villargordo, 1946) llevaba en su segundo apellido las únicas 'vías urbanas' de las que podía presumir, pero hoy domingo amanece también con una plaza: la que le ha dedicado su patria chica, en reconocimiento a su brillante trayectoria como compositor, director y músico militar.
"He recorrido muchos países, pero sigo siendo andalú (así, sin z) y villargordeño", confiesa el homenajeado a Lacontradejaén. Lo deja claro el amor que manifiesta hacia su pueblo nada más abrir la boca, de forma que cuatro de cada tres palabras que pronuncia están empapadas de sano chovinismo; además de un acento cien por cien mar de olivos, por muchos años que lleve afincado en tierras madrileñas. Que los lleva, vaya que sí:
"Me fui con dieciocho años, de voluntario como músico al Ministerio del Ejército, en el 65", evoca. Y es que esas son las dos vocaciones que han presidido la trayectoria vital de este hijo de instrumentista del que heredó la querencia: lo castrense y la música, tanto en su ejecución como en sus facetas de director y creador.
Dos ámbitos en los que ha destacado sobremanera: ahí están las dos estrellas de ocho puntas que lucen sus hombreras de jefe en la reserva, siempre de la mano del arte de las musas.
Formado en conservatorios de Jaén (de la mano del recordado maestro Sapena) y la capital de España, su batuta ha marcado el ritmo a formaciones tan reputadas como Cruz Roja Española de Madrid, la Unidad de Música de la División de Montaña Navarra número 5, la Banda y Música del Regimiento de Infantería Inmemorial del Rey nº 1 del Cuartel General del Ejército de Madrid, la del Batallón del Cuartel General del Mando Regional Sur–Sevilla (la Soria 9) o la Unidad de Música de la Guardia Civil en Valdemoro, su último destino.
Una importante carrera que le ha granjeado numerosos homenajes y condecoraciones, esas que cuelgan de la pechera de un uniforme de gala que (asegura) no se puede poner: "Ya no me cabe", comenta entre risas.
VILLATORRES, MOTIVO DE INSPIRACIÓN
Y siempre con su tierra en el centro de su inspiración, como él mismo proclama: "He escrito más de veinte composiciones para mi pueblo, entre ellas su himno".
Un espacio sentimental con el que no pierde el contacto, donde conserva la casa de su niñez y adolescencia y al que regresa "en verano y en Semana Santa", aunque cada vez encuentre menos vecinos de su edad con los que recordar otros tiempos:
"Vuelvo encantado a mi pueblo, y se me vienen todos los recuerdos de infancia. Me acuerdo mucho de Villargordo, lo añoro mucho, pero ya van quedando pocos amigos de mi quinta", lamenta.
Ahora tiene un motivo más para no faltar a esas citas anuales con las calles que lo vieron nacer, crecer y encaminarse hacia su destino de instrumentos, galones, partituras y desfiles, un motivo que lo conmueve y honra a partes iguales: "Estoy muy emocionado, encantado de que el pueblo me haga este homenaje. Me siento profeta en mi tierra", sentencia.
Fue un colega del protagonista de este reportaje, un soldado escocés de hace cosa de siete siglos largos, quien dejó para la posteridad aquello de que "todos los hombres mueren, pero no todos viven realmente". Tampoco todos tienen una plaza con su nombre en su pueblo, que no deja de ser una forma entrañable de eternidad. Andrés Martos Calles, sí.
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