Juan Carlos García: maestro de oro y maestro de plata

En 2025 se cumplen tres décadas de la toma de la alternativa del matador de toros del barrio jiennense del Almendral, en el coso de la Alameda

En sus Letrillas del 'pero' amargo, el poeta granadino Manuel Benítez Carrasco (1922-1999) escribió: "Quiso ser un gran torero, / pudo ser un gran torero, / más grande que los demás, / pero...".

Al hilo de estos versos cabe recordar aquel tiempo en el que la afición jaenera tuvo en un muchacho del barrio del Almendral a su ídolo: Juan Carlos García.

Un joven diestro (hijo artístico de la Escuela Taurina de aquí y, en palabras de Felipe Fernández Rodríguez, hijo artístico suyo también) que pobló carteles de postín a cuenta de una forma pura, sobria y personalísima de ejecutar las suertes, primero como matador y, luego, en las filas de los subalternos. 

Nacido en la capital de la provincia en 1970, debutó sin picadores en Cazorla en el 87, con los del castoreño dos años después en el coso de la Alameda y en Madrid (todavía sin el doctorado) en el 90, cuando recibió una de esas cornadas que no se olvidan. Derretío se llamaba el bicharraco que se la infirió.

En el 93, a Francia y a comenzar su conquista particular por las plazas de España, en cuyos carteles fue haciéndose hueco a fuerza de una honestidad y una hondura que lo llevaron en volandas hasta la alternativa en 1995, un 9 de abril: treinta años hizo el mes pasado. 

Nada más y nada menos que con Ortega Cano y Enrique Ponce como respectivos padrino y testigo, ¡un cartelazo! Toros de Jerónimo Martínez cuyo número 43, Malandado de nombre, le procuró el triunfo. 

Un par de meses pasaron hasta su confirmación en Las Ventas, donde además de repetir color del vestido (blanco y oro), refrendó su valía con otra oreja. No en vano, Madrid respetó siempre al de Jaén. 

BANDERILLERO DESDE 2003

En Solanas de Barros (Badajoz) vistió por vez primera de plata Juan Carlos García después de unas últimas temporadas cada vez más exiguas en contratos.

Desde entonces ha ido a las órdenes del novillero Murillos Márquez, su cuadrilla inicial, a la que seguirían las de José Ignacio Ramos, Víctor Puerto, David Mora, Paco Ojeda, Fernando Robleño, Juan Leal o el linarense Curro Díaz.

Maestro de oro y de plata, en la memoria de los buenos aficionados sobrevive el toreo a la verónica, en redondo o al natural de quien, casi en su prehistoria taurina, fue bautizado como el Niño del Almendral. Ese matador de poema al que Benítez Carrasco parecía tener en la cabeza cuando escribió: "La culpa no fue del miedo, / tampoco del no saber, la culpa fue de ese pero / que no se sabe qué es...".