ANTONIO CALVO PEREA, UNA VIDA ENTREGADA AL REAL JAÉN
Lacontradejaén rescata hoy la memoria del que fuera presidente del club blanco en sus años más gloriosos, los del ascenso a Primera División, allá por la década de los 50 del pasado siglo XX
Un empresario riojano al que el universo oleícola convirtió en un jiennense adoptivo apasionado por el equipo de la capital, al que se dio por entero
Jaén no huele hoy a otra cosa que a fútbol, con su legendario equipo entregado a una causa por la que miles de aficionados suspiran: el ascenso de categoría, de Tercera a Segunda RFEF.
Una historia que se repite y que tiene su primer antecedente en aquella temporada 1951-1952 en la que el conjunto hizo realidad una aspiración reservada por entonces a los más grandes pero que dejó en nada un año después, cuando encontró su sitio en la Primera División del balompié nacional, o sea, cuando alcanzó la gloria.
Este sábado de orgullo blanco y ansias de regreso al lugar que le fue propio, Lacontradejaén rescata la memoria de Antonio Calvo Perea (Haro, La Rioja, 1914-Madrid, 1967), el presidente que (antes de ser sustituido por Cándido Nogales al frente de la directiva, nada más consumarse el triunfo) capitaneó la hazaña de aquel mítico Real Jaén, o lo que es lo mismo, el sueño hecho realidad de miles y miles de jiennenses.
"Antonio Calvo Perea, ejerció una gestión impagable al Real Jaén, C. F. con una extensión inmensa a su capital y provincia, catapultando el nombre de la ciudad a nivel nacional hasta lograr, como ningún directivo de esta real institución futbolística jiennense a lo largo de la centenaria historia del Club, dignificarlo al máximo nivel competitivo", afirma Juan de Dios de la Calzada, aficionado y, en sus propias palabras, "empleado municipal designado por el Ayuntamiento para cooperar en los actos del centenario del Real Jaén".
De la Calzada apostilla: "No tan sólo ejerció de presidente, fue factotum de fichajes excepcionales; Arregui, Unamuno, García Ojeda, entre otros, fueron logros suyos, erigiéndose, al tiempo, en un director deportivo moderno, pero anacrónico a su tiempo. Un visionario con mayúsculas".
UN JAENERO DE LA RIOJA
Pocos meses antes de que Calvo Perea llegase a este mundo, lo hacía también el escocés Bill Shankly, "alma máter" del Liverpool que, entre otras de sus antológicas sentencias, aseguró aquello de que el fútbol es mucho más que una cuestión de vida o muerte.
Palabras que, a más de mil trescientos kilómetros de distancia, pareció hacer suyas a rajatabla el protagonista de este reportaje: "Mi padre llegó a Jaén en 1949 y creo que el tiempo que estuvo allí, tanto económica como mentalmente, dejó su vida por el Real Jaén, era su leit motiv".
Lo afirma José Luis Calvo de Juan (Jaén, 1950), su hijo y único continuador del balompié en la familia, si se tiene en cuenta su brillante currículo:
"Hice los cursos de entrenador nacional y estuve en el Alavés, en el fútbol base, hasta llegar a segundo entrenador del primer equipo en Primera. Luego me dediqué a la Federación Alavesa de Fútbol, que me fichó para que controlara a los equipos de fútbol base. Cuando saqué el título nacional, como había entrenado en Miranda de Ebro, me llamaron para que fuera entrenador del Mirandés, y estuve dos años. Al final me convencieron para quedarme de presidente. Soy el único del Mirandés que ha sido futbolista (en los juveniles, entrenador y presidente).
Una vinculación por la que, el pasado mes de enero, fue reconocido con la insignia de oro del equipo de Miranda del Ebro.
Mucho antes, la primera luz que vieron los ojos de esta figura con el balón fue la misma que, en sus lienzos, atraparon Nogué, Serrano Cuesta o Francisco Cerezo, esto es: Jaén capital.
Comenzaba la década del medio siglo y Calvo de Juan se convertía en el quinto de los siete hijos (cinco de ellos, criaturas de la ciudad del Lagarto) del matrimonio formado por Antonio Calvo Perea y Carmen de Juan Palomares ("guipuzcoana de Escoriaza), en su casa jaenera, en el número 3 del Paseo de la Estación.
Pero, ¿qué trajo hasta el Santo Reino a aquella pareja del norte de España? "Mi padre era ingeniero eléctrico, y con un hermano puso una empresa de electricidad en Madrid. Les iba muy bien, porque él era un vendedor nato, un talento vendiendo las cosas, y cuando hicieron dinero le dejó a su hermano el negocio de Madrid y él se marchó a buscar nuevos horizontes. Entonces estaba muy de moda el aceite como negocio productivo".
Así, el Jaén de finales de la década de los cuarenta recibió al futuro presidente como delegado de la empresa de Mazola, que en la capital contaba con la central de todas las casas que tenía en Andalucía, en una fábrica ubicada en el segundo tramo de la a la sazón calle Rastro (actualmente Madre Soledad Torres Acosta), justo frente a la puerta lateral de la iglesia de San Antonio y convento de siervas de María.
Una firma aceitera, por cierto, que le procuraría más de un mal rato: "Se metió en un berenjenal con otras personas que luego se la jugaron, por lo que yo sé, y le dejaron a él el muerto, como se dice vulgarmente. Estuvo en la cárcel, y eso nos marcó".
Serían precisamente los problemas legales los que llevarían a los Calvo de Juan a abandonar la cuna de sus hijos nada más consumarse el ascenso del Jaén a las más altas cotas del fútbol español, de regreso a Miranda del Ebro:
"Nos fuimos en el 53, mi padre tuvo problemas con los socios y decidimos volver donde estaban mis abuelos maternos y la familia de mi padre; y aquí seguimos casi todos los hermanos".
Desgraciadamente, la situación en la que Antonio Calvo Perea se vio envuelto tendría mucho que ver en el desenlace final de su existencia. Desde 1967, una sepultura en el madrileño cementerio de la Almudena abriga sus restos.
LOGROS AL FRENTE DEL REAL JAÉN
"En la larga trayectoria deportiva que el Real Jaén C. F. ha mantenido en las distintas ligas donde ha militado y competido, la huella de inolvidables jugadores vascos ha supuesto un rasgo representativo de este querido y reconocido Club andaluz, que en incontables ocasiones fichó jugadores vascongados", comenta Juan de Dios de la Calzada, y concluye en honor del riojano:
"Una especie de simbiosis junto con grandiosos jugadores andaluces, y que para algunos pasó inadvertida, representó, sin duda, en la persona y la gestión de Calvo Perea, una indeleble a la vez que persistente constante en la línea de incorporación de grandes futbolistas al club. Una huella, que sin duda, ha marcado etapas gloriosas del Real Jaén C. F.".
Y es que nada más asentarse en Jaén, y dada su afición al deporte del balón, Calvo se sumó al universo de la antigua Olímpica Jiennense y entró en su directiva como tesorero, al mando del presidente Joaquín Mollinedo Rojas: "La intención de estar en el fútbol siempre la tuvo, y cuando llegó a Jaén entró de tesorero. Como manejaba dinero y el Jaén estaba en precario, todo era poco. Mi madre se ponía enferma, porque era muy generoso", evoca José Luis Calvo de Juan.
En esta línea, el hijo del presidente del equipo recuerda: "Se gastó muchísimo dinero, hizo la Piscina Municipal dentro del campo, por ejemplo. El Jaén está en deuda con él, y lo estará siempre", y suma méritos:
"Fichó a mucha gente del norte, del Bilbao y de la Real, (Unamuno, que fue padrino de un hermano mío ya fallecido), o Arregui". Como dato curioso, pero de lo más revelador si se atiende a la época, "cuando ganaron en Segunda División y quedaron primeros, regaló a los futbolistas una lata de aceite de oliva con el escudo del Real Jaén, ¡eso era un oro puro entonces!". Como ahora, vamos.
En las filas de los responsables del equipo vivió momentos gloriosos, como los deseados ascensos a Segunda (primero) y a Primera (después). "Estoy seguro de que todo el socio o jiennense que vivió aquella época, no podrá decir nada malo de mi padre, todo era bueno. Se entregaba en cuerpo y alma a todos, lo mismo al que estaba pidiendo en la calle que al gobernador", aclara su hijo, y sentencia:
"Salía a desayunar por la mañana, iba al Bar La Victoria y mi madre veía cómo grupos que había en las esquinas se dirigían detrás de él al bar, porque todo el mundo estaba invitado a desayunar. Así todo el día hasta que se acostaba. No solo hizo mucho por el Real Jaén, sino por el pueblo de Jaén, en una época que se pasaba mucha hambre".
COMPROMETIDO CON LA CAPITAL DEL SANTO REINO
Cuando el quinto vástago de Calvo Perea explica, con rotundidad, que su padre "no solo hizo mucho por el Real Jaén, sino también por el pueblo de Jaén", da pie a destacar otro de los compromisos que el empresario de Haro adquirió con la tierra del equipo de sus amores.
Sí, no hay más que dejar que los ojos se adentren en las ensoleradas páginas de las actas municipales del Ayuntamiento jiennense para localizar al protagonista de Lacontra de este segundo sábado de junio en los escaños del salón de plenos del palacio de la Plaza de Santa María, donde ejerció como concejal hasta su partida.
Posesionado de su acta de edil el 3 de febrero de 1952, don Antonio formó parte de dos comisiones municipales durante su compromiso político con su ciudad de acogida: la de Festejos y la de Abastos y Agricultura: "Estoy completamente seguro de que mi padre, por el Jaén, dio más de lo que tenía y podía".
Entre sus iniciativas como concejal, precisamente, este periódico ha tenido noticia de la actuación en Jaén (en la vieja sede de La Económica) del prestigioso Orfeón Mirandés, en un viaje y alojamiento que, según fuentes familiares, costeó de su propio bolsillo (teniendo en cuenta el número de componentes de la masa coral, acogerlos en un hotel de aquí debió de costarle una considerable suma). Así era Antonio Calvo Perea.
Pese al evidente olvido por parte de la ciudad, en la sangre de los Calvo no hay rencor, todo lo contrario. Donde otros hijos hubieran visto el origen de su orfandad, José Luis Calvo de Juan (y asegura hablar en nombre de toda la familia) tiene claro que su amor al Santo Reino no hay quien lo toque: "Con respecto a Jaén, todo lo que he oído a mi familia ha sido positivo, aunque fue también muy doloroso".
Lamentan (eso sí) cierta "indiferencia" después de tantos años y, sobre todo, de los "esfuerzos" de su progenitor: "Si el Ayuntamiento o el Real Jaén se hubieran dirigido a nosotros, para nosotros hubiera sido grande, pero no tenemos nada, como si por allí no hubiera pasado mi padre, que se dejó la vida, literalmente, allí".
Ya no hay posibilidad de que el único descendiente deportista de Antonio Calvo Perea cumpla uno de sus sueños y, de paso, honre la figura paterna con el entrañable homenaje de su pertenencia al club blanco: "Mi ilusión era entrenar al Jaén, pero no recibí nada. ¡Buah, me hubiera vuelto loco, eso hubiera sido el desagravio total!", exclama.
Por su parte, Juan de Dios de la Calzada lo tiene más que claro: "La sociedad jiennense amante del deporte en general y del fútbol en particular, le debe el digno tributo de rendirle homenaje, casi setenta años después. Y qué mejor que dar el nombre de una calle junto al estadio de La Victoria, en conmemoración de su impagable labor de presidente del glorioso Real Jaén C. F. de mediados del pasado siglo XX".
Y Calvo de Juan, ajeno a las aspiraciones del empleado municipal, deja en el aire... "Si Jaén tuviera un detalle con mi padre, yo me pondría de rodillas agradeciéndolo". Un detalle que, como escribió Cortázar en sus Papeles inesperados, puede que exprese una cosmovisión.
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