UN NIÑO GRANDE EN PARAMOUNT
Suena el despertador. Fuera, todavía es de noche, probablemente llueve. Una ducha, un café para llevar y directo al metro. Aguarda en la parada a que llegue el vagón con el que, día tras día, viaja por el subsuelo de la caótica ciudad de Londres directo a su puesto de trabajo. Mario García Arévalo, un joven de La Carolina de 28 años, seguramente llevará los cascos puestos conectados a su smartphone. Piensa en su infancia, en Snoopy, Rugrats o La Banda del Patio. Evoca nostálgico aquellos dibujos y series que le marcaron de pequeño. Sin darse cuenta, ajeno a lo que le rodea, llega a su destino. Está en el corazón tecnológico y cinematográfico londinense. Fox, Warner, Disney, Sony… Se ha hecho de día, ha dejado de llover y le espera un mundo de luz, de animación, de fantasía. Le aguardan Gnomeo y Julieta. Desde hace casi un año, cada día abre las puertas de una empresa con más de quinientos trabajadores. Un espacio en el que briefing y meeting son términos tan habituales como desayunar o como consultar los usos horarios de China o Los Ángeles. Cada 24 horas se adentra en un sueño hecho realidad. Las oficinas de Paramount Pictures Animation, donde da vida a las ilusiones de millones de niños (y de mayores) de todos los rincones del mundo.
¿Quién no recuerda a Justino?
Ese personaje que llegó al corazón de los españoles con el anuncio de la Lotería de Navidad nació de la imaginación de Mario García. Pensó en ese guardia de seguridad solo en una fábrica de maniquíes, sin oportunidad de interactuar con sus compañeros de trabajo por trabajar en el cambio de turno. Con creatividad consiguió conectar con ellos, lo mismo que este carolinense cuando dio vida al encargo de la firma Leo Burnett Madrid.
—En España, el de Justino ha sido el más gordo.
No puede evitar sonreír cuando lo piensa. Una risa picarona, mezcla de orgullo y rubor, que se capta incluso a través de la webcam con la que realiza la entrevista para Lacontradejaén. Así es. Un niño grande que con solo 28 años ha logrado triunfar como artista conceptual y desarrollador visual. Un joven al que no le importa ir solo al cine a ver la última película de animación en cartelera. Un 'freak' de su trabajo y orgulloso de ello.
SUS INICIOS
Antes de decidir que quería ser ilustrador, con 18 años se marchó a estudiar Bellas Artes a Cuenca. Tras los preceptivos cinco años de formación y sin tener las cosas claras todavía, cursó un máster en Artes Plásticas Audiovisuales y otro en Audiovisual. Hizo cursos de videojuegos, de animación y, poco a poco, le despertó el interés por todo este sector. Se trasladó hasta Valencia donde montó un estudio con cuatro amigos y fue cuando empezó a trabajar como ilustrador freelance. Emprendió el complicado camino de ser autónomo. No le fue nada mal, ni mucho menos. Ha hecho trabajos para Michelín, Iberia, Nike, Panda Antivirus, entre otras grandes empresas. Pero si tiene que elegir un trabajo que marcó un antes y un después en su trayectoria profesional, ese es Man and the dog, el spot de Coca-Cola.
—A raíz de los personajes y los fondos del anuncio me conoció mucha gente. El nombre de Coca-Cola me catapultó para tener clientes del mismo nivel. En Warner, por ejemplo, sabían del anuncio y les gustaba. Me ayudó mucho.
¿Llegaron a verlo?
A partir de aquí, empezó su incursión en el mundo de las películas y las series de animación. Conviene recordar que el carolinense ha hecho trabajos para videojuegos o app, además de anuncios. Cuando trabajó para Warner ya se dio cuenta de que le podía sacar provecho a este sector. Tenía un futuro, una meta, una ilusión. Pero no siempre fue así. Mario García, como miles de jóvenes españoles, vivió un tiempo sumido en el pesimismo.
—Era un poco negativo. No confiaba mucho en mi trabajo. Veía tanta competencia y tanta gente buena que pensaba en cómo alguien se iba a fijar en mi trabajo. Es muy complicado destacar. Pero, al final, se consigue. Se trata de trabajar mucho y lo que digo siempre, aunque la gente siempre se ríe, pero hay que ser un poco 'freak' de tu trabajo. Me encanta los dibujos animados, me veo todas las películas y si nadie quiere ir al cine voy yo solo. Al final me doy cuenta de que soy otro niño.
Y así fue como Mario García, después de estar dos años en una empresa de videojuegos, se mudó a Londres de la mano de Paramount Pictures Animation. Se le abrieron las puertas de Hollywood, gracias a una red social, Linkedin. Un contacto le recomendó enviar el currículum. Lo hizo, lo dio casi por perdido. Pero casi cuatro meses después llegó la ansiada llamada telefónica.
—Era como un sueño.
En estos momentos trabaja en Sherlock Gnomes, la segunda parte de Gnomeo y Julieta. El trabajo es, sencillamente, genial. Le cuidan y le tratan como si fuese un actor. Todo un abismo con España. Se encarga del color y el arte, es decir, le da la ambientación a la película. Si sale el malo viste la escena de tonos negros, pero si Gnomeo va a besar a Julieta, la engalana de colores morados o rojos más tenues. Es el arte que tiene en su cabeza plasmada a través de la tecnología, una herramienta que lo convierte todo mucho más espectacular.
EL FUTURO
—Todavía me quedan muchas metas. Quiero abarcar cuantos más proyectos mejor y probar en otras empresas.
Aunque a sus 28 años haya cumplido un sueño, no quiere decir que su carrera profesional se quede ahí. Paramount Pictures se acaba y ya tiene ideas en mente. Aunque la meta como experiencia personal sí que la ha alcanzado, ahora le toca desembarcar en una de las firmas "gordas", como él las llama. Sus ojos están puestos al otro lado del charco. No volverá a España. Tan solo, quizá, para coger oxígeno, recargar energías y emprender una nueva vida. La misma que envidian aquellos jóvenes que están sumidos en la desesperanza de un país en crisis, sin oportunidades laborales y sin una apuesta por el mundo de la cultura.
—Es una pena porque hay mucho talento, pero no se les da la oportunidad.
A todos aquellos que, como Mario García al principio, ven el panorama negro, les manda un mensaje de esperanza. Hay que viajar, perder el miedo, salir de la conocida zona de confort. También un mensaje de optimismo para los estudios de animación españoles.
—Tienen producciones súper buenas pero siempre estamos con el problema de la cultura. No se apuesta nada por ella y los presupuestos con los que cuentan son bajísimos.
Lo dice un jiennense que forma parte de la larga lista de fuga de cerebros que vive este país. Un carolinense que tiene hambre de comerse el mundo. Un joven humilde, divertido y con ganas de trabajar que lleva a gala ser un niño grande en Paramount.
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