'Olor a cordones' desde la casa de los García Coca
A sus 90 y 58 años, respectivamente, padre e hijo mantienen viva la tradición de elaborar los cíngulos de la Cofradía de Jesús Nazareno de manera artesanal
"Huele a lirio desgajado, / huele a clavel prisionero, / huele a cordones que ciñen la cintura de... "Jesús Nazareno de Lopera, parafraseando al poeta Rafael Palomino Gutiérrez (1918-1972).
Sí, a eso huele en el aire del municipio loperano desde que, con la Cuaresma a la vuelta de la esquina, un padre y un hijo se baten el cobre para procurar cíngulos artesanales a los penitentes de esta antiquísima cofradía por las calles, a la par que, que en la intimidad de su casa del pueblo, ambos conservan prácticamente intacta una tradición manufacturera de esas que destilan historia.
"Esto lo hacía mi abuelo, que me apuntó a mí a la cofradia con tres años, y llevo toda la vida. Luego mi madre empezó a hacerlos, porque la gente le decía que a ver si ella sabía, cuando mi abuelo se murió. Entonces, mi padre la ayudaba, aprendió y me enseñó a mí", explica a los lectores de Lacontradejaén José María García Coca.
A sus cincuenta y ocho inviernos, ahí sigue al pie del cañón junto a su padre, otro incombustible de la artesanía cofrade: Antonio García Gómez, toda una autoridad en esto de trenzar cordones a sus nueve décadas de existencia, que se dice pronto.
"Mi padre está muy bien, y me ayuda a hacerlos. Como los caireles son más delicados y requieren mucha paciencia a la hora de coserlos a la cuerda, él hace los nudos", aclara José María, heredero junto al autor de sus días de esta antigua técnica que pasó de manos de su abuelo materno a las de Ana Coca, madre y esposa, respectivamente, fallecida hace ahora seis años.
"Se hacen con cuerda de sisal; primero los nudos en la cuerda, luego los caireles [adornos entre nudos] de la misma cuerda y con hilo; las motas [adornos grandes a modo de flecos] también se hacen de la misma cuerda", detalla.
Una labor que si tuviera que pagarse según el tiempo que se destina a cada cordón, acabaría con los nazarenos en las filas de la procesión, de tan alto valor como se gastan estos primorosos cíngulos. Y eso que, a día de hoy, la cuerda viene mucho más preparada que antes y se pasan menos fatigas a la hora de ponerla a punto para fabricar cada cordón.
Aún así, el trabajazo no es pequeño, y desde los nudos hasta la realización de cada uno de los elementos que los componen, pasando por el tinte ("que antes se hacía con azafrán, pero con el precio que tiene..."), da lugar a un resultado que bien puede considerarse una joya indumentaria pasionista.
¿Habrá relevo, o esta costumbre se perderá definitivamente? "Hay un primo mío que tiene niños más pequeños, tendremos que enseñarles ya", sentencia José María García Coca mientras apostilla: "Mientras yo pueda, los seguiré haciendo". Ahí quedó.
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