Atributos
Dos equipos enfrentados: el que batalla la violencia en el deporte pelea contra el que la normaliza desde el deporte
Lo supimos por el acta de un árbitro. La asistente Soraya Leiva denunció supuestos insultos machistas mientras hacía su trabajo. Leiva y el colegiado hicieron lo que debían: enfrentar la violencia. El resto lo conocemos: la información que publicó LaContracrónica fue recogida por diferentes medios nacionales. Y apareció la palabra talismán: 'condena'. De pronto todos los actores del conflicto condenaban. La violencia. Obvio. Pero no es lo mismo enfrentarla con hechos que normalizarla con retórica de fogueo.
Leiva y el árbitro han elegido la parte correcta de la cancha. Es decir, juegan en el mismo equipo que Joan Laporta (echó a los Boixos Nois del Camp Nou) y Florentino Pérez (hizo lo propio con los radicales blancos del Bernabéu). Es la única vía para acabar con quienes igualan las bufandas con las bengalas en los estadios. No caben ambigüedades. Y no hay un colectivo o un sector específico al que proteger; se trata de señalar a quienes encubren a los canallas. "Los profesionales y dirigentes somos los que peor nos hemos portado y tenemos que recapacitar, porque nuestras palabras tienen mucho peso en el comportamiento de algunos que no necesitan demasiado para cometer estas barbaries". Lo dijo Juande Ramos, entonces técnico del Sevilla, tras recuperarse de un botellazo.
Los insultos, comunes en los estadios, son violencia normalizada. Así se legitima en la esfera deportiva lo que después se denuncia fuera, en la calle.
Parece un asunto de atributos: ojalá ganen los coherentes. Los que mantienen su discurso —respaldado con su obra— en todas las circunstancias.
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