Bullying: una huida hacia adelante
Quienes vivimos en el siglo XXI gozamos de muchas ventajas en comparación a nuestros antecesores. Sin embargo, aun con el avance de las TIC, el sistema educativo, el "Estado de Bienestar" y demás, seguimos suspendiendo en los aspectos básicos de la convivencia. Esto último queda claro cada día cuando los telediarios empiezan sus rondas informativas señalando un nuevo repunte de violencia, acoso y, desgraciadamente, dolor. Lo peor es que tras esas noticias no vemos la solución, ni se vislumbra una esperanza. Por ello, hoy me propongo hablaros del "bullying", uno de los tipos de agresión que más dolor me provoca y, además, me atrevo a daros una solución: la huida hacia adelante.
El bullying es un tipo de acoso que se desarrolla entre escolares, y que normalmente se da en la escuela o en el patio del recreo. Sus manifestaciones más comunes son el maltrato físico y psicológico entre alumnos de forma continua y reiterada, lo que supone un auténtico horror para las víctimas. Normalmente, la persona afectada, queda marginada y excluida de los demás compañeros debido a prejuicios o a su incapacidad para defenderse de los abusones que lo persiguen. Es realmente paradójico, ya que son éstos quienes suelen tener muchos más problemas para integrarse y tener buenas relaciones que los pobres que los sufren. ¿Qué sentido tiene pues cometer abuso sobre otros? Esa es su manera de relacionarse y encajar en la clase, su forma de ejercer poder sobre los demás.
Y ahora, ¿qué podemos hacer nosotros para luchar contra este tipo de agresión? Yo apuntaría hacia dos vías fundamentales: la primera, educar a toda la sociedad para que no sea impasible ante estas situaciones, es decir, educar a nuestros hijos para que no consientan ningún tipo de coacción. Según diversos estudios, en España, uno de cada diez niños sufrirá bullying, ¿qué hacen los otros nueve? Y tú, como padre o madre: ¿estás dispuesto/a a jugártela?
En segundo lugar, dejemos de educar a nuestros jóvenes como víctimas y hagámosles responsables. Debido a algunos modelos educativos, ciertos alumnos crecen sobreprotegidos por su círculo más cercano, y no aprenden a defenderse. Cuando digo defenderse puedo decir “hacer”. Viven mimados, y así seguirán si no se les anima a actuar. Hagámosles entender que sus vidas tienen valor y sentido, y que ellos, como individuos, deben hacerse responsables de sus vidas. Esto no quita, en ningún momento, que aquellos que realizan el acoso deben ser castigados y reprimidos en su actuación por todos. Así se cerraría el círculo, y los abusones no encontrarían beneficio en seguir acosando.
En relación a esto último, recuerdo el caso de un padre que salió hace poco en las noticias que, ante los avisos de los profesores de que su hijo realizaba bullying a sus compañeros en el bus escolar, decidió hacerle correr durante una semana el kilómetro y medio que separa su casa de la escuela. El ejercicio físico es sin duda una medida saludable, no violenta y seguramente muy efectiva para terminar con el bullying, y como ya comenté antes: “una huida hacia delante”.
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