'Muñoz Garnica': de arrabal del Medievo a vía sacra y solariega
En el segundo centenario del nacimiento del polígrafo que da nombre a la calle jiennense, Lacontradejaén propone un itinerario por sus hitos, historia y curiosidades
La efeméride del segundo centenario del nacimiento del ubetense Manuel Muñoz Garnica (1821-1876), que desde el año de su muerte da nombre a la popular calle Ancha de la capital de la provincia (con el paréntesis del 36, cuando se le dedicó al médico Federico del Castillo), invita a un lento paseo por esta emblemática vía del barrio de San Ildefonso: el de las 'calles benditas' lo calificó un pregonero de la Pastora, vecina de estos lares.
"Hay cosas encerradas dentro de los muros que, si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo", escribió García Lorca. A ello, pues:
Se trata de un punto del mapa urbano jiennense que ya desde sus inicios, como Maestra del Arrabal (por su condición de referencia de la nueva zona de expansión medieval), destacó sobre sus afluentes y que, de golpe, adquirió ese carácter de vía sacra que desde mediados del XV no la ha abandonado. No en balde, según la tradición, la mismísima Virgen María la recorrió camino de la capilla que bautiza a la patrona.
Quizá de ahí su buena disposición para acoger instituciones religiosas como el convento dominico levantado en 1576, el uso como centro escolar dedicado a Cristo Rey en que a mediados del XX se convirtió uno de los palacios de los marqueses de Navasequilla (auténticos 'señores' de la calle) o la actual ubicación de la Congregación de Misioneras Eucarísticas de María de Nazareth (las populares 'nazarenas'), que por cierto están también de centenario este 2021.
Copada de palacios y de historia, de ausencias y un señorío indiscutible, lo cierto es que Iglesia y nobleza se dan la mano en este hito de tránsito y residencia de un barrio, curiosamente, de esencia labradora.
Una collación que mantiene como pocas el perfume de siglos que le puebla el aire y una calle que posee el no menos curioso privilegio de estar escoltado por el templo mayor de la diócesis, la Catedral, y la única basílica menor del repertorio monumental jaenero.
EL NOMBRE DE LA CALLE
Como todo (o casi todo) lo que bautiza el pueblo, ninguna de las denominaciones oficiales de la calle Ancha ha superado en uso y difusión este que exalta su hermosura, su desacostumbrada amplitud en una ciudad aquerenciada a la angostura de los callejones.
Sí, la que empezó siendo (ya se ha dicho) Maestra del Arrabal mantuvo tan secular condición hasta 1869, cuando el Ayuntamiento de la época decidió dedicársela al general Riego, el héroe antiabsolutista (así ha pasado a la historia, al menos) ahorcado y decapitado cuarenta y seis años antes en la madrileña Plaza de la Cebada.
Una década le duró el rótulo hasta que, en 1879, otra pérdida, la del ya citado sacerdote Muñoz Garnica, animó a la municipalidad a rendirle tributo en el callejero local. Educador, escritor, periodista, teólogo... polígrafo en definitiva como lo definió el cronista Alfredo Cazabán en su legendaria revista Don Lope de Sosa, a cuenta del primer centenario de su nacimiento.
¿Por qué a él? ¿Y por qué esta calle, y no otra? Las respuestas son fáciles: primero porque en la capital del Santo Reino pasó una de las más largas y fecundas etapas de su aventura vital y segundo, porque en el número 16 de esta vía urbana (asegura Manuel López Pérez en su biografía) residió y murió un día de los enamorados de hace (o hará en nada y menos) 145 años.
Así lo certificaba una artística placa de cerámica que aguantó sobre la fachada de aquel caserón hasta su derribo, en 1974, y que jamás volvió al sitio para el que fue cocida, pintada y destinada.
UN PASEO ENTRE PALACIOS E HISTORIA
Además de ser, a día de hoy, la única calle de Jaén que conserva una sala de cine (desmantelada, cerrada a cal y canto, eso sí), 'Muñoz Garnica' derrocha historia, curiosidades y un catálogo patrimonial apabullante, vaya que sí.
Nada más emprender este paseo por su tramo inicial, la primera casa a mano derecha muestra en su fachada, además del rótulo, una placa erigida en honor de Alfredo Cazabán Laguna (Jaén, 1870-1931), el mítico cronista oficial de la provincia que entre 1913 y 1930 labró su leyenda de la mano de su gran obra, entre los muros de aquella casa en la que, un 14 de enero de hace ahora ochenta años, cerró sus ojos para siempre.
Casualidades de la vida, el destino une en una misma fachada los nombres de dos ilustres ubetenses cuya huella en la capital resulta indiscutible.
Justo por debajo de este inmueble se encuentra uno de los grandes palacios con el que los García de Quesada, oriundos de Valdepeñas, decidieron enseñorear la calle Ancha. Se trata de una inmensa mansión de finales del XVII desde una de cuyas ventanas el recordado fotógrafo Jaime Roselló tomo alguna de sus mejores instantáneas cofrades.
Usado como gran hotel a principios del XX, muchos jiennenses lo recordarán todavía como sede de la Cooperativa de Farmecéuticos hasta bien entrados los años 70, cuando, con respeto a su fachada y diseño de Luis Berges, se convirtió en bloque de pisos y dio cabida a los cines Alcázar, ya en los 80. Un cuarto de siglo después cerró sus puertas para siempre y, junto con sus 'hermanos de pantalla' desaparecidos, dejó pelado de salas el casco histórico.
Frontero a este edificio se levanta, actualmente, una serie de inmuebles que sustituyen al monasterio femenino de dominicas donde tuvo su capilla el marquesado pontificio de Villalta, procedente de Torredonjimeno, donde estuvo a punto de recibir sepultura el yerno del marqués, José del Prado y Palacio (a su vez titular del marquesado del Rincón de San Ildefonso), antes de su traslado al viejo cementerio de San Eufrasio.
Hasta 1965 aguantó en pie este convento, cuyas monjas pasarían después a ocupar las que fueron casas de los marqueses de Cúllar de Baza, en la calle Llana (habrá reportaje en esta serie, por méritos propios).
Por cierto que, de milagro, Jesús de los Descalzos no recibe la 'visita' diaria de su legión de incondicionales en este lugar. Corría el último lustro de la década de los 60 y su cofradía, harta de errar de templo en templo, vislumbró sobre el solar del monasterio dominico una suerte de santuario donde entronizar, definitivamente, a El Abuelo. Fue solo una idea que, poco a poco, cristalizó en proyecto y ahí se quedó.
La redacción de El Pueblo Católico, el diario de Emilio Mariscal, marcó la 'vocación' periodística de esta vía a la que, desde hace aproximadamente un año, se asoman las ventanas de otra redacción: la de Lacontradejaén.com.
Y es que en un noble inmueble (que ha sido también Casa del Pueblo socialista) de los Navasequilla, recordado por muchos como colegio pionera oficina de Correos y colegio de Cristo Rey antes de albergar el bloque de pisos actual, se cuece la información de este digital, en los bajos que acogen también el primero y novedoso cooworking de la capital jiennense: Cuatro Gatos.
En la acera par, frente a esta mansión, y algo más arriba vivieron los marqueses de Blanco Hermoso, a cuya casa pertenecía Mariscal. Construido en el XIX, poco después de que Fernando VII distinguiese a los Muñoz-Cobo de Canales con tan sonoro título nobiliario, todavía se conserva su portada, soberbio ejemplo de sillares almohadillados bajo cuyo dintel entró la legendaria cruz de procesión de Nuestro Padre Jesús para ser bendecida en el oratorio de Ana Josefa López de Mendoza, un día de abril de 1879.
Este impresionante madero, joya de la orfebrería y la ebanistería cofrades, junto con la no menos sobresaliente túnica donada por la madre de doña Ana Josefa, ungieron de aromas nazarenos el palacio, que cada año abría sus puertas a la cofradía de El Abuelo para recoger ambas piezas y, una vez concluida la procesión, volver a sus estancias.
También fue este palacio sede de oficinas oficiales de Agricultura y Ganadería, y hasta 'caja de reclutas' a la que, en 1973, la piqueta no le dejó en pie más que esa portada de sillares venerables que recuerda, un poco, su perdida grandeza.
Hay más caserones, más mansiones, para no parar de ahondar en el pasado, pero el paseante alivia y se detiene, camino de sus cosas, ante la majestuosa fachada de la conocida como Casa del Peto: un predio del XVIII de la casa de los Ceballos del que su última propietaria da cuenta:
"La casa la hizo un obispo que vino a Jaén, y le llaman la Casa del Peto porque perteneció a la masonería", aclara. Dotada con agua del raudal de la Magdalena (antiguo privilegio de las 'casas bien'), "conserva la práctica totalidad de sus elementos originales interiores", a más de la fachada dieciochesca, con un balcón más que envidiable para, entre otras cosas, no perderse ni una procesión en cuanto el coronavirus lo permita.
"Si pudiera elegir mi paisaje / de cosas memorables, mi paisaje / de otoño desolado, / elegiría, robaría esta calle / que es anterior a mí y a todos" poetizó el uruguayo Benedetti, seguramente durante un sueño en el que paseaba por la calle Ancha de Jaén.
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