"Si cuando esto pase hay que cobrar menos, cobraré menos"
El flamenco, como la nobleza, tiene sus linajes, sus dinastías, que brillan en apodos y nombres artísticos con la naturalidad de un escudo de armas en la fachada de un palacio. Es lo que le pasa a la cantaora Carmen Gersol (Jaén, 1964) por más sencillez que destile, por más humildad que derroche; dos virtudes que, eso sí, se enseñorean del personal cuando se desabrocha la garganta y maravilla hasta al aire. En pleno parón profesional a causa del coronavirus, la artista jiennense (una de las saeteras más reclamadas del Santo Reino) se asoma a los balcones del confinamiento para compartir sus sensaciones y sus emociones con los lectores de Lacontradejaén.
—¿Qué hace Carmen Gersol en estos momentos: templa la voz, prepara algún espectáculo futuro, escucha a alguno de sus maestros...?
—No, estoy cosiéndome una mascarilla.
—¿En serio?
—En serio. No encuentro mascarillas y, como sé coser, me estoy haciendo un par de ellas para cuando baje a la compra; por lo menos voy protegida.
—¿Cómo lleva una cantaora eso de tener que colocarse en la boca algo que se la tape?
—Uy, me asfixio, me siento un poco oprimida, que me falta el aire, pero me tengo que adaptar, son las circunstancias.
—Pero en casa podrá soltar un poco la voz, ¿no?
—Sí, aquí en casa sí. Lo malo es que tengo a mis hijos estudiando oposiciones y tampoco puedo hacer muchos gorgoritos.
—Usted es una de las artistas de aquí más frecuentes en la agenda local de actuaciones. Esta situación le habrá caído como un jarro de agua fría...
—Sí, ahora tenía una colaboración con la Banda Municipal de Música, el pasado sábado; era un concierto muy bonito que se iba a hacer con el Coro Romero Al compás de mi tierra, de marchas procesionales, pero se ha tenido que anular. En un principio te sienta mal, pero hay que comprender la situación, poner todos nuestro granito de arena para intentar seguir a rajatabla todo los que nos digan que tenemos que hacer para controlar esto.
—La Cuaresma, normalmente, es una de sus épocas de mayor actividad. ¿Ha notado mucho el parón?
—Claro que lo noto. Yo siempre canto desinteresadamente para las cofradías, me llaman tantas que tengo que elegir cantar para una u otra cada año, pero intento colaborar con todas. Este año lo voy a echar de menos, porque la saeta es un rezo cantado muy bonito, a mí me gusta mucho.
—Tenía alguna actuación especial, algún espectáculo novedoso este año que el coronavirus haya desbaratado?
—Bueno, teníamos bastantes propuestas, tanto el espectáculo Federico, la pasión del amor como mis propios recitales, pero todo está en el aire ahora.
—¿A qué dedica estas horas de confinamiento?
—Me estoy dedicando a limpiar [ríe] y tengo que plantearme ocupar el tiempo en muchas cosas que me gusten, creativas, que pueda desarrollarme. Voy a plantearme algunos recitales que tenía en el aire, a confeccionarlos y tenerlos preparados para cuando llegue la buena época y se pueda, plantearlos y hacer las propuestas.
—¿Se ha parado a pensar cómo quedará el panorama artístico una vez que se supere esta crisis? ¿Cree que el de los artistas va a ser uno de los sectores más perjudicados?
—Seguramente sí; me entra pánico cuando veo las noticias, primero por todo lo que está pasando, sobre todo por las muertes, y después me pongo a pensar en la crisis que esto conlleva. Ya la anterior nos afectó muy duramente, y ahora que parecía que estaba remontando la cosa un poco... Tenemos que ser pacientes, cobrar un poquito menos si hace falta. Yo seguiré con mi manera de ser, y si tengo que colaborar en un acto en el que yo vea que tengo que colaborar, lo haré. Seguiré así: si salen contratos bien y si no, tendremos que cantar en casa.
—El flamenco es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. ¿Qué puede aportar en horas de incertidumbre y de preocupación como las que vive el mundo?
—De todo un poco, lo mismo puede aportar seriedad o un momento de tristeza, que alegría. El flamenco tiene un amplio abanico de cantes para poder expresar los sentimientos en cada uno de ellos.
—¿Qué cante sería el cabal para ponerle banda sonora a esta situación?
—La seguirilla, uno de los cantes en los que más se expresa la tristeza, y la reivindicación también. Hay una anécdota de un cantaor al que se le murió el hijo y, en el duelo le preguntaron: "¿Cómo estás?" Él contestó: "Estoy tan triste que podría cantar por seguirillas". Es el cante de la pena. De hecho, las saetas flamencas, aunque se han renovado con los años muchos de sus estilos, yo casi siempre las meto por seguirillas, o por martinetes.
—¿Cómo anda de esperanza Carmen Gersol?
—Hombre, hay que tener un poco de esperanza. Tengo mis bajones, sobre todo por mis hijos, pero hay que luchar por salir adelante como podamos.
—Si le pidieran que se asomara a su balcón y cantase para aliviarle la cuarentena y la inquietud a la gente, ¿qué palo del flamenco escogería?
—Ahora mismo, si me dijeran eso, algún fandango con una letra bonita. Es un cante que le gusta mucho a la gente, no solo a los puristas, sino también a los que no entienden mucho de flamenco. Yo creo que un buen fandango animaría.
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