'Cerdita': pudo ser cerdísima
La película de Carlota Pereda ofrece ya desde el título una mirada febril y despiadada sobre nuestra actualidad líquida
En unos tiempos donde el thriller parece apoderarse del cine español, con directores tan interesantes como Alberto Rodríguez o Daniel Monzón, pero también con una mayoría de medianías de factura tan correcta como enlatada, también empiezan a surgir en el panorama patrio hermosas voces discordantes. Una de ellas en sin duda la de Carlos Vermú, de lenguaje tan inquietante como intransferible, y otra bien podría ser la de Carlota Pereda.
La directora comparte con Vermú la búsqueda de una legítima transgresión sin renunciar a la gloriosa herencia esperpéntica puramente autóctona; legado que se remonta a Berlanga y que el malogrado Alex de la Iglesia consiguió actualizar en los 90. Por eso, pese a que la anarquía castiza de Cerdita se diluya en un tramo final demasiado convencional, es de agradecer que se vislumbren elementos que auguran otra creadora cuya singularidad entronca con la mejor tradición de nuestro cine.
La película parte de un corto homónimo y de similar temática. La adolescencia y sus psicopatías. Complejos e inseguridades que se traducen en identidades conflictuadas tanto para los agresores como para las agredidos. Y ahí es donde la heroína —nuestra cerdita— se revela como protagonista imposible de una historia también insólita. Laura Galán —con una variedad de registros interpretativos que oscilan entre lo más sutil y lo más grotesco— da vida a una chica obesa en perpetuo círculo vicioso de autodestrucción.
Ella envidia a sus amigas por sus normativos cuerpos a la vez que se odia a sí misma por su gordura, lo cual le produce una ansiedad incontenible que se traduce en atracones que redundan en su frágil autoestima. Sin embargo, el giro genérico y conceptual del filme la coloca en el centro de una espiral de ultraviolencia; de repente pasa de la periferia ocupar un espacio decisivo y decisorio. Y de esto va parte de la peli; de la marginación y sus consecuencias; de ser sujeto oprimido y opresor al mismo tiempo; de saber como gestionar situaciones límite desde perspectivas antagónicas y de (des)conocerse a sí mismo. Todo ello barnizado con un tono caricaturesco, que evita caer en el costumbrismo, encarnado a la perfección en Carmen Machi.
Cerdita ofrece ya desde el título una mirada febril y despiadada sobre nuestra actualidad líquida, donde las carencias personales se suplen con el acoso y derribo a la otredad; a aquello que nos ofende y perturba, porque es distinto a nosotros y porque en el fondo, nos aterra pensar que lo que de verdad simboliza -sea el sobrepeso o cualquier otro tabú contemporáneo- es la libertad, tan fea como hermosa, tan deseada como terrible. Y este concepto lo traduce visualmente a la perfección una directora que apuesta por incidir en lo —que creemos— grotesco y feista, tanto físico como espiritual. Cada plano está impregnado de una vehemente y explícita defensa de lo diferente y esquinado, de aquello que es ajeno pero que a la vez es nuestra esencia más contestataria. Lo que en pantalla se convierte en vertiginosa, salvaje y cruda poética sobre la libertad y sus durísimas consecuencias; sobre el conocerse a una misma cuando a una misma la construyen otros.
Carlota Pereda consigue el milagro de entonar una sintonía personal que remite a un cine transgresor con tintes surrealistas: pura denominación de origen, sin caer en la americanada tan resultona como barata. Pero, y un gran pero. La moralina. Cerdita se suicida en su cenit negándose a sí misma y complaciendo a la mayoría de espectadores. Quizás, como su protagonista, comprendió que las cadenas son sin duda pesadas, pero también seguras.
FICHA TÉCNICA
Título original: Cerdita
Año: 2022
Duración: 99 minutos
Directora: Carlota Pereda
Nota del crítico: 3/5
Nota en IMDB: 6,2
Nota en FilmAffinity: 5,9
La película está disponible en Movistar Plus
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