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Cristóbal Gámez, a todo gas tras su sueño: un museo de motos

Por Javier Cano - Diciembre 21, 2024
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Cristóbal Gámez, a todo gas tras su sueño: un museo de motos
Cristóbal Gámez, a bordo de una impresionante Motoconfort, una de las muchas joyas de dos ruedas que posee. Foto cedida por Cristóbal Gámez.

Cristóbal Gámez Esteban lleva 40 años pidiendo un espacio donde exponer su impresionante colección de motocicletas históricas, que él mismo restaura

Un patrimonio histórico-artístico que apabulla, una cultura alfarera universalmente reconocida, una gastronomía de primera, escritores y poetas de fama mundial, un paisaje que hace de sus miradores una experiencia inolvidable... 

Todo eso y mucho más hacen de Úbeda lo que es, un monumento a la belleza; mucho más si se disfruta en medio de esa armónica paz que procura la Plaza de Vázquez de Molina (por poner un solo ejemplo), donde el silencio recupera ese prestigio que Muñoz Molina (hijo insigne de la ciudad) asegura que se ha perdido hoy día. 

Y entre tanta virtud tiene también la patria chica de Sabina otro tesoro que suena a eso, a fondo de canción del flaco de Úbeda. ¿Que no? Lean, lean... "Tengo 143 motos, y seguramente me deje alguna". 

Lo asegura Cristóbal Gámez Esteban, un ubetense de 1965 que desde hace cuarenta años colecciona ejemplares de su principal pasión y pelea por abrir un museo en el que mostrar su impresionante catálogo de "motos clásicas y antiguas en el olvido".

Hijo del propietario de una conocida autoescuela, Cristóbal se recuerda conduciendo un Simca 1000 "con seis años de edad", aunque el tiempo y una postura práctica lo llevaron a cambiar el volante por el manillar: "Los coches ocupan mucho espacio y son más caros", comenta a Lacontradejaén. 

Y es que, como él mismo confiesa, no es precisamente el sultán de Brunéi: "He hecho muchos cambios, no soy una persona de dineros, he trabajado siempre de celador-conductor, y el tiempo libre que me dejaba mi trabajo lo echaba en las motos. A cambio de restaurar algunas, he cambiado unas motos por otras".

 Aspecto de la motocicleta Hirondelle tal como llegó a las manos del protagonista de este reportaje. Foto cedida por Cristóbal Gámez.
Aspecto de la motocicleta Hirondelle tal como llegó a las manos del protagonista de este reportaje. Foto cedida por Cristóbal Gámez.

Porque sí, han leído bien, también las restaura: "Estudié mecánica, pero el motor de un coche no es como el de una moto; y estuve en una tienda de pintura de carrocería trabajando, así he aprendido, de lo que he visto en los talleres, soy un autodidacta, se puede decir". Dicho queda. 

 Así quedó tras ser restaurada por el ubetense. Foto cedida por Cristóbal Gámez.
Así quedó tras ser restaurada por el ubetense. Foto cedida por Cristóbal Gámez.

El lector se preguntará que, con semejante colección (que incluye además veintidós minimotos y una treinta de bicicletas), ¿cómo es que los visitantes no pueden incluir en sus itinerarios el perfume de culata, el ritmo del pistón, la viveza de las bujías, elementos que inspiraron a los futuristas italianos y hasta a algún maestro hispanohablante del verso, como el peruano Juan Parra del Río, que se cuajó esta virguería: "Zumban los pedales, palpita la llanta / y en la traquearteria febril del motor / yo siento que hay algo / que es como mi ardiente garganta / con mi explosionante secreto interior". Poesía a dos ruedas. 

"No he hecho la colección para venderlas, si hubiera sido por eso no tendría el problema que tengo", explica Gámez a la par que detalla las dificultades que encuentra para hacer realidad su deseo: "No me apoya ningún ayuntamiento, porque ni soy político ni tengo padrino; las tengo por el hecho de tenerlas, pero con la finalidad de poner un museo, eso lo tengo claro desde que empecé".

Puesto a pedir, solo demanda una cosa, que a su juicio es justa y cabal: "Como cualquier padre, quiero que en vez de buscar a dos bedeles que se encarguen del museo, que lo hagan mis hijos, que también las motos son suyas".

Mientras sí mientras no, y con el recuerdo de la exposición que montó en 1999 en el Hospital de Santiago, "a la que asistieron 5.400 personas", la cosa es que tiene repartidas las motocicletas por donde puede, en los bajos de su casa de Úbeda, en otra posesión en Sabiote, en una cochera...

Recintos no aptos para la exposición pero en los que cualquier enamorado de las motos podría sufrir un caso agudo de síndrome de Stendhal al toparse con una "Motoconfort con faros de carbono y transmisión de correa, de 1925; una Hirondelle francesa del 33 una Hirondelle, que hay muy pocas; Bultacos, Montesas y hasta un sidecar de cuatro plazas que es, en realidad, el vehículo familiar, donde él, su esposa (lamentablemente fallecida) y sus dos hijos chupaban viento (la perra, Chispa, conduce sus propios vehículos).

"Sería un aliciente más para una ciudad Patrimonio de la humanidad; mi colección no es patrimonio de Úbeda, pero sí de un ubetense", reivindica, y apostilla: "La gente me dice que venda las motos,  pero no quiero, tengo la idea de que tarde o temprano tendré ese museo, aunque todo se me pone cuesta arriba".

En pendiente, sí, pero con la fuerza de una de sus motacas, Cristóbal Gámez Esteban sigue empeñado en cruzar su meta particular, personalísima: esa que quiere compartir con toda Úbeda y con el mundo todo. 

 Sidecar de cuatro plazas, de la colección de Cristóbal Gámez. Foto cedida por Cristóbal Gámez.
Sidecar de cuatro plazas, de la colección de Cristóbal Gámez. Foto cedida por Cristóbal Gámez.

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