“Paco era un niño de 53 años, de lo mejor que teníamos en Alcalá”
Vecinos rotos por el dolor presentan sus respetos por Francisco Zúñiga, asesinado por, presuntamente, un pedigüeño que frecuentaba Consolación
Alcalá la Real despide a la luz más especial de Consolación
Luto, dolor e impotencia. La Iglesia de Consolación de Alcalá la Real no para de recibir desde esta mañana vecinos que presentan sus respetos tras la muerte anoche de Francisco José Zúñiga, sacristán de la parroquia Santa María la Mayor. El hombre de 53 años fue asesinado, presuntamente, por un pedigüeño de 33 años que en los últimos días frecuentaba las inmediaciones de la parroquia y que fue arrestado apenas dos horas después fuera del casco antiguo por las Fuerzas de Seguridad. Esta vez sí coinciden la versión de los vecinos, la popular, y la oficial. La misa será hoy a partir de las 17:00 horas en la parroquia y estará presidida por el obispo de Jaén, Amadeo Rodríguez.
Pasan pocos minutos de las once de la mañana, y Elizabeth, extranjera afincada en Alcalá la Real, se acerca al lugar de los hechos, donde ya hay un puñado de cirios, uno de ellos con el nombre en mayúsculas y en color negro de Paco, como conocían a Zúñiga, quien se empleaba como vigilante en la zona azul del barrio.
—Era un señor muy del pueblo, también colaboraba con Cáritas y ayudaba en todo lo que podía —dice la mujer.
Cerca de la puerta de la parroquia todavía están las manchas por los restos de sangre. Zúñiga vivía en la calle Avenida de Portugal, junto a La Tejuela. Todo el que llega se persigna, dirige la mirada hacia abajo, a las flores y a las velas, y luego guarda un silencio que conmueve.
El ataque con varias puñaladas del pedigüeño, que en los últimos días había sido visto con síntomas de embriaguez, vino precedido de una conversación pacífica del sacristán. Sólo lo había instado a ponerse la mascarilla.
—Ese hombre que han detenido siempre estaba pidiendo por aquí. Y si no le dabas nada te miraba con unos ojos... —explica un hombre mayor, con problemas de movilidad. En el rostro lleva la expresión homogénea en el municipio. Nadie entienda nada.
—Paco era de lo mejor que teníamos en Alcalá la Real —apostilla el mayor y sigue su curso.
Una mujer coloca con mimo un ramo de flores y declina hablar, porque no puede y abandona llorando la escena. También llegan madres con bebés en los brazos y adolescentes que conocían al sacristán, muy querido más allá del ámbito cofrade.
Vecinas mayores, habituales de Consolación, encienden con cerillas las velas que se van amontonando junto con los lirios y claveles. Se toman su tiempo. Una de ellas recuerda que el bueno de Paco siempre le daba ánimos y la invitaba a vivir con ímpetu.
—Él me llamaba prima —dice y coloca un ramo en la escena.
En torno al mediodía Juan Ramón Gómez, párroco de la iglesia, llega al templo con la esquela, la coloca con celo en la fachada de la parroquia y enseguida vecinos le trasladan el pésame.
—No es porque haya muerto. Paco era una gran persona —dice Gómez a este medio, incrédulo todavía por lo ocurrido.
El párroco se derrumba cuando llegan los familiares del fallecido, inmóviles y rotos de dolor ante la parroquia. Pese al momento, nadie olvida la pandemia. No hay besos ni abrazos.
MINUTO DE SILENCIO CON MENSAJE PACIFICADOR
Representantes de la Corporación Municipal acuden al mediodía a la Plaza del Ayuntamiento acompañados por los familiares. Las banderas del Ayuntamiento ondean a media asta, porque el sábado que precede al 28-F es día de luto en Alcalá la Real, arropada por municipios vecinos como Castillo de Locubín y Frailes, que también vivió un asesinato en el inicio de 2020.
El minuto de silencio en la plaza está cargado de significado y trasciende al luto más formal. Es también una forma de llamar a la sensatez y de evitar concentraciones en el mismo sitio teñidas por la xenofobia.
Si es que importa el asunto de la nacionalidad, el presunto asesino es rumano y había sido visto a menudo con personas africanas, de ahí la confusión con el dato, tan importante para quienes ya han llamado a tomar las calles.
—Ayer fue un día duro en redes sociales y entiendo el dolor, pero hay que ser prudentes y sosegados. No por clamar venganza devolveremos la vida a Paco —razona el alcalde de Alcalá la Real, Marino Aguilera. Pide, como hizo anoche en las redes, que no se impute el delito a colectivos. Demanda, al fin y al cabo, que la impotencia no se traduzca en munición política.
El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, ha condenado hoy los hechos: "Nos sumamos a la tristeza y la consternación de Alcalá la Real por el asesinato del sacristán de la iglesia de la Consolación. Mi enérgica condena, y todo mi pesar y cariño a la familia de la víctima", ha escrito en Twitter.
El hermano de Francisco Zúñiga reza en voz alta primero un Padre Nuestro y después evoca a la Virgen. Las oraciones acaban en aplausos secundados por vecinos de la zona.
De nuevo en la Iglesia de Consolación, con cada vez más transito y más personas en la plaza, María —de unos 50 años— cuenta a este periódico que era compañera de clase de Francisco Zúñiga.
—No voy a venir a la misa —dice, la voz cortada, las lágrimas visibles por encima de la mascarilla.
Su pareja, Federico, es un italiano que se hace entender a la perfección en Alcalá desde hace años. Lleva una mascarilla blanca con las letras de la Junta de Andalucía.
—Paco era un niño de 53 años —sentencia.
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